cogí mis cosas para guardarlas y salir del aula sin prisa, y, en el momento de intentar pasar mi mochila hacia el otro lado, mi pulsera se enganchó con unos cuantos hilos que salían de ella. Maldije por lo bajo el incidente. Me sentía tan estúpida.

—¿Ocurre algo?

La voz de Luke hizo que me sobresaltara, obligándome a alzar mi mirada hacia él. Solté un gruñido.

—Ocurre esto —farfullé, haciendo un movimiento con mi cabeza para enseñarle el problema que tenía.

Él soltó una pequeña risa.

—Déjame ver —murmuró, acercándose más a mí y poniéndose de cuclillas para tener una mejor posición.

Luke observó durante varios segundos el desastre y escuché que musitó algo, sin embargo, no pude entenderlo. Estuvo durante varios minutos así, tratando de desenredar los hilos atrapados. De pie, nuevamente, sacó su encendedor del bolsillo de su chaqueta y yo le lancé una mirada aterrada.

Él solo negó con su cabeza indicando que me tranquilizara, se puso de cuclillas otra vez y empezó a quemar los hilos con delicadeza de no quemar mi piel.

—Listo —avisó irguiéndose con una sonrisa, acercó sus labios a mi frente y le dio un beso—. Estás muy tensa, ¿a qué se debe?

—Proyectos finales —bufé. Miré su cuello y fruncí mi ceño—. ¿Y tu collar?

—Se ha roto —dijo sacándolo de su bolsillo, él lo depositó en mi mano y lo aprecié por unos segundos.

Dejé caer mi cabeza sobre su pecho, aún observando el collar, me sentía cansada y sin ganas de absolutamente nada, quizá me estaba poniendo enferma. Él acarició mi cabello con sus dedos, enredándolo y jugando con él varias veces. Entonces, recordé que Luke no tenía las dos últimas horas de clase, es decir, que había estado esperando por mí durante ciento veinte minutos. Dios, con lo que él odiaba el instituto, y más en sábado; no lo culpaba, todos detestábamos estar allí.

—¿Qué estuviste haciendo durante dos horas? —indagué. Inflé mis mejillas y lo miré, alejándome un poco de su cuerpo.

Luke desvió sus ojos al techo, dubitativo, y volvió a mirarme antes de responderme; jugueteó con su arito en el labio, atrapándolo entre sus dientes.

—Ya sabes lo que hacemos los chicos cuando tenemos el campo libre —inició—, ligar con otras chicas y tratar de obtener su número de teléfono para tener una cita más tarde.

Fruncí mi ceño y lo empujé del hombro.

—No es gracioso.

—Lo sé, pero verte celosa me encanta —dijo con descaro.

Puse los ojos en blanco.

—Me caes mal —bromeé. Luke esbozó una sonrisa lánguida.

—Me amas —se rio—. Estuve con Annie, al final la invité a un refresco en forma de agradecimiento por haberme pasado las tareas. Si no hubiese sido por ella no habría aprobado.

No la conocía del todo, ella y yo ni siquiera habíamos hablado y el simple hecho de que estuviese ayudando a Luke no me daba buena espina, es decir, el chico había estado soltero durante varios años, no me parecía agradable que justamente ahora estuviese buscando algún tipo de relación amistosa, pero tampoco quería comportarme como una persona controladora. Él también podía tener amigas.

Repetí su explicación en mi mente y escogí las mejores palabras sin sonar a la defensiva o una celosa compulsiva.

—Genial. Está bien.

Me convencí, asintiendo y sonriendo con voluntad.

Luke se carcajeó, dándose cuenta de que estaba conteniendo mis ganas de decir algo más. No se tragaba en absoluto mi respuesta.

—¿Estás celosa?

—No te rías.

—¿Sabes? Es tonto que lo estés. No importa con cuántas chicas hable o si les gusto. ¿Crees que querría perder a la chica que me ha gustado desde los diez años? No hay necesidad de sentir esas mierdas, te amo a ti, a quien quiero a mi lado por siempre es a ti, nunca tengas esas ideas de que te dejaré por alguien más —confesó—. Mi vida tiene nombre y apellido, y son los tuyos.

Yo lo miré perpleja, parpadeando.

Sabía que me conocía desde hacía años, pero no que le gustaba desde ese tiempo, así que eso me había tomado por sorpresa. Me quedé asimilándolo por unos segundos antes de responder.

En otras ocasiones, el rostro de Luke mostraría arrepentimiento, pero no fue así. Al contrario, parecía que había estado pensando en querer decírmelo desde hacía rato.

—¿Diez años? —musité.

