me incorporé poco a poco en el colchón y me froté la cabeza, con mis ojos observé a mi alrededor y me di cuenta de que me encontraba en la habitación de un hospital. Observé las palmas de mis manos, que tenían pequeños raspones, quité la sábana que había sobre mí y pude divisar que mi rodilla estaba vendada.
Quise bajar de la camilla, pero el dolor en mi cuerpo me lo dificultó. Todo me daba vueltas y la verdad es que mi respiración era pesada. Sentía que la cabeza me crecía y la luz de la habitación me lastimaba, llegando a cegarme cada vez que parpadeaba.
Miré el techo y suspiré.
Volví a observar toda la habitación, a un lado se encontraba un sillón y sobre ese había un jersey. Mi ceño se frunció y recordé lo último que tenía en mi memoria.
Luke.
Un coche.
Gritos.
El sonido de una ambulancia.
Su rosa.
La rosa que me había regalado, ¿la había perdido?
El pecho me dolió y me quejé en voz baja. ¿Dónde se encontraba Luke? ¿Qué había pasado con él? ¿Al menos estaba bien? ¿Alguien podía responderme?
Y la puerta de la habitación se abrió, como si hubiesen escuchado mis preguntas. Mi madre entró junto con Zev. El mal sabor de boca se presentó y no pude evitar arrugar mi ceño por su presencia. ¿Qué hacía él aquí? ¿No se suponía que nuestra amistad se había acabado?
—¡Mi amor! —Mi madre se alegró al verme despierta.
Cuando se acercó, me di cuenta de que sus ojos estaban muy hinchados y rojos. Había estado llorando.
—¿Cuánto tiempo he dormido? ¿Qué hora es? —pregunté.
—Dos horas y media, van a dar las seis de la tarde —respondió—, ¿te sientes bien?
—¿Qué hace él aquí? —pregunté por la presencia de Zev.
—Hasley… —inició él.
—No, tú cállate —dije de mala gana—. Ni siquiera sé qué haces aquí. ¿Mamá?
—Si Zev está aquí es porque se preocupa —dijo poniéndose a su lado. La miré incrédula y sacudí mi cabeza varias veces, generando más dolor. Ella no sabía nada sobre lo ocurrido en los últimos meses.
—Solo quiero saber si todo está bien —pedí.
—Hasley… —dijo Zev y dio un paso hacia mí—. ¿Recuerdas lo que pasó?
Parpadeé.
—Sí, ¿por qué?
—Hubo un accidente, Luke y tú…
Mi mandíbula tembló y las imágenes regresaron a mi mente. Sabía exactamente lo que había ocurrido, pero su tono de voz no me inspiraba confianza, y la mirada de mi madre tampoco.
—¿Cómo está él? —musité con temor, incorporándome con la cabeza, ignorando que me dolía el cuerpo en su totalidad. Zev bajó su mirada y mi cuerpo se heló. Miré a mi madre, quien se cubrió la boca al instante y supe que no era nada bueno—. ¿Qué pasó?
—Hasley… Vino al hospital en un estado muy grave —murmuró—. Él no pudo…
—No… —Negué—. No… Lo que dices no…
Desvié mis ojos hacia mi madre, asustada y con la esperanza de que estaba interpretando todo mal. Ella apretó sus labios por un instante y me fije en cómo sus ojos se llenaban de lágrimas.
No es verdad… No lo es…
—Ha fallecido hace una hora y media —me explicó.
Mi cuerpo se congeló en ese instante, sentí la impotencia viniendo y todo lo que viví junto a él fue como un caleidoscopio que pasaba por mi mente, fueron segundos, tan pocos. Todo, absolutamente todo, se presentó. Desde el día en que mis ojos y los suyos se unieron aquella vez que caí de las gradas, las veces que corríamos al callejón, sintiendo tan real su primera caricia y su primer beso, sus palabras susurrando los «te amo» cerca de mi oído y su tacto.
Su mirada fue lo último que se proyectó antes de que yo cayese al suelo. Mis lágrimas no salían debido a que aún seguía en shock, todo se paró delante de mí, ya no escuchaba, ya no veía, ni siquiera sabía si seguía respirando, el dolor en mi pecho me estaba consumiendo. Perdí la noción de todo. Quería creer que esto era una mentira, un terrible y espantoso sueño, que estuviese todo en mi mente, pero sabía que no era así, el dolor se presentaba para recordarme que me encontraba pisando tierra, que era realidad.
—Hasley. —Escuché la voz de mi madre a mi lado, mientras con una de sus manos me movía—. Hasley, cariño, mírame.
