luke me dejó pasar a su casa, mis ojos observaron todo alrededor. Me removí incómoda pues se sentía un vacío adentro: aunque no lo creáis, hay casas que te hacían sentir segura y bien, y otras que te dejan en suspenso. Me giré hacia el chico.

—Es… cálida —mentí.

—¿Gracias? —dudó, acompañado de su ceño fruncido y una sonrisa burlona.

Sonreí sin despegar mis labios. Palpé mis mejillas intentando desvanecer un poco la vergüenza que sentía en esos momentos. A veces decía cosas solo para romper el silencio o dejar la tensión a un lado, pero en ocasiones simplemente no funcionaba. Esta era una de esas.

Miré al frente, donde, un poco más al fondo, se podía apreciar un piano. Caminé con pasos lentos hasta el instrumento y pasé mis dedos por encima. Tenía polvo, demasiado.

—¿Tocas el piano? —pregunté curiosa a Luke sin siquiera girarme a verlo.

—No —respondió cerca de mi oído—. Mi hermano solía tocarlo, cuando no tenía sueño lo hacía, según él calmaba su estrés, nerviosismo o solo conseguía que se sintiese mejor. Cada uno tiene sus técnicas, ¿no es así?

Asentí automáticamente.

Su forma de hablar tan pausada y sin apuros resultaba ser relajante. Miraba a Luke directamente a sus ojos y en cortos segundos recorría cada extremo de su rostro. Sus muecas faciales transmitían su aspecto emocional. Luke era apuesto y eso nadie lo podía negar.

—¿Nunca has intentado tocar? —murmuré.

—No me relaciono bien con los instrumentos —respondió suavemente, pasó una mano por detrás de su cuello y suspiró—. No me gustan, prefiero escucharlos. Te preguntaría si tú tocas alguno, pero recuerdo que uno de tus sueños es aprender, así que evito la pregunta.

—¿Te aprendiste mis sueños? —vacilé.

—Algunos. —Se encogió de hombros.

—Dijiste que querías mostrarme algo. Dime, ¿qué es? —inquirí elevando una de mis cejas.

—Tsss —mencionó. Cerró los ojos durante unos segundos y cubrió con ambas manos su rostro—. Si te confieso algo, ¿prometes no enfadarte?

—Tengo la intuición de que sé de qué se tratará tu confesión, pero quiero oírlo por ti. Así que, adelante, te escucho. —Me crucé de brazos elevando la comisura de mis labios.

—No hay nada que mostrarte —confesó, separó sus dedos para mirar entre ellos. Su ojo azul me observaba y quería morir de la ternura que me ocasionaba—. ¿Esa es tu cara de enfadada?

—¿Tú qué crees?

—No pareces enfadada.

Y no lo estaba, era imposible enfadarme con él cuando actuaba como un niño asustado que está a punto de ser regañado.

—Me has decepcionado, Howland —le vacilé.

Él bajó sus manos. Dio un pequeño paso hacia mí y sonrió.

—Me gusta cómo suena mi apellido en tu voz —admitió.

Sus mejillas se pusieron de un tono más carmesí y por un instante las mías también.

—No puedo decir lo mismo —mentí.

En verdad me gustaba cómo sonaba el mío cuando él lo decía y más si lo mencionaba en un tono divertido.

—No me importa, Weigel —bromeó ladeando la cabeza—. Volviendo al tema de que te mentí, tengo algo que a lo mejor sí te interesa —explicó. No me dio tiempo de responder cuando volvió a hablar—. Ven, acompáñame.

Dicho eso, me tomó de la mano y comenzamos a subir las escaleras a pasos rápidos; trataba de no tropezar con los escalones mientras era casi arrastrada por Luke. Esto se volvió una costumbre por su parte: cada vez que él decía «Ven», me cogía de la mano y comenzaba a correr conmigo detrás. Tenía que ir a su paso en el intento de no caerme al suelo.

