Levítico
Números
Deuteronomio
Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
LEV. 19.18
Y vuestros hijos andarán pastoreando en el desierto cuarenta años.
NÚM. 14.33
Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas.
DEUT. 6.5
En lo que hace a sus virtudes narrativas, los siguientes tres libros de Moisés—Levítico, Números, y Deuteronomio—palidecen ante la naturaleza épica de los dos primeros. Estos tres libros se concentran principalmente en restablecer, hacer agregados a, o incluso reinterpretar los elaborados rituales y códigos de leyes religiosas de Israel. Por esta razón encontraremos otra versión, ligeramente distinta, de los Diez Mandamientos en el Deuteronomio. Esencialmente dice lo mismo que la primera, pero presenta algunas expresiones alternativas. Uno podría pensar que estaba bien tal como era en un principio. Y que si Moisés la había escrito, por qué no la dejó tal como estaba. Pero este tipo de repeticiones y ocasionales contradicciones contribuyen a fortalecer la teoría de la autoría múltiple de la Biblia, ya que claramente comprueban que en su escritura intervino la mano de más de un autor.
En tanto el Génesis y el Éxodo eran primordialmente “libros de cuentos,” el Levítico, los Números, y el Deuteronomio se parecen más a “la letra chica” de los contratos, que la mayoría de la gente evita leer.
El Levítico (en hebreo Vayikra: “Y El Llamó”) se ocupa esencialmente de las leyes concernientes al ritual y a otros asuntos religiosos. El nombre castellano, derivado de las versiones griegas y latinas de la Biblia hebrea, alude a la tribu de los levitas, quienes constituyeron una orden sacerdotal. Además del gran impulso narrativo de los dos primeros libros, el Levítico también carece de su memorable poesía y su brillo dramático. Sin embargo, es el primer libro en el que aparece la versión bíblica de la “Regla de Oro.”
Las elaboradas leyes incluidas en el Levítico abarcan todo lo relativo a los sacrificios y holocaustos, la consagración de los sacerdotes, la diferencia entre lo que es limpio y lo que es inmundo—incluyendo complejos análisis de leyes alimentarias y enfermedades contagiosas como la lepra—, los métodos para eliminar el moho de las tiendas, las reglas concernientes a los ritos de purificación luego del parto y la menstruación, la ceremonia del Día Anual del Perdón o Yom Kippur—que recién comenzó a celebrarse en el siglo VI AEC—y leyes relativas a la vida de Israel como pueblo sagrado y al calendario sagrado.
En la actualidad se cree que el Levítico fue compilado por los sacerdotes del Templo de Jerusalén en el siglo V AEC. Compuesto a la manera de un manual de entrenamiento para sacerdotes, este libro ofrece información detallada sobre sacrificios de animales y ceremonias de consagración. La antigua práctica judía del sacrificio de animales, descrita con exhaustiva precisión en estos libros, fue la pieza central del culto judío durante siglos. Esta práctica llegó a su fin con la destrucción del reconstruido Templo de Jerusalén—único lugar donde podían realizarse dichos sacrificios—a manos de los romanos en el año 70 EC. Luego la discusión se traslada al reino de lo limpio y lo inmundo, concentrándose en la clase de animales que se pueden o no comer.
¿Qué es “kosher”?
Una vez por año, muchos supermercados—particularmente en áreas metropolitanas—hacen lugar en sus refrigeradores para ciertos alimentos denominados “Kosher para Pascua.” Muchos no judíos creen que las aves y carnes rojas “kosher” son más limpias, más sanas, e incluso más sabrosas que sus equivalentes “no kosher.” Y muchas personas—judías y gentiles por igual—suelen preguntar si algo es “kosher” incluyendo bajo este término lo que está permitido o “bien.” “Kosher” significa “apropiado” en ídish, palabra que a su vez deriva del hebreo “kashrut.” Aunque actualmente asociamos el concepto “kosher” a las leyes alimentarias, la idea de lo que es “apropiado” abarca un amplio espectro de situaciones y actos que deben realizarse de acuerdo con la ley. Las leyes alimentarias—incluidas en el Levítico y en los siguientes libros de la Torá—no sólo especifican cuáles animales son apropiados para comer, sino también los métodos especiales para matarlos y prepararlos. Si bien mucha gente piensa que las leyes “kosher” están relacionadas de algún modo con el tema de la salud—por ejemplo, la vulgarizada creencia de que la carne de cerdo fue prohibida porque transmitía enfermedades—la mayor parte de las distinciones relativas a los alimentos “apropiados” se relaciona con una noción más esquiva—e incluso subjetiva—de la “santidad” y la “pureza.”
