hasley, ayúdame —rogó mi madre.
—¿La psicóloga necesita ayuda? —me burlé, y ella me echó una mirada fulminante—. Voy, voy.
—Tengo que ordenar unos expedientes y agregar lo que he avanzado con mis pacientes —comentó dándome unas cajas.
—¿Ya hay avances?
Puse sus cosas en el suelo de la sala y la miré. Tomó asiento en uno de los sillones y dio una bocanada de aire demasiado profunda. A veces me sentía mal por todo lo que trabajaba para sacarme adelante, esa era una de las razones por las cuales intentaba seguir en el instituto.
—Afortunadamente sí, he visto a dos de mis pacientes más relajados, regalándome sonrisas y dejando de hablar con monosílabos. ¡No sabes qué frustrante es que hagan eso!
—Oh, créeme que lo sé…
Sabía perfectamente cómo se sentía aquello, Luke era mi ejemplo de eso. Es como querer tirarles un ladrillo para que dejen de ser tan secos y hablen con la misma naturalidad. La comunicación es algo fundamental para que dos personas se entiendan y, así, una de ellas pueda ayudar a la otra, pero Luke no era de esa manera.
De tan solo recordar lo que ocurrió esa mañana, mis entrañas me dolieron y sentí cómo mi pecho se presionaba. Joder, me había vuelto tan sensible con todo lo que tuviera que ver con el rubio.
—¿Por qué esa cara? ¿Ha ocurrido algo? —preguntó en un tono suave. Negué unas cuantas veces y dejé salir un suspiro—. Hasley…
Sabía que no la podía engañar, por dos cosas: una de ellas es que soy su hija y me conoce muy bien, y la otra es que su especialidad estudia con mucha paciencia los comportamientos de las personas.
—Lo odio —mascullé refiriéndome al chico que era dueño de mis pensamientos en estos momentos… y de todo mi tiempo.
—¿A quién? ¿A Zev? —Al oír a mi madre decir el nombre de mi mejor amigo sentí como mi ser decayó y quise tirarme al suelo a llorar, fruncí los labios y me dejé caer al sillón a su lado—. ¿Estáis peleados? ¿Ahora qué ha ocurrido?
—Creo que invadí su espacio —comenté sin pensarlo.
—¿Por qué dices eso, cariño? —La mano de mi madre tocó mi pierna dándome pequeñas palmadas.
—Exigí que me dijera de qué habían hablado él y… —no sabía cómo definir a Luke; enfadada aún por el incidente puse los ojos en blanco y dije lo que se me vino a la mente— alguien. Solo quería saber, no era para que me gritara.
Mi madre dio un suspiro y me miró:
—Hasley…
—¡Sé que no debí exigirlo, pero era importante para mí! —grité desesperada.
—¿Por qué piensas que era importante para ti? —inquirió con una ceja alzada—. ¿Crees que hablaron de ti o era un tema que también te incumbía?
Su pregunta me dejó pensando durante unos segundos, tenía razón. Odiaba que siempre dijera algo con lo cual me callara, ¿por qué no me daba la razón un día?
—No, pero… es mi mejor amigo, se supone que no me debe esconder secretos —balbuceé y ella me miró incrédula.
—A veces como personas queremos mantener algo solamente para nosotros, algo personal, y no, no es porque te esté traicionando y no sea un verdadero amigo. Las personas tienen derecho a guardarse algo solamente para ellas mismas, no seas egoísta, Diane.
—¡No me llames Diane!
—Pero si también es parte de tu nombre —insistió burlándose.
—Voy a la cocina —gruñí levantándome del sillón y me dirigí a esta.
—¡Tráeme un vaso de zumo! —gritó mi madre desde el salón, y puse los ojos en blanco.
Oí que el timbre sonó y por un momento a mi mente vinieron varias personas que podrían estar detrás de aquella puerta, pero también había posibilidades de que fuera alguien del trabajo de mi madre, aunque quise descartarlo rápidamente, porque si algo que teníamos en común ella y yo era lo asocial, y además ya era un poco tarde.
Decidí ignorar el hecho de quién fuera esa persona y buscar el zumo. Saqué dos vasos y vertí un poco del líquido en ellos.