—Algún día terminaré cayendo y de paso te caerás conmigo —amenacé una vez que nos detuvimos enfrente de una puerta.

—Caería primero por ti para evitar tu dolor —dijo abriéndola. Me mordí el labio inferior hacia dentro y deambulé durante unos segundos. La mirada de Luke se fijó en mí y acto seguido me hizo una seña con su cabeza indicando que entrara; con pasos dudosos entré. Mis ojos se abrieron al máximo de la impresión, para ser hombre tenía bien ordenada la habitación, las paredes blancas, una de ellas tapizada de pósteres de bandas, sus favoritas, lo más seguro. Su cama tenía extendida una sábana negra, con almohadas blancas, todo estaba en orden, como si nadie habitara el cuarto.

—Eres muy ordenado —susurré, por un segundo creí que no me había escuchado, pero fue todo lo contrario porque me respondió.

—Lo sé —dijo con un tono creído.

Lo miré durante unos segundos. Sus manos estaban metidas dentro de los bolsillos de su pantalón, mientras jugaba con la herida de su labio.

—Por un segundo imaginé tu habitación toda negra —bromeé. Luke soltó una risita por lo bajo y negó.

Mis ojos fueron directos al escritorio que había en una de las esquinas e, igual que el resto, estaba todo ordenado.

Tenía una lámpara blanca con unas calcomanías de Spiderman. Sonreí con ternura.

Esperaba a un Luke más rudo, pero fue todo lo contrario. El chico era una especie de actor, utilizaba máscara y cuando bajaban las cortinas podía ser quien era. Se podía despojar del disfraz, aunque no le molestaba usarlo; tal vez, solo tal vez, fuera como una rosa: mostraba las espinas y, si soportabas las punzadas, eras digno de recibir la flor.

Me llamó la atención una pequeña pizarra con varias notas sujetadas con unas chinchetas. Al parecer eran fechas o cosas importantes. Comencé a leer cada una de ellas sin detenerme, a pesar de que sintiera la mirada del rubio detrás de mí.

2-julio-2011

Entonces recordé, era la misma fecha que había con un borrón en su libreta el día en que me senté con él por primera vez en la clase de la profesora Kearney. Despertó mi curiosidad, pero la mandé al fondo de mi cabeza. No necesitaba que Luke se pusiera de mal humor en estos instantes. Así que decidí leer otra nota.

—Primer tatuaje… —susurré. Esta vez, me giré para verlo, él me miraba detenidamente sin ninguna emoción en su rostro—. ¿Tienes un tatuaje?

—Ajá. —Asintió varias veces con la cabeza como un niño pequeño.

—Y desde hace seis meses —declaré, y él volvió a asentir—. ¿Dónde?

—En el lado derecho del pecho —indicó. Puso su mano en dicho lugar y lo palpó dos veces seguidas—. Si me pongo una camisa de cuello en forma de uve se puede notar.

—¿Qué es? —pregunté curiosa.

—¿Quieres ver? —El rubio levantó una de sus cejas con diversión y me sentí palidecer.

—Ummm, n-no, no —respondí en un tartamudeo. Luke se rio y desvié mi mirada al suelo, mientras miraba los dedos de mis manos entrelazarse.

—Solo tendrás esta oportunidad —sentenció.

—No me importa, ¿vale?

Tragué saliva y alcé de nuevo mi vista.

Ay, no.

Mis ojos se abrieron a la par y supe que en cualquier momento caería al suelo. Mis mejillas me picaron tomando un color rojo y mis manos sudaban por el nerviosismo. Veía el torso desnudo de Luke. Su piel cubierta era más pálida y, justamente, como había dicho, el lado derecho de su pecho estaba tatuado.

—¿E-esta es tu forma de-de ligar? —Las palabras se me enredaban y tenía la necesidad de hundir mi rostro en una almohada.