Está bien comer:
No está bien comer:
Pasando de los alimentos a las cuestiones reproductivas, el Levítico comprende numerosas leyes para la purificación después de la menstruación y el parto. Éstas son seguidas de una larga serie de reglas para combatir la lepra y otras enfermedades de la piel, y eliminar el moho de las casas o tiendas hasta llegar, finalmente, al estado de inmundicia del hombre que sufre “una descarga de su miembro.” El Levítico no dice que esto sea malo o nocivo, sólo indica que después hay que limpiarse. “Si un hombre tiene una emisión de semen, deberá bañar todo su cuerpo en agua, y estará inmundo hasta el ocaso.” (Lev. 15.16)
VOCES BÍBLICAS
LEV. 19.1–18
Entonces habló el Señor a Moisés, diciendo:
“Habla a toda la congregación de los hijos de Israel, y diles: Sed santos, porque yo el Señor Dios vuestro soy santo. Cada cual reverencie a su padre y a su madre, y respete mis sábados: Yo soy el Señor Dios vuestro. No acudáis a los ídolos ni os forméis imágenes de fundición: Yo soy el Señor Dios vuestro…
“No hurtarás; no mentirás y ninguno engañará a su prójimo. No jurarás en falso por mi nombre ni profanarás el nombre de tu Dios: Yo soy el Señor.
“No agraviarás a tu prójimo ni lo oprimirás con violencia; no robarás; no retendrás el jornal de los trabajadores hasta la mañana. No hablarás mal del sordo ni pondrás obstáculos ante los pies del ciego; temerás a tu Dios: Yo soy el Señor.
“No harás injusticia ni darás sentencia injusta; no serás parcial con los pobres ni deferente con los ricos: con justicia juzgarás a tu prójimo. No serás calumniador ni chismoso entre los tuyos, y no sacarás provecho ni beneficio de la sangre de tu prójimo: Yo soy el Señor.
“No aborrecerás en tu corazón a tu hermano; corregirás a tu prójimo, o tú mismo serás culpable de su pecado. No procurarás venganza ni conservarás la memoria de la injuria contra tu prójimo; amarás a tu prójimo como a ti mismo.”
Estos versículos, que conforman el plan para llevar “una vida de santidad,” recuperan los mandamientos y los expanden. Aunque sigue siendo un conjunto de válidas y valiosas reglas de conducta, este “código de santidad” es inmediatamente seguido de un conjunto de reglas muy diferentes:
“No dejarás que tus animales se mezclen con los de otra especie; no sembrarás tus campos con dos clases de semillas; no vestirás ropa tejida con diferentes materiales.”
Imposible saber qué pensaba Dios de combinar cuadros y rayas.
Números
El título en castellano refiere al censo de las doce tribus con el que se inicia el libro. El título hebreo—Ba-Midbar, “En el desierto”—es más descriptivo porque los Números comienzan con la decisión de abandonar el Sinaí y cruzar el desierto rumbo a la Tierra Prometida. Los israelitas llegan finalmente al oasis de Cades-barne, donde pasan la mayor parte de sus cuarenta años en el desierto.
Si bien gran parte del libro se ocupa de distintas leyes, también contiene varios episodios de notable carga dramática, entre ellos dos rebeliones contra Moisés y Dios respectivamente, y la muerte de Aarón.
VOCES BÍBLICAS
NÚM. 6.24–26
El Señor te bendiga y te guarde;
el Señor te muestre apacible su rostro,
y tenga misericordia de ti;
vuelva el Señor su semblante hacia ti, y te conceda la paz.
Ésta es la “bendición aarónica,” otorgada a Aarón por Dios. Se la considera una bendición extremadamente antigua que se utilizaba en Jerusalén y aún se sigue empleando en sinagogas e iglesias.
RESUMEN DE LA TRAMA: LA PARTIDA DEL SINAÍ
Finalmente, Dios le da a Moisés la orden de marcharse. Luego de haber pasado casi un año en el Sinaí, las tribus se retiran. Nuevamente hay quejas cuando los “advenedizos” piden carnes para comer. Están cansados del maná. Dios se enoja y envía incontables bandadas de aves contra el campamento. Los israelitas devoran aves hasta hartarse. Pero, tal vez para recordarles quién manda en realidad, Dios envía una plaga contra los quejosos.
