reprimía las ganas de reír al ver cómo Zev miraba su cóctel de frutas de mala gana. Había comenzado un plan de alimentación que al inicio le resultó genial, pero que a las dos semanas se resumió en un «YA NO QUIERO SEGUIR ASÍ».

—¿Piensas continuarlo? —cuestioné, llevándome una cucharada de gelatina a la boca. Él lloriqueó.

—Debo. Mi madre es feliz cocinando de esta manera. No puedo hacerle sentir mal, mucho menos cuando se supone que soy el ejemplo para mis hermanos, es un fastidio.

Arrugué la frente y me incliné un poco sobre la mesa para hablar.

—¿No crees que te estás presionando, Zev? Eres el hermano mayor, sí, pero no es razón para sentirte obligado. No siempre tienes que hacer cosas que no te gustan solo para hacer feliz a tu familia. Tomas responsabilidades que tampoco te corresponden…

Él negó con la cabeza y picó otro poco de fruta con su tenedor.

No me agradaba que Zev comenzara a sentirse obligado a cargar con responsabilidades que no eran suyas. Si bien era el mayor de los hermanos, no tenía que hacerse cargo de las emociones de su familia, ni tampoco intentar ser la cabeza cuando su madre todavía estaba; e igual su padre que, aunque no regresara, también tenía el deber de cuidar de sus hijos.

—¿Qué quieres que haga, Hasley? —preguntó sin muchos ánimos.

Carraspeé para eliminar el pequeño nudo que se formaba en mi garganta. Quise hablar, aunque una tercera voz me lo impidió.

—¿Interrumpo algo? —Luke apareció en un extremo de la mesa con sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón. Llevaba una sudadera negra y el pelo despeinado.

Sentí cómo el ambiente se puso tenso, e incluso demasiado incómodo. Miré a Zev de reojo, esperando alguna facción de disgusto por su parte: así fue, pasó menos de un minuto cuando su mandíbula se tensó y sus ojos se pusieron en blanco.

Zev volvió a picar de su cóctel de frutas, pero sin llevarse nada a la boca. Se podía notar su mal humor, era evidente que la presencia del rubio le estaba desagradando. Por si fuera poco, Luke se sentó a mi lado, sonriendo con descaro, su hoyuelo hizo presencia y chocó su hombro con el mío.

—¿Qué haces? No puedes venir cada vez que quieras, estoy con Zev —murmuré cerca de su oído para que mi mejor amigo no lo escuchara.

—No vengo por ti, Weigel… —se rio. Me sentí avergonzada, él arrastró su mano por la mesa y la elevó, apuntando con su dedo índice al chico frente a nosotros—. He venido por él.

Si mi mandíbula no estuviera encajada a mi cabeza, esta se hubiese encontrado en el suelo. Mi entrecejo se frunció, confundida, y al parecer no fue a la única que le sorprendió, ya que Zev lo miró de la misma manera.

—¿Qué? —dijimos juntos él y yo.

Zev se giró a verme y luego a Luke.

—Lo que escuchaste, quiero hablar contigo, Zev —dijo en un tono de voz tranquilo, sin prisa ni pausas—. Necesito hacerlo, ¿tienes tiempo?

—¿Conmigo? ¿Para qué?

Yo no dije nada, solo me dediqué a mirarlos.

—¿Debo repetirlo? Sí, contigo, Zev Nguyen.

—¿Para qué? ¿Qué quieres?

—Si no te molesta, me gustaría que fuera a solas —mencionó, dando énfasis en la última palabra.

Me indigné.

—No tengo nada que hablar contigo.

—Sí que lo tienes.

—¿Qué quieres?

—¿Puede ser a solas? ¿O de verdad quieres que lo escuche ella?

Intenté, juro que intenté, comprender lo que estaba pasando en ese momento, pero mi cabeza no enlazaba nada, solo se quedó ahí, bloqueada, sin tener nada que unir. No tenía ninguna teoría, mucho menos alguna razón por la cual esto estuviera sucediendo.

Dirigí mi vista a mi mejor amigo, amenazándole, él la sostuvo por unos segundos duramente; sin embargo, lo ignoró porque volvió a Luke, quien seguía esperando por él.