—Sí. ¿Comprendes? Lo único que te pido es que no tengas esas ideas, porque no es así. No hay ninguna necesidad de que te sientas insegura.

—Mi mente apenas está procesando…

—¿Quieres estar sola? —vaciló.

—¡No! —chillé, alargando mi quejido—. Lo que quiero es besarte.

Antes de acercarse a mi rostro, sonrió. Sus labios tocaron los míos, envolviéndonos en un beso tierno y suave. Amaba que me besara de esa manera, porque siempre los sentía puros, un gesto muy íntimo, cercano y personal sin la necesidad de desnudarnos de manera literal.

Él se alejó, con su sonrisa todavía presente.

—Lo que me recuerda que… volviendo a tu pregunta sobre qué hice mientras te esperaba durante dos horas. —Pasó su mochila delante y la abrió—. Antes de estar con Annie, fui a comprar algo y vi esto.

Luke sacó una rosa de su mochila, la cual estaba aplastada por haberla guardado ahí. Junté mis cejas y un revoloteo de alas de mariposa se presentó en mi estómago.

—Se le cayó un pétalo —señaló, riéndose—, creo que no fue inteligente por mi parte meterla en la mochila.

—Sigue estando bonita —admití. Él me la entregó y yo la acepté encantada.

—No es cualquier rosa, esta es la primera de las quinientas veinte. Sé que podría darte todas, pero… una vez dijiste que las cosas que valen la pena no se consiguen con facilidad, bueno, haré que la entrega de cada rosa sea mucho mejor que la anterior. —Luke rascó su nariz y rio—. Sé que tu plan era que te la regalaras a ti misma, aunque no pude evitar robar tu idea. Además, tú has hecho lo mismo.

El calor en mis mejillas comenzó a esparcirse por toda mi cara y la escondí entre su pecho. Rodeé su cuerpo con mis brazos y apretujé mi mejilla contra su camisa.

Ok, tenía que confesar que esto me había encantado, más que otras cosas, porque sabía a la perfección que a él no le iba lo de regalar esos típicos obsequios como peluches, chocolates y, sobre todo, rosas. Sin embargo, el que lo hiciera con ese propósito hacía que fuera mil veces mejor.

—Eres el mejor —le dije.

—Tú lo eres —devolvió el cumplido—. Ahora tú tienes que darme el disco quinientos veinte.

Formé un mohín con mis labios y me alejé, juguetona.

—Ya te dije cuándo lo haré —amenacé.

—¡Bien, bien! —Alzó sus manos, divertido—. Tenía una propuesta.

—Cuéntame.

—Ay, no sé…

—Luke —sentencié.

—¿Podría pasar a por ti esta noche? Tenía pensado pedirle permiso a tu madre. —Pasó su mano por mi cabello y sujetó un mechón—. Pero si tienes lío en el instituto puedo posponer todo.

Lo observé.

—No, salir contigo me sienta bien —me sinceré.

—¿Estás segura de ello? —cuestionó, elevando una de sus cejas—. No quiero ser el causante de que suspendas…

—Lo estoy, Luke —interrumpí—. Todo saldrá bien con mis proyectos si me mantengo al día, en serio, no hay por qué preocuparse.

—Está bien —suspiró.

Dejó de jugar con mi cabello y cogió mi mentón para atraer mis labios a los suyos. Fue un beso suave y calmado, tanto que sentí hasta la más minúscula célula de su piel moverse sobre la mía, como si tratase de grabar la textura de mis labios, el sabor y todo lo que había en ellos. Se separó unos centímetros para mirarme y sentí mis piernas flaquear, como si viera todo dentro de mí con tan solo observar mis ojos, deteniéndose en mi mirada, el color y la dilatación de mis pupilas, y eso hice yo también.

—Te amo —pronunció—. En serio, lo hago, no tienes una idea de cuánto, ni del miedo que siento al imaginarme arruinar lo nuestro.

—Yo también te amo, Luke Howland —confesé con una sonrisa, abrazándolo con fuerza. Él me tomó de la cintura y dio una pequeña vuelta haciendo que yo riese—. ¡Detente!

Él me hizo caso y nos separamos. Luke tenía una sonrisa tan grande en su rostro que llegaba hasta sus ojos, que estaban entrecerrados, pero lo que más me gustaba era el hoyuelo que se hacía presente en su mejilla, adoraba ver eso de él, me encantaba la manera en que su nariz se movía o todo lo que ocurría cuando se reía.

Su sonrisa era la más hermosa ante mis ojos.

