la escasa lluvia se hacía cada vez más densa, tenía la impresión de que en cualquier instante se iría la luz, aunque en ese momento nada me preocupaba; aún el sol estaba, escondido entre las nubes grises, pero seguía allí. Pasé la manga de mi sudadera por mi nariz, la ventana estaba abierta, aportando un poco del aire fresco que había fuera hacia dentro de la casa. Mis pies descalzos tocaban el frío suelo, debía preocuparme porque podría enfermarme, sin embargo, no lo hacía, mi mente seguía entre los vagos recuerdos que no querían alejarse, me seguían torturando.

Mi madre no llegaría hasta muy tarde, había tenido un problema con su jefe, según él, decía que se estaba perdiendo el control con algunos pacientes, no eran asuntos de ella, pero por tener una gran equidad decidió aportar su ayuda y dejarme sola; aunque estaba bien, no quería que me viera en tal estado: ojos rojos e hinchados, voz ronca y sacudidas de nariz. Una imagen demasiado fea y preocupante para ella.

Era sábado, ya había pasado más de una semana de lo ocurrido con esa fotografía y me sentía fatal porque aún no lo pasaban por alto, aunque ese día podía descansar de las miradas y susurros por todo el instituto. No sabía nada de Luke.

El día en que me vino a dejar, me bajé de la moto y le pedí que me dejara sola, lo hizo sin rechistar. Tuve mucho tiempo para pensar con tranquilidad, sin que nadie me estropeara mis pensamientos; analicé las cosas y llegué a la conclusión de alejarme de Luke mientras se calmaba la situación, seguir a su lado me traía muchas consecuencias, él ya tenía demasiados problemas para agregarle otro y yo era demasiado débil ante todos ellos.

Algo me decía que Luke sabía sobre aquella fotografía, puesto que la noche anterior me había pedido que terminase con Matthew, aunque no quería sacar conclusiones, no quería echarle la culpa, porque era de ambos.

Pero sobre todo mía.

No tenía ganas siquiera de que se me acercara y sí, repetía, él no tenía toda la culpa, pero casi todas las ofensas iban dirigidas hacia mí, ya que había dañado al indefenso capitán de baloncesto y eso era lo peor porque Zev estaba con él, y eso equivalía a que todas las chicas del instituto estuvieran en contra de mí.

No entré a las clases con la profesora Kearney, no me acercaba a las gradas —cabía mencionar que por Zev, Matthew y Luke—, ni siquiera comía en la cafetería, trataba de llegar tarde a las clases e irme lo más temprano que pudiera. Y, aunque Luke intentó acercarse a mí, solo le pedí que se alejara por ahora.

Me dolía, pero era por el bien de los dos. Lo era. Maldije varias veces al profesor Hoffman, porque, si no hubiese sido por él, el día que me había dejado fuera de la clase, yo no sabría de la existencia de Luke Howland. Y estaría bien así.

Entre las personas que no me habían dejado sola estaba Neisan, el cual me seguía hablando. Él juraba creerme, realmente el chico era muy comprensivo. Había discutido con Zev sobre el tema, no le tenía miedo aunque fuera el capitán y realmente valoraba mucho eso por parte de él, por ahora era mi único hombro en el cual llorar.

Unos toques en la puerta principal hicieron que mi concentración se dirigiera hacia allí. Dudando entre mis pensamientos y mi propio cuerpo, avancé. Mi mano hizo contacto con el frío metal del pomo de la puerta haciendo que diera un respingo cuando la abrí, ya que pude ver a la persona del otro lado. Mis sentidos se despertaron alarmándose de una manera abrupta. Luke rápidamente entró sin mi permiso y se apoyó contra la pared, estaba temblando al grado de que sus dientes sonaran. Su ropa estaba completamente empapada y su piel tenía un tono muy pálido, tanto que creí que desaparecería en cualquier instante. Sus piernas se flexionaron causando que cayera al suelo abrazándose a sí mismo.

Su aspecto era de lo peor.

Bien, no podía dejarlo de tal manera, no era tan despiadada. Di un suspiro y fui hasta mi habitación a por una toalla y una manta, busqué alguna camisa grande y conseguí una blanca demasiado ancha. Cuando bajé, él aún se encontraba en el suelo.

—Creo que es mejor que te quites la ropa y te cubras con esto.

Me arrepentí en el instante en que dije eso. Luke hizo el mayor de sus esfuerzos y me lanzó una mirada pícara, era increíble que, aún en su estado, malentendiera las palabras. Aunque le eché una mirada de desaprobación poniendo los ojos en blanco, él solo me devolvió una sonrisa de lado. Me fijé en que su arito ya no estaba en su labio y quise indagar, pero supe que ya no era de mi incumbencia.

Él se alejó un poco de la pared y comenzó a despojarse de su ropa, llegando al grado de quedarse solo en bóxer. ¡Por Dios!, estaba demasiado delgado. Me sentía incómoda al verlo en esa situación y, claro, ya era un manojo de nervios. Ese siempre sería el efecto de Luke sobre mí.