Con pasos lentos me dirigí de nuevo al salón. Mis ojos se detuvieron en las dos personas que estaban paradas a un lado del sillón hablando. Estaba incrédula, si no hubiera ejercido fuerza en los vasos, estos habrían acabado cayendo al suelo, así como mi mandíbula si no estuviera sujetada a mi rostro. Cuando se percataron de mi presencia se giraron hacia mí y sentí mi cuerpo congelarse.
Dos pares de ojos azules me miraban fijamente. Los de mi madre y los de Luke.
—¿Qué haces tú aquí?
—¡Hasley! —me reprendió mi madre.
—Quería hablar contigo —respondió neutro encogiéndose de hombros con las manos en los bolsillos de sus vaqueros—, pero veo que mi visita no te gustó. Un placer, señora Bonnie.
Luke se dio la vuelta para comenzar a caminar hacia la puerta, recibí una mirada de desaprobación por parte de mi madre y solté un suspiro.
—Luke… Espera. —Di unos pasos para estar cerca de ellos. Luke se detuvo y se volvió hacia nosotras—. Mamá, él es Luke, mi compañero de clase… Pero veo que ya os habéis presentado.
—Me alegra que tengas más amigos, Diane —comentó la mujer y le dirigí una mirada asesina. Luke soltó una risita por lo bajo—. Voy a por zumo para tu amigo.
Me quitó de la mano uno de los vasos que traía y se fue, dejándome a solas con el rubio. Él me miró con una sonrisa torcida.
—¿Sabías que me encanta tu nombre completo? Suena tan británico.
—No lo es.
—No me importa.
—Qué majadero.
—Guarda silencio, Diane.
—¿Ahora me llamarás así? —cuestioné alzando una ceja.
—No, ya te he dicho que me gusta llamarte Weigel, así que ni pienses que lo cambiaré —confesó, y dio unos pasos atrás. Su voz se oía más ligera, y sus ojos eran de un color rojizo. Estaba extraño. Su móvil comenzó a sonar y lo tomó para ver la pantalla, dio un gruñido y contestó—. ¿Qué quieres? —espetó al aparato—. Joder, esperad un momento… ¡No! ¡Bien, bien, ahora salgo! —Luke colgó y me miró—. Vinieron conmigo André y mi prima.
—¿André? —pregunté confundida.
—Sí, mi mejor amigo —susurró, y se dio la vuelta para salir de mi casa.
Me quedé parada mirando por donde había cruzado el chico y me mordí el interior de la mejilla. «No tengo amigos». «Amigo». «Mejor amigo». Luke me confundía lo suficiente para querer perder la cabeza.
—¿Y tu amigo? —La voz suave de mi madre me hizo dar un pequeño brinco. Me giré hacia ella para ver que traía consigo dos vasos de zumo.
—Estaré fuera —avisé.
Antes de que pudiera decir algo al respecto, dejé mi vaso en la mesita de centro y salí con rapidez.
Vi a tres personas hablando. Luke estaba de espaldas con una sudadera negra y sus vaqueros del mismo color; a su lado había un chico moreno con una camiseta gris y del otro una chica con una minifalda y una blusa escotada. Era la misma del cine. En los labios de la chica descansaba un cigarrillo, o eso creía.
El moreno se percató de mi presencia y le dio un pequeño golpe en el hombro al rubio. Este, al instante, se volvió hacia mí. Igual que la chica, se encontraba fumando.
—Weigel —me llamó, y con su mano hizo una seña de que me acercara. No sabía por qué, pero le hice caso—. Él es André.
—Hola, Weigel —él saludó.
—Llámame Hasley —dije, tratando de no sonar tan grosera.
—Bien, Hasley. —Me regaló una sonrisa amistosa.
—Y ella es… —Luke intentó continuar, pero lo interrumpieron.
—Me llamo Jane, soy su prima favorita. ¿No es así, Pushi? —se presentó y le ofreció una sonrisa burlona a Luke.
Este la fulminó y puso los ojos en blanco.
—Eres mi única prima, perra —atacó Luke entre dientes. Mi boca se abrió mucho y oí a André reír.
—Ignóralo, está demasiado dopado para saber lo que dice —se defendió la chica.
—Estoy consciente —soltó el rubio.
—No lo pareces.
—Pues…
—Mierda, callaos los dos —regañó el del pelo negro—. Solo escuchaos, ambos lo estáis.
Solo miraba a los tres cautelosa, era la primera vez que veía a Luke en tal estado. Siempre fumaba marihuana enfrente de mí, pero jamás había llegado al grado de no saber lo que decía.
