SEGUNDA PARTE

LAS ESCRITURAS HEBREAS O EL ANTIGUO TESTAMENTO

“¿Descubrirás tú los secretos de Dios?”

JOB 11.7

“Creo que nuestro Padre Celestial inventó al hombre porque estaba desilusionado del mono.”

MARK TWAIN, 1906

“Dios no es santo, es extraño decirlo.”

JACK MILES, GOD, A Biography

CAPÍTULO UNO

DOS CREACIONE S…Y NINGUNA MANZANA

Génesis (Bereshith)

En el principio Dios creó el cielo y la tierra.

Y la tierra era informe y vacía, y las tinieblas cubrían la superficie del abismo. Y el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas.

Y dijo Dios: Que se haga la luz. Y se hizo la luz.

(Gén. 1.1–3)

Pero no comas del árbol de la ciencia del bien y el mal: porque el día en que comieres de él, infaliblemente morirás.

(Gén. 2.17)

  • ¿Por qué hay dos relatos de Creación en el Génesis?
  • ¿Quién tiene razón, el Génesis o Darwin?
  • ¿De verdad había manzanas en el Edén?
  • ¿Eva fue realmente la primera mujer de Adán?
  • ¿De dónde provenía la esposa de Caín?
  • ¿Los “hijos de Dios” se acuestan con muchas mujeres en la Biblia?
  • ¿Noé siguió las instrucciones de los planos para construir el Arca?
  • ¿Acaso fue Noé el primer borracho?
  • ¿Balbucean en Babilonia?
  • ¿De dónde provenía Abram?
  • ¿Por qué la mujer de Lot se convirtió en estatua de sal?
  • ¿Abram realmente lo hubiera hecho?
  • ¿Qué es la escala de Jacob?
  • ¿Cómo fue que Jacob se convintió en “Israel”?
  • ¿Hubo una “túnica bordada de muchos colores”?
  • ¿Cuál fue el pecado de Onán?
  • ¿Quién fue el faraón de José? ¿Acaso un esclavo podía convertirse en el primer ministro de Egipto?

Todo comediante, orador o predicador destacado sabe que la mejor manera de captar la atención del público es contar una historia interesante. Y si además es divertida, tanto mejor. ¿Un poco de sexo y pecado? Mucho mejor aún. Es por eso que los grandes escritores—desde Homero, Esopo, y los demás griegos hasta Shakespeare y los guionistas de Hollywood—siempre adornan su “mensaje” con grandes historias.

Una buena historia nos hace parar las orejas y prestar atención. Como supuestamente dijo el gran editor norteamericano Joseph Pulitzer: “Primero llena los bancos de la iglesia. Luego predica.”

Ésa es una de las razones de la vigencia de la Biblia. Está llena de historias interesantes. Y no sólo de relatos simplistas acerca de la “Virtud” que inevitablemente nos llevan a recordar las interminables horas de catequesis. Los profetas hebreos solían embozar sus “mensajes” con historias fascinantes. Y Jesús ciertamente eligió transmitir sus enseñanzas a través de parábolas y breves relatos.

Pero en ningún lugar se evidencia que la Biblia es un relato fabuloso como en su libro inicial. El Génesis abarca el comienzo de la civilización humana y la relación única entre Dios y la humanidad en una serie de narraciones fascinantes. Estas “miniseries” contienen toda la acción y el humor que esperamos encontrar en la televisión o en el cine. Las historias son picantes, divertidas, conmovedoras…y bastante perturbadoras. Por una parte hay fe, bondad ante el mal y obediencia a Dios. Pero por la otra hay traiciones, engaños, robos, incestos, y asesinatos. Ciertamente no estamos ante los relatos moralizantes de la catequesis, plagados de personajes “más que buenos” que siempre se comportaban bien y hacían exactamente lo que Dios les ordenaba que hicieran. En primer lugar, lo que Dios les mandaba hacer no siempre era agradable. Razón de más para creer que estos personajes existieron en realidad: si uno decidiera inventar historias sobre sus ancestros, seguramente no los haría conducirse como los personajes de la Biblia.

La palabra Génesis deriva del griego Genesis kosmou, “origen del cosmos.” Los judíos—que reconocían cada uno de los cinco libros que componían la Torá por sus primeras palabras o por la primera palabra significativa—lo llaman Bereshith, “En el principio.” Los lectores que regresen al Génesis luego de una prolongada ausencia se asombrarán al descubrir que la historia es muy diferente de lo que aprendieron en la niñez.

El Génesis abarca el tiempo: desde el comienzo del mundo, la primitiva historia de la humanidad y la evolución de la civilización hasta el inicio de la relación de Dios con los patriarcas, las matriarcas, y el pueblo de Israel…contados a través de las conmovedoras historias de Abram y Sara, Isaac, Rebeca y sus hijos mellizos, Jacob y Esaú, las esposas de Jacob y su familia, cuyo miembro más importante fue José. Finaliza con la muerte de José y la permanencia de los israelitas en Egipto, y prepara el escenario para el Éxodo.

VOCES BÍBLICAS

GÉN. 1.26

Y dijo Dios: “Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra: y domine a los peces del mar, y a las aves del cielo, y al ganado, y a toda la Tierra, y a todo reptil que se arrastre sobre la tierra.”

¿Por qué hay dos relatos de Creación en el Génesis?

Una de las mayores y más impactantes sorpresas que deben enfrentar los lectores vagamente familiarizados con la Creación, pero que de hecho no han leído la Biblia, es que en realidad hay dos relatos de Creación en el Génesis. Separados y distintos. Difieren en estilo, orden, hechos y detalles: a decir verdad, lo único que comparten es la presencia de Dios.

La primera versión empieza cómodamente con el célebre “En el principio.” De la nada, hablando simplemente, Dios crea el mundo y la humanidad. En esta primera Creación, que se inicia en el primer capítulo del Génesis, Dios tarda seis días en crear los cielos y la tierra, luego los animales y, por último, al hombre y a la mujer…creados de manera simultánea, aparentemente iguales, “a imagen y semejanza” divina. Después de una larga semana de labores, Dios decide tomarse un día de descanso, instituyendo así el primer sabbath. Cabe destacar que este primer relato no hace referencia al Edén ni tampoco a Adán y a Eva.

La segunda versión de la Creación—que se inicia en el Génesis 2.4—está ambientada en el Jardín del Edén. No dice cuántos días tardó Dios en completar su pesada tarea, y el orden de la creación difiere respecto del primer relato. En el primero, Dios había creado “el cielo y la tierra.” En el segundo, crea “la tierra y los cielos.” Significativamente, en la segunda versión el hombre es creado antes que los árboles y los otros animales. La otra gran diferencia es que, en esta segunda Creación, el hombre es creado primero y la mujer es modelada luego a partir de una costilla del primer hombre.

LAS DOS CREACIONES

Durante siglos, la gente ha implementado la estrategia del “menú chino” para armar el relato de la Creación de acuerdo al Génesis. Escogiendo partes de la Versión A y partes de la Versión B reunieron dos historias conflictivas y diferentes entre sí y crearon un collage sumamente colorido, aunque mal combinado. El primer relato de la Creación se encuentra en el Génesis 1.1–2.3; el segundo, en el Génesis 2.4–25. Si los comparamos, comprobaremos que son dos narraciones muy distintas entre sí, que proponen detalles sustancialmente diferentes.

Versión A

En el Principio, Dios creó los cielos y la tierra…

En el transcurso de “seis días” Dios crea:

  1. La Luz, luego el Día y la Noche.
  2. El Cielo, separando las “aguas de las aguas.”
  3. La tierra seca, separándola de las aguas—Tierra y Mares—y de la vegetación y los árboles.
  4. El sol, la luna, las estrellas y las estaciones.
  5. Las criaturas vivientes del cielo y la tierra: aves, monstruos marinos, peces.
  6. Las criaturas vivientes de la tierra: el ganado, los seres que se arrastran, los animales salvajes. Y, por último, la humanidad. Hombre y mujer son creados de manera simultánea, a imagen y semejanza de Dios. Y, el séptimo día, Dios concluye su obra y descansa, y bendice el séptimo día. También bendice al hombre y a la mujer, y les dice: “Creced y multiplicaos.” Además, recomienda una dieta vegetariana. Dios concluye: “Fue muy bueno.”

Versión B

“En el día en que Dios nuestro Señor hizo la tierra y los cielos…”

Dios crea al hombre del barro.

Planta un jardín en el Edén y lo coloca allí.

En el jardín hay un árbol de la vida y un árbol de la ciencia, o de la sabiduría del bien y el mal.

El hombre no puede comer el fruto del árbol de la sabiduría.

Si lo hace, morirá.

Dios crea a todos los animales y las aves para que ayuden al hombre. El hombre les da nombre. Pero no encuentra compañera entre los animales. Dios interviene y hace dormir al hombre. Mientras está dormido, le saca una costilla y crea a la mujer. Desnudos, “fueron una sola carne” pero “no sintieron vergüenza.” Dios no dice si fue o no muy bueno; Adán y Eva también guardan silencio.

Recordemos ahora la versión “J versus P” de los eventos bíblicos discutidos en la primera parte de este libro.

El primer relato de Creación—Génesis 1—fue atribuido a P, el Predicador. Dios crea los cielos y la tierra de la nada, del “vacío.” Durante seis días sucesivos, P describe la creación del universo, la tierra y el hombre. Según la versión más difundida:

“Dios creó al hombre a imagen suya,

a imagen de Dios los creó;

varón y hembra los creó.” (Gén. 1.27)

Obviamente, en el primer relato de Creación no hay diferencia entre varón y hembra. No hay Edén. No hay árbol prohibido. No hay mujer salida de la costilla del hombre. No hay sumisión de las mujeres. Dios crea ambos sexos al mismo tiempo, los dos “a su imagen y semejanza.”

Claro que este primer relato de Creación plantea toda clase de preguntas perturbadoras por derecho propio. ¿Quién es ese “nosotros” al que Dios alude cuando dice: “Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra?” Hasta el momento la Creación no incluye a nadie más. ¿Acaso se trata del plural mayestático? ¿O alude a las tres personas del Dios—Padre, Hijo y Espíritu Santo—de los cristianos? ¿O bien Dios está hablando de los huéspedes celestiales, de todos esos ángeles, querubines y serafines que trabajan con Él y a quienes nadie reconoce su esforzada labor? Y si la humanidad fue creada a imagen y semejanza de Dios, ¿eso quiere decir que nos parecemos físicamente a Dios? ¿Esa imagen sería blanca o negra? ¿Caucásica, china o esquimal? Si el hombre y la mujer fueron creados simultáneamente, ¿acaso no es imposible que ambos hayan sido hechos literalmente “a imagen y semejanza” de Dios? Y si Dios afirma que su creación es buena, ¿por qué le va tan mal? Preguntas como éstas han preocupado a los filósofos y a los teóricos de la religión durante siglos, y han colmado las bibliotecas de disquisiciones acerca de la naturaleza de Dios y de la Creación.

No cabe duda de que esos problemas son suficientemente complejos. Pero el Génesis 2 complica aun más las cosas al repetir el relato de la Creación con ciertos cambios significativos. En esta versión, atribuida a J, Dios crea la tierra y los cielos y luego crea a Adán “del lodo de la tierra.” Coloca al hombre en el Edén, un jardín lleno de árboles agradables a la vista y pródigos en frutos, donde también hay un Árbol de la Vida y un Árbol del Conocimiento del Bien y el Mal. Acto seguido, Dios crea a los animales y a las aves para que acompañen al hombre. Al comprobar que Adán se sigue sintiendo solo, Dios crea a la mujer de una de sus costillas. En este relato no se menciona cuántos días tardó Dios ni cuándo—si es que lo hizo—descansó.

Ante todo, una breve lección de hebreo. La palabra Adán deriva de la palabra hebrea que designa al “hombre” en general, en el sentido de “la humanidad.” También se relaciona con la palabra hebrea adamah, que significa “suelo” o “tierra.” En otras palabras, al autor de esta parte del Génesis le gustaban los juegos de palabras. Adán, el hombre, surgió de adamah, la tierra. La Biblia hebrea está plagada de acrósticos, retruécanos y enigmas. En los últimos libros, por ejemplo, el nombre de un dios rival, Baal, es cambiado por Beelcebú, que significa “señor del estiércol.” Y muchos nombres personales—como Abram: “padre de multitudes”—tienen significados específicos. Los juegos de palabras son un artilugio poético altamente valorado en la escritura hebrea.

Otro aspecto importante de estos relatos es que no eran del todo originales. Tanto el primer relato de la Creación—en el que Dios crea el mundo a partir de la palabra—como el segundo—protagonizado por Adán y Eva—comparten ciertas características con otros mitos de la creación del antiguo Oriente Medio. La misma idea de que Dios podía “crear” hablando no era exclusiva de los antiguos israelitas. Los mitos egipcios y mesopotámicos—las dos grandes civilizaciones que enmarcaban el territorio israelita—también celebran el concepto de la “palabra divina.” Para decirlo de otra manera, los antiguos israelitas utilizaron creencias comunes a otros pueblos vecinos para imaginar el relato de la Creación. El hecho básico será repetido a menudo a lo largo del Génesis. La diferencia radica en que, en el Génesis, toma la forma de una relación sin precedentes entre el Dios de los israelitas y la humanidad. Los antiguos dioses de la naturaleza, cuyo comportamiento era más humano que divino, fueron transformados por los israelitas en un Dios personal con un código moral rígido y sumamente claro. Este Dios iba a hacer de ellos sus favoritos…pero ellos tendrían que comportarse muy bien. O más que muy bien. Muchos párrafos de las Escrituras hebreas cuentan lo que ocurre cuando los Hijos de Israel no cumplen su parte de la Promesa.

¿Quién tiene razón, el Génesis o Darwin?

La primera carta publicada en el correo de lectores del número de mayo/junio de 1997 de la Biblical Archaeology Review es sumamente interesante. Su autor comenta la descripción de una excavación ar-queológica “prehistórica” publicada en la revista. Afirma que esta palabra es incorrecta y concluye:

“Este año (1997) marca aproximadamente 6,000 años desde el comienzo de la historia del mundo, cuando Dios creó el cielo y la tierra (Génesis 1.1). Los términos ‘prehistoria,’ ‘paleolítico,’ y ‘neolítico’ son una burla a la palabra de Dios, la Biblia.”

Comparemos esa carta con dos noticias recientes. En agosto de 1997 un grupo de científicos reportó el hallazgo de huellas fosilizadas de humanos anatómicamente modernos, que datan de hace aproximadamente 117,000 años. Unas semanas antes, en julio del mismo año, se anunció el descubrimiento del objeto más lejano que se hubiera visto en el universo. Combinando las observaciones del telescopio Keck en Hawaii con las del telescopio espacial Hubble, dos equipos de astrónomos avistaron una galaxia bebé a 13 mil millones de años luz de nuestro planeta. En otras palabras, esta galaxia tan lejana se formó hace 13 mil millones de años. Más pequeña aunque más brillante que nuestra Vía Láctea, está tan lejos de la Tierra que recién ahora recibimos la noticia de su nacimiento.