—¿En este instante? —preguntó.

Apreté los labios, evitando decir algo.

—Ajá, es ahora. No pienso quitarte mucho tiempo —afirmó y se puso de pie—. Estará de regreso en menos de diez minutos.

Cuando pude observar mejor su rostro, vi aquel moretón en uno de sus pómulos: el golpe se esparcía y esos tonos verdes y morados le pigmentaban la piel. La verdad es que quise preguntarle, saber qué había ocurrido por esta ocasión, pero no pude, porque ellos ya se estaban alejando.

Me quedé sentada mirando sus espaldas y hecha un signo de interrogación.

¿Qué había sido todo eso?

Zev tiró sus cosas al casillero sin molestarse en ordenarlas y lo cerró de golpe. Me mantuve con los brazos cruzados mirándolo con los ojos entrecerrados, intentando persuadirlo. Sin embargo, no estaba funcionando.

—Entonces ¿de qué habéis hablado? —volví a preguntar.

Después de que su «charla» con Luke terminara, él regresó y su cara no mostraba felicidad. Esa conversación había sido de todo menos amigable, pero ahora tenía algo claro: ambos sabían del otro más de lo que me querían decir.

—No te lo diré.

—¿Por qué?

Lanzó un suspiro y me ignoró, comenzando a caminar. Lo seguí.

—Zev, por favooor —supliqué.

—Cielos, Hasley. No fue nada, ¿por qué no vas a buscar a tu novio y le molestas a él?

Mi boca se abrió, sintiéndome tan indignada por lo que dijo. A él no pareció importarle mi expresión.

—Gracias, eso haré —mascullé y me alejé.

Pensé por un segundo que detendría mi escena dramática, pero no le importó, porque no lo hizo; al contrario, cuando miré sobre mi hombro, él ya no estaba en el mismo sitio. Rendida, bufé y me dirigí hacia la parte de los baños del campo. Matthew había mencionado que estaría con el equipo para quedar más tarde con ellos.

Al girar por el pasillo, pude visualizar a Luke junto a una chica castaña. Tenía que pasar frente a ellos. Me aferré a mi mochila y caminé a paso rápido. Mucho antes de llegar, sentí la mirada de alguien sobre mí y después una mano agarrar mi brazo para hacerme girar.

—¿Qué quieres? —demandé en un tono quejoso sin mirarlo.

—¿Adónde vas? —preguntó Luke.

Decidí dirigir mis ojos hacia él para responder.

—Estoy buscando a mi novio —le dije, remarcando las últimas palabras.

Su semblante cambió a uno serio, haciéndome saber que eso no le había gustado, pero en realidad mostré que no me importaba demasiado como para tener en cuenta lo que le agradaba o no.

—A tu novio —repitió con burla.

—Sí —afirmé. Miré de reojo a la chica que seguía de pie y la señalé con mi cabeza—. Ahora suéltame, que te están esperando.

Luke soltó una risa divertida y negó varias veces. Su actitud comenzaba a amargarme de nuevo.

—No te muevas —sentenció, apuntándome.

Fruncí el ceño, confundida al no entender a lo que se refería. Él se acercó a la chica. Mientras tanto, yo me mantuve en la misma posición y en el mismo sitio.

—Bien, te llamo para avisarte. ¿Está bien este fin de semana? —dijo en voz alta.

—Por supuesto. Hasta luego.

Ella le dio un beso en la mejilla y él se lo devolvió. Algo se removió dentro de mí y supe que no era nada bueno, no podía estar sintiendo esto, ¿acaso eran… celos? No, no, no.

Apreté mis dientes y comencé a caminar, alejándome de ahí. Sin embargo, ese día Luke había optado por ser un pesado porque se puso delante de mí, impidiendo que yo continuara.

Desvié la mirada.

—Matt no está aquí —anunció, burlándose del nombre.

—¿Cómo lo sabes? —ataqué.

—Estaba hablando con Daliaah cuando pasó a nuestro lado, yéndose con sus amigos —explicó.

