Capítulo Doce

 

Jefferson iba caminando por el arcén de una carretera poco frecuentada. El sudor le caía por la frente, mezclándose con el polvo que iba levantando al caminar. Gracias a que se limpiaba la cara con el antebrazo, los ojos no se le irritaban por la sal que producía su cuerpo.

Jackson iba detrás de su hermano, a unos pocos pasos de distancia. Durante un tiempo había acompañado a los que rastreaban la zona por orden del sheriff, pero había decidido dejarlo. Aunque estaba muy agradecido a los hombres y mujeres que estaban buscando a Haley por todas partes, tenía todas sus esperanzas puestas en su hermano Jefferson, que conocía el terreno como nadie.

Haley llevaba desaparecida cuatro días. ¿Dónde estaría? ¿Y cómo estaría? Jackson no podía pensar en otra cosa que lo que podría haberle hecho el canalla de Todd Flynn. No dormía, ni comía… «No puedo vivir sin ella».

Aquel pensamiento hizo que se detuviera en seco. Era cierto. Estaba completamente obsesionado con Haley y solo vivía para pensar en el próximo momento que pudiera pasar con ella. El hecho de que hubiera desaparecido, le había llevado a darse cuenta de que quería estar con ella para siempre.

Sin poder evitarlo, miró al cielo y susurró:

–Por favor…

No supo cuánto tiempo estuvo allí, ofreciendo su plegaria, pero, cuando volvió a mirar a la carretera, Jackson había desaparecido.

–Jeffie…

–Estoy aquí, Jackson –le respondió su hermano. Al mirarle al rostro, Jackson se dio cuenta de que algo había cambiado.

–¡La has encontrado! ¡Has encontrado a Haley!

–No, no la he encontrado.

–Entonces, ¿qué?

–He encontrado su furgoneta –dijo Jefferson, indicando una curva, cerca de la zona pantanosa–. Quien estuviera conduciendo, se chocó contra un caimán y la furgoneta cayó al pantano.

Jackson sintió que el pánico se apoderaba de él.

–No sabemos si era ella la que estaba en esa furgoneta –añadió su hermano–. No sabremos nada hasta que Jericho envíe el equipo necesario, pero, por el estado en el que está el caimán, el accidente no acaba de ocurrir.

–¿Cuánto tiempo crees que ha pasado?

–Un par de días. Tal vez más.

–No…

–Que sea su furgoneta, no significa que ella estuviera dentro. Y, si lo estaba, ya no puedes hacer nada por ella.

El silencio era completo. Los hermanos se miraron, sin encontrar nada que poder decir.

 

 

En silencio, Jackson se apartó del tumulto que se había apoderado de la tranquila zona del pantano. No podía ver la grúa que iba a sacar el coche de Haley de las aguas. Sus hermanos estaban con él, en silencio.

De repente, vieron que Jericho se acercaba hacia ellos.

–Está sonriendo –dijo Jefferson.

–Haley no está dentro del coche –les informó el sheriff, cuando llegó a su lado–. Todas las puertas estaban cerradas, igual que las ventanas. No cabe margen de error. Haley no estaba en la furgoneta cuando esta se hundió. Solo está el hombre que conducía el coche. No podemos estar seguros de quién es, pero mi instinto me dice que es Todd Flynn. El hecho de que Haley no esté con él significa que está viva.

Tres de los hermanos lanzaron vítores de alegría. El cuarto dio las gracias en silencio. Tenían frente a ellos un terrible enigma, pero había esperanza.

 

 

Linsey sirvió café para todos los hombres que llenaban la pequeña cocina. Estaban todos los Cade, Jericho, Yancey, Jesse Johnny e incluso Davis Cooper. El pequeño Cade, con Johnny sentado a su lado, estaba tranquilo, aunque entendía perfectamente la gravedad de la situación. Su madre se acercó al pequeño y trató de llevárselo, pero el niño se resistió.

–Déjalo, cielo –dijo Lincoln–. No molesta.

–No entiendo lo que ese tipo estaba haciendo allí –comentó Jesse.

–Es verdad. No tiene sentido que estuviera en un lugar tan apartado como ese –añadió Yancey–. Ni siquiera algunos de los que viven por aquí saben que existe.

–Es el último lugar que yo me habría imaginado –admitió Jericho–. Menos mal que Jefferson lo conocía.

–Tal vez no quería estar allí –dijo de repente, el pequeño Cade.

–¿Qué quieres decir, Cade? –le preguntó Lincoln.

–Tal vez se había perdido. Como mamá y yo cuando lo encontramos.

–¿Que tú has estado en Lost Point? –le preguntó Lincoln a su esposa.

–No a propósito –confesó la mujer–. Me equivoqué de desvío y acabamos allí.

–¿Cuándo fue esto? –quiso saber Jericho.

–Hace un año, aproximadamente.

–¿Dónde habíais estado antes? –preguntó Adams.

–Mamá me llevó a la ruina de la vieja casa para mostrarme la bodega. Por si acaso la vieja tapa que papá puso se caía alguna vez.

–La vieja casa… –susurró Jackson. De repente, sintió una premonición y se puso de pie–. ¡Haley está en la bodega! Lo sé. Está allí. Esta noche, cuando pase por la posada para contarle al coronel y a la señora Garrett nuestros progresos, sé que podremos darles buenas noticias.