Y usted que creía que su correo era lento.

De este modo, la gran guerra religiosa de los últimos siglos queda reducida a una cáscara de nuez. ¿Cómo se establece el equilibrio entre la idea de que el mundo fue creado por la palabra divina hace apenas 6,000 años y la observación científica que indica que los humanos modernos ya caminaban hace 117,000 años y que una galaxia nació hace 13 mil millones de años? Acaba de comenzar la guerra entre la ciencia y la fe. No se trata de una simple discusión de salón ni de un amable debate académico bebiendo jerez en una torre de marfil. La cuestión de la ciencia versus la fe ha invadido aulas y tribunales debido a temas tan controvertidos como la clonación, los científicos cristianos, Kevorkian, y el creacionismo.

Hasta que Charles Darwin lanzó su tesis de la “selección natural” en el año 1859, la mayoría de la gente aceptaba que Dios había creado el mundo en seis días y luego había descansado. Durante casi cuatro mil años, muchas personas aceptaron el Génesis como un relato perfectamente posible de los inicios del mundo. Apoyándose en fuentes bíblicas—como las cronologías y genealogías del Génesis—numerosos individuos intentaron establecer la fecha y la hora de la Creación. Los eruditos hebreos antiguos la fijaron en el año 3761 AEC. Acaso la fecha más famosa de la Creación sea la que estableció el obispo irlandés James Ussher (1581–1656). Basándose en el Génesis, Ussher fechó el momento de la Creación en las primeras horas de la mañana del 23 de octubre del año 4004 AEC (en realidad lo fijó en el año 710 del calendario juliano). Aunque esto pueda parecerle estúpido al lector moderno, los cálculos de Ussher fueron ampliamente aceptados por los cristianos europeos durante siglos e incluidos en muchas ediciones de la Biblia del rey James, lo que les otorgó una suerte de “autoridad” divina. Todavía hay “literalistas” de la Biblia—como el autor de la carta antes mencionada—que aceptan la fecha de Ussher como un artículo de fe.

Luego, la ciencia trastocó las apuestas en el jardín edénico. Cuando Leonardo da Vinci (1452–1519), el genio del Renacimiento italiano, encontró fósiles marinos en los Alpes y preguntó cómo habían llegado hasta allí, la sabiduría convencional respondió sin inmutarse: “Esos fósiles prueban que las aguas del Diluvio cubrieron la Tierra.” Cuando Copérnico, Kepler, y Galileo sugirieron que nuestro planeta giraba alrededor del Sol, fueron burlados, vilipendiados, o sufrieron males mayores. En el año 1616 Galileo fue acusado de herejía, colocado bajo arresto domiciliario, y proscripto de la investigación científica en el futuro. Más tarde, Charles Darwin sostuvo—en El Origen de las Especies (1859)—que el hombre había evolucionado lentamente y que compartía sus ancestros con los grandes simios. La mayor parte del mundo religioso no recibió de buen grado esta insinuación. Una cosa era descubrir que Galileo tenía razón respecto del sistema solar. Otra era aceptar que el hombre era primo del mono.

Antes de Darwin, una gran parte del mundo aceptaba complacida la versión bíblica de la Creación. Después de Darwin, muchos fieles continuaron creyendo lo mismo. Los “literalistas” del pasado y del presente jamás se preocuparon por el hecho de que hubiera dos Creaciones en el Génesis. Actualmente, la mayoría de los estudiosos de la Biblia aceptan la historia de Adán y Eva como lo que aparentemente es: un relato hebreo del origen de los humanos que tiene mucho encomún con los mitos de otros pueblos antiguos y también numerosos rasgos que lo distinguen de éstos.

Ahora bien, ¿dónde quedan Darwin y El Origen de las Especies? Las fuerzas de la ciencia se siguen enfrentando constantemente con las fuerzas de la religión. Con la inefable ayuda de los medios—que adoran reducir los temas más complejos a la simplicidad de un partido de fútbol—sigue en vigencia la continua lucha entre el conocimiento científico y la fe. Los medios suelen describir a la ciencia como una actividad desapasionada, racional, escéptica, e inmune a las creencias de todo tipo. En cambio, las personas religiosas son generalmente definidas por los medios como conservadoras, retrógradas, y fanáticas. Los fundamentalistas y los “creacionistas” sólo consiguen prensa cuando proponen que en las escuelas públicas se enseñe la versión de la Creación incluida en el Génesis junto a tópicos de biología y a la teoría de la evolución, o bien cuando intentan que se elimine la celebración de Halloween por considerarla un culto de veneración satánica. A menudo saturan los medios cuando se niegan a brindarle tratamiento médico a un niño, basándose en sus creencias, en el poder sanador de la plegaria, y en “que se haga la voluntad de Dios.” De “buena fe,” esta gente se sigue aferrando a su idea absolutamente literal de la Biblia y de la historia. La contienda entre ambos bandos suele ser presentada como una guerra sin términos medios, sin zonas neutrales…En ese caso, obviamente no ocuparía los titulares.

No obstante, una enorme mayoría de científicos encuestados recientemente mantiene alguna clase de fe religiosa, por ejemplo la fe en Dios, tal como lo prueba un artículo publicado en 1997 por el New York Times. La proporción de científicos “creyentes” no ha cambiado mucho desde que se realizara una encuesta similar en la década de 1920. Y, en el otro extremo del ovillo, el Papa Juan Pablo II reconoció la importancia de enseñar en las escuelas la teoría de la evolución de Darwin. El dilema sigue vigente, más de un siglo después de que Darwin propusiera las ideas que forjaron la base de la moderna teoría evolucionista: ¿pueden coexistir la ciencia y la religión? No hay tópico en el que esta batalla se defina más claramente que en el de la creación divina. Como suelen afirmar numerosos creacionistas, la evolución es “sólo una teoría.” Y es cierto. En sentido puramente científico, todas las teorías pueden ser refutadas. Pero también pueden ser confirmadas por la evidencia. Y los últimos cien años han brindado evidencias suficientes para sostener y expandir la visión de la ciencia, no sólo acerca de los orígenes humanos sino también del origen del universo. Sin embargo, enseñar el Génesis en una clase de biología o genética tiene tanto sentido como enseñar la transformación del agua en vino—el primer milagro de Jesús—en una clase de química. O equivale a llamar “pájaro” a un murciélago porque el Levítico menciona a los murciélagos entre las criaturas aladas que no deben servirnos de alimento.

Pero esto no significa que las cosas no puedan juntarse. Como dijo el erudito J. R. Porter: “Las extensas descripciones de la Creación…no deben ser consideradas como un relato científico del origen del universo. Son manifestaciones religiosas destinadas a mostrar la gloria y la grandeza de Dios. Son el resultado de la reflexión teológica que transformó radicalmente la mitología antigua para expresar mejor la fe distintiva de Israel.” El Génesis debería enseñarse en nuestras aulas. Tal vez podrían incluirlo en las clases de Literatura Comparada, junto con todos los demás relatos religiosos y legendarios de creación.

A medida que explora los límites del mundo “conocido”—ya se trate de ver una galaxia a trece mil millones de años luz en el pasado del universo, de usar muestras de ADN para rastrear el origen de la humanidad, o de descubrir los ingredientes básicos de la vida en un compuesto químico que expulsan los volcanes en el fondo del océano—la ciencia tiene cada vez más preguntas. La idea de que el universo es pura energía ha obligado a los científicos que trabajan en el asombroso mundo de la física cuántica a revisar sus ecuaciones y considerar la posible existencia de una fuerza creadora universal. Al mismo tiempo, el hecho de aceptar que la Biblia está llena de poesía, alegorías, parábolas instructivas, y otras “historias” no altera en nada la verdad fundamental que encontramos en el relato del Génesis. Como dijo Juan Pablo II al apoyar la enseñanza de la teoría darwiniana: “Si el cuerpo humano tuvo su origen en la materia viva preexistente, el alma espiritual fue inmediatamente creada por Dios.”

Por supuesto que la ciencia no puede hablar de la creación ni de la existencia del alma. El alma no puede ser extirpada, pesada, y diseccionada como un órgano más del cuerpo humano. Y la ciencia sólo puede hablar de la creación del universo como una teoría.

¿Por qué no ver la Creación del Génesis como una magnífica metáfora poética de la gran explosión, un acontecimiento que la ciencia reconoce aunque aún no lo comprende del todo? Considerar las primeras palabras del Génesis como un relato poético de este instante de creación cósmica—cuando de la energía surgió la materia—no altera la “verdad” esencial del Génesis para aquellos que creen en él. Como escribió Robert White en la revista Time (28 de octubre de 1996): “El Génesis no sólo abarca el origen de la raza humana. También abarca el origen del mal; es decir, cómo y por qué el pecado y el sufrimiento entraron en la experiencia humana para quedarse. Y aquí el veredicto de la ciencia es más ambiguo.”

El universo fue creado por alguna fuerza—llámese la gran explosión, Dios, Alá, Vishnú o simplemente Energía—que puso en movimiento la cataclísmica cadena de acontecimientos que formó la Tierra hace 4.5 mil millones de años. Así comenzó la larga hilera de reacciones químicas en cadena que creó la llama de la vida en la Tierra. Este proceso milagroso dio por resultado la aparición, poco después, de una criatura bípeda que caminaba en posición erguida. Esta criatura comenzó a manipular herramientas, ya que no necesitaba las manos para colgarse de los árboles. Descubrió el fuego y eventualmente afiló la punta de una rama pequeña y comenzó a trazar símbolos intrincados en pedazos de barro endurecido. Ése fue el comienzo de la escritura, el comienzo de la Palabra.

VOCES BÍBLICAS

GÉN. 3.4–5

Dijo entonces la serpiente a la mujer: “¡No! ¡Ciertamente no moriréis! Dios sabe que el día en que comáis de este árbol vuestros ojos se abrirán y seréis iguales a los dioses, y sabréis distinguir el bien del mal.”

RESUMEN DE LA TRAMA: ADÁN Y EVA

Luego de haber creado al hombre (“Adán”) del lodo (“adamah”) y de haberle dado existencia con el “aliento de vida,” Dios lo coloca en el Edén y le advierte que no coma los frutos del Árbol del Conocimiento del Bien y el Mal, bajo amenaza de muerte. Luego crea al resto de los animales para que le hagan compañía. El hombre da nombre a los animales, pero no encuentra entre ellos la compañía que anhela. Entonces, Dios lo pone a dormir, le saca una costilla—el primer “descostillamiento” de la historia humana—y crea a la mujer.

El hombre y la mujer, desnudos en el Jardín del Edén, disfrutan sin avergonzarse las alegrías del sexo (“y fueron una sola carne”). Pero apareció la serpiente (“más astuta que cualquier otro animal salvaje”) y convenció a la mujer para que comiera del árbol prohibido. La serpiente le prometió que, de hacerlo, ella sería “como Dios,” “igual a Dios,” o “igual a los dioses…” según la traducción. La mujer accede, le ofrece el fruto al hombre, y ella también lo muerde.

Los ojos de ambos se abren a su desnudez, sienten vergüenza, cubren sus partes púdicas con hojas de higuera e intentan esconderse de Dios. Cuando sale a dar su paseo crepuscular, Dios los encuentra escondidos y les pregunta quién les dijo que estaban desnudos. El hombre inaugura inmediatamente la tradición humana de señalar al culpable, diciendo: “La mujer que me diste para que estuviera conmigo me dio el fruto del árbol, y comí.”

Dios no se alegra, precisamente. Este es el primero de varios momentos bíblicos en los que Dios se preguntará si la creación de esa “criatura humana” fue una buena idea después de todo. Pero en lugar de empezar de la nada, Dios se enfurece. Luego se tranquiliza. La serpiente es condenada a arrastrarse sobre su propio vientre, y se decreta la hostilidad permanente entre ofidios y humanos. La mujer sufrirá los dolores del parto y será gobernada por su esposo. (¡Estamos seguros de que fue un hombre quien lo escribió!) En lugar de invocar la sentencia de muerte que le había prometido, Dios condena al hombre a una vida de trabajo dura. Por último, la Pareja Original es expulsada del Jardín del Edén.

¿De verdad había manzanas en el Edén?

Se supone que las manzanas son buenas para el género humano. “Una manzana al día, y el médico no te visita.” Se supone que hay que regalarle una manzana a la maestra. ¿Y acaso hay algo más característico de los Estados Unidos que el famoso pastel de manzana? Entonces, ¿cómo es posible que las manzanas tengan tan mala reputación en el Génesis?

Lo cierto es que no había manzanas en el Edén. El Génesis ni siquiera menciona el “fruto prohibido.” En la descripción del Edén sólo se alude al “fruto del conocimiento” y al fruto de “la vida eterna.” La versión de la Creación que incluye el Jardín del Edén—el segundo relato de Creación en el Génesis—tiene sus raíces literarias en la región de los ríos Tigris y Éufrates. El Génesis menciona ambos ríos para localizar geográficamente el Edén, palabra de procedencia aún no esclarecida. Podría derivar de la palabra sumeria para “planicie,” o de la hebrea “deleite.” La identidad de los otros dos ríos mencionados en el Génesis—Pishon y Gihon—sigue siendo un misterio. Tal vez fueran brazos o tributarios del Tigris y del Éufrates, antiguos cursos de agua que luego se secaron. También se dice que el Edén está “en el este,” frase comúnmente usada en la Biblia para describir la región mesopotámica. En la antigua ciudad de Mari, emplazada cerca del Éufrates en la actual Siria, un grupo de arqueólogos franceses desenterró una biblioteca de 20,000 tablillas que contenían descripciones de la vida cotidiana en la Mesopotamia y databan del año 2000 AEC. Los murales reconstruidos de un magnífico palacio hallado en la misma ciudad muestran míticos jardines que recuerdan el Edén. En uno incluso hay un jardín con dos árboles distintos en el centro.

Ahora bien, ¿qué clase de frutos daban esos árboles? Algunos historiadores sugirieron una amplia lista de sospechosos para “el fruto prohibido,” entre ellos damascos, pomelos, e higos. Cabe destacar que el higo sería el sospechoso principal dado que las hojas de la higuera fueron el primer atuendo unisex de la historia. Las higueras también tienen un papel preponderante en otros relatos espirituales, particularmente en el del Buda, quien recibió la Iluminación sentado bajo una higuera conocida como el Árbol de la Sabiduría.