—¿Quién dijo que estoy ligando? ¿Y contigo? ¡Qué modesta eres, Weigel! —se divirtió. Lo miré a los ojos, queriendo huir de esto—. Sin embargo, todavía no lo he hecho.

—Esto es incómodo —dije. Luke bufó poniendo los ojos en blanco. Sabía que detrás de mi curiosidad había algo más cuando volví a mirar el dibujo con tinta en su piel—. ¿Qué se supone que es?

—Una ruleta. —Se encogió de hombros—. Tengo pensando hacerme otro.

—¿Otro? ¿De qué se trata? ¿Llenar tu cuerpo con tinta sin sentido? —me mofé.

—Para mí tienen sentido… —gruñó.

Empezó a divagar con sus palabras mientras volvía a ponerse su camisa, caminó al otro extremo de la habitación y se detuvo en un estante. Paró de hablar y pasó sus dedos por encima de este, sus ojos observaban detenidamente hasta que se detuvo y sacó una caja plana.

—Me dijiste que conoces los discos de vinilo —señaló—. Así que… esto es lo que te quería enseñar, desde hace un tiempo los colecciono. Tal vez para ti no sean tan especiales o de valor, pero para mí son como un tesoro retro. Me gusta lo clásico.

—¿Tienes muchos? —Di unos pasos hacia donde él se encontraba y me puse a su lado para poder ver la estantería.

—Creo… —confesó dejando en el aire la palabra. En realidad, eran demasiados.

—¿Cuántos son?

—Alrededor de cuatrocientos y pico, no todos están aquí, pero desde que tengo catorce años los empecé a coleccionar, me han regalado también, tenía más, pero se terminaron dañando varios.

—¿Cuántos tenías en total?

Su nariz se frunció y pensó. Yo guardé silencio, esperando su respuesta.

—Tal vez unos quinientos, no lo sé. Pero eran muchos. Mi hermano mayor me manda algunos de ediciones especiales cada mes, y yo consigo otros por mi cuenta.

—¿Entonces tú ya tuviste tu quinientos veinte? —pregunté, curiosa.

Luke se rio.

—Ya sé por dónde vas.

—¡Piénsalo! Es una adicción muy loca, ¡y son demasiados! El dinero de la cadena Village da mucho de sí, ¿no?

—Basta, Weigel —dijo divertido.

—Te obligo a que cuentes todos —ordené—. Quiero saber cuántos tienes con exactitud, me dijiste que aplicarías mi propósito. Ahora seré parte de eso.

Él negó con gracia.

—Lo haré, pero no prometo nada. ¡Son muchos! ¡No terminaré de contarlos todos!

—¡Venga! Necesito un número.

Luke puso los ojos en blanco y se inclinó un poco hacia delante para mirar en el estante, leyendo algunos títulos. Yo reprimí una sonrisa y se volvió a erguir después de escoger un disco.

—Los contaré, pero tú escucha esto.

Caminó hacia el tocadiscos y lo colocó, a los segundos empezó a sonar. La melodía era suave y relajante, me gustaba. Luke comenzó a tararear la canción mientras caminaba alrededor de la habitación. Su sonrisa era demasiado enorme, sus ojos se achinaban y su hoyuelo, tan carismático, se marcaba con tanta profundidad. La felicidad de Luke se podía sentir.

—Acompáñame —me pidió; no sabía a lo que se refería hasta que tiró de mi mano y choqué con su cuerpo.

—Oh, no. —Negué varias veces al darme cuenta de lo que quería—.Yo no bailo.

—Ni yo, solo estoy dando vueltas —se burló.

Y es que solo Dios sabía cuánto amaba la risa de Luke.

—¡No! —chillé cuando di una vuelta con él.

La canción terminó y pensé por un segundo que sería el final de mis vueltas junto al chico, pero me equivoqué: apenas terminó esa empezó la siguiente y Luke apretó más su agarre.

