weigel, corre! —Pasando a mi lado, Luke gritó aquello. Le lancé una mirada confundida, dejándole claro que no entendía a qué venía eso, pero él, en lugar de detenerse, solo volvió a gritar entre risas.
—¡He tocado el timbre de una casa!
Oh, maldito.
—¡Estás loco, Howland! —reproché mientras corría lejos de allí.
Eso había sido tan infantil, sin embargo, era gracioso oír a Luke riendo. Hizo que yo lo hiciera de igual manera. Él, al ver que mi velocidad disminuía, tomó mi mano haciendo que obligara a mis piernas a ir más rápido, sentía cómo mis músculos empezaban a arder y tirarme al suelo era una de mis ideas principales.
Habíamos decidido ir al callejón, aunque el cielo comenzó a teñirse de un gris tan triste que preferimos volver a casa. Fue estúpido decidir ir caminando hasta mi casa, ya que esta estaba demasiado lejos. Luke iba haciendo bromas y fumando un cigarrillo tras otro.
—No vuelvas a hacer eso —le reprendí una vez que comenzamos a caminar con paso normal.
—Dios, Weigel, fue divertido —chasqueó sus labios con una sonrisa lobuna.
Le lancé una mirada diciéndole que no lo fue y él alzó las manos en señal de inocencia. Empecé a caminar por la orilla de la acera mientras extendía los brazos, mi equilibrio no era para nada bueno, pero hacía el mejor de mis intentos. Escuché cómo Luke rio.
—Recuerdo que mi hermano Zach y yo hacíamos eso —susurró a mis espaldas. Me detuve, girando sobre mis talones, y lo miré—. Mi madre solía decirnos que nos caeríamos y que podría haber un accidente con los coches, siempre ha sido muy paranoica.
Me sentí mal en ese momento por haberle recordado aquellos acontecimientos de su vida. Su cara tenía una sonrisa, una melancólica, y miraba hacia el fondo de la calle. Succioné mi labio inferior hacia dentro y traté de que sus ojos y los míos se encontraran.
—No quise recordártelo —murmuré apenada.
—No tienes que preocuparte, casi ya no duele como antes, he aprendido a sobrellevar las cosas —confesó y prosiguió—. Lo he hecho gracias a ti, contigo las cosas duelen menos, pero no cuando vienen de ti. Me entiendes, ¿verdad? —Mordí mis labios y bajé la mirada comenzando a sentir el ardor en mis mejillas. Me estaba sonrojando por dos cosas, una de ellas era por su confesión y la otra porque sabía a qué se refería con lo último.
Sentí las frías yemas de Luke rozar la piel de mi barbilla, en el instante en que alzó mi cabeza y me sonrió, el hoyuelo en su mejilla se dignó a aparecer y no pude evitar devolverle la sonrisa.
—Todo está bien, ¿de acuerdo? —pronunció.
Asintiendo, lo rodeé con mis brazos mientras ocultaba mi cabeza en su pecho, pero pronto volvimos a correr de nuevo, la lluvia estaba empapándonos por completo, ambos nos enfermaríamos. Estaba lloviendo en invierno y el clima frío no era bueno en estos momentos. De repente, el chico se detuvo y comenzó a palpar sus bolsillos.
—¿Qué ocurre? —pregunté al ver su acción.
—¡Mierda, mierda, mierda! —maldijo varias veces—. ¡Mi cajetilla se ha mojado!
—¡Luke! —farfullé—. ¡Podrás comprarte otra!
—Pero ¡ahí van más de diez cigarrillos sin encender! —se quejó—. ¡No son gratis, Weigel!
—¿Quieres darte prisa? —solté irritada—. ¡Hace frío!
Luke gruñó y a regañadientes continúo corriendo. Al llegar a mi casa entramos rápidamente, Luke se apoyó contra la pared y se dejó caer al suelo tiritando del frío, no lo culpaba, yo estaba igual o quizá peor.
—Voy por unas toallas —avisé, y subí rápidamente a mi habitación. Tomé dos de mi armario, y al girarme de nuevo hacia abajo di un pequeño salto al ver que Luke se encontraba en el umbral de mi puerta enredado con una manta, mordía su labio, en la parte donde yacía aquel arito plateado de metal. Ya era costumbre por parte de él.
—¿Dónde la conseguiste? —inquirí apuntando aquella tela de algodón de color rojo.
—Estaba en el sillón. —Se encogió de hombros y se adentró en mi habitación para sentarse en el borde de mi cama.
—Mi madre me va a matar —jadeé, y él esbozó una sonrisa. Puse los ojos en blanco y le tendí la toalla, él la tomó y se quedó quieto en su lugar sin tratar de secarse—. ¿Pasa algo?
—No —murmuró—. Oh, bueno, sí, pero… no quiero que te pongas dramática, ni mucho menos que sientas lástima por mí, ¿bien?
—Bien —afirmé extrañada por su actitud.