En otras palabras, la imagen de Eva sacando lustre a una bonita manzana roja—fuente de inspiración de grandes artistas y humoristas políticos a lo largo de la historia—carece de todo fundamento bíblico. La manzana fue vinculada al relato del Edén en la Edad Media europea, cuando los artistas comenzaron a dibujar a Eva con una manzana, presumiblemente porque ésta era una fruta que el vulgo podría reconocer.

En asombroso contraste con el Génesis 1—donde varón y hembra son creados simultáneamente—en el Génesis 2–3 la mujer es creada para ser compañera y socia—no subordinada—del hombre. Cuando los dos comen el “fruto prohibido” el hombre es destinado a trabajar en los campos de cardos y espinos, y la mujer es destinada a sufrir los dolores del parto y a ser gobernada por su esposo. Sólo después de este pronunciamiento divino el hombre da nombre a la mujer, tal como antes había dado nombre a los animales, indicando de este modo su dominio y su superioridad.

La derivación lingüística del nombre Eva también es un misterio. Durante mucho tiempo se interpretó que “Eva” era “la madre de todo lo viviente” porque el nombre suena parecido a la palabra hebrea para “ser viviente” y porque Eva es el ancestro femenino de toda la raza humana. Hace poco se sugirió que había cierta relación con la palabra aramea para “serpiente” y que la figura de Eva era originalmente una diosa de la fertilidad asociada a las serpientes. La conexión entre la serpiente y el Diablo llegó mucho después, ya en la era cristiana. Cuando se escribió el Génesis las serpientes tenían mejor imagen. Eran reconocidas como símbolos de fertilidad en varias culturas antiguas, debido a su forma fálica y su habilidad para cambiar de piel, símbolo de la reencarnación. En la epopeya de Gilgamesh—épica heroica babilónica anterior a la Biblia—una serpiente alcanza la inmortalidad comiendo una planta mágica.

Más perturbador es preguntarse por qué Eva es la única culpable de la Caída. El hecho de que Eva sea la responsable de la pérdida del Paraíso obviamente ha tenido enormes consecuencias sobre las relaciones entre ambos sexos. La pregunta es otra. ¿La acción de Eva hizo que la mujer fuera relegada por orden divina a un estatus de segunda? ¿O la historia de Eva—tan contraria al primer relato de Creación, en el que hombres y mujeres tienen la misma jerarquía—fue escrita para otorgar autoridad divina a una sociedad dominada por los hombres?

El Génesis 3 no dice por qué la serpiente se dirigió a la mujer. El pasaje indica, incluso, que el hombre y la mujer estaban juntos cuando la serpiente habló. Para muchos, Adán no fue un simple espectador sino un co-conspirador cuyo silencio ante la serpiente indica su voluntad de comer el fruto. Cuando Eva le ofrece el fruto, Adán no lucha demasiado por obedecer a Dios. En otras palabras, el primer hombre fue una suerte de pusilánime moral, un cómplice pasivo de la decidida y audaz Eva.

Pero, al comer del árbol, Adán y Eva adquieren la capacidad de formular juicios éticos y racionales, uno de los ingredientes clave que distinguen a los humanos del resto del mundo animal. Si la Primera Pareja hubiera obedecido a Dios, la humanidad viviría en un Paraíso sin necesidades, ni deseos, ni preocupaciones, ni violencia. Pero qué Paraíso tan aburrido hubiera sido ése…Un paraíso vegetariano sin deseos es como una vida de eterna infancia: un Paraíso sin ciencia, sin arte, y sin las características racionales que han llevado a la humanidad a su estado actual.

El relato bíblico de la Caída es similar a otras leyendas que contrastan los sufrimientos de la humanidad con una época anterior de perfección, un paraíso perdido o edad dorada. La Pandora griega, al igual que Eva, es responsable de los infortunios de la humanidad porque desobedeció la orden de no abrir la caja que contenía todos los males del mundo. Los indios Pies Negros de América del Norte hablan de la Mujer Emplumada, una doncella que desata grandes calamidades cuando escala una gran montaña a pesar de que le han ordenado no hacerlo. Por este motivo es expulsada del País del Cielo. Como todos los mitos de una perdida edad dorada, la Caída bíblica intenta explicar los problemas del mal y del sufrimiento humano, y simboliza el anhelo de un mundo mejor, aunque probablemente inalcanzable.

¿Y la condena de Eva a sufrir los dolores del parto? Acaso eso sea también parte del precio de la sabiduría. Como advierte el científico y arqueólogo Charles Pellegrino en su libro Return to Sodom and Gomorrah: “El parto es más difícil para los seres humanos que para el resto de las especies conocidas, y es el precio que debemos pagar porque nuestro cerebro triplicó su tamaño durante los últimos dos millones de años. La cabeza es la parte más grande del cuerpo, y la primera en emerger.” En cierto sentido, la ciencia y el Génesis coinciden: las mujeres pagaron por el conocimiento obtenido al comer del árbol pariendo bebés con grandes cerebros.

¿Eva fue realmente la primera mujer de Adán?

En el verano de 1997, un grupo de mujeres recorrió el país y brindó el recital de rock más popular de Estados Unidos. La gira se llamó “Lilith.” Los lectores del New York Times probablemente se habrán sorprendido cuando ese diario anunció que Lilith había sido la primera mujer de Adán.

¿Eva fue realmente la primera? ¿O acaso hubo “otra mujer” en la vida de Adán?

En términos estrictamente bíblicos, Eva fue la primera mujer y la única esposa de Adán. Pero la leyenda hebrea ofrece un aspecto más picante de esta historia. El Alfabeto de Ben Sira, un documento del Medioevo, refiere que Lilith fue la primera mujer de Adán y precedió a Eva. En esta versión, Lilith fue creada del lodo, igual que Adán. En el Talmud—vasta colección de enseñanzas y comentarios sobre la ley y las escrituras judías—Lilith también es creada del barro, pero su crimen es más específico: protesta contra la manera de hacer el amor de Adán, ya que él desea estar siempre “arriba.” Cuando Adán se rehúsa a tratarla como su igual—es decir, a “intercambiar lugares”—Lilith lo abandona. Luego pronuncia el indecible nombre de Dios y es enviada a vivir con los demonios. Por último, se transforma en demonio.

Lilith no aparece en el Génesis, y la única referencia bíblica a esta misteriosa mujer es una sola línea en el libro de Isaías, donde se la menciona como un demonio femenino. Es posible que la fuente de inspiración de la Lilith hebrea haya sido un demonio canaanita que atormentaba a los hombres llamado Lilitu, figura que podría tener sus orígenes en la mitología babilónica. El demonio Lilith fue descrito posteriormente como un asesino de bebés y mujeres embarazadas que merodeaba por las noches, y bebía sangre humana. En esencia, Lilith fue el primer vampiro, y precedió por varios siglos al conde Drácula.

Las académicas que estudian la Biblia desde una perspectiva “feminista” sugieren que Lilith fue creada antes que Eva y que los autores varones introdujeron a Eva como su contrafigura. Para ellos, Eva era más aceptable como mujer dócil y dependiente, una suerte de Betty Crocker bíblica. Estas lecturas feministas de la Biblia celebran a Lilith como una mujer fuerte, decidida, e incluso sexualmente agresiva: una versión bíblica de Madonna. Esto va decididamente en contra de la idea que se tenía de las mujeres en las sociedades patriarcales del antiguo Oriente Medio. En cualquier caso, si nos atenemos al Génesis, Lilith no existió y Adán jamás tuvo que elegir entre Betty Crocker y Madonna.

VOCES BÍBLICAS

GÉN. 4.9

“¿Soy acaso el guardián de mi hermano?”

RESUMEN DE LA TRAMA: CAÍN Y ABEL

Caín y Abel son los hijos de Adán y Eva. Caín, el primogénito cuyo nombre probablemente quería decir “herrero,” era agricultor. Abel (“vacío,” “futilidad”) fue el primer pastor. Ambos llevan sus ofrendas a Dios, pero Dios rechaza la ofrenda de cereales de Caín sin dar explicaciones y prefiere la de Abel, que era el primer retoño de su rebaño. Enfurecido porque Dios ha rechazado su ofrenda, Caín decide vengarse de Abel. Dios lo descubre cuando le pregunta dónde está Abel, y Caín da la célebre respuesta: “¿Soy acaso el guardián de mi hermano?” Dios maldice a Caín: lo convierte en vagabundo, el Fugitivo Original, y lo marca con una señal no especificada. La así llamada “marca de Caín” es en realidad una señal protectora de Dios destinada a evitar que Caín sea asesinado. Luego, Caín emprende su camino hacia la tierra de Nod, al “este del Edén.” No queda claro por qué Dios otorga al asesino la marca de su protección divina. Acaso Dios quiera reservarse el derecho de juzgarlo. Cuando Caín se marcha, Adán y Eva tienen un tercer hijo: Set.

¿De dónde provenía la esposa de Caín?

De modo que tenemos a Adán y Eva, y a sus hijos Caín y Abel. La historia de Abel y Caín introduce muchos de los temas que se repetirán a lo largo del Génesis y de las escrituras Hebreas. Por supuesto, marca el primer asesinato. Pero también la primera manifestación de rivalidad entre hermanos. Cabe destacar que la enemistad fraternal se repetirá copiosamente en el Génesis. Los dos personajes representan simbólicamente al agricultor (Caín) y el pastor nómada (Abel). La tensión entre ambos grupos humanos era muy común en tiempos antiguos, de modo que el relato bíblico ofrece una explicación mítica al conflicto entre estas dos vocaciones: las verdaderas “profesiones más antiguas del mundo.”

Los aspectos más interesantes y peor interpretados de la historia de Caín y Abel suceden después de que Dios descubre el crimen. Primero, el Señor le pregunta a Caín qué ocurrió y Caín se hace el tonto. Pero Dios le espeta: “la sangre de tu hermano me está llamando desde la tierra.” Dios sentencia a Caín a vagar errante y le anuncia que la tierra ya no le brindará sus frutos. Pero Caín pide misericordia y, aterrado, piensa que alguien querrá matarlo. Dios lo marca, tal vez con una marca de nacimiento o con alguna clase de tatuaje. Generalmente vista—y erróneamente considerada—como “la marca del culpable,” la así llamada “marca de Caín” es en realidad un símbolo de la misericordia divina. Los que se oponen a la pena de muerte mencionan este primer asesinato, y la misericordiosa condena de Dios al asesino, para rechazar la pena capital desde un punto de vista bíblico. Básicamente, el crimen de Caín es castigado con una dura vida de trabajo.

Pero el pedido de clemencia formulado por Caín genera otra pregunta: ¿de quién tenía miedo…si no existía nadie más? Y esta pregunta nos lleva a otro tema: Caín se marcha rumbo a la tierra de Nod—que significa “errancia”—y encuentra a una esposa innombrada. ¿De dónde sale la esposa de Caín? Las Escrituras no explican la existencia de esta esposa ni tampoco la de aquellos posibles asesinos de Caín. Una explicación simplista—que el texto no sostiene—consistiría en afirmar que Dios siguió creando seres humanos después de Adán y Eva. Otra sería afirmar que Adán y Eva tuvieron más hijos, y que estos hijos se casaron entre ellos ya que el incesto todavía no era un tabú. Esta inconsistencia es sólo uno de los numerosos “agujeros negros” que debe afrontar toda interpretación “literal” de la Biblia. Y es el argumento principal para considerar al Génesis como un relato mítico acerca de los orígenes de la humanidad, basado en el antiguo folclore del Oriente Medio.

Una vez casado, Caín inicia su progenie: su primer hijo se llama Enoc. También construye una ciudad llamada Enoc. Aquí estamos frente a una combinación típica del Génesis entre nombres de lugares y de personas. La idea de que Caín construya una ciudad también contradice la condena de errancia que pesaba sobre él. Además, fue el fundador de la primera ciudad. Tal vez Dios lo eximió de su sentencia bajo palabra. El Génesis no lo dice.

Llegada a este punto la narración, los descendientes de Caín y de su hermano menor Set—nacido después de la muerte de Abel—inauguran dos genealogías separadas. Ambas listas incluyen nombres muy similares, y en las dos hay un Lamec y un Enoc. La genealogía de Set—la más importante de las dos, ya que nos lleva a Noé—también indica las edades específicas y fantásticas de cada ancestro.

Noé es padre a los quinientos años de edad: sus hijos son Sem, Cam, y Jafet.


LOS DESCENDIENTES DE ADÁN

  Caín   Set
  Henoc   Enós
  Irad   Cainán
  Maviael   Malaleel
  Matusael   Jared
  Lamec   Henoc
  Jabal   Matusalén
  Jubal   Lamec
  Tubalcaín   Noé

Antes de considerar el linaje de Set—que traza una línea directa de Adán a Lamec y a Noé—se hace necesario destacar que la lista de los descendientes de Caín también incluye un Lamec, el primer polígamo de la Biblia, quien toma dos esposas y engendra tres hijos. En un breve pasaje, una antigua canción cuenta que Lamec vengó un asesinato; esto suele ser interpretado como una señal de que el hombre irremediablemente cae en la violencia y en el pecado. Pero los tres hijos de Lamec inician actividades propias de la civilización: Jabal es el ancestro de los pueblos que viven en tiendas y crían ganado, Jubal el de los músicos, y Tubalcaín el de los herreros.

La genealogía de Set, muy similar a la de Caín, sugiere que ambas se desarrollaron a partir de una fuente común más antigua. Como el linaje de Set, la épica babilónica de Gilgamesh también incluía una lista de diez ancestros cuyas vidas fueron extraordinariamente largas. Y, como las bíblicas, estas diez generaciones babilónicas llevaron a un gran diluvio.

¿Los “hijos de Dios” se acuestan con muchas mujeres en la Biblia?

En el período comprendido entre las generaciones posteriores a Adán y los tiempos de Noé podemos encontrar una curiosa historia (Gén. 6.1–4) acerca de un misterioso grupo que no haría, precisamente, las delicias de los catequistas. En un breve episodio bíblico—con ecos de las leyendas griegas sobre dioses que copulan con mujeres mortales—se dice que los “hijos de Dios”—cuya identidad no se especifica, aunque podrían ser ángeles—eligen esposa entre las hijas de los hombres.

Luego de observarlos durante un rato, Dios decide que eso no está bien y pone punto final a la aventura. También decide limitar el espectro de la vida humana a 120 años. El pasaje bíblico denomina “Nefilim” a los retoños de estos matrimonios entre ángeles y mortales, y los define como “valientes del tiempo antiguo, renombrados guerreros.” Mencionados sólo una vez más en las Escrituras hebreas, los Nefilim—cuya traducción literal es “los caídos”—tienen un destino confuso o contradictorio. Supuestos gigantes con poderes sobrehumanos—como el semidiós Hércules del mito griego—los Nefilim debieron ser arrastrados por el Diluvio que poco después inundó la Tierra. Pero, según el libro de los Números, todavía estaban en Canaán en la época de Moisés.