Sin embargo, no pude evitar que mis ojos tropezaran por su torso, dejándome ver por completo aquel tatuaje que ya había visto antes. Pero ahora había otro dibujo de tinta que acompañaba aquella ruleta, no entendía su significado. Entonces apreté los labios cuando volví a ver aquello.

La equimosis hacía presencia.

Todos mis pensamientos se disolvieron como el azúcar en el agua caliente cuando la tos de Luke apareció. Repentinamente regresé a mi realidad y parpadeé unas cuantas veces para concentrarme en lo principal.

—Ten —susurré pasándole la camisa y la toalla, y después de que se la pusiera le di la manta.

—¿Y mi ropa? ¿Y si tu madre entra y la ve? —cuestionó alzando una de sus cejas.

—Yo después te la doy —respondí con una seña de que no importaba tanto en estos momentos—. Aparte, ella no vendrá hasta muy avanzada la noche y para esa hora tú ya te habrás ido.

Demonios, cuánto dolía decir aquello, podía sentirlo de una manera tan horrorosa que hasta a mí me lastimaba, pero era eso o nada. Y realmente me estaba cansando de esta situación, de todo, solo quería acabar con esto.

Luke me miró unos segundos y asintió.

—Tienes razón.

Todo se volvió un silencio, su mirada contra la mía. Y no podía decir que lo veía del todo bien porque era mentira, su piel estaba muy pálida, su cuerpo muy delgado, sus ojos, oscuros, con aquellas ojeras que parecían unas medias lunas hundidas y su barba de unos días.

Quizá él no estuviera bien.

—¿A qué has venido? —rompí el silencio, atreviéndome a preguntar.

—Quise venir a verte, saber cómo estabas, me importas. —Su voz sonó rasposa, encogiéndose de hombros—. No me has hablado en estos días y duele. Duele tu maldita indiferencia hacia mí. ¿Alguna vez te has roto un hueso? —preguntó, y mi entrecejo se frunció hacia su pregunta. Decidí no decir nada y asentí—. Si es así, multiplica ese dolor por diez y de esa forma se siente mi estúpido corazón por el trato que le das.

—Oye… —intenté hablar, pero me lo negó.

—Es un idiota por dejarte entrar tan fácilmente, por aceptarte sin que hicieras el mínimo esfuerzo de ganártelo, por dejar que seas el casi noventa y ocho por ciento de él, por latir por ti, por quererte. ¿Y qué recibe él a cambio? ¡Tus mierdas! ¡Diablos! ¡He dado todo por ti y lo seguiré haciendo aunque me odies! ¡Te dije que, aunque me destroces el corazón, seguiré sonriendo con su sangre solo por ti! ¡Te confesé de una manera tan patética y que jamás creí poder hacer que estoy enamorado de ti!

De pronto, sus ojos ya estaban desbordando lágrimas y, sí, me sentí la persona más cruel del mundo. Si antes me sentía mal, no sabía cómo definir ese sentimiento en ese momento. Solo podía quedarme allí de pie frente a él, viendo cómo me gritaba.

Luke dio unos pasos hacia atrás llevándose ambas manos al cabello y tirando de él con frustración, enojo e impotencia. Me miró directamente con los ojos rojos y creí que me gritaría, pero no lo hizo.

—No puedes entrar en la vida de alguien, hacer que te quiera y luego marcharte —sentenció—. Esas cosas no se hacen, Weigel. Mucho menos cuando entras para darle esperanzas a su patética vida. ¿Sabes? Cuando empiezas a querer de verdad a alguien haces de todo para poder mejorar el maldito desastre de vida que tienes, para estar bien con esa persona y no envolverla en tu mierda. ¿Sabes qué es lo peor? Que lo estoy haciendo por ti, que trato de mejorar quién soy. Trato de dejar todo lo malo que hay en mí, pero a la vez te quiero mantener lejos porque solamente te traigo problemas.

—No es… —Quería hablar, decirle que no era así como pensaba porque no, no lo era, sin embargo, no me dejó.

—He dado todo por ti, he hecho tantas cosas y tú… Hasley, las personas se cansan al dar tanto y no recibir nada a cambio… Y no esperaba algo material porque aquello es basura, esperaba tu apoyo, motivos por los cuales seguir. Te lo he dicho casi todo, he intentado protegerte, aunque tú no notes de quiénes… Mi vida es un desastre y tú lo sabes. Sé que todo esto es estúpido porque yo era consciente de que te quería y de que tú querías a Matthew; aun así, metí mi necio corazón porque no me importó, porque eras tú.

—No debiste hacerlo. —Mi voz quemaba de una manera sobrenatural, el nudo en mi garganta ya se estaba haciendo presente.

