matthew y yo habíamos decidido no mencionar nada de lo ocurrido el sábado a Zev. Me encontraba en la cafetería con los dos chicos, hablaban de algo a lo cual yo no prestaba absolutamente nada de atención, solo veía moverse sus labios para después formar alguna sonrisa y ser acompañada de la carcajada de mi mejor amigo a un lado.
Para mi mala suerte, fracasé en mi intento de no pensar en Luke, porque era el nombre y la persona principal que ocupaba mis pensamientos justamente ahora. No asistió a la clase de la profesora Kearney, pasaba cerca de mí ignorándome por completo. Intentaba no darle importancia, sin embargo, era algo que no estaba consiguiendo de la mejor manera. Lo más triste de mi caso era que eso no lo podía discutir con Zev porque, al parecer, solo con pronunciar su nombre su rostro me transmitía que no hablara más.
Estaba claro que Luke, por alguna razón, no se sentía bien, lo decía porque cuando pasaba su mirada se perdía, como si estuviese pensando en algo que no tuviera solución y de lo cual no pudiera librarse; tenía la sospecha de que era algo referente a lo de la noche pasada en el cine.
De manera que necesitaba saberlo, me preocupaba ver su mirada triste y sus ojos sin ningún atisbo del brillo que tanto caracterizaba ese azul eléctrico.
La mano de Matthew pasó frente a mi cara unas cuantas veces hasta que captó toda mi atención, lo miré y una sonrisa se asomó en su rostro.
—¿Ocurre algo? —preguntó alzando una ceja.
—Ummm, no… Nada. —Mi respuesta fue más bien un balbuceo que una afirmación.
—¿En qué piensas tanto, Hasley? —Ahora la voz de Zev preguntó a un lado haciendo que le dedicara una mirada.
—En nada. —Traté de que esta vez mi voz sonara firme para que los dos me creyeran y dejaran de preguntar—. Lo que pasa es que tengo sueño, no he dormido bien. Me desvelé viendo una nueva serie.
—¿Segura? —insistió Zev. Yo asentí.
—Ni siquiera has tocado tu comida —observó Matthew; lo miré durante unos segundos para después girarme a ver el sándwich de queso que estaba sin abrir, dentro de su envase.
—No tengo hambre.
—¿Te sientes bien?
Odiaba esto, solo quería que dejaran de preguntar. Ambos llegaban a irritarme. Ahora entendía lo que Luke sentía conmigo. Miré de reojo a mi amigo, quien me había hecho la pregunta, y traté de responderle sin sonar tan grosera.
—Lo estoy, ¿queréis dejar de preguntar? Estoy cansada…
Mi voz se apagó cuando vi al rubio pasar por las puertas traseras de la cafetería con una bufanda cubriendo la mitad de su rostro y un trapo en su mano. Mi sentido de alerta despertó y aquello hizo que mi piel se erizara. Me levanté del asiento recibiendo la mirada de ambos chicos.
—Me tengo que ir.
—¿Quieres que te acompañe? —Matthew se levantó de la silla.
—Dios, solo voy al baño, ¿de acuerdo? Nos vemos luego.
Ignoré a Zev y salí corriendo en la dirección por donde había salido Luke. Jamás había corrido tan rápido como en ese mismo instante, así como lo hacía ahora. Lo habría necesitado en Deportes, donde siempre me hacían correr el doble por ser una de las últimas en terminar las vueltas a la pista.
Una vez que estuve fuera, el frío viento hizo contacto con mi piel haciendo que, por instinto, me abrazara a mí misma. Con la mirada empecé a buscar a Luke, pero fue inútil: él ya no estaba ahí. A pesar de eso, no me rendí y mis pies comenzaron a moverse recorriendo todo el patio trasero con la esperanza de encontrarlo.
Di un gran suspiro cuando lo encontré debajo de un árbol que se hallaba retirado de los edificios del centro educativo; si alguien nos llegaba a ver, esto equivaldría a una suspensión por tres días.
Empecé a acercarme y lo vi. Él abrazaba sus piernas con su cabeza oculta.
—Luke…
No tenía planeado decir aquello, pero mi voz salió en automático como si necesitara pronunciar su nombre una vez más.
Él alzó su mirada. Mi corazón se encogió de una manera tan abrupta que mis sentimientos se mezclaron. Sus ojos hinchados y rojos eran cubiertos por lágrimas que bajaban por sus mejillas, pude ver que su labio estaba lastimado cuando la bufanda negra dejó de cubrir la mitad de su rostro.
Me dolió verlo así.
Él me miraba de una manera tan indescriptible. Todo el sentimiento de dolor y tristeza era transmitido por medio de esos ojos azules que antes brillaban con tanta intensidad. Era una capa diferente.
—¿Qué haces aquí?
—Quería verte —confesé.
No sabía por qué estaba allí, ni por qué decía tal cosa.
—Yo no, vete —ordenó bajando la mirada hasta sus pies.
—¿Por qué?
—Solo vete —repitió en un murmullo.
Mis pies no accedieron a su petición. Al contrario, se movieron acercándose a su cuerpo y, con mucho cuidado, me arrodillé frente a él tratando de no tropezar o hacer algún contacto con su cuerpo. Luke alzó la mirada poco a poco y sus ojos se quedaron viendo fijamente los míos, fue increíble cómo pude ver su corazón roto a través de ellos.