Los primeros teólogos consideraron a estos “hijos de Dios” y a sus vástagos, los Nefilim, como ángeles caídos responsables por el pecado del mundo. Pero los Nefilim presentan un carácter más bien ambiguo. O son “valientes del tiempo antiguo” o son el producto de una desagradable cópula entre dioses y mortales. Los mencionamos—junto con la decisión de Dios de limitar el espectro de la vida humana—porque reflejan la creciente impaciencia del Señor hacia su creación más molesta. Y esa impaciencia será la gota que colma el vaso.

VOCES BÍBLICAS

GÉN. 6.5–8

Viendo Dios que era mucha la maldad de los hombres en la Tierra, y que todos los pensamientos de sus corazones se dirigían continuamente al mal, le pesó haber creado al hombre en la Tierra. Y el dolor penetró Su corazón. Entonces dijo Dios: “Borraré de la faz de la Tierra a los hombres que he creado; a los hombres y a los animales y a las criaturas que se arrastran y a las aves del cielo, porque lamento haberlos creado.” Mas Noé halló gracia delante del Señor.

RESUMEN DE LA TRAMA: EL DILUVIO

El hombre se ha vuelto muy malo y Dios decide borrarlo del mapa. Solamente Noé y su familia, descendientes directos de Adán, merecen salvarse. Entonces, Dios le ordena construir una embarcación a Noé, un “arca” (de la palabra hebrea para “cofre” o “arcón”). Noé deberá llevar consigo sólo a su esposa, a sus tres hijos con sus respectivas esposas, y a parejas de todos los animales y las aves. Aquí es donde la historia del Arca se torna confusa y es posible advertir que alguien mezcló los relatos del Diluvio de J y P en una única narración que a veces resulta contradictoria. Uno de los relatos habla de parejas de todos los animales de la Tierra; el otro habla de siete parejas de animales limpios e inmundos y de siete parejas de cada especie de aves.

Se produce el Diluvio, no sólo por las intensas lluvias sino por las aguas que salen de las entrañas de la tierra, en una suerte de Creación invertida. El agua cubre la superficie de la tierra y mata todo y a todos, inocentes y culpables por igual. Llueve durante cuarenta días y cuarenta noches, pero el relato también dice que el agua cubrió la tierra durante ciento cincuenta días. Cuando las aguas se retiran, el arca queda encallada en “las montañas de Ararat.” Allí, Noé libera a las aves. El primero en ser liberado, un cuervo, no regresa. La segunda, una paloma, retorna porque no ha encontrado a nadie en la tierra. La paloma es liberada por segunda vez y vuelve con una rama de olivo: señal de que las aguas han comenzado a retirarse. La paloma es liberada por tercera vez y no regresa. Finalmente, Dios le dice a Noé que abandone el arca y ordena: “creced y multiplicaos sobre la tierra.” Noé, su señora esposa y sus hijos se disponen entonces a repoblar el mundo.

Noé levanta un altar y ofrece en holocausto a los animales y aves que ha salvado de la destrucción. Complacido por la actitud de Noé, dice Dios: “Nunca más maldeciré la tierra por las culpas de la humanidad, porque el corazón del hombre es malvado desde la juventud; jamás volveré a destruir a todas las criaturas vivientes como lo he hecho.”

Para sellar este pacto, o promesa, Dios traza un “arco” en el firmamento. Presumiblemente se trata de una explicación folclórica para la aparición del arcoiris después de la lluvia. Dentro de este nuevo pacto o acuerdo, Dios bendice a Noé, le impone un nuevo conjunto de leyes alimenticias—la carne entra en vigencia y desaparece el menú vegetariano exigido en páginas anteriores del Génesis—e instituye una nueva sanción contra el asesinato, porque el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios.

¿Noé siguió las indicaciones de los planos para construir el Arca?

En cierta ocasión, caminando por los Alpes, el célebre artista e inventor renacentista Leonardo da Vinci descubrió los restos fosilizados de criaturas marinas. Desconcertado por haberlos hallado en un lugar tan alto y alejado del océano, Leonardo no llegó a la explicación que acepta la ciencia moderna. Los Alpes alguna vez estuvieron bajo el nivel del mar y ascendieron cuando África chocó contra Europa durante el proceso de la catastrófica elevación de las cadenas montañosas. Sin embargo, en los tiempos de Leonardo circulaba una explicación más simple y perfectamente plausible para la mayoría de sus contemporáneos: los restos de criaturas marinas hallados en las montañas de Italia eran prueba irrefutable del Diluvio Universal que, según la Biblia, había inundado la tierra en el lejano pasado.

Casi todas las culturas antiguas tienen un diluvio. En la mayoría de los mitos, los dioses envían un diluvio catastrófico para destruir el mundo, pero un hombre bueno y su familia son salvados para que la raza humana pueda continuar purificada. Por ejemplo, un mito sumerio habla de un diluvio enviado por los dioses para acabar con la superpoblación del planeta. Otro relato sumerio narra la historia del rey Ziusudra, quien sobrevive al diluvio, ofrece sacrificios a los dioses, vuelve a poblar la tierra y es recompensado con la inmortalidad. Los griegos tenían la historia de Deucalión. Deucalión, hijo de Prometeo, era otro constructor de embarcaciones. Cuando Zeus, víctima de uno de sus frecuentes ataques de ira, inundó la tierra, Deucalión y su esposa Pirra se refugiaron en un arca que encalló en la cima del monte Olimpo. Deucalión repobló la tierra con piedras que representaban los “huesos” de la “Madre Tierra.” Pero, entre todos los mitos, el que más se parece a la historia de Noé es el de Gilgamesh. En esta epopeya babilónica, el héroe Utnapishtim sobrevive al diluvio construyendo una embarcación que finalmente encalla en el monte Nisir, en la misma región de las “montañas de Ararat” de Noé.

Estas similitudes sugieren que todos estos relatos de Oriente Medio compartían una tradición común, acaso el recuerdo de una catastrófica inundación provocada por el desborde de los ríos Tigris y Éufrates. Es fácil imaginar que estos pueblos—cuyo “mundo” era, ni más ni menos, la región que habitaban—pensaran que la inundación devastadora que los había afectado había destruido también el mundo entero. De hecho, la palabra hebrea para “tierra” en Génesis 6.17 también significa “territorio” o “país,” lo cual sería indicio de un diluvio mucho más acotado.

Generación tras generación, los arqueólogos han buscado evidencias de este Diluvio Universal. Cuando el pionero británico Leonard Wooley (1880–1960) estaba investigando las ruinas de la antigua ciudad de Ur, una de las más importantes de la región mesopotámica, encontró una capa de cieno con restos de civilización humana. Al principio se convenció de que eran evidencias físicas del Diluvio bíblico. Pero luego comprendió que la inundación de Ur había sido un fenómeno local, no internacional. Más tarde, escribió: “Una gran inundación (o una serie de inundaciones) en el valle del Tigris y del Éufrates cubrió las tierras habitables entre las montañas y el desierto; para la gente que vivía allí esas tierras eran, sin lugar a dudas, el mundo.” Más tarde se estableció una fecha demasiado reciente en la historia humana para haberse tratado del Diluvio bíblico. Los investigadores que siguen los pasos de Wooley han encontrado desde entonces evidencias de numerosas inundaciones en distintos sectores de Irak, algunas de las cuales indican una destrucción extensiva. Por supuesto que a pesar de las extravagantes declaraciones y anuncios realizados por numerosos arqueólogos durante el siglo pasado, nadie ha descubierto evidencias de una inundación capaz de abarcar toda la superficie terrestre.

Durante siglos la humanidad ha buscado los restos del Arca de Noé, el emplazamiento del Jardín del Edén y otros tópicos de orden fantástico que atraen la atención de la prensa poco seria. A diferencia de otros lugares y objetos bíblicos—cuya localización o aspecto es un misterio—el arca vino acompañada por el Libro de Instrucciones de Dios, una guía escueta aunque sumamente instructiva. Todos aquellos padres que hayan debido lidiar con las infinitas partes de una bicicleta en el cumpleaños de sus hijos comprenderán las dificultades de Noé.

Dios se limitó a darle las dimensiones básicas: 300 codos de largo, 50 codos de ancho, 30 codos de alto. Un codo equivale a aproximadamente 45 centímetros. Por lo tanto, las medidas aproximadas del arca fueron: 140 metros de largo por 22 metros de ancho por 12 metros de alto. En otras palabras, era una caja muy grande, el equivalente de una cancha y media de béisbol. Dios le dijo a Noé que la hiciera de “madera de topo” (en algunas versiones), madera que no vuelve a ser mencionada en la Biblia y que luego se tradujo como “ciprés.” La madera debía ser cubierta con brea, otra similitud con la embarcación de la epopeya de Gilgamesh. El Arca debía tener tres cubiertas, una puerta y un techo. Aparte de las dimensiones y estas escasas indicaciones, el Libro de Instrucciones de Dios era más bien impreciso. Por lo pronto, no especifica las medidas del techo. ¿Era parcial? ¿O completo? Tampoco menciona ventanas, aunque había algunas.

A pesar de sus ostensibles dimensiones, el Arca de Noé jamás fue encontrada. Nadie halló tampoco el Jardín del Edén. Tal vez Noé convirtió el Arca en leña porque, debido al Diluvio, no había madera seca en los alrededores. Durante mucho tiempo, la búsqueda del Arca se concentró en el Monte Ararat, aunque el Génesis señala específicamente que el Arca de Noé encalló en “las montañas de Ararat.” ¿Y dónde están, exactamente, esas montañas? “Las montañas de Ararat” se encuentran en la región que rodea el lago Van en la actual Turquía, a mitad de camino entre el Mar Caspio y el Mar Negro, al norte de la frontera de Turquía y la ex república soviética de Azerbaijan.

Más allá de su posibilidad histórica, la leyenda de Noé funciona como segundo relato simbólico de la Creación. Dios quiere reparar su error y decide volver a empezar. No es un retrato demasiado consolador de Dios. Este Dios del Diluvio está devorado por la impaciencia, es testarudo e incapaz de perdonar. Aparte de Noé—definido como un hombre “justo”—y su familia, aparentemente no hay nadie en toda la Creación que merezca la pena salvar. Los inocentes, animales incluidos, perecen con los culpables.

El lenguaje y las imágenes del relato del Diluvio recuerdan la primera Creación bíblica. El diluvio sugiere incluso el proceso inverso de la primera Creación, cuando la tierra fue creada de las profundidades informes. Entonces, cuando las aguas retroceden…no sabemos qué pasó con todos esos ahogados, pero seguramente no habrá sido agradable de ver. Dios les dice a Noé y a los suyos: “Creced y multiplicaos.” La misma frase que escuchó su ancestro Adán.

¿Acaso fue Noé el primer borracho?

Las cosas no son perfectas en esta nueva Creación una vez que Noé y sus vástagos bajan del Arca, especialmente cuando “el fruto de la vid” hace su primera aparición bíblica. Noé se convierte así en el primer hombre que planta una viña, inventa el vino y, acto seguido, descubre el estado de ebriedad vulgarmente conocido como “borrachera.” Mientras Noé yace en su tienda, ebrio y desnudo, su hijo Cam entra accidentalmente y ve “las vergüenzas” de su padre. Corre a contarles lo que vio a sus hermanos Sem y Jafet, y éstos cubren discretamente a su padre sin mirarlo. Cuando Noé descubre que Cam lo ha visto “en su traje de Adán,” se enfurece. Sin explicar por qué todo es tan terrible y ominoso, maldice a su hijo. Pero el relato se torna confuso en esta parte porque Noé maldice a Canaán, el hijo de Cam, y no al verdadero culpable.

“Maldito sea Canaán,

esclavo será de los esclavos de sus hermanos.”

Prosigue Noé:

“Dios mi Señor bendiga a Sem,

y haga que Canaán sea su esclavo.”

    (Gén. 9.25–26)

Esta confusión tuvo consecuencias espantosas y perdurables. La moraleja del relato debe de haber sido absolutamente clara para los antiguos israelitas. Ellos estaban destinados a gobernar a los descendientes de Canaán, el pueblo que moraba en la Tierra Prometida. Dado que los cananeos eran célebres por sus lascivas prácticas sexuales—sumamente ofensivas a los ojos de los israelitas—el hecho de que Cam viera a su padre desnudo—algunas interpretaciones sugieren incluso una tendencia homosexual en el hijo de Noé—fue inmediatamente asociado con la sexualidad depravada de los cananeos. En el Levítico, la frase “descubrir la desnudez” es un eufemismo para las relaciones sexuales.

Pero el verdadero impacto histórico de este pasaje estuvo dado por su posterior interpretación, en Estados Unidos, en los siglos XVII y XVIII. En busca de un justificativo moral para la esclavitud, los esclavistas norteamericanos tomaron estos versículos bíblicos a manera de sanción divina de la “Institución Peculiar.” Argumentaron—incorrectamente—que Cam no sólo era ancestro de Canaán sino también de Egipto, Cus y Put. Éstas eran las llamadas tribus “meridionales” que incluía África. En tanto “hijos de Cam,” los africanos estaban destinados a ser esclavos, un punto de vista que caritativamente definiremos como descabellado. No obstante, fue ampliamente aceptado en Inglaterra y Estados Unidos hasta bien entrado el siglo XVIII, cuando algunos grupos cristianos comenzaron a condenar el esclavismo como un gravísimo pecado. Los esclavistas también citaban otras partes de la Biblia, aunque excluían deliberadamente aquellas referidas a las leyes israelitas de esclavitud y la liberación de los esclavos que conseguían escapar.

Fue un momento crucial para Estados Unidos. Por primera vez, la Biblia daba argumentos para ambos bandos en litigio. La disputa, finalmente resuelta por la Guerra de Secesión, produjo cismas profundos y dolorosos en varias iglesias norteamericanas, incluidos los Baptistas. (En 1994, la Convención Baptista del Sur emitió una disculpa formal por el “pecado de la esclavitud.”) Fue un tremendo golpe para la autoridad de la Biblia en Estados Unidos.

Los otros dos hijos de Noé recibieron grandes bendiciones y el linaje iniciado por Sem eventualmente culminó en el patriarca Abram. Del nombre Sem deriva la palabra “semita,” que se aplica a todos los grupos descendientes de Sem, árabes y judíos por igual.

VOCES BÍBLICAS

GÉN. 11.3–4

Y se dijeron unos a otros: “Venid, hagamos ladrillos, y cozámolos al fuego.” Y usaron ladrillos en lugar de piedras, y betún en vez de argamasa. Después dijeron: “Vamos a edificar una ciudad, una torre cuya punta llegue hasta el cielo; haremos célebre nuestro nombre antes de esparcirnos por toda la tierra.”