Pude haberle recriminado algo sobre lo que me había mencionado de Matt o decirle algo referente a eso, pero hice todo lo contrario, ya que lo único que salió de mi boca fue algo que estaba muy lejos de lo que realmente debía decir, pero muy cerca de lo que quería saber.

—¿Quién es Daliaah? —cuestioné mirándolo.

La comisura de los labios de Luke se curvó.

—¿Celos?

—Jamás en tu vida —dije, no muy segura de mi respuesta.

Él dio un paso hacia mí y yo di otro hacia atrás, alejándome de su cercanía amenazante.

—Weigel… —musitó.

Llevó una mano a mi cara y las yemas de sus dedos rozaron la piel de mi mejilla.

La sensación que su tacto transmitía a mi cuerpo era algo completamente nuevo para mí, una sensación que quizá no debería sentir con alguien que no fuera mi novio. ¿Me sentía mal? Claro que sí, porque yo no estaba soltera y mi relación con Luke había ido un poco más lejos de la que tienen los amigos.

Mis ojos se cerraron, disfrutando de ese toque inocente. De pronto, lo sentí cerca. Su respiración y… sus labios.

Aunque no fue un beso lo que me arrebató un suspiro, sino una lamida en mi mejilla.

Mis ojos, tanto como mi boca, se abrieron de golpe, aturdida y confundida por lo que acababa de hacer. No esperaba eso, ¡pero por supuesto que no! Al parecer, mi expresión le hizo mucha gracia porque de su garganta salió una fuerte carcajada.

—¡Eso ha sido asqueroso! —grité pasando mi mano sobre mi mejilla para quitar la humedad.

—Pero ¿no que juntemos nuestra saliva al besarnos? —me vaciló.

Mis mejillas ardieron de vergüenza.

—¡Cállate! —pedí.

Eso lo provocó más, pues el sonido de su carcajada se hizo más fuerte. Junté las cejas y me crucé de hombros. Tal vez habría podido aprovecharme de su estado de ánimo para preguntar sobre su charla con mi mejor amigo: era eso o acabar con su buen humor.

—¿Para qué buscaste a Zev?

Luke dejó de reírse, pero mantuvo esa sonrisa alegre en su rostro.

—Es un asunto que prefiero tratar con él… sin terceras personas —respondió, usando un tono burlón.

—¡Es mi mejor amigo, tengo derecho a saber!

—No, el que seas su mejor amiga no te da derecho a entrometerte en sus cosas personales —corrigió—. Yo digo que respetes eso, ¿o por qué no le preguntas a él?

—Es lo que hice.

—Entonces ríndete —finalizó—. No te lo diré.

—Cretinos —murmuré.

Olvidé por completo que venía por Matthew, y encontrarlo se colocó en segundo plano. Luke se quedó a mi lado caminando hacia las aulas y yo me mantuve igual.

—Weigel —me llamó. Giré un poco mi cabeza a un lado para verlo, haciéndole saber que podía continuar—. ¿Estás libre este viernes?

—¿Para qué?

—Es una sorpresa —canturreó—. Tómalo como una pequeña cita. Estás en todo tu derecho de sentirte culpable, pero al menos escucharemos buena música en la radio y eso te perdonará un pecado cuando la escuches.

Me dediqué a observarlo por unos segundos.

Salir con Luke me gustaba mucho, más que con otras personas, aunque eso sonara un poco cínico. Sus salidas no eran tan típicas, siempre eran especiales y yo siempre guardaba en un lado de mi corazón ese tipo de momentos para tenerlos siempre de recuerdo.

—¿Valdrá la pena?

—Demasiado —asintió—. Vamos.

Luke me cogió de la mano, obligándome a avanzar más rápido.

—¿Adónde?

—Toca Kearney y no queremos llegar tarde —dijo de manera obvia.

Mis dedos se entrelazaron con los suyos, y me sentí nerviosa por muchas cosas. A veces las imágenes que venían a mi cabeza se volvían un caleidoscopio y no sabía cómo detener esto, sabiendo que estaba muy mal. Si de verdad mis sentimientos por Luke comenzaban a afectar mi relación con Matthew, lo mejor sería terminar.

¿Por qué las cosas malas se sienten tan bien?