Pasó su brazo por mis hombros y me atrajo a él, presionándome contra su cuerpo para comenzar a caminar por los pasillos entre la multitud de alumnos que iban de punta a punta para irse a sus casas; me rodeaba con tanta facilidad haciéndome sentir tan diminuta, y es que Luke me sacaba dos cabezas de altura. Luke Howland era una persona muy alta para su edad.

Alcé mi vista hasta su rostro, la suya iba al frente, pude apreciar su nariz, su cabello, sus pestañas que se movían y el piercing atrapado por sus dientes.

—¿Quieres ir a tu casa o vamos a otro lugar? —propuso, y sus dedos comenzaron a moverse rítmicamente sobre mi hombro.

—Creo que sería mejor ir a casa. —Hice una mueca—. Así podría avisar a mi madre de que saldré más tarde contigo.

—Me parece perfe… —Él no pudo terminar porque su móvil comenzó a sonar—. Demonios, cuánto odio los móviles —murmuró alejando su brazo de mí para poder sacar el pequeño aparato y ver la pantalla; escuché cómo insultó por lo bajo y contestó—: ¿Valdrá la pena? Porque si no es así juro que llegaré a golpearte —se rio con la otra persona, hubo un pequeño silencio y frunció el ceño—. Voy saliendo, ¿por qué? —Puso los ojos en blanco—. Dímelo… No, ¡joder, André!

Nos detuvimos en un peldaño de las escaleras, Luke soltó un suspiro, viéndose irritado por lo que su mejor amigo le estuviese diciendo.

—¿Qué pasa? —pregunté nerviosa, aunque no obtuve respuesta porque él solo agitó su mano en señal de espera.

—¿Quién? —Sonó ecuánime—. ¡Solo dímelo! Entonces ¡¿para qué mierdas me has llamado?! —vociferó y di un pequeño salto por la forma en que lo dijo—. ¡André! ¡Si no me ibas a decir nada de…!

Y repentinamente guardó silencio, su rostro se puso serio, pero todo su cuerpo se tensó. Conocía a Luke, en el tiempo que llevábamos juntos, podía asegurar que estaba completamente perturbado por la conversación.

—¿Estás seguro de eso? —Su voz tembló, cerró los ojos y tomó una bocanada de aire.

—Cariño —lo llamé.

Siendo brusco, guardó su teléfono de nuevo y pasó ambas manos por su cabello, frustrado; estaba cabreado, tanto como para que yo pudiese ver que la vena de su cuello se le hinchaba, su rostro se tornó de un color rojizo y soltó unas cuantas palabrotas al aire.

—¿Dónde está ese maldito imbécil? —preguntó.

Su móvil volvió a sonar, pero esta vez lo ignoró.

—¿De quién hablas? —pregunté aún sorprendida por su cambio tan repentino.

Luke me ignoró por completo y comenzó a caminar con grandes zancadas hasta la salida del instituto, iba a una velocidad demasiado rápida, por lo que tuve que apresurar mi paso para poder alcanzarlo y volver a preguntarle sobre su actitud; él llegó a la salida y empezó a buscar entre el tumulto de estudiantes a alguien, no entendía absolutamente nada.

¿Qué demonios le había dicho André?

Guardé su collar dentro de mi mochila y, agitada, intenté tomarlo del brazo, sin embargo, fallé. Visualizó su objetivo y se dirigió a este, todo tuvo sentido cuando pude divisar a la persona.

«Oh, mierda».

Eso no era nada bueno, nada en absoluto.

—¡Luke, detente! —ordené inútilmente, evitando cualquier agresión de su parte, pero la rabia lo estaba controlando.

—¡Tú! —gritó por encima de todos los que estaban allí.

Matthew no tuvo ni oportunidad siquiera de poder mirar bien a Luke cuando el puño de este dio directamente contra la esquina de la boca del pelirrojo haciendo que se tambalease. Aunque el equilibrio estuvo de su parte y no cayó al suelo, se tocó la parte golpeada mirando incrédulo a Luke.

—¿Qué es lo que te ocurre, idiota? —espetó incrédulo Matthew por el golpe.

—¡Eres un cobarde!

Lo empujó ejerciendo gran fuerza, pero el chico no se cayó al suelo.

—¡¿De qué estás hablando?! —gritó él ahora igual de cabreado.

De pronto, todo el mundo se encontraba alrededor de ellos viendo la escena que se había montado. Caminé lo suficiente para estar más cerca y así evitar que Luke le diera otro golpe al chico.

Los ojos del rubio desprendían fuego al mirar a Jones; al quitarse este la mano de la zona afectada, comprobé cómo un poco de sangre brotaba de su labio. Jadeé horrorizada.