RESUMEN DE LA TRAMA: LA TORRE DE BABEL

Los hombres migran “desde el este” y se establecen en la planicie, en la tierra de Sennaar. Todos hablan el mismo idioma y deciden construir una torre que los glorifique. Dios baja a echar un vistazo y no le gusta verlos construyendo su camino al cielo. Sintiéndose amenazado, confunde la lengua, de modo tal que los constructores de la torre no puedan entenderse unos a otros. Por si acaso, Dios esparce a los hombres sobre la faz de la tierra y ellos abandonan la construcción de la torre—o ciudad—que a partir de entonces es llamada Babel.

¿Balbuceaban en Babilonia?

Hay varios puntos obvios de interés en este breve aunque famoso relato acerca del hombre que intenta superar sus límites terrenales. En primer lugar, proporciona una explicación mitológica para los numerosos idiomas que habla la humanidad. En segundo lugar, en cierta manera explica la existencia de las enormes torres halladas en el antiguo Oriente Medio. Estas torres escalonadas hechas de ladrillos cocidos al sol, llamadas ziggurats por la antigua palabra acadia para “alto,” estaban esparcidas por toda la Mesopotamia. En cuanto a la referencia histórica, “la planicie de Sennaar” mencionada en el Génesis es la llanura situada entre los ríos Tigris y Éufrates, la antigua Mesopotamia (del griego, “entre los ríos”). Actualmente, la región pertenece al sur de Irak.

Esta área formaba parte de la “Media Luna Fértil” que figura en los libros de historia: el arco de tierra que se extendía desde Egipto, a lo largo de la costa mediterránea de Líbano e Israel, hasta Siria e Irak. Bañada por sistemas fluviales clave—el Nilo en Egipto, y el Tigris y el Éufrates en la Mesopotamia—dio origen a gran parte de lo que el mundo occidental llama civilización e historia. Se cree que la rueda se utilizó por primera vez en la antigua Mesopotamia, entre los sumerios, aproximadamente en el año 6000 AEC. Hacia el año 5000 AEC se comenzaron a edificar las primeras ciudades y se inició la cría de ganado. Los pobladores cooperaron con los proyectos de irrigación, tal como lo hicieron sus contemporáneos en las orillas del Nilo. Durante los siguientes 1,500 años, los sumerios utilizaron el arado, drenaron pantanos e irrigaron el desierto para extender sus áreas de cultivo. Este aumento en la eficiencia de la agricultura provocó la aparición de la primera “clase ociosa,” lo que permitió el progreso de los sacerdotes, artesanos, eruditos y mercaderes. Hacia el año 3500 AEC, los sumerios trabajaban el bronce y habían desarrollado un sistema sexagesimal—basado en la cifra 60, razón por la cual una hora tiene (aún hoy) sesenta minutos—y un alfabeto escrito. Los mitos y la historia sumerios ejercieron una inconfundible influencia sobre las primeras partes del Génesis, y la “Lista del Rey Sumerio” tiene un asombroso parecido con las genealogías bíblicas de Set y Caín.

Las torres—muy similares a las pirámides escalonadas de México y América Central—estaban coronadas por un santuario. Los primeros ziggurats datan del año 2100 AEC y denotan la posible influencia de las pirámides egipcias, construidas varios siglos atrás. El más grande de estos ziggurats—una pirámide de siete pisos construida en el año 1900 AEC aproximadamente—se encontraba en la ciudad de Babilonia.

La historia de la Torre de Babel fue muy significativa para los antiguos israelitas ya que les proporcionó una explicación del nombre de la ciudad de Babilonia, que en sumerio quería decir “puerta de los dioses” y en hebreo estaba relacionado con la palabra “confundir.” En otras palabras, el autor de esa parte del Génesis se valió de un juego verbal para menospreciar al pueblo que luego capturó a los israelitas y los mantuvo cautivos en la legendaria Babilonia.

En otro contexto, el relato describe—nuevamente—a los hombres intentando “ser dioses” y a Dios sumamente descontento ante la sola idea. Pero no sólo el Dios de los israelitas se oponía a esta idea, sino también otros dioses de numerosas y diversas mitologías. En otras palabras, acaso sea parte de la naturaleza humana anhelar el cielo…ya sea construyendo torres en el desierto, rascacielos en la ciudad o enviando cohetes a la Luna.

VOCES BÍBLICAS

GÉN. 12.1–3

Y dijo el Señor a Abram: “Sal de tu tierra, de tu familia y de la casa de tu padre, y ven a la tierra que te mostraré. Y Yo haré de ti una gran nación, y te bendeciré, y ensalzaré tu nombre. Y tú serás una bendición: y bendeciré a los que te bendigan, y maldeciré al que te maldiga. En ti serán benditas todas las familias de la tierra.”

RESUMEN DE LA TRAMA: LA VOCACIÓN DE ABRAM Y SUS VIAJES

Hijo de Tare nacido en Ur—descendiente directo de Noé—Abram también descendía de Adán. Primer patriarca de árabes y judíos por igual, Abram—Dios posteriormente cambiará su nombre por el de Abram—tenía un hermano llamado Haran (nombre que también correspondía a una ciudad situada en el noroeste de la Mesopotamia, en la actual Siria). Haran murió, pero dejó un hijo llamado Lot, naturalmente sobrino de Abram. La mujer, y media hermana, de Abram era Sarai. Tare llevó a su hijo Abram, a Sarai y a Lot a Haran (aquí se produce una pequeña confusión porque el nombre del lugar es el mismo que el del hermano muerto de Abram).

Apenas llegan a Haran, Dios ordena a Abram que se dirija a la cercana Canaán, tierra que promete a Abram y a su descendencia. Una vez en Canaán, Abram levanta dos altares e “invoca el nombre del Señor.” Luego se desata una hambruna y Abram se traslada a Egipto, pero teme que el faraón lo mate para quedarse con su esposa, la bellísima Sarai.

Para salvar su vida, Abram le ordena a Sarai que finja ser su hermana. Sarai es llevada al palacio del faraón en calidad de concubina y Abram prospera. Pero Dios envía una plaga contra el faraón y, cuando éste descubre el engaño de Abram, le ordena abandonar Egipto. De regreso en Canaán, Abram, y Lot deciden separarse. Abram le permite elegir primero a Lot y éste escoge una planicie cercana a la ciudad de Sodoma. Abram se dirige a la tierra de Canaán, donde Dios le dice nuevamente: “Multiplicaré tu descendencia como el polvo de la tierra; aquel que pueda contar los granos del polvo de la tierra, también podrá contar a tus descendientes.”

Cuando cuatro reyes de Oriente declaran la guerra contra Sodoma y toman a Lot como rehén, Abram envía un pequeño ejército a rescatar a su sobrino. Abram—identificado por primera vez como “el hebreo”—derrota a los cuatro reyes y entrega la décima parte del botín al rey Melquisedec, quien es también el sumo sacerdote del culto cananeo El Elyon—el Dios Más Alto—en Salem, lugar que posteriormente será llamado Jerusalén.

¿De dónde provenía Abram?

Si un hombre entrega su esposa a otro hombre para salvar su propio pellejo, lo consideramos un cobarde. Si se acuesta con la sirvienta de su esposa para engendrar un hijo, lo llamamos cerdo. Si luego expulsa a su hijo y a la sirvienta de la casa, lo llamamos mal padre. Y si ese mismo hombre amenaza con matar a su hijo y dice: “Dios me ordenó hacerlo,” la mayoría de la gente coincidirá en que es menester encerrarlo, aun cuando no haya llegado a cometer lo impensable. Pero el patriarca bíblico Abram hace todas estas cosas y es considerado uno de los héroes de la fe por sus actos.

Reverenciado como el “Padre de todas las naciones” por judíos, árabes y cristianos, Abram es el perfecto ejemplo de un hecho poco grato: los héroes bíblicos no siempre eran heroicos, y ni siquiera buenos tipos. De hecho, algunos de ellos eran personajes absolutamente patéticos. Pero, en todos los casos, fueron elegidos por Dios para recibir un tratamiento especial y enfrentar con frecuencia pruebas morales extremas.

Abram es también el primer personaje bíblico posible de ser vinculado, aunque de manera remota y especulativa, a la historia de la humanidad. Esto no equivale a decir que sabemos que existió un hombre llamado Abram. No hay pruebas específicas de su existencia fuera de la Biblia. Pero su llegada a la escena del Génesis marca la aparición de las primeras pistas que indican que el mundo bíblico en el que supuestamente vivió era en realidad el mundo que la historia reconoce.

El lugar de nacimiento de Abram es cuestionable. Según la Biblia, había nacido en Ur, por entonces una importante ciudad en el sur de la Mesopotamia. Pero el Génesis también dice que era de Haran, otra ciudad clave comunicada con Ur por antiguas rutas comerciales. Una explicación posible: Abram nació en Haran y luego se trasladó a Ur. Por otra parte, el eminente estudioso de la Biblia Cyrus Gordon sostiene que Abram era oriundo de Urfa, en el norte de la Mesopotamia, y no de Ur. La fecha del viaje de Abram también es tema de especulaciones y desacuerdos entre los eruditos. Gordon la establece cerca del año 1385 AEC. Tradicionalmente se creía que Abram había vivido entre los años 2000 y 175 AEC. Sus viajes corresponden a rutas migratorias y comerciales muy usadas antes de que Ur fuera conquistada y abandonada en el año 1740 AEC. Otro problema a resolver es la mención de unos camellos entregados a Abram. Los camellos no fueron domesticados hasta el siglo XIV AEC. Otra confusión: el Génesis habla de “Ur de los caldeos.” Los caldeos entraron en la escena mesopotámica mucho tiempo después y conquistaron Jerusalén en el año 612 AEC, expulsando al pueblo de esa ciudad al exilio en Babilonia. Algunos estudiosos sostienen que Abram vivió en esta época tardía, pero lo más probable es que el escriba que copiaba las Escrituras haya utilizado la frase “Ur de los caldeos” para impactar a los lectores judíos que habían sufrido el Exilio a manos de los conquistadores caldeos.

Las corrientes más aceptadas sostienen que Abram vivió en el segundo milenio AEC. Las tablillas de piedra de ese período demuestran que “Ibrahim” era un nombre común. En ese caso, Abram habría sido contemporáneo de Hammurabi, uno de los reyes más famosos de Babilonia. Por supuesto que llegar a esta conclusión equivale a encontrar un “John Smith” en la guía telefónica de Manhattan y suponer que es el mismo “John Smith” que gobernó Virginia en la época colonial.

En tanto Abram existe sólo en la fe—o en la leyenda—Hammurabi (o Hammurapi) es un poco más fácil de rastrear. Amorita (“occidental”) cuya familia se trasladó a Sumer después del año 2000 AEC, Hammurabi conquistó varias ciudades sumerias y fundó un pequeño imperio. Así se convirtió en el primer rey en elevar a Babilonia al estatus de gran potencia. Algunos estudiosos conjeturan que Hammurabi—rey de Babilonia entre los años 1792 y 1750 AEC, aunque otros eruditos fechan su reinado entre los años 1706 y 1662 AEC—podría ser el misterioso rey Amrafel, rey de Sennaar, mencionado en Génesis 14. No obstante, no hay evidencias que justifiquen esta suposición.

Hammurabi es universalmente recordado por su código, escrito hacia el final de su reinado sobre tablillas de arcilla y estelas de piedra. Estas leyes—entregadas a Hammurabi por el dios sol Shamash y derivadas de antiguas leyes sumerias—resultan severas para los estándares modernos ya que proponen la pena de muerte para una variedad de ofensas, entre ellas el secuestro y ciertas clases de robo. El código también abarcaba las regulaciones del tránsito por el río Éufrates y los derechos de los veteranos. Estos códigos escritos representaron un importante avance para la civilización humana y permitieron pasar de un estado de violencia primitiva y venganza arbitraria a una forma de justicia que incluía la protección de los miembros más débiles de la sociedad: mujeres, niños, pobres, y esclavos. Hay claros paralelismos—e igualmente claras diferencias—entre el código de Hammurabi y las Tablas de la Ley que Dios entrega a Moisés en el monte Sinaí (véase Éxodo). La idea de “ojo por ojo” figura en el código de Hammurabi y en el Éxodo, y hay también otras similitudes respecto a los daños causados por los animales de un agricultor.

Pero existe una diferencia sustancial entre estos dos cuerpos de leyes. A diferencia de lo que ocurre con el Arca de la Alianza que contenía los Diez Mandamientos—imposible de encontrar a pesar de Indiana Jones y los Buscadores del Arca Perdida—podemos “ver” las leyes de Hammurabi tal como fueron inscritas. A comienzos de este siglo un grupo de arqueólogos franceses descubrió un ejemplar del código, tallado en un bloque de piedra, en la antigua ciudad de Susa (la actual Shush, en Irán, próxima a la frontera con Irak). Se encuentra en exhibición permanente en el Museo del Louvre, en París.

RESUMEN DE LA TRAMA: ABRAM, SARAI Y AGAR

Como le han prometido reiteradamente que fundará “una gran nación,” Abram empieza a preocuparse…y a envejecer. Cuando considera la posibilidad de convertir a uno de sus esclavos en su heredero, su esposa Sarai le sugiere que tome como concubina a Agar, su esclava egipcia. Si tiene hijos con ella, serán de Sarai. Numerosas tablillas de arcilla encontradas en Oriente Medio confirman que esta idea habría sido normalmente aceptada en aquella época.

Pero el relato adquiere una maravillosa calidad humana cuando la estéril Sarai siente celos de la fecunda Agar y la maltrata. Agar escapa al desierto, donde Dios le promete que su hijo también tendrá una numerosa descendencia. Convencida, Agar regresa y da a luz al primer hijo de Abram: Ismael (“Dios oye”). En la tradición musulmana, los árabes atribuyen su origen a los “ismaelitas,” tribus Beduinas del desierto meridional. Éste es el antiguo vínculo entre árabes y judíos a través de Abram.

Pero Dios le promete otro hijo al incrédulo Abram, ya de noventa y nueve años, y a su esposa Sarai, de noventa. Dios le dice a Abram (“exaltado ancestro”) que a partir de entonces su nombre será Abram (“ancestro de multitudes”), le promete todo el territorio de Canaán y le pide que selle el acuerdo circuncidando a todos los varones. Abram accede y todos los varones adultos, incluido su hijo Ismael de trece años, son circuncidados. La remoción ritual de la piel del prepucio no es una práctica exclusiva de los descendientes de Abram. Es común a muchos pueblos africanos, sudamericanos y del Oriente Medio, entre ellos los egipcios.

Sarai se ríe ante la sola idea, a todas luces ridícula, de concebir un hijo a su edad. Dios también le otorga un nuevo nombre: Sara (ambos quieren decir “princesa”). Más tarde, Sara da a luz a Isaac (“el que ríe”), quien se convertirá en el heredero de Abram. Una vez más, Agar se ve obligada a huir de los celos de Sara y, nuevamente, Dios le promete que Ismael fundará una nación. Abandonada sin agua en el desierto, suplica no ver morir a su hijo. Se le aparece un ángel—palabra derivada de la voz griega para “mensajero”—y comienza a fluir el agua de una fuente.