Lentamente giré mi rostro hacia ella, en sus mejillas se deslizaba alguna que otra lágrima y vi mi vista nublarse. Pronto me derrumbaría.
—Dime que es mentira —susurré aún con esperanzas mientras sostenía mi corazón entre mis labios.
—Mi amor —arrastró las palabras con tanta tristeza—. De verdad, lo siento…
Y fue peor, mucho peor escuchar aquello. El peso en mi cuerpo se hizo más grande, mis manos estaban frías y cayó la primera lágrima.
—No… No, no, no —repetía entre balbuceos—. Eso no es cierto…
«Caería primero por ti para evitar tu dolor».
Esto no era real, él debía estar conmigo a mi lado.
Comencé a gritar todo lo que podía, lloré lo suficiente para que mi alma dejara de doler, pero no funcionaba, no se detenía, seguía lastimada en lo más remoto de mi interior, me estaba quemando sin prender fuego, era como tratar de comer cristales rotos. Hería. Hería tanto que querías sacarte el corazón para acabar con el dolor, y no tenía palabras para poder describir con exactitud lo que estaba sintiendo en ese momento, porque no había, no se podía. Ni siquiera la palabra más fea o dolorosa podía expresar lo que sentía en ese momento.
—¡Él prometió estar conmigo! ¡Él no está muerto! —Sentí mi garganta arder al pronunciar aquello—. ¡No es verdad! ¡Luke!
De pronto, me vi de pie, tirando los objetos que había a mi alrededor, tuve la facultad de percibir el olor metálico de la sangre, sabía que me había lastimado, sin embargo, no me importaba nada en ese momento, porque aunque tuviese heridas físicas nada se comparaba a la herida emocional y sentimental. Mierda. Todo me daba vueltas, mi cabeza dolía y seguía viendo las imágenes de Luke recorrer mi mente, su sonrisa desvaneciéndose con mis lágrimas, escuchaba sus carcajadas y cómo repetía mi apellido miles de veces. Era una tortura, una bonita y triste tortura.
«Nos estamos destruyendo de la forma más hermosa y bella que hay, ¿te das cuenta? Estamos creando nuestro propio boulevard, solo que este tendrá un final para uno de nosotros, y déjame decirte que no me arrepentiré».
Ahora sabía cuál era el final, comprobé por mí misma también el verdadero dolor del alma y me daba cuenta de la destrucción que él me estaba proporcionando sin la menor de las intenciones.
Entonces el recuerdo más doloroso y bello que tenía en mi memoria me atacó. Quemándome el pecho y oyendo cómo mi corazón crujía.
«Te dije que te amo, y siempre lo haré, en esta vida y en mil más. Hasley, lo hago y no me arrepiento, y, si eso implicase dar mi vida por ti, lo haría, lo haría sin pensarlo porque la mía siempre será la tuya, porque siempre se tratará de ti, siempre ha sido así».
Fue como un jarro de agua fría, como si estuviese caminando entre hirientes cristales y agujas, penetrando de una forma inhumana y bestial en mis sentimientos, mi cuerpo y mi corazón. Mi respiración comenzó a dificultarse, mi aliento se sentía frío y mi cabeza era demasiado grande, un dolor invadió mis sienes mientras cubría con una mano mi boca.
Di unos cuantos pasos hacia atrás hasta que la pared me detuvo, me eché al suelo y ahí, destrozada, pasé mis manos por mi cabello, tirando de él, intentando sentir algún otro dolor que no fuese esa jodida mierda, no quería que nadie me tocase, o siquiera que se atreviese a decir que me calmara, porque no serviría de nada.
No lo haría.
«Rompe mi corazón si quieres, pero no te vayas. Nunca lo hagas».
Él no lo rompió, pero sí se fue, se fue de mi lado y para siempre.
—¡¡Luke!! —grité todo lo que pude.
Repetí su nombre muchas veces con temor a que dejara de existir igual.
Él ya no estaba más. No estaba más a mi lado y jamás lo volvería a estar. Nunca volvería a sentir su áspero cabello entre mis dedos, su sonrisa lobuna cuando decía algo en lo que él tenía razón y yo no, sus abrazos haciéndome sentir protegida y tan pequeña, jugando con su pequeño arito de metal en su labio, no volvería a sentir su escasa barba de algunos días rozando alguna parte de mi rostro, él no volvería a jugar con mis dedos o a besarlos mientras me decía algún piropo, ni mucho menos volvería a reír conmigo.