—¿No debí hacerlo? —murmuró incrédulo—. ¡¿No debí hacerlo?! ¡¿Cómo querías que no lo hiciera si fuiste tú la que se metió en mi puta vida?! ¡Tú fuiste el jodido chicle que estuvo siempre detrás de mí! Querías conocerme, ¡¿no?! ¡Lo hiciste! ¡Lo hiciste y te estás yendo como una maldita cobarde, Hasley!

Luke bajó la mirada unos cuantos segundos dejando todo entre nosotros en un silencio sepulcral, todo tan frío.

—Prometiste no alejarte de mí aunque rompieras mi corazón —susurró, un suspiro entrecortado salió de entre sus labios y volvió su vista hacia mí—. Pero es hora de que deje de creer en las promesas de las personas.

—¡Yo quería ayudarte! —grité al borde de las lágrimas—. ¡Quería ayudarte porque temía por ti! ¡Tu actitud hizo que me quedara contigo! ¡PORQUE, PORQUE...!

—¡Porque sentiste lástima por mí! —me cortó en un grito demasiado alto, desgarrador y potente.

—¡No! —reprendí—. No es como tú piensas, no pienses en dejarme como la mala —defendí lo poco que tenía, pero todo me estaba consumiendo, no quería decirlo—. ¡Yo no te pedí que me quisieras!

Realmente no quería decirle eso.

—¡Y yo no pedí que entraras en mi vida! ¡No pedí tu ayuda! —soltó, trató de tranquilizarse y tomó una gran bocanada de aire—. Sin embargo, te dejé… —Echó una risa amarga y pasó sus manos por su rostro—. Joder, por un momento pensé que cambiaría todo.

—Luke… —susurré su nombre con tanto miedo, él me miró y proseguí—: ¿Has llegado a pensar cómo serían las cosas si nada de esto hubiese pasado?

—Quizá —balbuceó—, pero yo no me arrepiento, jamás lo haría, porque al menos ya sé cómo se siente uno al enamorarse y cuando le rompen el corazón. —Dolía, en realidad dolía—. Es absurdo, en serio, creí ver todos mis sueños en una sola persona, pero no fue así… Tengo que admitir que me siento mejor desde que nos conocemos, desde que te resbalaste de la grada y me reí de la mancha de pasta dental en tu blusa, porque aún recuerdo la primera vez que te vi… Créeme, Matthew no habría hecho ni la mitad de las mierdas que yo hice por ti, ni siquiera Zev, y lo sabes, lo has visto con tus propios ojos, sabes que no te miento.

«Lo sé».

Mi voz no salía, no lo hacía y era porque, si hablaba, aquel nudo que tenía en la garganta se desataría, causando que mis sollozos salieran, causando que las lágrimas retenidas se desencadenaran y me hicieran parecer débil. Me estaba hartando, me estaba hartando de llorar por todo, por lo más mínimo.

—Joder, te estás comenzando a comportar como una egoísta, eres una… ¡Demonios! ¡Un día me necesitarás y yo ya no voy a estar! Pero eso es mentira, ¿sabes por qué? ¡Porque me importas más de lo que deberías! ¡Lo haces y tú no lo entiendes porque eres una maldita idiota! ¡Estás pensando solo en ti, eres una jodida egoísta! —gritaba tantas cosas al aire. Apreté mis labios para no soltar un jadeo y lo miré durante varios segundos, sin decir nada—. ¡Demonios! ¡Di algo! —sentenció al ver que mi silencio era lo único que estaba presente.

Sí, la decisión más difícil fue esa, la línea entre el querer y el deber, pero quería que él estuviera bien y sabía que juntos nos haríamos más daño, porque eso hacíamos, nos creábamos problemas. Era una niñata y yo no merecía a Luke. Los problemas crecían, al entrar en su vida tan solo lo llené de falsas esperanzas, fue en ese momento cuando tuve que comprender muchas cosas y tal vez tomé la decisión equivocada, aunque las cosas pasaban por algo, ¿no? Entonces que fuera el destino quien decidiera, y lo más irónico de esto era que yo no creía en el destino y, aun así, hablé:

—Adiós, Luke.

Los ojos azules del chico me miraron neutros, con una mirada vacía, como él solía hacerlo desde que nos conocimos.

Sin embargo, lo conocía demasiado bien para decir que eso le había dolido. Sus pupilas se dilataron y sus fosas nasales estaban temblando.

—Hasley, te quiero y sabes que siempre estaré ahí cuando me necesites. —Dio un suspiro pausado y prosiguió—: Pero, aunque intentes olvidar el color de mis ojos, recuerda que son del mismo color que los tuyos. Sí, eso fue lo especial en tu mirada.

Él se dio la vuelta y recogió su ropa, poniéndose su pantalón mojado y dejándome la manta y la toalla en el sillón, tomó entre sus manos las prendas húmedas y se dirigió hacia la puerta; antes de girar el pomo me miró serio y entreabrió sus labios.

—Adiós, Hasley.

Y finalizó saliendo de la casa, mirando el picaporte con lágrimas en los ojos y yéndose con el corazón dolorido.