tal vez nunca fui consciente de todas las cosas que pasaron en mi vida, tampoco era consciente de que, si continuaba con algo que sabía que estaba mal, pronto eso acabaría de la misma forma. Pensar mucho y pensar poco siempre fue algo en lo que nunca fui buena.

¿Hay cosas que me gustaría cambiar de mi vida? La respuesta podría ser sí, pero… ¿de verdad quería? La respuesta era no. Es decir, todo lo que hice y dije me llevó a ese punto. Nuestro punto: inicio y final.

—Deja de reírte —le susurré a Luke intentando ser seria, pero no funcionaba.

—No puedo —balbuceó él entre risas.

—Nos van a echar.

Luke puso su cabeza entre sus brazos sobre la mesa intentando ahogar las risas que escapaban de su garganta, estaba segura de que alguien se quejaría, lo que haría que nos echaran de la biblioteca. Se suponía que íbamos para leer el libro que la señorita Kearney nos había dejado para una tarea, pero el chico no superaba lo de la mancha de pasta de dientes que había sobre mi blusa.

—Eres muy torpe, Weigel —murmuró mirándome todavía con su cabeza sobre la mesa.

—No es la primera vez que me ves con una mancha —farfullé poniendo los ojos en blanco.

—Es que ahora tiene más sentido.

—Ya. —Elevé una de mis cejas—. ¿Cuál?

—Que me gusta alguien que se mancha con pasta —respondió cómodamente con una sonrisa burlona en sus labios—. Así que eso lo hace aún más gracioso que antes.

Yo negué, intentando ocultar mi sonrojo.

Detestaba que Luke tuviera ese efecto en mí, con tan solo unas simples palabras podía ponerme de cualquier manera, hacía efecto y prendía todas las chispas que quisiera cuando fuera.

Coloqué los codos sobre la mesa y miré a Luke, sonriendo como una tonta. Él enarcó una de sus cejas, curioso. Las ojeras no se veían tanto como otras veces, aunque todavía se podían notar, aún podía percibir el olor a cigarro y eso me ponía un poco —muy— feliz.

—¿Sigues yendo a terapia? —pregunté.

Luke asintió.

—Por desgracia… —vaciló—. Me ha ido bien, pero Blodie me aburre demasiado. Conversa más de lo que yo quiero hablar y me pone a dibujar cosas. Me invitó a un dónut la sesión pasada.

—¿Y estaba rico el dónut?

—Muy rico. Era glaseado y con relleno de chocolate: no es mi favorito, pero tampoco me quejo.

Que siguiera asistiendo a terapia me dejaba tranquila. Desde un inicio, siempre dije que la necesitaba. Lo de Luke no era algo simple que considerar, ni mucho menos algo que pasaría con el tiempo. La ayuda profesional de alguien podía tener su ventaja en situaciones en las que él se encontraba.

—Tu psicóloga… ¿Tu psicóloga sabe lo de tu padre? De los… golpes.

Él se removió incómodo en su asiento y miró su libro.

—No —respondió. Mi ceño se frunció—. No lo sabe, nunca se lo he contado, lo único que le he dicho es que tengo una mala relación con él, pero evito entrar en detalles.

—¿Por qué?

—Es mi padre, Hasley… —se lamentó—. Además, si asisto a terapia es porque él la paga. Mi madre apoya la idea de que vaya con un profesional y lo que menos quiero es hacerle pasar a ella un mal rato: es lo más sagrado que tengo, no quiero imaginarme cómo se pondría si supiera la verdad. Sería un completo escándalo.

—¿Seguirás cubriendo a tu padre?

No podía creerlo. ¿Cómo Luke podía guardarle las espaldas a una persona que le hacía pasar tan malos ratos? ¿Por alguien que solo le causaba dolor de varias formas? ¿Cuánto podía quererlo para seguir aguantando todo eso?

Enfado e impotencia, esas eran las dos únicas cosas que podía sentir ante esa situación; para mi desgracia, por más que quisiera hacer algo, no estaba en mi mano si Luke no quería hacerlo. Me había dejado claro que no haría nada en contra de su padre, él prefería ignorar lo que ocurría con tal de… protegerlo, básicamente.

—No puedo creerlo, Luke —me desanimé.