Aarón y Miriam (o María) entran en la lista de los Quejosos. Miriam—la hermana que había salvado la vida de Moisés bebé y luego lo había ayudado a sacar a su pueblo de Egipto—discute con Aarón las virtudes y defectos del benjamín. ¿Por qué Moisés es tan especial? Ellos también se consideran líderes y profetas de su pueblo. Entonces, ¿por qué Moisés recibe toda la atención de Dios? La rivalidad entre hermanos acaba de adquirir un carácter cósmico. Por si fuera poco, no les gusta la esposa de Moisés, una “cusita.” Esta queja resulta un tanto confusa y ha dado origen a diversas especulaciones. ¿Acaso Moisés tuvo una segunda esposa? Séfora era madianita, no “cusita.” “Cusita” también ha sido interpretado como “africana,” aunque Cus podría ser otra denominación de Madian. La Biblia no lo explica.
Molesto con los dos hermanos litigantes, Dios decide castigarlos. Miriam es afectada por la lepra y se torna “blanca como la nieve.” Moisés le pide a Dios que la perdone, y la hermana mayor es enviada fuera del campamento durante siete días hasta estar curada y “purificada,” es decir ritualmente limpia. Por otra parte, Aarón aparentemente vuelve a salirse con la suya, como en el episodio del becerro de oro. Lo más probable es que los autores de la Biblia se consideraran, o efectivamente fueran, descendientes de Aarón y hayan querido hacerle buena prensa. En otras palabras, es como leer una biografía de Richard M. Nixon escrita por el Partido Republicano que explique el caso Watergate como una caída en desgracia del ex presidente.
VOCES BÍBLICAS
NÚM. 20.12
El Señor dijo a Moisés: “Ya que no habéis confiado en mí, para mostrar mi poder ante los ojos de los israelitas, no llevarás a este pueblo a la tierra que yo le he prometido.”
¿Por qué Moisés no puede entrar en la Tierra Prometida?
Cuando Dios se enoja…cuidado. Hasta Moisés se mete en problemas. El motivo del enojo de Dios contra Moisés no está claramente definido, aunque la mayoría de los intérpretes cree que Moisés y Aarón fingieron haber realizado un milagro cuando Moisés partió una roca y de sus entrañas fluyó agua, o simplemente no hicieron las cosas como Dios quería. Aarón—cuya muerte en el monte Hor, cerca de Cades, está consignada en el libro de los Números—y Moisés morirán sin haber entrado en la Tierra Prometida.
Pero Dios no se contenta con castigarlos a ambos. Harto de las constantes quejas y reclamos de los israelitas, Dios le dice a Moisés: “Ninguno de éstos—ni uno de esta malvada generación—verá la buena tierra que he prometido a sus ancestros.” (Deut. 1.35)
Con la excepción de Jesúa y Caleb, ninguno de los que salieron de Egipto en el Éxodo logrará entrar en la Tierra Prometida.
¿Qué tenía para decir la burra parlante?
“Un caballo es un caballo por supuesto / a menos que, por supuesto, sea un caballo parlante.” Así dice la canción de una de las más célebres telecomedias norteamericanas: Mr. Ed.
Una burra parlante es otra cosa. Especialmente si decide hablar en la Biblia. La versión bíblica de Mr. Ed aparece en la curiosa historia de un mago llamado Balaam, a quien le piden que maldiga a las tribus de Israel. Tras abandonar Cades, las tribus israelitas deben atravesar los territorios de varias tribus, incluyendo Edom o Idumea—donde moraban los descendientes de Esaú—y Moab—donde vivían los descendientes de una de las hijas de Lot. Balaam—el hechicero o adivino que vive a orillas del Éufrates, aunque en la versión bíblica manifiesta su obediencia al Dios de Israel—ensilla su burra y va a socorrer al rey Balac.
El relato se torna confuso porque Dios se enfurece cuando Balaam hace lo que le han pedido. Entonces, la burra parlante de Balaam acapara la escena (como en los antiguos relatos folclóricos). Así, cuando Balaam la azuza para obligarla a avanzar por un camino, la burra ve a un ángel del Señor y se niega a moverse. Incapaz de ver al ángel, Balaam golpea tres veces a la burra para forzarla a caminar. Finalmente, la burra gira la cabeza y le pregunta al mago: “¿Qué te hice para que me golpearas tres veces?”