Su labio lastimado temblaba, no podía descifrar si era por el frío, por el miedo, o por los nervios. Me fijé en que ya no llevaba el arito negro.
—Hasley… —Arrastró sus palabras, que fueron interrumpidas por un sollozo que escapó de sus labios.
Se aferró aún más a sus piernas y otro sollozo raspó su garganta, al igual que mi corazón.
—No me pidas que me vaya, porque no lo haré —susurré—. No me eches. Yo sé que tú tampoco quieres.
—¿Cómo puedes estar aquí después de la manera en que me comporté contigo el sábado?
Su voz salió en un hilo, y yo evité pensar por mucho tiempo la respuesta. Solo respondí, dejándome llevar por lo que sentía, sin ser la primera ni una de tantas.
—No lo sé, o solo es que no me gusta ver a las personas tristes o que soy muy tonta.
Pasé un mechón de mi cabello por detrás de mi oreja y Luke jadeó, dejando que algunas lágrimas bajaran humedeciendo por completo sus mejillas. Dudosa, moví una de mis manos hasta la rodilla de él, posándola ahí, con mi dedo pulgar hice leves caricias, sabía que eso no lo calmaría, pero quería transmitirle que estaba en ese momento solo para él y para nadie más.
Sentí una pequeña ola de electricidad cuando agarró mi mano entre sus dedos y la apretó, aumentando más sus jadeos. Su tacto era frío. Las yemas de sus dedos, heladas. Fue tan rápido y sorprendente cuando Luke bajó sus rodillas soltando mi mano para acercarme aún más a él y que tuviese acceso a su cuerpo. Me bastó solo un segundo para pensarlo y rodearlo con mis brazos, tan fuerte, haciendo que él enterrara su rostro en la parte de mi cuello y hombro.
Mi pecho dolió cuando sus sollozos se hicieron mucho más fuertes que antes, la piel de mi cuello se humedecía por sus lágrimas, pero no me importó. Solo quería que su dolor parase, no sabía qué era lo que había ocurrido, pero no lo dejaría.
Esta faceta de Luke era tan irreconocible como lo que sentía yo en esos momentos.
Dificultosamente, me dejé caer en el césped sin soltar a Luke. Me dolía verlo en tal estado, se veía tan indefenso, y lo peor de todo era que por algunos segundos sentía su dolor quemando mi alma.
¿Podía sentirse un corazón roto a través de un abrazo?
—Sssh… —susurré, acariciando su espalda—. Aquí estoy, no pienso irme.
Aquello hizo que se aferrara aún más a mí y jadeara entre su llanto. Levantó un poco su vista, dejándome ver de nuevo aquella herida en su labio.
Veía a un Luke diferente, uno que demostraba que era humano y algo lo dañaba de una forma tan cruel. En ocasiones llegaba a actuar como un cretino, pero, después de todo, me demostraba de qué estaba hecho.
—¿Qué ocurrió? —pregunté—. ¿Quién te hizo esto?
—Nadie —respondió—. No fue nadie.
—Cariño, guardar silencio no ayuda nada, tienes que enfrentarte a esto. —Llevé mis dedos a su cabello, acariciándolo—. Y, si quieres un apoyo, me tienes a mí; no es el mejor, pero sí es sincero.
—No —negó—. ¿Cómo se supone que debo enfrentarme a mi padre? —inquirió con ironía, echando una risa sin nada de gracia—. Ya no puedo fingir que estoy bien, me ha costado hacerlo todo este tiempo. Estoy… cansado. Se supone que es mi padre, no le haces daño a una persona a la que amas, si es que él aún lo hace.
—¿Tu padre? —Me sentía confundida y horrorizada. Luke sufría violencia por parte de… ¿Su padre?
—No sé en qué momento nos perdimos —murmuró.
—¿Cuánto tiempo llevas así, Luke?
Él no volvió a responder, se limitó a bajar la cabeza para ahogar un sollozo. Lo volví a abrazar de la forma más reconfortante que pude, sintiendo como los pedazos rotos de su corazón punzaban el mío.
¿Su padre le había hecho eso? ¿Por qué? ¿Él también era el causante de los moretones de Luke? Descartaba esa idea por el simple hecho de que aquellos no eran creíbles para unos golpes de alguien, estaba segura de que su padre no le había hecho esos del brazo, en Luke había algo más.
Y temía que la autolesión fuese la respuesta.
—Todo este tiempo he intentado ser algo mejor, me he alejado para no molestarlo y dejar de ser una carga, pero todo lo que hago está mal. Nunca puedo llenar sus expectativas de lo que él quiere. Siempre jodo todo y… tal vez ninguno ha aceptado la realidad.
El chico no volvió a alzar la mirada y se mantuvo en esa posición. Yo solo permanecí abrazándolo, cumpliendo lo que dije de quedarme a su lado. Desde que lo conocí sabía que su vida no estaba en orden, pero desconocía que sobrepasaba lo que significaba la palabra «desastre».
Luke solo quería acabar con lo que le hacía daño.
Y él, en realidad, quiso detener eso.
Todo el tiempo lo pude ver en sus ojos, todos los días reflejaban dolor en ellos, algunos más que otros, pero siempre había mentido porque una parte de él se encontraba oscura y rota. Lo supe, al verlos por primera vez supe que un color como el que poseía él debía destacar lo suficiente.
Luke era un poco de nada y todo a la vez. Nada es perfecto. Todo es imperfecto. Luke Howland era perfectamente imperfecto.