—¿Podemos cambiar de tema? —pidió—. Sabes que no…

—No te gusta hablar de esto, lo sé —lo interrumpí—, pero, mientras esta situación no se detenga, yo seguiré preguntándote. Tienes que entender que está mal.

Cogió una bocanada de aire y la dejó salir segundos después.

—Mi hermano Pol me ha mandado seis discos porque el mes pasado no lo hizo, así que… —dijo, cambiando de tema— a eso le puedo sumar los quinientos tres, ¿no?

Quería continuar la conversación sobre su padre, pero conocía a Luke y sabía que ese tema ya había terminado. Así que me limité a tragar saliva de mala gana y continuar con lo otro que había dicho.

—Ahora son quinientos nueve. Faltan… —Me quedé pensando, mis matemáticas eran muy lentas.

—Once —se rio—. Solo once para mi quinientos veinte.

—Muy poco para tu «te quiero» —murmuré, un poco contenta.

Pasé mi mano por su cabello y él arrugó la nariz, confundido. Ya estaba algo largo, podía enredar mis dedos sin esforzarme demasiado. Algo que me gustaba mucho de su cabello era la raíz café que amenazaba con hacer creer a los demás, porque el rubio de encima parecía teñido.

—¿Pasa algo? —preguntó.

—No, solo que insisto en que tu cabello parece teñido.

—Culpo a mi madre de eso.

Me reí.

Luke se acercó a mi rostro y sentí su respiración cerca. Estaba a pocos centímetros de mí, tanto que podía oler el cigarrillo que se había fumado antes de entrar a la biblioteca. Siendo sincera, admitía que me había acostumbrado al olor, tanto que lo podía soportar, llegando a colarse entre mis favoritos, quién lo diría, ya que unos meses atrás lo detestaba.

Rozó su nariz con mi oreja y eso provocó que me hiciera a un lado, pero no lo detuvo porque lo volvió a hacer, acompañándolo de una risita.

—No, basta —lo regañé.

Él hizo un ruido en forma de negación y se acercó una vez más susurrando algo que no pude entender. Lo miré directamente a los ojos, seria. Él cargaba una sonrisa arrogante con sus ojos azules.

«Tienes novio».

—No hagas esto, no aquí. —Puse mis manos en su pecho intentando alejarlo.

—¿Por qué?

—Porque hay gente —expliqué.

—¿Y eso qué? —replicó, encogiéndose de hombros.

No quería ser explícita, pero él me estaba dando razones. Con una de sus manos me tomó de la nuca para volver a unir nuestros labios; esta vez no me opuse, ni siquiera me alejé. Seguí el beso, sabiendo que estaba mal y exponiéndome a mucho. Su arito me hacía cosquillas en el labio inferior.

Reaccioné en el instante en que la imagen de Matthew apareció en mis pensamientos y ejerciendo fuerza lo alejé. Esta vez él me miró con un rostro cansado. ¿Ahora él era el digno? Luke sabía perfectamente que ante todos yo tenía novio y, claramente, no era él. Dio un suspiro y miró a la nada con el semblante serio.

—Luke… —le hablé, pero me ignoró. No quería decir lo que tenía en mente, pero mi lengua me ganó antes de que pudiera tragarme mis palabras—. Dios mío, Luke, sabes que varios conocen a Matthew y con eso saben que soy su novia, no quiero que… —Él me interrumpió parando mis palabras.

—¿Que sepan que lo has engañado con el drogadicto? —siseó entre dientes, haciendo que la vena de su cuello se resaltara.

—¿Qué? —dije frunciendo el ceño—. ¡No! ¿Qué demonios dices?

—Sé que muy en el fondo piensas eso —afirmó, y sus ojos azules penetraron en los míos con severa seriedad—. Aunque tienes razón, no puedes tener una vida al lado de alguien que no sabe cómo manejar la suya.

—Luke, yo no…

No pude terminar porque se levantó de la silla con mucha brusquedad, haciéndola sonar, y se fue a pasos demasiado rápidos de allí, mientras yo me quedé viéndolo anonadada. ¿Qué había sido eso? Ni siquiera había tenido ningún pensamiento sobre aquello. Pensé que ya estaba acostumbrada a sus cambios de humor, pero esta vez su cambio fue más allá de lo normal. ¿Cómo podía pensar de esa manera en sí mismo?

Ya no podía seguir así.