Dios hace que los ojos de Balaam se abran, y el mago ve al ángel que bloquea el camino. El mensajero celestial le dice que vaya a ver al rey de Moab y le diga lo que él le ordene. Cuando el rey le pide a Balaam que maldiga a Israel, el mago ofrece cuatro oráculos en bendición de Israel. Aunque la burra siempre fue más famosa que el propio Balaam, The Oxford Illustrated Guide to the Bible consigna que podría haber existido un Balaam real. “Fragmentos de textos arameos del siglo IX AEC provenientes de Deir Alla aluden a un tal Balaam, quien, como en las Escrituras hebreas, era hijo de Beor. Se dice que tuvo una visión del desastre que asolaría a su ciudad, y lloró.” (Porter, p.67)
Deuteronomio
Devarim (“Palabras”)
Al final de los Números, el pueblo de Israel acampa en las planicies de Moab, donde se prepara para atacar Canaán desde el este. Antes de la embestida, Moisés pronuncia sus cuatro discursos de despedida. Ahora bien, para mucha gente el Deuteronomio podrá ser un gato muy viejo del musical de Andrew Lloyd Weber. Pero la denominación bíblica se deriva de las palabras griegas deuteros (“segundo”) y nomos (“ley”). Esto explica que el libro no presente nuevas leyes sino que más bien reitere las antiguas.
Los expertos modernos en la Biblia consideran que la mayoría de los contenidos fueron transmitidos oralmente hasta que el Deuteronomio fue escrito en el siglo VII AEC, perdido, y finalmente encontrado (tal como lo indica el posterior libro de los Reyes). En el año 621 AEC, durante el reinado del rey Josías, fue descubierto un “Libro de ley” en el Primer Templo. Con el hallazgo de este libro, Josías comprendió que su pueblo no había respetado debidamente las leyes. Sumerge al país en un riguroso período de reforma religiosa, en el que impone la estricta ley mosaica. El Deuteronomio es el adiós—a decir verdad, los tres adioses—de Moisés al pueblo, en los que repasa los actos de Dios, advierte solemnemente contra las tentaciones de Canaán—especialmente contra las perversas mujeres cananaeas—y proclama la lealtad y el amor a Dios como condición para alcanzar la Tierra Prometida. Una de las principales enseñanzas del Deuteronomio es que la veneración de Dios debe centralizarse en un solo lugar, a fin de eliminar el paganismo de los altares locales. Cuando fue compuesto, el Templo de Jerusalén era considerado el santuario central.
¿Cuál es el “Gran Mandamiento”?
“¡Escucha, oh Israel! El Señor es nuestro Dios, solamente el Señor (o bien: “el Señor nuestro Dios es sólo uno”). Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu voluntad.” (Deut. 6.4–5)
Ésta es la Shema, la plegaria más frecuente del judaísmo, también tradicionalmente llamada el “Gran Mandamiento.” Algunos cristianos la conocerán bajo la forma que utiliza Jesús (Marcos 12.29) cuando le preguntan cuál es el primero entre los mandamientos. Pero probablemente no se hayan dado cuenta de que Jesús cita la Escritura hebrea cuando dice que “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos 12.31) es el segundo mandamiento, y el más grande.
La “Regla de Oro,” como se ha dicho tantas veces, es una idea ampliamente expresada. Además de sus apariciones bíblicas en el Levítico y en los dichos de Jesús, sus otras versiones significativas incluyen:
Confucio: “No hagas a otros, lo que no quieras que te hagan a ti.”
Aristóteles: “Deberíamos tratar a nuestros amigos como querríamos que nuestros amigos nos traten a nosotros.”
Hilel: “No le hagas a tu prójimo aquello que aborreces. Ésa es la Torá. El resto es comentario.” (Hilel, un famoso rabino del siglo I EC, vivió en Jerusalén. Mucha gente cree que Jesús conocía sus enseñanzas y hasta podría haber sido su discípulo. Pero no hay evidencias al respecto.)
El conde de Chesterfield: “Haz lo que te gustaría que te hagan, es el método más seguro que conozco de agradar.” (Philip Dormer Stanhope, conde de Chesterfield, vivió entre 1694 y 1773. Sus copiosos aforismos, al igual que los consejos de Benjamin Franklin, fueron extraídos de sus cartas a su hijo. Otra muestra de su sabiduría: “Los consejos rara vez son bienvenidos: quienes más los necesitan, más los detestan.”)