VOCES BÍBLICAS

GÉN. 18.23–25

Entonces se acercó Abram y dijo: “¿Por ventura destruirás al justo con el impío? Si se hallaren cincuenta justos en aquella ciudad, ¿han de perecer ellos también? ¿Y no perdonarás a todos por los cincuenta justos que en ella se hallaren? Lejos de ti tal cosa, que tú mates al justo con el impío, y que sea aquél tratado como éste. Eso no es propio de ti. ¿Aquel que es Juez de toda la tierra no ha de hacer lo que es justo?”

RESUMEN DE LA TRAMA: SODOMA Y GOMORRA

Una vez más la humanidad se ha entregado al mal, especialmente en esa célebre ciudad bíblica, Sodoma, donde eligió afincarse Lot, el sobrino de Abram. Dios mira hacia abajo y, nuevamente, no le gusta lo que ve. El mal está en todas partes, notablemente bajo la forma de una depravación sexual no especificada. Por esta razón ciertos delitos sexuales se siguen definiendo, aún hoy, mediante el ubicuo término “sodomía.” Una vez más, Dios decide deshacerse de por lo menos algunas de sus más conflictivas creaciones. (Recordemos que le había prometido a Noé no volver a destruir a la humanidad en su conjunto.)

Pero antes de que Dios inicie su mortífera tarea, Abram hace un trato con Él y lo persuade de no destruir a los inocentes junto con los culpables. Abram regatea con Dios y negocia la salvación de la ciudad a cambio de presentarle cincuenta hombres justos, luego cuarenta y cinco, luego cuarenta, luego treinta, y por último veinte. Finalmente, el Señor accede a no destruir Sodoma si Abram logra reunir diez hombres justos.

Aparentemente, los justos no son tan fáciles de encontrar. Dos ángeles con forma humana—enviados para advertir a Lot del luctuoso destino de Sodoma—son bienvenidos, alimentados, y albergados en la casa del sobrino de Abram, según la mejor tradición antigua de la hospitalidad. Pero una desatada y lujuriosa turba masculina—“todos, hasta el último hombre de Sodoma”—le exige a Lot que entregue a esos “extranjeros” para poder “conocerlos.” Obviamente, no se trata de una multitud inofensiva que desea iniciar una amistad. Ante la posibilidad de entregar a sus huéspedes a una pandilla de violadores homosexuales, Lot se niega…y llega al extremo de ofrecer a sus dos hijas vírgenes a la turba enloquecida. Evidentemente considera que sus deberes de anfitrión son más importantes que su deber de padre. La turba enfurecida insiste y Lot vuelve a entrar en su casa a empujones.

Los ángeles le dicen a Lot que se lleve a su familia. Sodoma será destruida. Los futuros yernos de Lot no les creen y se niegan a irse. El propio Lot no parece muy decidido, de modo que los ángeles lo guían—junto con su esposa y sus dos hijas—hacia las puertas de la ciudad. Sodoma y la vecina Gomorra—cuyas perversiones específicas jamás son consignadas, curiosamente—son destruidas. En medio de la huida, la mujer de Lot ignora la prohibición de mirar atrás. Mientras una lluvia de fuego y azufre cae sobre las malvadas Ciudades Gemelas, la desobediente es convertida en estatua de sal.

Lo que no se enseña en la catequesis es que las hijas huérfanas de madre de Lot tuvieron que enfrentar un grave problema: con todos los hombres de Sodoma reducidos a humo y cenizas, ¿cómo hacer para conseguir marido? Muy fácil: emborrachan a su padre y, una por vez, “yacen” con él. Ambas quedan embarazadas y dan a luz hijos varones.

¿Por qué la mujer de Lot se convirtió en estatua de sal?

La historia de Sodoma y Gomorra siempre ha sido presentada, desde un punto de vista moral, como la destrucción del mal por obra de Dios. Pero el relato tiene un subtexto más poderoso, relacionado con el pecado al que se vincula el nombre de Sodoma. Debido a ello, la destrucción de la perversa ciudad siempre ha sido—y continúa siendo—citada como una de las justificaciones bíblicas básicas contra la homosexualidad.

Todos los hombres de Sodoma amenazan con violar en pandilla a los ángeles mensajeros de Dios que han ido a la casa de Lot. Finalmente, la ciudad es destruida. Este episodio ha sido visto durante mucho tiempo como una condena directa contra la homosexualidad, conducta sexual por lo demás condenada en otras secciones de las Escrituras hebreas y cristianas. Aunque muchos estudiosos contemporáneos de la Biblia sostienen que el acto homosexual no es el verdadero punto de conflicto en el caso de Sodoma, es casi imposible no admitir que los antiguos israelitas consideraban a la homosexualidad una “abominación,” aun cuando fuera aceptada en otras culturas vecinas. Esto podría explicarse por la sacralidad de la procreación entre los antiguos israelitas: la actividad sexual que no producía retoños era, por consiguiente, un pecado.

En cuanto a las hijas incestuosas de Lot, cada una tiene un hijo varón. El primero es llamado Moab y será el ancestro de los moabitas, una tribu vecina de Israel. El otro es Ben-Ammi o Ammon, ancestro de los amonitas, otra tribu vecina. Para los israelitas, esta historia—adaptada de un antiguo relato del folclore cananeo—explica burlonamente el origen de dos tribus vecinas. También establece que estas tribus no descendían de Adán y, por ende, no tenían derecho a reclamar la Tierra Prometida.

Los restos de las Ciudades Gemelas del Pecado no han sido encontrados. El mito cuenta que yacen enterradas bajo el Mar Muerto. Más allá de sus connotaciones morales, el relato explica dos fenómenos locales. La región del Mar Muerto es rica en brea, supuestamente dejada por la estela de la destructiva lluvia “de fuego y azufre” que cayó del cielo. Los egipcios utilizaban brea en el proceso de momificación, y la palabra egipcia para brea es “momiya,” de la que deriva “momia.” También se usaba para “embrear” las casas y era parte fundamental de la actividad comercial de la época y el área.

Pero el Dr. Charles Pellegrino intenta una especulación poco ortodoxa aunque fascinante en su libro Return to Sodom and Gomorrah. Pellegrino—una suerte de “chico malo” de la ciencia que ha diseñado cohetes, probado el naufragio del Titanic con el Dr. Robert Ballard, y en cierta ocasión escribió un artículo sobre clonación de dinosaurios que inspiró la película Parque Jurásico—disfruta desafiando a la sabiduría científica convencional. En su libro sugiere que la historia de Sodoma, como muchos otros relatos iniciales del Génesis, es una adaptación de fuentes babilónicas. Señala que los nombres originales de las ciudades—traducidos al griego como “Sodoma” y “Gomorra”—eran Siddim (o Sedom) y Amora—nombres mesopotámicos—y que los reyes guerreros que atacaron Sodoma y fueron derrotados por Abram eran oriundos de Sennaar, en la zona del Tigris y el Éufrates. Pellegrino concluye que “Sodoma, si existió, existió en o cerca de Irak.” (Return…, p. 180.)

La historia de la mujer de Lot es otra versión de un tema mítico bastante común: alguien es castigado por desobedecer la orden o el mandato divino. En la mitología griega, por ejemplo, Orfeo baja al mundo subterráneo para recuperar a su amada esposa Eurídice. Cuando están saliendo, ignora la prohibición de mirar atrás y pierde a su esposa para siempre. En el caso de la mujer de Lot, el relato antiguo explica las peculiares formaciones salitrosas que rodean el Mar Muerto (que en realidad no es un mar, sino un lago).

RESUMEN DE LA TRAMA: EL SACRIFICIO DE ISAAC

Luego de esperar cien años por el hijo y heredero que Dios le había prometido, Abram recibe la orden divina de ofrecerlo en sacrificio. El Profeta jamás cuestiona esta orden en las Escrituras. Simplemente hace lo que le dicen: obedece ciegamente a un Dios que le manda matar a su hijo adorado. Incluso cuando el niño le pregunta dónde está el cordero del sacrificio, Abram responde secamente: “Dios proveerá el cordero.”

Recién cuando Abram ata al niño, lo tiende en el altar y levanta el cuchillo para hundirlo en su carne…un ángel lo detiene. Abram recibe la noticia de que ha pasado la prueba: él sí “teme” a Dios. Un carnero sustituye al niño en el altar.

¿Abram realmente lo hubiera hecho?

La historia del sacrificio de Isaac a manos de su padre es uno de los momentos centrales de la Biblia. Pero obliga a plantear una serie de preguntas perturbadoras. ¿Es aceptable esa clase de devoción u obediencia al mandato divino? ¿Abram realmente estaba dispuesto a hacerlo? ¿Y qué clase de Dios le pide a un padre que sacrifique a su hijo, aunque sólo sea para ponerlo a prueba? En opinión de muchas personas, se trata de una prueba de fe innecesariamente cruel.

En el relato, Abram no hace absolutamente nada que indique que haya tenido la menor sospecha acerca de esta exigencia divina. No pone en defender a su hijo el mismo énfasis que empleó con los ciudadanos de Sodoma…unos perfectos extraños. Sara también guarda silencio en este episodio. ¿Intentó detener a su esposo? ¿Sabía lo que éste se disponía a hacer? ¿Una madre hubiera hecho lo que hizo Abram? Tampoco sabemos qué piensa Isaac ahí tendido con un cuchillo apuntado hacia su cuerpo. Todas estas preguntas, sumamente interesantes, permanecen en el reino de la especulación.

Por supuesto que la realidad de este hecho también es pura especulación, tal como la misma existencia de Abram como persona de carne y hueso, no como personaje mítico. Tal vez este episodio haya sido otra leyenda destinada a demostrar lo que es la fe inquebrantable y que Dios no se había equivocado al elegir a Abram como padre fundador del “Pueblo elegido.”

Pero esta historia tiene otra faceta que generalmente no se discute en la catequesis. En aquella época todavía se ofrecían sacrificios humanos en el marco de algunos cultos y religiones de Oriente Medio. De hecho, la ley hebrea establecía que el primer vástago de humanos y animales fuera ofrendado a Dios. El sacrificio abortado de Isaac ha sido interpretado como un momento simbólico, en el que Dios rechaza el sacrificio humano. Desafortunadamente, esta práctica no terminó con Abram. Tal como lo demuestra la historia del antiguo Israel, la práctica del sacrificio humano persistió en Jerusalén durante siglos.

El episodio despierta otra duda. Cuando Dios detiene la mano de Abram, el pasaje bíblico dice que Abram “teme” a Dios. ¿Qué es entonces “el temor de Dios,” expresión comúnmente empleada hasta nuestros días, en el contexto de la Biblia? La palabra hebrea para “temor” puede entenderse de dos maneras. Ocasionalmente aludía al temor en su sentido más lato: la perturbadora sensación psicológica de tener miedo. Pero muy a menudo el “temor” bíblico significaba pavor o reverencia hacia alguien de posición exaltada. En otras palabras, Abram no necesariamente “tuvo miedo” de Dios; más bien, le ofreció su más profundo respeto.

VOCES BÍBLICAS

GÉN. 24.1–5

Viéndose Abram ya viejo, y de edad muy avanzada, y viendo que el Señor lo había bendecido en todas las cosas, dijo al sirviente más antiguo de su casa, quien estaba a cargo de todo lo que tenía: “Pon tu mano debajo de mi muslo y te haré jurar por el Señor, Dios del cielo y la tierra, que no casarás a mi hijo con las hijas de los cananeos, entre los cuales habito, sino que irás a mi tierra, a mi familia, y de allí traerás una esposa para mi hijo Isaac.”

RESUMEN DE LA TRAMA: ISAAC Y REBECA

Cuando Sara muere a los 127 años, Abram la entierra en una cueva en Hebrón. Llamativamente, compra la tierra a los pobladores locales, los hititas, aunque los versículos bíblicos explican de manera exhaustiva las grandes medidas que tomó Abram para poder efectuar un reclamo legal sobre las mismas. Éste es un pasaje crucial: la primera compraventa de bienes raíces de que se tenga registro, considerada como la confirmación legal de la posesión de una tierra prometida previamente por Dios. En otras palabras, una cosa es la palabra de Dios y otra, muy distinta, son las cuestiones legales.

Abram también se da cuenta de que su hijo Isaac debería tener una esposa, pero no quiere una mujer de Canaán (otra embestida del autor del Génesis contra los cananeos). En una de las narraciones más largas del Génesis, Abram envía a su sirviente de regreso a su tierra natal. En Nacor, cerca de Haran, el sirviente encuentra una hermosa joven junto a un pozo. Nuevamente, los nombres de las personas y los lugares se confunden. Nacor es el nombre de la ciudad, pero también el de un hermano de Abram. La joven le ofrece agua y el sirviente lo considera una señal divina: ella será la esposa de Isaac. Ella es Rebeca, hija de Batuel, el sobrino de Abram. El sirviente de Abram es recibido en la casa por Laban, el hermano mayor de Rebeca, y luego de una complicada negociación, cierran el trato que convertirá a Rebeca en la esposa de Isaac.

Tras la muerte de Sara, el anciano Abram decide que todavía está en forma. Toma una nueva esposa, Cetura, que le da seis hijos. Éstos son los ancestros de otras tribus arábicas, entre ellas los madianitas, que más tarde aparecerán en la historia de Moisés. Cuando Abram muere a los 175 años, es enterrado junto a Sara en la cueva que había comprado en Hebrón. A la muerte de Abram le sigue otra genealogía, la de los hijos de Ismael, quienes también tuvieron doce hijos que luego se organizaron en doce tribus.

Como antes hizo con Abram, Dios promete a Isaac la tierra y numerosos descendientes. Pero el joven heredero también se parece a su padre en otro aspecto. Nuevamente hay una hambruna y Dios le dice a Isaac que vaya a la tierra del rey Abimelec, con quien Abram había disputado en el pasado. En un relato especular de la mentira de Abram al faraón, Isaac proclama que la deseable Rebeca es su hermana porque teme que lo asesinen para apoderarse de ella. Cuando el rey Abimelec sorprende a Isaac acariciando a Rebeca en un campo, exclama: “¡De modo que es tu esposa! ¿Por qué dijiste entonces: ‘Es mi hermana’?” Abimelec ordena que dejen en paz a Isaac, quien prospera notablemente. En un episodio anterior, Abimelec es identificado como “el rey de los filisteos,” tribu que desempeñará un papel prominente en la historia de Israel. Éste es otro ejemplo de error cronológico en el que suelen incurrir los autores del Génesis. Los filisteos formaron parte de la invasión de los “pueblos marinos” e ingresaron en gran número en la región a partir del año 1200 AEC, mucho después de que los acontecimientos mencionados tuvieran lugar.