Luke dio un suspiro profundo y a continuación se quitó la camiseta, donde pude ver de nuevo el tatuaje que acompañaba a la ruleta. Sin entender aún, le dediqué un gesto con mi entrecejo fruncido; él puso su dedo índice sobre sus labios indicando que guardara silencio y, acto seguido, se dio la vuelta. Entonces comprendí: de nuevo tenía algunos golpes en su espalda.
Llevé una de mis manos a mi boca y reprimí un jadeo. Aún no entendía por qué su padre le hacía eso, ni siquiera cómo podía seguir mirándolo a los ojos. ¿Cómo podía llamarse padre alguien que hacía eso?
Di pequeños pasos hasta acercarme a Luke.
Analicé cada moretón que había allí, se podían ver con mucha claridad, el color morado con verde resaltaba fácilmente contra su pálida piel.
—¿Duelen? —pregunté a Luke mientras ceñía con mi dedo índice una de las marcas que había.
Lo tenía enfrente con el torso completamente desnudo y sé que en otras circunstancias estaría nerviosa, aunque esta vez era diferente. Quería interrogarle por aquellos golpes en su piel, sabía quién era el causante de cada uno, pero quería saber el porqué de ellos.
—No tanto —confesó observándome por encima de su hombro.
—¿Seguro? —pregunté insistente.
Sin embargo, Luke se dio la vuelta conectando su mirada azul con la mía y asintió con el semblante vacío.
Di un suspiro hondo, dándole a entender que no lo creía pero también que no insistiría. Había descubierto que Luke tenía el mal hábito de mentir para no verse débil frente a mí. A pesar de que ya tuviéramos una buena relación y nos entendiésemos bien, no daba su brazo a torcer con su carácter de macho alfa.
—Deberías ir a bañarte —sugerí cambiando de tema, ya que el ambiente se había puesto incómodo y el silencio había reinado.
—Weigel, ¿tratas de decirme que huelo mal? —dijo fingiendo estar ofendido mientras alzaba una de sus cejas.
—¡No! —chillé negando unas cuantas veces—. Solo que tienes aún agua de lluvia y te puedes enfermar, yo también lo haré.
Él me regaló una sonrisa y después con su pulgar acarició mi mejilla provocando que mis ojos se cerrasen por inercia.
El tacto de Luke era el roce más cálido que había podido sentir, tal vez fuera porque venía siendo de él; la sensación más maravillosa que mis entrañas podían sentir cada vez que enviaba aquellos toques de electricidad o pequeñas vibraciones por todo mi cuerpo. Su piel contra mi piel se había hecho algo tan necesario y no de una forma pasional, sino de aquella manera sana y tierna, aquel roce que no se puede describir de tan perfecto que es; Luke Howland me hacía sentir así.
Sentí cómo sus labios tocaron mi frente, estaban secos y fríos, aunque me gustaban igual; con él todo estaba bien. Poco a poco, abrí mis ojos, dejándome ver aquella poca barba sobre su mandíbula que picaba sobre mi nariz, causando que la arrugara y gruñera.
—Me haces cosquillas —balbuceé. Luke se alejó unos cuantos centímetros de mí y rio—. ¿Quieres algo de comer? —ofrecí, y él volvió a asentir, pareciendo un niño pequeño.
—¿Dónde está el baño? —preguntó mirando por toda la habitación.
—Es esa puerta de color crema —mencioné apuntándola. El chico solo alzó sus manos en señal de inocencia—. Yo iré al baño de mi madre.
Me dirigí a la puerta para salir de la habitación, cuando estuve a punto de abrirla, Luke tiró de mi brazo haciendo que girara sobre mi mismo eje y, sin previo aviso, pegó sus labios a los míos. No me importó nada, rápidamente puse mis manos en su cabello, enterrando mis dedos en él y tirando de él; él pasó una de sus manos por mi cintura y la otra se posicionó en mi mejilla, haciendo de este beso más profundo y, joder…, ¡era magnífico! Mi espalda tocó la pared y la mano de Luke bajó hasta mi pierna haciendo presión. Supe que tenía que detenerlo, aunque no fue necesario porque él lo hizo.
—Gracias —susurró.
—No hay de qué —respondí de igual manera.
—Ahora bajo —avisó dándose la vuelta para caminar hasta el baño. Me quedé viendo su espalda, no me agradaba la idea de que su padre abusara de él en aquel aspecto, detestaba a ese hombre sin ni siquiera conocerlo.
En la cocina yo no era buena. Luke miraba el plato que tenía enfrente de una forma extraña con la cabeza ladeada.
—¿Sopa instantánea? —preguntó ahora echando su cabeza hacia mí y con el ceño fruncido.
—Es lo que me hago cuando tengo frío —defendí.
—Estás fatal, Weigel.
—¡Solo come! —chillé golpeándolo levemente con una almohada, y él rio.
Agarró la cuchara y comenzó a comer, solté una risa al ver cómo una mueca se formaba en su cara.
—¡Diablos! ¡Me quemé la lengua!
«Luke Howland, eres un idiota».
Luke me lanzó una mirada fulminante y se tocó la lengua. La vista que tenía de él me gustaba, su perfil era demasiado hermoso. ¿Acaso todo en él era perfecto? Porque para mí lo era.