VOCES BÍBLICAS
DEUT. 8.3–5; el subrayado es mío
Te afligió con el hambre, y luego te dio el maná para comer, manjar que ni tú ni tus padres habían conocido, y te enseñó así que no sólo de pan vive el hombre, sino de cualquier cosa que Dios dispusiere. Las ropas que te cubren no se han gastado, ni tampoco se han lastimado tus pies durante estos cuarenta años. Ten presente que el Señor tu Dios te disciplina, así como el padre disciplina a su hijo.
Nuevamente, los lectores cristianos estarán más familiarizados con este versículo cuando Jesús es tentado por el diablo durante su estadía en el desierto. Cuando Jesús dice “No sólo de pan vive el hombre, sino de cada palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4.4) está citando el Deuteronomio.
¿Qué piensa Dios del travestismo?
Milton Berle, Lucille Ball, el alcalde de Nueva York Rudolph Giuliani, la cantante k. d. lang, y el notorio jugador de baloncesto Dennis Rodman, se verán en problemas. De acuerdo con Deuteronomio 22:
“La mujer no se vestirá de hombre, ni el hombre se vestirá de mujer; porque aquel que haga estas cosas será abominable a los ojos del Señor tu Dios.”
Está clarísimo: Dios no aprueba a los travestis.
Éste es otro ejemplo de prohibición específica contra una práctica muy común en otras sociedades del antiguo Oriente Medio. Muchas de las prohibiciones de la Torá incluían actos diversos, desde la idolatría, la prostitución, el incesto, y la homosexualidad hasta el bestialismo y el sacrificio de niños. Estas prácticas eran completamente aceptables en otras culturas, especialmente entre los cananeos, aunque también entre los egipcios. La prohibición contra el travestismo aparentemente pretendía evitar que los israelitas participaran de ciertos ritos cananeos de fertilidad en los que el oficiante simulaba cambiar de sexo. La religión cananea se centraba en el culto a Baal, dios de la fertilidad y de la lluvia, una figura obviamente significativa en el contexto de una comunidad agrícola asentada a orillas del desierto. Según la creencia cananea, las lluvias se desataban cuando Baal mantenía relaciones sexuales y su semen caía en forma de gotas de agua sobre la tierra. En lugar de bailar “la danza de la lluvia,” los sacerdotes cananeos imitaban a Baal y copulaban (aparentemente con hombres, mujeres, y animales). Numerosas leyes mosaicas intentaban contrarrestar la notable carga sexual de los cultos cananeos, que probablemente habrán sido muy atractivos para algunos, si no muchos, hijos de Israel.
Además de su marcado desdén hacia la mezcla de sexo y Dios, el código de leyes del Deuteronomio—como todas las otras leyes de la Torá—se ocupa muy especialmente de las relaciones sexuales, costumbres maritales incluidas:
“Si un hombre se casa con una mujer, pero después de entrar en ella se siente disgustado, y busca pretextos para repudiarla, y la difama diciendo: ‘Me casé con esta mujer, pero cuando yací con ella no hallé la evidencia de su virginidad,’ el padre de la joven enviará entonces las señales de la virginidad de su hija al tribunal de los ancianos en las puertas de la ciudad…Y agitarán la sábana frente a los ancianos de la aldea. Los ancianos de la aldea prenderán al marido y lo castigarán…La joven seguirá siendo su esposa; él no podrá repudiarla mientras viva.”
“Si, en cambio, la acusación es verdadera…la joven será arrastrada hasta la puerta de la casa de su padre y los hombres de la aldea le darán muerte a pedradas.” (Deut. 22.13–21)
VOCES BÍBLICAS
DEUT. 34.1–6
Subió pues Moisés de la llanura de Moab al monte Nebo, sobre la cumbre de Fasga, enfrente de Jericó, y el Señor le mostró toda la tierra…Y dijo el Señor: “He ahí la tierra que prometí a Abram, a Isaac y a Jacob diciéndoles: ‘A tu descendencia se la daré.’ Te he permitido verla con tus propios ojos, pero no entrarás en ella.” Entonces Moisés, el siervo del Señor, murió en la tierra de Moab, en un valle en la tierra de Moab…pero ningún hombre conoce hasta hoy su sepultura.