por qué las plantas crecen mejor con abono? —preguntó Neisan al aire—. El abono es desecho. Si me echo basura encima, ¿sería más guapo?
Yo fruncí mi ceño ante su pregunta extraña y lo miré mal. Estaba confusa.
Seguía sin entender muchas cosas sobre él, creía conocerlo, aunque me daba cuenta con el tiempo de que Neisan era alguien muy especial.
—¿Más?
—Sí, no es por ser narcisista, pero feo no soy.
Puse los ojos en blanco y suspiré.
—Inténtalo, al lado de los baños hay un bote grande, deberías darte prisa, no querrás que alguien te gane.
—Buena estrategia —dijo, guiñándome un ojo—. No soy tan estúpido como aparento.
«Deja de engañarte», pensé.
Sin decirle más, decidí llevar mi cabeza sobre mis brazos, los cuales descansaban encima de la mesa. Esperaba a Luke: en la mañana, antes de entrar a Literatura, me había dicho que al terminar el horario de clases lo acompañaría a un sitio. No tenía idea alguna de qué se trataba; sin embargo, allí me encontraba, en las mesas del patio trasero junto a Neisan.
Por su parte, el chico no tuvo problemas en aceptar mi petición de que estuviese conmigo durante media hora. Él iría al entrenamiento a las tres. Ambos ganábamos.
Seguía triste por la noticia de que Luke se iría de Australia antes de finalizar el año. A pesar de que querer hablarlo con alguien, prefería guardármelo para mí y tratar de enfrentarme yo sola a ese tormento que me consumía lentamente. Una parte de mí estaba siendo egoísta al querer suplicarle que no se fuese, mientras que otra parte veía de forma positiva esta gran oportunidad que él tenía.
«Es por su bien, Hasley», me regañé.
Resoplé cansada y me giré hacia él, con mi cabeza aún entre mis brazos. Me sentí desconcertada al fijarme en lo que realizaba. Una hoja de papel blanca. Figuras.
—¿Origami?
Él se volvió a verme y dibujó una sonrisa en su rostro.
—Algo así. En el origami no se usan tijeras.
—Y no estás usándolas.
—Lo sé, pero normalmente suelo hacerlo, en este momento no me sirven. —Se encogió de hombros—. Listo, he finalizado.
—¿Es un elefante?
Me erguí. Neisan asintió y me acercó la figura de papel.
—Te lo regalo.
La comisura de mis labios se elevó. Cogí su pequeño y especial regalo, apreciándolo desde todos los ángulos posibles.
—¿Desde cuándo sabes hacer esto?
—Mmm… ¿Trece años? —dudó—. No sé, veía a mi padre hacer barcos con el periódico después de que terminaba de leerlo y los ponía en el centro de la mesa que se hallaba en la sala. En ocasiones jugaba con ellos. Me llamó la atención lo peculiar que es transformar el papel en diferentes figuras.
—¿Qué otro talento ocultas? —pregunté, con los ojos entrecerrados.
Se quedó pensando, intentando encontrar una respuesta, aunque no pudo hacerlo porque la voz de una tercera persona nos interrumpió.
—Perdón por hacerte esperar —dijo Luke—. La profesora Caitlin habla demasiado y cuando toca temas de política no hay absolutamente nadie que la detenga.
—Te apoyo en eso —dijo bromeando Neisan.
Howland elevó sus cejas y asintió, dándole un saludo y al mismo tiempo la razón a mi amigo.
—Descuida, gracias a eso he descubierto que tengo un deportista con el don de hacer origami —hablé orgullosa—. Me ha regalado un elefante de papel.
—Genial, origami.
—¡Que no es origami! —farfulló él—. Da igual, mejor me voy, nos vemos luego, Hasley. Hasta pronto, Luke.
Me despedí, agitando mi mano. El dueño de los ojos azules frunció sus labios y lo miró de reojo cerciorándose de que desapareciese de su campo de visión, regresó a mí y su gesto serio me atacó.