Su cabello rubio aún seguía mojado, haciéndolo parecer de alguna manera más atractivo de lo normal, pequeñas gotas rebeldes resbalaban por la parte de sus sienes. Él pasó una de sus manos por su pelo, haciendo que me salpicara, ante el impacto solo pude cerrar los ojos y soltar un jadeo en forma de quejido.
—Eso es por no decirme que estaba caliente —gruñó Luke—. Se me quemó la lengua.
Comencé a dar estruendosas carcajadas ante lo que había dicho, esto era divertido, su rostro era como el de un niño pequeño cuando está indignado y no quiere que lo toques. Él frunció sus labios y puso los ojos en blanco para mirar hacia otro lado.
—Era obvio que estaba caliente —apenas pude articular.
—Cállate, Weigel.
Cubrí mi boca para intentar detener las carcajadas, pero era imposible, mucho más cuando su rostro era de alguna forma gracioso para mí. Él volvió su mirada y negó unas cuantas veces. En un segundo, ya estaba en el suelo con Luke encima de mí haciéndome cosquillas.
—¡Detente! —exclamé intentando alejarlo.
Me estaba quedando sin aire hasta que Luke, por fin, se detuvo y, esta vez, quedando encima de él; nuestras respiraciones eran demasiado rápidas. Mi oído estaba apoyado sobre su pecho, oyendo claramente cómo su corazón latía frenéticamente.
Era impresionante cómo en ese corto tiempo podía olvidar todo lo que había pasado unos días atrás, cómo con Luke nada importaba, solamente éramos él y yo, y tal vez, solo tal vez, siempre había sido así: solo los dos. Me hacía sentir bien, siempre me sentía así con él, a su lado. Era como mi protección, mi seguridad y mi paz.
Todo estaba en silencio, solo se oía el sonido de la lluvia que comenzaba a caer. Escuchaba aún sus latidos, sin nada más, y no era un ambiente incómodo, era un silencio en el que no tienes que decir nada porque simplemente es reconfortante, es nítido, aquel tipo de silencio que puede decir más cosas que uno mismo con palabras, de esos que aparecen para que los sentimientos fluyan, aunque en un momento tenía que ser roto y fue por Luke.
—Weigel. —Su voz sonó tan ronca y su pecho vibró, sintiéndolo en mi mejilla.
Alcé mi mirada azul hacia la suya, esos ojos eléctricos me miraban serios, pero a la vez tan penetrantes, estaban completamente llenos de luz. Este era Luke, mi Luke.
—¿Sí? —pronuncié en un murmullo.
Hubo tan solo unos segundos de silencio hasta que su boca se abrió, soltando en un suspiro las palabras perfectas:
—Te amo.
Y juro que en ese momento mi corazón se detuvo para después comenzar a palpitar con rapidez rítmica. Jamás me imaginé que Luke diría aquello, no así, no en un momento como este. Probablemente quisieras oír ese «te amo» en el instante perfecto, pero… allí me di cuenta de algo y es que solo era especial si la persona de quien viniese lo era.
—Yo también te amo, Luke.
Y, sí, ese día también supe que había caído completamente en manos de Luke Howland.
—¿Qué clase te toca? —preguntó Luke apoyando su hombro en la taquilla al lado de la mía.
—Cálculo —respondí sacando y metiendo libros de mi mochila a la taquilla.
—Ugh. —Gesticuló—. Entonces te deseo suerte, me voy a escuchar los valores morales del ser humano.
Reí ante eso y negué, Luke estaba a punto de irse hasta que lo llamé haciendo que se girara. Me puse de puntillas para poder estar a su altura y le di un beso.
—Suerte para ti también. —Le regalé una sonrisa y él también lo hizo.
—Eso me gustó —confesó entrecerrando los ojos, y se alejó.
Si me viera a mí misma, podría comprobar que tenía una completa cara de boba, de eso estaba muy segura. Regresé a mi taquilla para cerrarla y bajando mi mirada hasta mi mochila oí aquella voz que hizo erizar mi piel.
—¿Ya estás con Luke?
—Eso a ti no te importa —mascullé entre dientes.
—Solo es una pregunta sin ninguna intención, Hasley. —Matthew puso los ojos en blanco.
—Una que no me da la gana responder —solté—. Me tengo que ir a mi clase.
—Hasley… —sentenció.
—Ya basta —hablé firme sujetando la correa de mi mochila—. Yo ya te dejé en paz. No me he vuelto a meter contigo. Ahora hazlo tú.
Decidida a darme la vuelta e irme a mi aula sin tener que soportarlo más, él volvió a hablar, pero entre sus planes no estaba que solo los dos lo escuchásemos.
—¡Al menos debiste engañarme con alguien mejor! —siseó en un grito que se oyó por todo el pasillo.
Cabreo. Sí, en ese instante solo esa emoción me invadió. Por lo cual, no supe cómo ni en qué momento me vi dando un gran paso hacia él y en un corto tiempo mi puño ya estaba chocando con su rostro.
—Luke es mil veces mejor que tú —indiqué entre dientes, y giré sobre mis talones para irme de allí.