RESUMEN DE LA TRAMA: JACOB Y ESAÚ

Como la madre de Isaac, la bella Rebeca también es estéril. No obstante, concibe y da a luz gemelos gracias a las súplicas de Isaac a Dios. El primero en nacer es Esaú (“rojo”); el segundo, que nace aferrando el tobillo de su hermano mayor, es Jacob (“el que toma del tobillo” o “el que suplanta”). El tema mítico de los gemelos hostiles se desarrolla aquí como la enemistad entre dos tribus emparentadas: los israelitas y los edomitas. Jacob, el menor, es un tramposo: otro personaje mítico clásico, semejante al Odiseo de los antiguos griegos. Se hace pastor y es el preferido de su madre. Esaú, un cazador de corto ingenio y fácil de engañar, es el favorito de Isaac. Jacob logra que Esaú le venda sus derechos de primogénito a cambio de un cuenco de potaje, también rojo, haciendo hincapié en el origen del nombre Edom que, como Esaú, quiere decir “rojo.”

En un episodio más serio, Jacob es obligado por su madre a engañar a su padre, Isaac, quien está perdiendo la vista. Rebeca cocina la comida favorita de Isaac y cubre a Jacob con una piel de cabrito, de modo que parezca tan velludo como Esaú. Jacob engaña a su padre haciendo que lo bendiga en su lecho de muerte, bendición usualmente reservada al primogénito. Cuando Esaú descubre lo que ha hecho Jacob, exige una nueva bendición de Isaac. Éste le dice que vivirá de la grosura de la tierra y de su espada. También le anuncia que servirá a su hermano, pero que un día será libre. (En tiempos del rey David, cuando se escribió este texto, Edom era gobernada por Israel, pero más tarde se rebeló.) Luego de recibir esta bendición mixta, Esaú amenaza con matar a Jacob.

¿Qué es la escala de Jacob?

Descontenta porque Esaú ha llevado a su casa dos jóvenes “del lado errado”—mujeres cananeas—y aún temerosa de que cumpla su amenaza de asesinar a Jacob, Rebeca planea enviar a su hijo menor a un lugar a salvo del peligro. En un relato que refleja la búsqueda de mujer para Isaac por parte del sirviente, Jacob parte rumbo a Haran en busca de esposa. La narración sigue el largo viaje de Jacob, semejante a la Odisea, aunque no tan peligroso. Aquí estamos frente a otra antigua tradición poética: la búsqueda errante del héroe, colmada de episodios místicos y acontecimientos extraordinarios, y su regreso al hogar.

En la primera noche de su viaje, Jacob usa una piedra a manera de almohada. Sueña con una escala que llega al cielo, por la que suben y bajan los ángeles. Dios le habla y renueva la promesa de otorgarle tierra y numerosa descendencia, anteriormente formulada a Abram y a Isaac. Cuando Jacob despierta, derrama aceite sobre la piedra que le sirvió de almohada y santifica el lugar, al que llama Betel (“Casa de Dios”). Allí mismo promete que el Señor que le habló en sueños será su Dios. También promete, como Abram, dar la décima parte de todo lo que reciba.

Aunque los artistas de la era cristiana representaron la “escala de Jacob”—inmortalizada en un popular himno—como una verdadera escala, la palabra original que la designaba podría traducirse como “rampa” o “escalera.” En otras palabras, en la Biblia se menciona “Una escalera al cielo” mucho antes del éxito de Led Zeppelin. No obstante, en términos de arqueología, la imagen soñada por Jacob se relaciona con torres escalonadas como el ziggurat de Babel, en la Mesopotamia. Y cuando Jacob llama Betel al lugar confirma su conexión con la “puerta de Dios” (Babilonia).

RESUMEN DE LA TRAMA: JACOB Y RAQUEL

Jacob quiere una chica como la que se consiguió el anciano profeta. De modo que acude a Laban, el hermano de Rebeca, tal como hizo el sirviente de Abram. Y, oh casualidad, también conoce a una hermosa muchacha junto a un pozo de agua. Pero, a diferencia del sirviente de Abram—quien llevaba un suntuoso tesoro para pagar la dote—Jacob está quebrado. Para obtener la mano de Raquel, promete trabajar siete años seguidos para el tío Laban.

La trama progresa a través de una serie de trampas tendidas por todos y cada uno de los actores del drama, que debe de haber sido muy popular como “relato de fogón.” En la mañana de la boda, Laban hace que su hija mayor, Lía, vista el traje de la novia. Con el rostro oculto por un velo, Lía se casa con Jacob. Al descubrir el engaño, Jacob insiste en casarse con Raquel, y promete servir a Laban durante otros siete años para tenerla. Laban accede y Jacob tiene dos esposas y catorce años de servicios gratuitos por delante. Pero se las ingenia para entretenerse y engendra una numerosa progenie, aunque su adorada Raquel es estéril. En un principio, Lía le da cuatro hijos varones. La envidiosa Raquel le entrega a Jacob su esclava Bala, quien tiene dos hijos con él. Lía, que sólo ha tenido cuatro, quiere más hijos y le entrega a su sirvienta Celfa. Celfa también tiene dos hijos. La constante Lía tiene luego otros dos hijos y una hija. Finalmente, la esterilidad de Raquel desaparece y logra tener dos hijos, aunque muere en el parto del segundo. Casi sin darse cuenta, Jacob ha engendrado trece hijos. A continuación, la lista de los hijos de Jacob:


CON LÍA CON BALA CON CELFA CON RAQUEL
Rubén Dan Asher José
Simeón Neftalí Gad Benjamín
Leví     (Raquel muere Judá en el parto)
Isacar (luego de creerse estéril)      
Zabulón      
Dina (la única mujer)      

¿Cómo fue que Jacob se convirtió en “Israel”?

Jacob, el tramposo, consigue vengarse del tío Laban negociando los rebaños que ha cuidado con tanto esmero. Jacob y Laban acuerdan que aquél se quede con todas las ovejas y carneros de pelaje manchado y listado, y con todos los corderos negros de los rebaños. Cuando cae la noche, el artero Laban les dice a sus hijos que saquen de los rebaños todas las ovejas y carneros de pelaje manchado y listado, y todos los corderos negros. Jacob también hace de las suyas y, en un relato que combina magia con precoz ingeniería genética, coloca unas varas listadas frente a los animales más fuertes y saludables del rebaño. La intención es que las ovejas miren estas varas durante el apareamiento. Finalmente nacen los corderos y se comprueba la eficacia de las varas mágicas: los recién nacidos tienen pelaje manchado, listado o negro. Jacob repite el procedimiento hasta obtener un rebaño fuerte y saludable, y logra darle su merecido a su traicionero tío.

Laban y sus hijos se resienten por la estratagema y Dios le envía a Jacob un ángel que le ordena abandonar la casa de su tío. Luego de veinte años de servicio ininterrumpido, Jacob se marcha con sus esposas, sus hijos y sus rebaños…sin avisarle a Laban. Antes de partir, Raquel roba los “dioses lares” de su padre, idolillos tallados en piedra o madera que la gente ponía en sus casas para tener buena suerte. Laban intercepta a Jacob y a su caravana, y busca los objetos robados. Raquel se sienta sobre los dioses de su padre y, cuando llegan a revisarla, dice que está menstruando y no puede levantarse.

Estos “dioses domésticos” eran ídolos típicos de los cultos practicados en Canaán y el resto de la Mesopotamia. Estatuillas talladas o símbolos de fertilidad eran colocados en distintos lugares de la casa, tal como ahora colgamos cuadros de santos o crucifijos. El episodio en el que la menstruante Raquel oculta los ídolos es evidentemente una ácida burla de los israelitas hacia sus rivales, ya que la mujer se sienta encima de los dioses cuando está “inmunda.”

Jacob y Laban se reconcilian, y Laban deja ir a sus hijas. En su largo camino de regreso a casa, Jacob debe atravesar el territorio de su hermano Esaú. Dudando de la bienvenida de su hermano, Jacob divide a su gente y su ganado en dos y envía mensajeros con obsequios para Esaú. Su estrategia es la siguiente: o gana el favor de Esaú o pierde la mitad de sus posesiones. Pero, antes de verse con Esaú, Jacob tiene un misterioso encuentro en medio de la noche. Completamente solo, lucha con un hombre sin nombre. Como todos los grandes héroes, Jacob posee una fuerza sobrehumana y se arroja sobre el misterioso desconocido, dislocándole la cadera. Jacob se niega a liberarlo hasta que el hombre lo bendice. El “hombre” le pregunta cómo se llama y, cuando Jacob responde, dice: “No ha de ser ya tu nombre Jacob, sino Israel, porque has mostrado tu fuerza con Dios y con los hombres, y has prevalecido.” El nombre Israel se traduce como “aquel que lucha con Dios” o “Dios manda.” Posteriormente será aplicado a la confederación formada por las doce tribus, vinculando a estos grupos no sólo por la fe religiosa sino por antiguos lazos de sangre.

Desde el análisis histórico moderno, una de las revisiones más inflexibles del relato de las “doce tribus” sostiene que esos grupos habitaron Canaán—luego Israel—antes de recibir ese nombre. De acuerdo con evidencias arqueológicas e históricas recientes, el argumento de “las doce tribus” entró en vigencia mucho después para fortalecer la unidad de la confederación de tribus locales—tal vez no vinculadas a Jacob—que constituyeron el reino de Israel hacia el año 1000 AEC. Según J. R. Porter: “Los nombres tribales eran originalmente nombres geográficos de distintas regiones de Palestina, pero en el Génesis se transforman en nombres de personas. A los nombres de los ancestros tribales se les atribuyen etimologías populares, que de ninguna manera corresponden a la realidad histórica” (Porter, p. 47). Por ejemplo, Cyrus Gordon consigna en su libro The Bible and the Ancient Near East, que la tribu de “Dan” tuvo su origen en otro de los “pueblos marinos,” un grupo conocido como los Danuna (Gordon, p. 96). Hay numerosas evidencias, incluso en la Biblia misma, de que muchos de los “hijos de Israel” ya estaban asentados en la “Tierra Prometida” antes del Éxodo de Egipto en tiempos de Moisés. (Véase Éxodo.)

Después de luchar con Dios, Jacob se encuentra con Esaú, quien sale a recibirlo acompañado por 400 hombres. Pero, en lugar de verse en problemas, Jacob recibe la bienvenida y el perdón de su hermano mayor. Esaú lo abraza, y luego se besan y lloran. Hermano engañado, Esaú suele ser recordado por su credulidad, pero merece una imagen más noble. Fue embaucado, no una sino dos veces…por una madre conspirativa y manipuladora, y un hermano dispuesto a obedecerla. No obstante, es menester reconocerlo por lo que en realidad es: un verdadero héroe y modelo que, aunque engañado, abraza emocionado a su hermano y le otorga su perdón incondicional.

RESUMEN DE LA TRAMA: LA VIOLACIÓN DE DINA

Aunque sus legendarios doce hijos captaron todas las miradas, Jacob también tuvo una hija: Dina. Su historia es uno de esos episodios perturbadores que los catequistas prefieren pasar por alto. Pero es también un recordatorio de que estas historias transcurrieron en una cultura primitiva de feudos consanguíneos y venganzas personales. Luego de haber hecho las paces con Laban y Esaú, Jacob y su familia deben enfrentar terribles dificultades durante su camino de regreso a Canaán. Acampan en las afueras de la ciudad de Siquem y compran una parcela de tierra para que pasten sus rebaños. Pero un lugareño, también llamado Siquem, viola a la hija de Jacob. El padre del joven expresa su arrepentimiento y ofrece que su hijo contraiga enlace con Dina. Incluso propone que todos los hombres de la ciudad sean circuncidados, reconociendo implícitamente de este modo al Dios de Jacob, y que ambos grupos se unan a través del matrimonio de sus miembros. Jacob ve la sabiduría de la propuesta y acepta el trato. Sus hijos varones también lo aceptan, pero por otras razones. Dina, por supuesto, no tuvo voz ni voto. Como todas las mujeres de la época, hacía lo que mandaba su padre. Sólo podemos adivinar, o suponer, lo que ella pudo haber querido. Durante la “negociación” Dina permanece con Siquem. ¿En calidad de rehén, tal como sostiene la opinión tradicional? ¿O acaso se ha enamorado del ananeo? Pocos siglos después de esta disputa acerca de una mujer violada por un joven se desatará una larguísima guerra por una mujer robada. ¿Dina fue una rehén violada o, como Helena de Troya, una fugitiva enamorada? La Biblia no ofrece respuesta a este enigma.

Mientras los hombres de Siquem se retuercen de dolor tras haber sido circuncidados, Simeón y Leví—dos hermanos de Dina—matan a Siquem y huyen con ella. Los otros hijos de Jacob invaden la ciudad en represalia por la violación de su hermana, y llegan al extremo de robar a las esposas e hijos de los hombres de Siquem. Jacob se enfurece ante el giro de los acontecimientos, pues teme la venganza de sus vecinos cananeos. Pero sus hijos le responden: “¿Acaso permitiremos que nuestra hermana sea tratada como una ramera?”

Luego de este violento episodio, Jacob sigue viajando y levantando altares en honor de Dios. Simultáneamente entierra los emblemas de dioses extranjeros, idolillos, pendientes, y amuletos mágicos que conservaba su familia, a manera de purga simbólica de las otras deidades cananeas.

RESUMEN DE LA TRAMA: JOSÉ Y SUS HERMANOS

Luego de su largo y accidentado viaje, Jacob regresa a Canaán con su familia y sus animales. A sus diecisiete años, José—primogénito de su bienamada Raquel—es el favorito de su padre. Sus hermanos lo consideran un estorbo, especialmente cuando los “delata” por haber hecho algo mal. La Biblia no especifica qué hicieron, sólo dice que “José llevó malas noticias de sus hermanos a su padre.” La creciente preferencia de Jacob por José despierta los celos de sus hermanos. El padre llega incluso a obsequiarle una túnica especial, de manga larga. José empeora las cosas contándoles a sus hermanos dos sueños en los que él gobernaba y ellos se arrodillaban a sus pies. Los hermanos resuelven matarlo, pero Judá los convence de venderlo. Así, José es entregado a una caravana de mercaderes madianitas por veinte siclos de plata. Los hermanos manchan la túnica de José con sangre de carnero y, presentándola ante Jacob, le dicen que un animal mató a su hijo predilecto. Los madianitas llevan a José a Egipto, y allí lo venden a Putifar, el capitán de la guardia del faraón.

¿Hubo una “túnica bordada de muchos colores”?

Lo siento. Una vez más, los traductores se equivocaron. La traducción correcta de la famosa “túnica bordada de muchos colores” de José es “larga túnica con mangas.” No obstante, no me sorprende que haya prevalecido la “de muchos colores.” Obviamente, es mucho más codiciable que una suerte de bata de baño descolorida. Este tipo de túnica volverá a ser mencionada en la Biblia como “el vestido de una princesa.” O bien Jacob quiso otorgarle estatus semi real a José…o bien quiso inducirlo al travestismo.