—Así que… —inició arrastrando sus palabras y, con la voz firme, prosiguió—: un elefante de papel.
—¿Sí?
—Es feo —declaró.
En mi cara, se mostró la incredulidad.
—No lo es —defendí.
—Sí, sí lo es —insistió—. Ni siquiera parece un elefante, parece una bola que ha tenido la mala suerte de ser transformada en… Ah, sí, nada.
Abrí mi boca, indignada, y la cerré al instante. Ya entendía. Conocía esa actitud, siempre que se encontraba celoso lanzaba duras críticas a su oponente, a lo que él sintiese que era una amenaza para lo nuestro. Quería arruinar mi perspectiva del detalle que Neisan me había dado. Quizá esto no se comparara con lo de Zev, cuando nos dio las entradas de otra película sin haberlas pedido, o a la vez que asistí con Matthew y él decidió cancelar todas las funciones. Luke estaba celoso.
—¿Acaso eso que huelo son…?
—No, ni se te ocurra —sentenció sin dejarme terminar.
—No se me ha ocurrido, es como realmente estás.
—Te equivocas.
—Claro —ironicé, alargando la a. Puso los ojos en blanco y pasó la lengua por sus labios.
—Supongo que no te molestará que yo invite a salir a Annie —atacó.
—¿Annie?
—La chica del pendrive —recordó—. Gracias a ella no suspendí. Tal vez debería hacerlo como una muestra de agradecimiento, ¿no crees?
Ya. La pelirroja de la cual me habló días antes.
—¡Es diferente! ¡A Neisan lo conozco desde hace tiempo! —Elevé la voz—. A ti desde hace dos semanas.
—¿Y eso lo vuelve un problema o qué?
—No lo harías.
—Rétame.
Solté un grito y cogí mis cosas.
—Hazlo. No querrás verme cabreada.
—¿Amenaza?
—Claro, Pushi.
—Me voy a la mierda —siseó—. ¿Vienes conmigo?
—Dios, sí. Me encantaría ir a la mierda contigo.
De mal humor, me puse de pie. Él me sujetó de la mano y caminamos por el instituto hacia el aparcamiento. Ese día había traído consigo la moto.
—¿Adónde iremos? —inquirí.
Luke me puso el casco para después repetir lo mismo con el suyo.
—Lo sabrás cuando lleguemos.
Sin decir otra cosa o yo intentar protestar, nos montamos en la moto. Luke se tomó su tiempo conduciendo, sin prisa y evitando soltarle algún insulto a cualquier conductor que se interpusiese en su camino. Lo felicité por ello. Mejoraba cada día. En el lapso durante el que tuve su cuerpo a una distancia corta, me fijé en que el olor de su ropa desprendía nicotina, pero no percibía el de hierba.
Me invadió un sentimiento de alegría.
Después de unos minutos, Luke aparcó cerca de unos edificios que se encontraban en una zona transitada de la ciudad.
Mis ojos observaron alrededor, tratando de averiguar la razón de su parada.
Me quité el casco, colocándolo en la rendija de la moto para girarme hacia el chico con una ceja enarcada, diciendo:
—¿Y bien?
Él despeinó su cabello, pasando una mano sobre este.
—¿Recuerdas que me iba a hacer un nuevo tatuaje?
—¿Te lo harás?
Echó una pequeña risita, comenzando a caminar. Yo lo seguí.
—Sí —afirmó— y tú me ayudarás a escoger el diseño.
—¿De verdad?
—Joder, Weigel —masculló—. Como vuelvas a hacerme otra pregunta juro que te dejaré fuera del local. No me quiero imaginar cómo estarás ahí dentro cuestionando cada cosa; por favor, evita interrogar por qué los tatuajes se hacen con agujas.
Arrugué mi entrecejo, regalándole una mirada colérica.