Jane se cruzó de brazos y siguió consumiendo aquel rollo.
Luke empujó a André para acercarse a mí, sujetó una de mis manos y besó mis nudillos.
—¿Para qué has venido? —pregunté directamente, realmente quería saber.
—Estábamos en la casa de André, ya te había dicho que él vive cerca, de paso vi tu casa y quise pasar para disculparme —habló perezoso.
—¿Por qué?
—Por lo que hice en la mañana —contó sin mirarme. Luke seguía jugando con los dedos de mi mano con mucha delicadeza—. Tus dedos son bonitos.
—Dios, ¿qué has consumido? —pregunté riendo.
—Lo necesario para poder confesar lo mucho que te quiero —susurró—. Y que no me arrepiento de todo lo que te dije la noche de la furgoneta.
Sentía cómo cada célula de mi cuerpo se removía, quería besarlo allí mismo, pero la imagen de Matthew seguía aún presente.
—Luke.
—Sssh, no digas nada, solo quiero que sepas eso.
Iba a hablar cuando el móvil del chico volvió a sonar. Miré por encima de su hombro para percatarme de si era uno de sus acompañantes, pero me fijé en que los dos estaban cómodamente hablando. Luke bufó y observó la pantalla, vi cómo su mandíbula se tensó y me miró, sus ojos estaban oscuros, carraspeó y se alejó de mí para contestar la llamada. Mi ceño se frunció al ver su acción, ¿quién era para que actuara de tal forma?
Pasaron unos minutos y él se acercó a mí con el semblante preocupado, podía verlo en sus ojos, en su expresión y en cómo su mano se movía a través de su cabello.
—Me tengo que ir —avisó en un tono nervioso.
—¿Ha ocurrido algo? —pregunté con cierta preocupación, aunque él negó unas cuantas veces.
—No, no pasa nada. —Intentó sonreír, pero salió como una mueca—. ¿Me quieres?
Lo miré confundida, no sabía a qué venía esa pregunta, pero ¿lo quería? Realmente lo hacía, demasiado. A pesar de sus cambios de humor, de la vida que tenía, el humor con el que afrontaba las situaciones, su forma sarcástica de responder, lo grosero que fuese, la manera en que te trataba o aun cuando intentara ser romántico, yo… lo quería. Quería demasiado a Luke.
—Sí, lo hago y mucho, ¿por qué? —Mi voz salió automáticamente, y no me quería arrepentir de aquello.
—Entonces termina con él, olvídate de él y ven conmigo. No quiero que salgas dañada por estos errores que estamos cometiendo —murmuró, sus ojos estaban húmedos, al borde de derramar alguna lágrima.
—Lo he pensado —confesé—, y sí, sería lo mejor, pero tampoco puedo dejarlo y empezar contigo de golpe, sería muy feo.
—¿Y lo que estamos haciendo a sus espaldas no lo es? Hagamos las cosas bien, quiero coger tu mano, besarte y sonreír como un idiota cada vez que te vea sonreír ante todos. Sin tener que esconderme. Dime, ¿a qué estás esperando? Llámalo y termínalo.
—No, si lo hago, sería de frente, no por teléfono.
Luke cerró los ojos y negó.
—Lo siento —murmuró y sentí un poco de miedo—. Tienes razón, aunque… —Él dejó la frase en el aire, me miró con sentimiento como si quisiese transmitirme todo a través de sus iris—. Solo acuérdate de que siempre estaré para ti, te quiero, en serio que lo hago, Weigel.
Dio un beso a mi frente y fue hacia los otros dos chicos, les dijo algo a lo que ellos asintieron y estos comenzaron a caminar con Luke detrás. Alargué un suspiro y decidí entrar a casa, pero antes de que abriera la puerta unos brazos me detuvieron.
Los ojos azules eléctricos de Luke me miraron y, sin poder decir nada, me besó. Fue uno lento, el tipo de beso que era tranquilizador, consolador, pero, sobre todo, aquel beso que no se puede describir. Él se separó y tomó mi barbilla para que yo pudiera verlo directamente, sin despegar su mirada me acarició con su pulgar.
—Juro que, pase lo que pase, estaré contigo porque solo yo sé quién eres en realidad —susurró para luego irse.
Me dejó allí parada, con el alma entre mis labios, sin saber a qué se refería. Pero estaba demasiado segura de algo.
Terminaría con Matthew mañana mismo.