matthew jugaba con la pajita de su refresco mientras uno de sus brazos estaba por encima de mis hombros. Nos encontrábamos en la cafetería junto a Zev, literalmente me ignoraban, solo hablaban de los equipos de fútbol, sobre lo cual yo no entendía nada. Me aburría estar en medio de ellos dos solo como un objeto.
Creí que ser novia de Jones sería genial y, aunque lo era, en esta semana que llevábamos de noviazgo no podía negar que tenía sus momentos dulces y extrovertidos, pero por el momento mi novio prefería a mi mejor amigo que a mí.
—Necesito ir a clase —avisé interrumpiendo su charla animada.
—¿Tan rápido? —Matthew miró la hora en su móvil y después hizo una mueca—. Faltan quince minutos.
—Sí, pero quiero llegar temprano.
—¿Qué clase te toca?
—Historia —respondí confundida.
Mi novio se quedó un momento pensando y miró a mi mejor amigo para después volver a mirarme.
—Vamos, te acompaño —se ofreció levantándose.
—Pensé que querías seguir aquí con Zev. —Puse los ojos en blanco.
—¿Estás celosa de mí? —me molestó Zev divertido con una risita.
—Cállate —mascullé.
—Oh, venga —se burló.
—Igual me voy, eh, tengo que ir al campo —bufó y se alejó.
Matthew me miró divertido.
—¿Vamos?
—Vamos.
Me puse de pie y me acerqué.
Pasó su brazo por mis hombros y me atrajo a él para empezar a caminar hacia la salida de la cafetería. En los pasillos las miradas por parte de todos iban dirigidas hacia nosotros y aquello era demasiado incómodo, no estaba acostumbrada a obtener la atención de tantas personas, a pesar de que ya hubiera pasado cuatro días teniéndola.
—¿Qué harás por la tarde? —preguntó el chico ganándose mi atención.
—Diría que debo hacer deberes, pero realmente siempre los dejo para la noche —confesé—. ¿Por qué?
—Porque quiero hacer algo contigo —se encogió de hombros y lo miré—, como ver películas en tu casa o, no sé, no tengo buenos planes… Lo siento.
Él me miró un poco apenado entrecerrando los ojos y me causó tanta ternura. Llegamos a mi aula y nos detuvimos a un lado de la puerta. Le sonreí reconfortante y tiré de una de sus mejillas.
—Ver películas me parece una buena opción —lo animé dándole crédito a una de sus ideas.
—Bien, iré a las seis de la tarde para ir a coger unas cuantas y comprar palomitas, ¿te parece? —propuso, y asentí con la cabeza con una sonrisa.
—Estaré lista —confirmé.
Me sentía feliz por el simple hecho de que haríamos algo juntos como una pareja oficial, no como amigos o algo así. Ver películas en casa ya estaba demasiado sobrevalorado, pero realmente no importaba cuando se trataba de Matthew: había sido él quien lo había propuesto, por lo cual estaba feliz, pasar tiempo con él me haría bien.
Rodeó con uno de sus brazos mi cintura y se acercó a mí inclinando su cabeza para rozar sus rosados y tibios labios con los míos. Movió su nariz con la mía haciendo como si fuera un gato, aquello causó una risa por mi parte y él ronroneó.
—No hagas eso —reprendí divertida, y él volvió a repetirlo—. ¡Basta, Matt!
—Matt —murmuró—. Me gusta cómo suena.
Besó la comisura de mis labios, lentamente. Subió una de sus manos a mi mejilla y profundizó el beso. Estaba a punto de seguirlo cuando algo, o más bien alguien, lo impidió.
—Joder, la garita del conserje queda a solo tres metros de aquí, ¡largo! —gruñó Luke hacia nosotros mirándonos con el semblante vacío.
Desvié mi mirada hasta mis pies y me mordí el interior de la mejilla, sabía que estaba sonrojada por el ardor que sentía en mi cara. Matthew me soltó y dio un paso hacia atrás.
—Solo fue un beso, pero gracias por la información —habló el pelirrojo.
—Claro —ironizó el rubio—. Ahora quitaos de la puerta porque me impedís el paso.
Sentía la mirada de Luke encima de mí, algo me decía que esperara a que él entrara. Sin embargo, mis ojos ya estaban dirigidos a sus pupilas.
—Se pide permiso, ¿no sabes lo que implica el respeto? —solté de mala gana.
—¿Respeto? —preguntó incrédulo, y soltó una risa amarga. Se acercó hasta mí sin importarle que Matthew estuviera enfrente de nosotros y susurró en mi oído—: Entonces aprende a respetar un corazón roto.
Dicho esto, le lanzó una mirada creída al otro chico y con su hombro lo empujó para abrir la puerta y entrar. Me quedé viendo un punto fijo mientras sus palabras rebotaban alrededor de mi cabeza. ¿Por qué me había dicho eso? ¿Qué se suponía que había hecho ahora?
—¿Qué te ha dicho? —inquirió Matthew.
Elevé mi vista hacia él y volví a la realidad.
—Nada importante. —Hice un gesto negando con la cabeza.
—Has… —sentenció.
—En serio, nada por lo que debas preocuparte —insistí, y él suspiró.
—Bien —se rindió—. Necesito ver los próximos horarios de los partidos, cuídate.
Me dio un beso rápido en los labios y salió corriendo por el pasillo. Suspiré con pausa y entré al salón. Busqué rápidamente a Luke para ir directa hacia él, me senté a su lado y lo miré.
—¿Qué ocurre contigo?
—No entiendo a qué demonios te refieres —masculló sacando un refresco de su mochila y agitándolo.
—Hace días que no me hablas y cuando por fin te dignas a hacerlo es para ser tan, tan… ¡Ugh! —gruñí fastidiada—. ¿Qué hice?
—Tú no hiciste nada —habló entre dientes—. Nací con mal humor, ahora cállate y déjame sacarle el gas a mi refresco.
—Eres tan odioso —murmuré.
—Y tú tan tonta para no ver las cosas.
—¿De qué hablas? —pregunté confundida. Ya no entendía nada, con Luke nunca podías entender bien o al menos yo no lo entendía—. ¡Vamos, dime!
—Eres muy gruñona —confesó, y quise decirle lo mismo, pero me contuve. Él siguió agitando el refresco y eso me hacía desesperar aún más.
—¡Deja de hacer eso! —grité.
Le arrebaté la botella de plástico de sus manos y me arrepentí al instante. La tapa se cayó y todo el líquido se derramó sobre nosotros. Me estaba preparando mentalmente para lo que fuera a decirme, pero nunca lo hizo. Él frunció el ceño y me miró furioso.
—Luke, lo siento… —intenté disculparme, pero me lo impidió.
Sus acciones fueron suficientes para que no dijera nada, puso los ojos en blanco y se levantó del asiento, cogiendo sus cosas para salir del aula.
Eché mi cabeza hacia atrás y me sentí demasiado culpable.