Entramos dentro y lo primero que observé fue la estética del lugar: era limpio y con varios diseños de dibujos colgando en la pared. Todo muy arreglado y la luz blanca le daban una buena imagen. Yo no iba a tatuarme, pero me daba confianza lo que veía.
—¡Luke! —saludó un hombre con perforación y un brazo completamente tatuado.
—¡Ernest!
—Creí que cancelarías —confesó.
—Para nada, solo que he tenido asuntos que arreglar y me vi con la necesidad de cambiar la fecha —explicó él—. Hoy estoy desocupado.
—Fantástico. Solo va una persona antes de ti y empezamos, ¿está bien?
—Tómate tu tiempo, miraré un rato los diseños.
—Genial, vengo luego.
Luke se giró a verme y esbozó una sonrisa lánguida. Se acercó a mí, envolviéndome con sus brazos para depositar un beso sobre mi cabeza. Apoyé mi mejilla derecha sobre su pecho e inhalé con profundidad.
—¿Me ayudarás? —pidió.
—Sí —acepté.
Él me llevó hasta un mostrador. Ahí había varios álbumes con bocetos de los tatuajes, cogí uno y le eché una ojeada. Había muchos de diferentes tamaños, formas y alguno que otro contenía tinta de color.
Ladeé mi cabeza y surgió una idea.
—Hace unos meses me dijiste que la ruleta de tu pecho tenía un significado. ¿Cuál es?
Tragó saliva y desvió sus ojos hasta los míos. Se quedó en silencio, escogiendo las palabras correctas para dictármelas. Ante eso, yo mordí mis labios, formando una línea recta y prestándole atención.
—Es un juego de azar, es decir, nunca sabes lo que te tocará, simplemente pasa y listo. Puede darte suerte o desgracia. Ganas o pierdes. Así es la vida, cruel y justa. Una puta ruleta.
Ahora que me lo explicaba, todo en mi mente se ordenaba, entendiendo su respuesta y la manera en que resultaba lógico. Me arrepentí mil veces de haberle dicho que solo llenaba su cuerpo de tinta sin ningún sentido.
—Qué interesante. Una ruleta… ¿Y el otro que tienes al lado?
—Es la fecha de nacimiento de mi madre en números romanos.
—¡Qué tierno! —elevé mis labios.
—Algunas cosas son para siempre, Weigel —sentenció—. El pasado y los tatuajes son parte. Te marcan y se quedan.
Me llevé la mano a la boca, mordisqueando la uña del pulgar, pensando.
«Te marcan y se quedan», volví a repetir en mi interior.
Yo quería que Luke estuviese conmigo para toda la vida de las mil formas posibles que existiesen. Sonaría descabellado y tenía conocimiento de que nosotros los jóvenes cometíamos errores, pero por primera vez deseaba algo de verdad.
Entonces, en ese pequeño espacio en el que nos encontrábamos y con mi mente conectándose a mi corazón, dejé salir lo que estaba sobre la punta de mi lengua:
—Vamos a tatuarnos juntos.
Sentí la mirada de Luke sobre mí y llené de aire mis mejillas.
—¿Qué has dicho? —me preguntó incrédulo. Yo lo miré.
—Me gustaría tatuarme contigo. Algo para los dos —hablé en voz baja—. No pido que sea grande, solo que signifique… lo nuestro.
Él reprimió una risa sin éxito y sus labios se curvaron hacia un lado. Pensaba que posiblemente me metería en problemas con mi madre. Si llegaba a verlo, podría empezar a pedir perdón desde antes de que mencionara una palabra. Me castigaría. Aunque lo que más me preocupaba era que culpara al chico de mi decisión, pensando que él había sido la mala influencia para que yo lo hiciera.
—¿Tienes algo en mente? —me preguntó—. ¿En qué sitio lo quieres?
—Queremos —corregí.
—Genial.
Me miró con complicidad y besó mis labios. Suave y tierno.