Pero, sobre todo, lo que dolía más era que yo ya nunca más en mi vida escucharía su angelical voz pronunciando mi apellido de distintas formas.
—Necesito verlo —rogué, cruzándome por la cabeza la idea de gatear por el suelo—. ¡Quiero estar con él!
—Sí, sí, lo verás, pero no en este estado, Hasley… —murmuró mi madre.
—¡Quiero verlo! ¡Maldita sea! ¡¿Qué tengo que hacer para poder ver a quien amo?!
Ella me miró con lágrimas y asintió, cogió mi mano y nos dirigimos afuera, mi labio inferior temblaba y mi corazón latía rápidamente. Estaba tan perdida que no me percaté de que mi madre se encontraba hablando con unos señores y un doctor, entonces supe que eran los padres de Luke, por primera vez podía verlos, y mi alma dolió. Dolió al recordar que él quería que yo los conociera.
—Es esta habitación. —Mi madre señaló.
Con mucho miedo, me adentré. Me acostumbré, tomándome mi tiempo, a la tenue luz que me proporcionaba el cuarto.
Así fue como lo vi. Un cuerpo yacía en aquella camilla, estaba cubierto por una sábana blanca, mi pecho se oprimió al saber que él se encontraba justamente frente a mí. Temblorosa, me acerqué y con mucho miedo bajé la tela blanca.
Mi mundo se vino abajo.
Me paralicé y mi vista se nubló de nuevo, no. Dios mío, no…
Su rostro. Su hermoso rostro que tanto amaba, sus labios que ya jamás volvería a sentir, ese hoyuelo cada vez que sonreía, o la manera en que los fruncía y arrugaba la nariz. Nunca.
Vi la imagen muerta del amor de mi vida.
—Por favor, vuelve…
Tenía la esperanza de que él me respondiese lo que fuese, pero sabía que no lo haría, ya no lo volvería a hacer y eso aumentó más el dolor. Pasé mis dedos por su cabello, por su perfecto cabello, grabándome su espesor, tratando de tatuármelo con el sentido del tacto.
Las yemas de mis dedos rozaron su fría piel, estaba muy pálida, abracé su cuerpo, recordando todos sus abrazos y lo protegida que estos me hacían sentir, su pecho no subía ni bajaba al respirar. A diferencia de tantas veces, en esa ocasión no oía el latir de su corazón.
—No me dejes… Prometiste estar conmigo.
Mis lágrimas resbalaban y tenía la intuición de que estas quedaban impregnadas en la piel desnuda de su torso. Mierda, cuánto dolía. Lo había repetido tantas veces, pero eso nunca me llenaría o haría entender cuánto estaba doliendo, era un infierno lo que estaba viviendo en ese momento. Me moría en vida.
—Hasley… —La voz de mi madre sonó a mis espaldas.
Me incorporé para verla y negué varias veces, apretando mis dientes.
—Se fue… Me dejó.
Se acercó a mí, poniendo su mano en mi mejilla para proporcionarme unas caricias, me dirigió una mirada sombría y dio una respiración profunda.
—A él ya no le dolerá más.
Después de decirlo, sus ojos se inundaron.
—¿De qué hablas? —musité.
Formó una tensa línea sobre sus labios y le echó una mirada a Luke para luego volver a la mía, hice lo mismo deteniéndome en su cuerpo para intentar retener su imagen. No quería aceptar el pensamiento que cruzaba por mi mente. Me negaba. No podía ser cierto.
Volví a mirar a mi madre y ella añadió:
—Ya no le duele. —Y entendí.
Entendí perfectamente eso. Me volví débil. Ella se refería a la vida de Luke, por todo lo que había pasado y sintió hasta su último suspiro.
—Cómo sabes… —quise formular, creando una cuestión de la cual ya sabía su respuesta.
—Era mi paciente desde hace un año —admitió—. Él me pidió que no te dijera nada.
Ahogué un jadeo.
—Eres Blodie.
Mamá asintió, su mano se hizo un puño y con él cubrió su boca.
—Algunos secretos pesan más que otros. No quería involucrarte.
No supe qué decir, así que me tiré a sus brazos, llorando por lo que me contaba, por muchas cosas, por lo que había pasado, porque era demasiado para mí darme cuenta de que esa misma mañana me había besado, me había abrazado, me había dicho lo mucho que me amaba sin saber que sería la última vez de todo, y ahora… Ahora estaba llorando porque ya no estaría más a mi lado. Por su ausencia.
Esa noche lloré, pataleé, grité, hice de todo para eliminar cualquier tipo de dolor y que él volviera, pero fue en vano, porque él no regresó.