Pero está claro que José era el hijo predilecto y que a sus hermanos no les gustaba. Una vez más se cristalizan los temas del Génesis. La rivalidad entre hermanos, la elección del menor sobre los mayores y, con las aventuras de José en Egipto, la idea del exilio y el retorno: ciertamente uno de los tópicos centrales de las Escrituras, tanto para los judíos como para los cristianos. En definitiva, éste es un relato de perdón.

¿Cuál fue el pecado de Onán?

A manera de interludio a la historia de José, la Biblia ofrece dos relatos acerca de Judá, el cuarto hijo de Lía, y su familia. Judá se casa con una cananea y tiene tres hijos: Er, Onán y Sela. Er se casa con una mujer llamada Tamar, comete un crimen no especificado y el Señor lo castiga con la muerte. Judá le ordena a Onán que cohabite con la viuda de su hermano y le dé herederos: tal era el deber de todo buen cuñado en aquellos tiempos. Onán no quiere engendrar hijos para perpetuar la descendencia de su hermano y “derrama su semilla” sobre la tierra cada vez que “conoce a la mujer de su hermano.” Dios, disgustado por tanta desobediencia, hiere de muerte a Onán.

Este breve pasaje ha sido el calvario de los adolescentes de todos los tiempos. El así llamado “pecado de Onán”—luego denominado “onanismo”—fue erróneamente interpretado durante siglos como una condena bíblica contra la masturbación. La “semilla derramada” de Onán era el resultado del “coitus interruptus” y no del “abuso de sí,” como solían definir a la masturbación. Por no cumplir la ley—el deber fraternal que requería que todo hermano diera descendientes a su hermano muerto—Onán pierde la vida. Dura justicia.

Pero el Génesis seguirá los pasos de Tamar, la viuda que ha visto morir a sus dos amantes. Judá le dice que espere a que crezca su tercer hijo, Sela. Pero cuando Sela se hace hombre, Judá reniega de su promesa. Al ver esfumarse sus perspectivas de conseguir esposo e hijo, Tamar decide tomar al toro por las astas. Cambia sus ropas de viuda por el velo de una prostituta y espera que pase Judá. Él se detiene, presumiblemente no reconoce a su nuera, y disfruta sus rápidos servicios a un costado del camino. Escaso de fondos, Judá le dice a la “prostituta” que en otra ocasión le pagará con un cabrito de su rebaño. Pero Tamar exige que le dé su sello—anillo utilizado para estampar la firma—su bastón, y su brazalete a manera de garantía (equivalente antiguo de nuestra tarjeta de crédito).

Tamar queda embarazada y es llevada ante Judá para ser ejecutada como ramera merecedora de la muerte. Aquí es cuando Tamar muestra el as que tenía escondido en la manga: el sello, el bastón, y el brazalete de Judá.

Esto podría parecer un curioso pero insignificante relato “lateral” a la historia central de José. Pero la clave radica en la identidad del vástago de Judá y Tamar. Otra pareja de gemelos bíblicos: uno de ellos asoma la manita fuera del útero y es legalmente el primogénito. Para identificarlo, la partera le ata un hilo rojo en la mano. Pero el segundo gemelo nace primero. Su nombre es Fares. Luego nace el bebé con el hilo rojo atado en la mano: Zara. Fares es el ancestro de David y, por extensión, de Jesús.

¿Quién fue el faraón de José? ¿Acaso un esclavo podía convertirse en el primer ministro de Egipto?

¿Y qué ocurrió con José? Esto es parte del brillante ingenio de los narradores hebreos que escribieron la Biblia. Es posible imaginar a los antiguos israelitas, sentados alrededor de una fogata en pleno desierto, escuchando la historia de José. Cuando el narrador debe definir el destino del héroe…distrae la atención de sus oyentes con las desventuras de Tamar y Judá. El público pende de un hilo. Es la misma técnica que utilizan Charles Dickens y las telenovelas. Mantiene expectante a la audiencia.

Cuando dejamos a nuestro héroe, José, éste no estaba colgando de un risco. Pero había sido vendido como esclavo por sus hermanos y llevado a Egipto, donde servía en la casa de Putifar, inicialmente identificado como un militar egipcio. Pero Dios protege a José, quien prospera y llega a estar al frente de la casa de su amo. La Biblia también dice que José era “bello y bien parecido.” Estando lejos su marido, la mujer de Putifar acosa sexualmente al intrépido José, quien resiste gallardo sus avances.

Burlada, la esposa de Putifar grita “violación” y José es encerrado en una celda, aunque semejante acusación justificaba la ejecución de un simple esclavo. El encuentro de José con la esposa de Putifar es aparentemente una revisión de un relato folclórico egipcio, la historia de dos hermanos, en la que uno es falsamente acusado por la esposa del otro. En el relato egipcio los dos hermanos se reconcilian. Mientras está en la cárcel, José redescubre sus habilidades como intérprete de sueños…las mismas que tantos problemas le trajeron con sus hermanos. Su capacidad de explicar los sueños es tan grande que José es llevado ante el faraón, quien procede a contarle sus sueños. Con ayuda de Dios, José anuncia que Egipto conocerá siete años de buenas cosechas seguidos por siete años de hambrunas. Aconseja al faraón a almacenar cereales durante los años buenos para tener qué comer en los años malos. Profundamente impactado, el faraón lo nombra Primer Ministro de Egipto y le otorga autoridad para administrar el programa alimentario.

Nuevamente, José prospera y se casa con la hija de un alto sacerdote egipcio, quien le da dos hijos: Manasés y Efraín. Cuando llega la predicha hambruna, Jacob envía a los hermanos de José a comprar comida a Egipto. Han pasado más de veinte años desde que vendieron como esclavo a José, de modo que no lo reconocen cuando se presenta ante ellos como funcionario egipcio.

José comprende de inmediato que son sus hermanos. En vez de vengarse, secretamente planea reunir a su familia, pero primero urde una elaborada estratagema para darles una lección a sus hermanos. Hace colocar una copa de oro en el equipaje de sus hermanos y, cuando se descubre el robo, exige que Benjamín, el más joven, sea dejado atrás en castigo. Atormentado por su conciencia y arrepentido de haber vendido a José veinte años atrás, Judá se ofrece en reemplazo de Benjamín.

Viendo que Judá había aprendido la lección, José revela su identidad a sus hermanos e incluso les dice que el hecho de que lo hayan vendido como esclavo es parte del plan divino. Ante la insistencia de José, su padre Jacob (Israel) y todos sus descendientes viajan a Egipto, donde se establecen en la tierra de Gesén, una zona muy fértil del delta del Nilo. En un largo poema, cada uno de los doce hijos recibe la bendición de su padre Jacob.

¿Quién era faraón en los tiempos de José? ¿Cómo es posible que un esclavo semita se haya convertido en Primer Ministro egipcio? Sabemos muchas cosas acerca de los egipcios y su forma de vida, incluyendo que las pirámides—jamás mencionadas en la Biblia—fueron construidas por obreros asalariados, no por esclavos. Los registros oficiales consignan los nombres y hechos de numerosos faraones, antes y después de José. Pero jamás hacen mención de un esclavo semita que interpretó los sueños del faraón, se convirtió en un alto funcionario y ayudó a salvar a Egipto durante una espantosa hambruna. Las sequías y hambrunas periódicas no eran inusuales en la Antigüedad y, si bien hay registros de etapas de severa escasez, ninguno coincide con la escena descrita en la Biblia. De modo que no sabemos quién fue el faraón de José. Numerosos elementos de la historia bíblica se corresponden con lo que sabemos del Egipto de aquella época. Aunque muchos eruditos se han dedicado a resolver este misterio, la suposición más aceptada indica que José estuvo en Egipto durante el período de los hicsos, grupo semita que invadió el país y conquistó algunas regiones, llegando a controlar el delta del Nilo durante casi un siglo.

Más allá del impacto histórico del relato de José y sus consecuencias para el futuro de los israelitas, el tema tiene un significado de orden espiritual. A lo largo del Génesis, hemos considerado una serie de historias sobre hermanos que se maltratan y traicionan unos a otros. Los primeros hermanos, Caín y Abel, produjeron el primer asesinato. Otros hermanos fueron suplantados o embaucados por su misma sangre. Y, por último, los hermanos de José contemplaron la posibilidad de matarlo. En todos los casos, sin excepción, hubo perdón. Dios es misericordioso con Caín. Ismael e Isaac se reúnen para enterrar a Abram, padre de ambos. Jacob y Esaú se reconcilian. Finalmente, en la historia de José, la víctima perdona a sus victimarios. El perdón es el gran tema que atraviesa las Sagradas Escrituras. Los hombres pecan. Dios perdona.

VOCES BÍBLICAS

GÉN. 50.24–26

Dijo José a sus hermanos: “Voy a morir, pero Dios os visitará y os sacará de esta tierra hacia la tierra que prometió a Abram, a Isaac y a Jacob.” Y José hizo jurar a los israelitas, diciendo: “Cuando Dios venga a vosotros, llevad con vosotros mis huesos.” Y José murió, habiendo cumplido ciento diez años de vida. Y fue embalsamado y colocado dentro de un ataúd, en Egipto.

HITOS DE LOS TIEMPOS BÍBLICOS I

(AEC = Antes de la Era Común. Reemplaza al tradicional AC—“Antes de Cristo.” EC = Era Común. Reemplaza al tradicional AD—Anno Domini. Muchos de estos datos son aproximados y/o especulativos.)

4,5 mil millones de años atrás: Se forma la Tierra, de acuerdo con la evidencia geológica.

3 millones de años atrás: Hace su aparición el Australopitecus, un hombre simio que camina erguido.

1 millón de años atrás: Se desarrolla el Homo erectus: hacedor de herramientas e inventor del fuego, ancestro de los humanos modernos.

150,000 a 75,000 años atrás: El hombre de Neanderthal caza, habla, cuida a los enfermos, practica el canibalismo, entierra a los muertos.

125,000 años atrás: Aparecen en África las primeras pruebas de humanos anatómicamente modernos.

100,000 años atrás: El antiguo Oriente Medio es habitado por pequeños grupos de cazadores-recolectores.

11,000 años AEC: Surgen vastos campos de cereales salvajes en Oriente Medio cuando los glaciares comienzan a retirarse luego de la última Edad de Hielo.

10,000 a 8,000 años AEC: Aparece la cultura “natufiana” en el territorio actual de Israel, se trata de los primeros asentamientos humanos conocidos.

8,000 años AEC: Comienza la agricultura en Oriente Medio; se utilizan palos de cavar para plantar semillas de hierbas silvestres.

6,500 años AEC: Los sumerios inventan la rueda en la antigua Mesopotamia, comprendida entre los ríos Tigris y Éufrates.

5508 AEC: El Año de la Creación, adoptado en el siglo VII EC en Constantinopla y utilizado por la Iglesia Ortodoxa Rusa hasta el siglo XVIII EC.

5490 AEC: El Año de la Creación para los primeros cristianos sirios.

5,000 años AEC: Se construyen las primeras ciudades en la Fértil Media Luna. Las tierras que bordean el río Nilo comienzan a secarse; se construyen los primeros diques y canales de irrigación: esto marca el comienzo de la civilización en África del Norte.

4404 (23 de octubre) AEC: Fecha de Creación de los Cielos y la Tierra, calculada por el teólogo irlandés James Ussher en el año 1650 EC.

3760 AEC: El Año de la Creación según el calendario hebreo utilizado desde el siglo XV EC.

3641 (10 de febrero) AEC: Fecha de la Creación, calculada por los mayas.

3,500 años AEC: Se desarrolla la sociedad sumeria en los valles del Tigris y el Éufrates, donde las inundaciones anuales depositan nuevas capas de lodo fértil. Los sumerios inventan el arado, drenan pantanos, irrigan tierras desiertas, y extienden las zonas de cultivo permanente. El aumento en la eficiencia de la agricultura da origen a la primera “clase ociosa,” lo cual permite el progreso de sacerdotes, artesanos, eruditos, y mercaderes, y la evolución de un sistema administrativo en manos de la casta sacerdotal. Entre otros logros sumerios, cabe mencionar vehículos con ruedas tirados por animales y embarcaciones a remo, trabajo del bronce, escritura cuneiforme.

3400 AEC: La primera dinastía egipcia une los reinos del norte y el sur bajo Menes, quien funda la ciudad de Menfis.

2980 AEC: Tercera dinastía de Egipto fundada por Zoser, quien gobierna durante 30 años con ayuda de su consejero Imhotep. Imhotep consagra sus esfuerzos a encontrar métodos médicos y religiosos para curar las enfermedades. También manda erigir la pirámide de Zoser (pirámide escalonada de Sakkara), primera gran estructura de piedra de la historia.

2900 AEC: Keops funda la cuarta dinastía en Egipto y reina durante 23 años. Se construye la Gran Pirámide de Keops, en Gize.

2850 AEC: Kefrén gobierna Egipto como el tercer faraón de la cuarta dinastía. Durante su reinado se talla en piedra la Gran Esfinge de Gize, un monumento de 53 metros de longitud.

2800 AEC: Micerinos, faraón de la cuarta dinastía, manda erigir una tercera pirámide en Gize.

2,600 años AEC: Gracias a las inundaciones anuales del Nilo, los agricultores egipcios producen un exceso de trigo y cebada que se usa para alimentar a los constructores de los diques y canales, edificios públicos y pirámides funerarias.

2500 AEC: La escritura cuneiforme sumeria se simplifica.

2350 AEC: El imperio acadio, fundado por Sargón I, rige la Mesopotamia durante los próximos dos siglos.

c. 2000–1700 AEC: Abram abandona la ciudad de Ur, en Caldea.

2000 AEC: Los babilonios introducen el sistema de numeración decimal. Babilonia reemplaza a Sumeria como potencia dominante en Oriente Medio.

1970 AEC: Amenhet I, fundador de la dinastía tebana en Egipto, muere luego de 30 años de reinado.

1792 AEC: Con la muerte de Amenemhet IV concluyen 208 años de dinastía tebana en Egipto.

1792–1750? AEC: Hammurabi gobierna Babilonia y redacta su célebre código legal.

1,700 años AEC: Los babilonios utilizan molinos de viento para la irrigación.

1680–1665 AEC: Los hicsos invaden Egipto desde Palestina y Siria. Calzan sandalias y se valen de sus caballos y carros para dominar Egipto durante el próximo medio siglo.

c. 1650? AEC: El “culto de Yaveh,” la forma más antigua del judaísmo, iniciado por Abram y continuado por su hijo Isaac, es continuado por su nieto Jacob, también llamado Israel.