Comenzamos a ver imágenes e intercambiar opiniones. Luke me explicaba algunos diseños mientras yo intentaba entender. Él tenía en cuenta lo indecisa que era, por lo que vimos otros bocetos y fue paciente.
Cuando creímos tener un objetivo claro, nos dimos cuenta de que era diferente lo que quería cada uno. Una pluma. Un punto y coma. Gruñí irritada y dejé caer mi cabeza sobre su pecho. Escuché cómo suspiró después de unos minutos en silencio.
—Tengo una idea —murmuró, y seguido arrastró consigo una hoja blanca y el lápiz que descansaba a un lado de la pila de álbumes—. No soy bueno dibujando, pero Ernest lo hará mejor al tener como mínimo una idea.
Decidí no decir nada y vigilar sus movimientos. No lo ataqué con preguntas.
Se tomó todo el tiempo necesario y finalmente tiró el lápiz. Mi nariz se frunció, tratando de entender por qué había escrito el nombre de los colores alrededor de la silueta.
—¿Te gusta? Es una fusión de lo que escogimos, el fondo será una mancha de colores.
—Sí, me gusta —sonreí—. Tú me gustas.
Luke ocultó su rostro. Estaba sonrojado. Oh, Dios. Eso casi nunca pasaba.
—Howland, tu turno. —El chico lo llamó para entrar.
—Bien, será un tatuaje conjunto —le avisó, señalándome a mí con sus pómulos aún enrojecidos.
—Pues empecemos. —Se alegró—. ¿Dónde y qué vais a querer?
Luke cogió mi mano junto con el dibujo y se acercó a Ernest para dárselo.
En el transcurso de la preparación, le explicó lo que quería.
El tatuaje se trataba de un punto y coma. Sin embargo, la coma era en forma de pluma y alrededor tendría una mancha de colores, parecida al arcoíris. Eso sería nuestro «para siempre». Muy cursi y azucarado, pero nuestro.
—Será en la parte oculta del tríceps. —Alzó su vista a mí y añadió—: Se oculta mejor.
Accedí, sentándome al otro lado de manera que pudiera ver y no estorbar durante el procedimiento.
El chico comenzó con el suyo y, con su mano entre la mía, le proporcionaba pequeñas caricias. Observé el rostro de Luke, que no demostraba sentir dolor, a excepción de las arrugas en el puente de su nariz. Una parte de mí temía por lo que pudiese sentir y la otra no quería echarse atrás.
—¿Duele mucho? —pregunté.
—Nah —soltó con suavidad—, pero si a ti sí te duele puedes apretar mi mano.
—¿Seguro?
—¿Arrepentida, Weigel? —retó.
—¡No! —chillé.
Él echó una carcajada y continuamos viendo el trabajo de Ernest.
Minutos más tarde, Luke me cedía el lugar. Mi turno. No rechisté, ya que las cosas difíciles es mejor hacerlas cuanto antes. El nerviosismo me consumía, la duda y el miedo de que algo pasara me daban inseguridad.
—Estarás bien —susurró.
Fue así como me sellé a la persona que más había amado, sin culpas ni miedos, sintiéndome libre y plena ante mis decisiones, quien me amaba con toda mi torpeza, mi insistencia, necedad y errores.
Solo éramos él y yo. Con la misma intensidad que me anhelaba, yo lo quería a él. Actos, palabras y sentimientos que nos envolviesen se volvían uno solo.
—¿Qué tal? —Luke me interrogó una vez que me puse de pie.
—No fue tan insoportable como me lo había imaginado —vacilé. Fruncí mi ceño y proseguí—: A todo esto, ¿qué significan ambos tatuajes combinados?
Me regaló una sonrisa y respondió:
—Es la continuación de nuestros sueños, Hasley Weigel.
Esta vez, a diferencia de otras, preferí decir algo más.
—Error, de nuestro boulevard, Luke Howland.