—¡Me encanta esta! —jadeó con un saltito, sonrió despampanante y empezó a tararear la canción ladeando la cabeza.

Y allí nos encontrábamos, en medio de su habitación, dando vueltas sin un sentido específico, solo oyendo su voz y la del cantante. Aquella escena me causaba demasiada gracia y no podía evitar reír. Momentos como estos eran por los que sabía que Luke no era solo frustración, hierba y mal humor; era más que eso, desgraciadamente nadie se daba cuenta de ello y lo catalogaban como alguien de mala influencia.

Me centré en los ojos azules del chico y él me miró detenidamente. Su sonrisa se desvaneció, pero sus ojos seguían manteniendo el brillo. Sentí una presión en el pecho en ese instante, mi respiración entrecortada al igual que la de él. Nunca me había detenido a admirar bien a Luke, él era atractivo, demasiado, era algo que todos podían ver a simple vista y no podrían negar.

Detestaba que mi sensatez no se despertara, que no hiciera caso a mis llamadas de alerta; no tenía nada en mente, salvo el rostro del chico rubio y las ganas de besarlo. No entendía qué ocurría con aquel pensamiento, pero tener a esa distancia a Luke no me hacía pensar con claridad.

Sentí su aliento chocar con el mío y supe que para arrepentirme ya era tarde, aunque, siendo honestos, no quería hacerlo; esto parecía eterno y que jamás ocurriría, podría jurar que ya habían pasado más de cinco minutos, pero en realidad eran solo unos segundos.

Los labios de él se acercaron a los míos, rozó su nariz con la mía. Cerré los ojos por inercia con la respiración detenida. Podía sentir su aliento sobre mis labios; sin embargo, no hubo contacto. No quería lanzarme a los suyos como si mi vida dependiera de ello, porque no era así. Su labio inferior rozó el mío y se alejó unos centímetros.

Me torturaba.

—Si no hago esto ahora, me arrepentiré después… Aunque creo que lo haré de todos modos.

Su jodida voz sonaba tan ronca que envió un pequeño escalofrío por todo mi cuerpo. Sentía mis piernas flaquear.

Después de tanto tiempo, sus resecos labios se sellaron sobre los míos, se rozaban con tanta lentitud. La punta de su lengua jugueteó con mi labio inferior, entonces lo odié porque me hacía sentir tan bien… Creía que todo terminaría ahí, pero no fue así, una de sus manos se posó en mi mejilla y lo peor fue cuando llevé mis manos a la parte trasera de su cabeza.

Nuestros dientes chocaron, causando que Luke riera sobre mis labios. Me gustaba, sus labios eran suaves y hacían el beso un poco lento y cálido con pequeños momentos de intensidad. No sabía por qué no me detenía o él lo hacía. Estaba claro que él no me atraía y viceversa… O eso quería hacerme creer yo misma. Mi mente se transformaba en un desastre, jugaba de mala forma conmigo.

Luke detuvo el beso sin despegar nuestros labios aún. Poco a poco abrí los ojos, encontrándome con los azules océanos de él mirándome fijamente a mí. Se alejó unos centímetros y dijo:

—Esa fue «Wonderwall».

Estaba muda, no pronunciaba nada. Claramente seguía en shock. Ni siquiera me había fijado en que la canción ya había terminado o en que había empezado otra.

imagen

Di un paso hacia atrás, desconcertada, sin darme cuenta. El ruido de algo cayendo al suelo y el vidrio quebrándose me hizo salir de mi burbuja. Chillé y me giré para ver la lámpara de Luke hecha añicos en el suelo.

—Mierda —maldije.

Me giré hacia el chico, que no mencionó absolutamente nada, sus ojos solo miraban las piezas de cristal. Sin decir nada salió de la habitación dejándome ahí sola, donde solo se oía la música en reproducción.

Algo en mi mente daba vueltas, no sabía qué era peor, haber besado a Luke o que me hubiera gustado.