—¿Cómo demonios puedes ser tan hijo de puta? —le dijo entre dientes, y atrapándolo de la camisa lo estampó contra la pared.

—¡Luke! —chillé—. ¡Basta, basta!

—Dijiste que Hasley te había sido infiel cuando tú lo fuiste primero.

Al oír esas palabras, mis ojos se abrieron y la incredulidad se plasmó en mi rostro. No sabía si había escuchado bien. ¿Matthew me había engañado? Lo miré, incrédula, por la declaración de Luke. Él me miró.

—No sé de qué estás hablando —respondió, tratando de quitarse al chico de encima.

—¡No me vengas con mierdas! ¡Te liaste con mi prima Jane! ¡Claro que lo sabes, joder! ¡Estuviste engañando a Hasley con mi prima! —Luke recalcó las últimas palabras—. ¡Y aun así tuviste el maldito descaro de humillar a la chica que te quería!

Di unos cuantos pasos hacia atrás. Ahora entendía por qué Jane actuó tan indiferente y tensa el día que fui a verla para poder hablar de Luke. ¿Por qué me había hecho eso Matthew?

Lo miré decepcionada, porque siempre me había sentido mal de pensar que yo había sido la única que hice las cosas mal, cuando él parecía haber planeado todo. Pensaba que él era un buen chico y nunca fue así.

Y, claro, no era como si yo hubiese actuado de la mejor manera, no era un ejemplo ni una justificación de lo que pasó, pero es horrible cuando crees tener expectativas de alguien y resulta ser peor que tú, sobre todo cuando has sido quien ha tenido toda la carga de la ruptura y has sufrido todas las consecuencias.

—Hasley —me habló.

—No, ni se te ocurra pronunciar de nuevo su nombre —lo amenazó Luke.

—Para —indiqué—. No vale la pena, solo suéltalo y olvida todo, por favor.

El aludido me miró y apreté mis labios indicándole que parase. Solo quería que todo quedara atrás, que ya no se lo tomara en cuenta. Las cosas pasaban por algo y quizá así fuera en esta ocasión, tal vez fuese para darme cuenta de quién era realmente Matthew y poder tener a mi lado a la verdadera persona que amaba. Entonces, ya no importaba nada del pasado.

Luke asintió y a regañadientes soltó al chico, mirándolo con asco y alejándose a una distancia adecuada de él. Cuando creí que todo terminaría, el chico de tez pálida habló:

—Sí, sí lo hice —afirmó en voz alta obteniendo la mirada del rubio—. ¿Y sabes qué, Luke? ¡No sabes cuánto lo disfruté!

Por un segundo, pensé que se daría la vuelta y lo ignoraría. No fue así.

Dio dos zancadas y le propinó un gran golpe. Esta vez, Matthew no se quedó de brazos cruzados, él se lo devolvió. De pronto, los dos se encontraban golpeándose.

No sabía qué hacer, estaba congelada ante todo esto, tenía que actuar rápido antes de que uno de ellos se hiriera de gravedad. ¿Por qué nadie se metía a separarlos? ¿Y los integrantes del equipo de baloncesto?

—¡Deteneos! ¡Luke, basta!

—¡Tú no te metas, Weigel! —espetó él.

—¡Hasley!

Una tercera voz. Por el rabillo del ojo me cercioré de que se trataba de Neisan.

—¡Matthew, suéltalo! —gemí—. ¡Basta!

—¡Aléjate!

Uno de ellos me empujó, ocasionando que cayera al suelo de lado. Mi cabeza se golpeó contra el pavimento y me mareé. Mi rodilla dolía ante el acto. Los gritos dejaron de oírse y escuché un montón de advertencias. Me puse de pie a pesar del dolor, segura de que sangraba mi zona afectada, mi mente se nubló y escuché el grito de­sesperado de Luke cerca de mí.

—¡Hasley!

Y, cuando alcé mi mirada, vi solamente la de Luke con un terror indescriptible en sus ojos, al borde del colapso y la locura. Entonces recordé cómo me gustaba ese azul eléctrico minutos antes.

Después, todo sucedió rápido. Él se movió y sentí su cuerpo, entonces yo me aferré a su ropa como si mi vida dependiera de ello, como si el mundo se acabara y él fuera mi lugar seguro.

En un segundo, estaba ahí. Y al otro, ya no.

Lo último que sentí fue una gran oleada de aire atravesar mi cuerpo en el instante en que algo me golpeaba. Fui consciente de los gritos por un rato y luego… todo se congeló convirtiéndose en negro.