 

 

El terreno resultaba algo inaccesible. El sendero se había visto afectado por el paso de un tornado y los árboles caídos testificaban la fuerza de la naturaleza. Como habían pasado casi dos años desde aquella tormenta, el bosque había ido recuperando terreno y las plantas cubrían grandes partes del sendero.

–¿Cómo pudo ese tipo encontrar este lugar? –preguntó Davis Cooper.

–Solo Dios lo sabe –respondió Jericho, mientras iban retirando los cascotes que cubrían la entrada a la bodega.

A los pocos minutos, todos pudieron contemplar cómo Jackson sacaba a una agotada y sucia, pero increíblemente hermosa Haley, del oscuro pozo en la tierra.

No hablaba, ni lloraba. Débil por el hambre y con los ojos medio cerrados por la luz del sol, se tambaleó. Entonces, sonrió.

Había sobrevivido a aquellas largas horas en la oscuridad amando y sintiéndose amada por Jackson. Como Ethan había dicho, el amor la había hecho invencible, ya que estaba segura de que, de algún modo, él la encontraría porque la amaba.

Con lágrimas en los ojos, levantó los labios hacia los de Jackson y murmuró:

–Sabría que vendrías.

 

 

La música y las risas inundaban el aire. River Trace y todos sus invitados estaban ataviados con sus mejores galas. Amigos y familia habían acudido para celebrar un final y un principio.

Flanqueada por su hermano y sus padres, Haley estaba radiante, con un vestido color crema, muy sencillo, que resaltaba bellamente su cabello y sus ojos. Aunque estaba todavía algo delgada y cansada, los llevaba entre los invitados, explicándoles lo importante que cada uno de ellos había sido en su vida, especialmente Jefferson y Cade.

–Lo más importante para la supervivencia de Haley –les decía Yancey a sus padres–, fueron las técnicas de supervivencia que Ethan le enseñó.

–Yancey tiene razón. Todo podría haber terminado muy trágicamente si no hubiera sido por la resistencia y el espíritu de Haley –añadió Jackson.

–Fue una buena alumna. Una guerrera –afirmó Ethan, con una sonrisa en los labios.

–Una guerrera –repitió Jackson–. El nombre le viene que ni pintado –añadió, rodeándola con un brazo–. ¿Te importa si te robo a tu hermana durante un rato?

–¿Tendría alguna importancia que me importara, Jackson? –le preguntó Ethan, con una sonrisa aún más amplia.

–Creo que no.

–Ya me había parecido.

Jackson se llevó a Haley al cenador junto al río. Allí, se sentó a su lado y le tomó la mano. Después de dos semanas, los hematomas habían empezado a desaparecer. Ya no tenía las uñas rotas ni herida alguna por la batalla que la había sacado a la fuerza de su casa. Y estaba tan hermosa como cuando la habían sacado de aquella bodega, sin señales ya de hambre o de deshidratación.

Los informes del forense habían demostrado que el conductor muerto era Todd Flynn. Una investigación descubrió que había cultivado la amistad de una secretaria mientras disfrutaba de una estancia en una prisión de mínima seguridad. Así, había conseguido la dirección de Haley y había borrado la mención de que se debía avisarla de su libertad del expediente.

Todd había sido también el responsable de los actos vandálicos de River Trace, tal y como le había confesado a Haley. Se había regocijado explicándole cómo había matado a Sugar solo porque la había visto montar a la yegua. Si tenía la intención de dejarla en la bodega de la casona para siempre era solo una conjetura, aunque aquello era precisamente lo que le había dicho a Haley. Y ella había creído cada palabra.

–¡Eh! Hoy no se permiten pensamientos tristes –susurró Jackson–. Estabas pensando en él, ¿verdad?

–Sí. Y cómo te subestimó a ti y al poder del amor. Junto con la ayuda de familiares y amigos, por supuesto.

–Sí –musitó él, tomándola entre sus brazos. Sabía que aquel día no se celebraba solo el pasado, sino también el futuro. Su futuro con Haley.

–No deberíamos ausentarnos de este modo. Tienes invitados.

–Tenemos invitados –le corrigió él–. Sabes que esto es mucho más que una fiesta, ¿verdad? Y que el traje que Eden eligió para ti no es un simple vestido.

–Creo que Eden hizo una elección muy acertada. Es un traje precioso.

–No tan bonito como tú, Duquesa. Si me aceptas, quiero pasar el resto de mi vida contigo, empezando con una boda esta misma noche. Todo está preparado, así que lo único que tienes que hacer es decir que sí. Tú me amas, Duquesa, sé que es así. Casi tanto como yo te quiero a ti.

–De acuerdo, Jackson.

–Soy testarudo, tengo más genio, pero no se trata de nada que no puedas domar. Que no hayas domado. Yo… ¿Qué dices?

–Digo que sí, Jackson.

–Porque me amas –dijo él, con tanta seguridad, que parecía que creía firmemente lo que decía. Tal y como le había prometido a Eden.

–Pensé que nunca me lo dirías –susurró Haley.

–¿Que te amo?

–Sí, mi testarudo, irascible y adorado rebelde –musitó ella, dulcemente–. Eso también.