CAPÍTULO CINCO

“¿POR QUÉ, POR QUÉ, POR QUÉ, DALILA?”

Libro de los Jueces y Libro de Ruth

Entonces Jael…tomó un clavo de la tienda, y

tomó un martillo en su mano, y entró sin ser

notada, y le hundió el clavo en la sien, y lo

traspasó hasta llegar al suelo; porque él estaba

dormido, y cansado, y así murió, juntando el sueño

con la muerte.

JUECES 4.21

Con la quijada de un asno…he matado a mil

hombres

JUECES 15.16

¿Ustedes creen odiar el sexo y la violencia? ¿Su estómago no resistió la película Pulp Fiction? En ese caso les convendrá no abrir siquiera el Libro de los Jueces, acaso el más espeluznante de toda la Biblia. Clavos hundidos en cabezas, violaciones y descuartizamientos, una hija sacrificada—con la aprobación de Dios—por su padre, hombres y mujeres incinerados. El Libro de los Jueces tiene todo eso…y más. “La más bizarra reunión de bandidos, ilegales y truhanes de toda la Biblia…rameras y seductores, asesinos y mercenarios, violadores y torturadores.” Así presenta Jonathan Kirsch a los personajes del Libro de los Jueces en su lúcido volumen The Harlot by the Side of the Road.

El Libro de los Jueces cuenta la historia de Israel desde la muerte de Jesúa a la época inmediatamente anterior al nacimiento del profeta hebreo Samuel, período de apenas 200 años que se extiende desde la conquista de Canaán—la Tierra Prometida—por los israelitas hasta el comienzo de la monarquía hacia el año 1000 AEC. Esto crea un pequeño problema cronológico, porque el Libro de los Jueces parece abarcar cuatrocientos años de historia y combina una serie de relatos de las hazañas de distintos líderes tribales. Aunque se los denomina “jueces,” no solían vestir togas negras ni dirimir asuntos legales. Estos “jueces” han sido descriptos como “jefes guerreros,” pero incluso esta descripción es inadecuada. La “estrella” más destacada del Libro de los Jueces es Sansón, uno de los “héroes” israelitas más célebres y menos comprendidos, cuya conducta hizo que el vocablo “héroe” fuera de discutible aplicación a su persona.

Tradicionalmente atribuido al profeta Samuel, actualmente se lo considera parte de una gran obra histórica que abarca desde el Deuteronomio hasta la época del exilio bajo los babilonios (538 AEC). Aunque se cree que algunas secciones de los Jueces—por ejemplo, el Cántico de Débora—merecen un lugar entre las escrituras hebreas más antiguas, otras partes del libro son consideradas posteriores al cautiverio en Babilonia.

VOCES BÍBLICAS

JUECES 2.11–13

Entonces los hijos de Israel hicieron lo que estaba mal a los ojos del Señor y veneraron a los ídolos; y abandonaron al Señor, el Dios de sus ancestros, que los había sacado de la tierra de Egipto. Siguieron a otros dioses, de entre los dioses de los pueblos que vivían en torno a ellos, y se arrodillaron ante ellos. Y provocaron la ira del Señor. Abandonaron al Señor, y veneraron a Baal y Astarté.

¿Quién fue Débora?

Una cosa está clara en el Libro de los Jueces: los Hijos de Israel no eran los mejores cuando se trataba de cumplir las órdenes de Dios. El cadáver de Jesúa aún no se había enfriado cuando los israelitas “hicieron lo que estaba mal a los ojos del Señor.” Obviamente, los Hijos de Israel encontraron a los dioses cananeos—Baal, Astarté, y Asherah—mucho más atractivos que el viejo Yahvé. Asherah estaba asociada con el árbol sagrado de la vida y a menudo era representada con un árbol brotándole de los genitales. En The Bible and the Ancient Near East, Cyrus Gordon y Gary Rendsburg señalan que las leyes de la Torá relativas a prácticas sexuales fueron una respuesta a la costumbres sexuales de los cananeos. “En el culto de fertilidad cananeo,” escriben, “la relación de Baal con la tierra era comparada con la cópula de una pareja humana…En una suerte de drama ritual…las prostitutas del templo realizaban el mismo acto que Baal estaba por realizar.” (Gordon, 161–162)

Dado que los israelitas redactaron leyes muy específicas condenando el incesto, el bestialismo, el travestismo, y la simple prostitución, cabe suponer que todas estas “actividades” eran costumbre entre los cananeos. No es para asombrarse que los Hijos de Israel hayan tenido tantas dificultades para atenerse al mandato de Yahvé, quien no era precisamente un “dios fiestero.” Aun más intrigante es el descubrimiento, realizado en la década de 1980, de una inscripción que menciona a “Yahvé y su Asherah.” A falta de otra evidencia, la inscripción invita a preguntarse: ¿Dios tenía novia? Tal vez algunos antiguos israelitas casaron a su Yahvé con la Asherah cananea. Ciertamente, esto habría resultado “perverso a los ojos de Dios.”

De acuerdo con el Libro de los Jueces, los israelitas hicieron muchas veces “lo que estaba mal a los ojos del Señor…” sólo para ser castigados. Cada vez, un líder tribal o “juez” salió al rescate de Israel, y cada vez el pueblo israelita volvió a cometer sus característicos deslices. Cuando los israelitas volvieron a meterse en problemas, Débora—descrita como profetisa y único “juez” de sexo femenino—emergió como su salvadora. A pesar de ser mujer en una época en que pocas mujeres desempeñaban funciones jerárquicas, la eminencia de Débora no es explicada en la Biblia: se la toma como un hecho consumado. Débora se convierte en una líder poderosa, reúne un ejército para enfrentar al enemigo cananeo, y diseña la estrategia de la batalla. Aunque es un personaje tan épico como Xena, la princesa guerrera de la cultura pop moderna, Débora suele ser pasada por alto como figura bíblica señera, especialmente cuando se la compara con sus más notables compatriotas de sexo masculino. ¿Será acaso “sexismo bíblico”? ¿Cómo explicar si no la ignorancia generalizada respecto de esta heroica guerrera, la Juana de Arco judía?

En la Biblia hay dos relatos de las hazañas de Débora, uno en prosa y el otro en verso, lo cual refleja una vez más la teoría de la autoría múltiple. En el primero, Jueces 4, Débora liderea el ejército y une a su pueblo, pero hay otra mujer heroica llamada Jael. Cuando Sisera, el general enemigo derrotado, entra en la tienda de Jael, ella le da la bienvenida. Pero mientras el enemigo duerme el sueño de los vencidos, Jael toma un clavo de la tienda y “le hunde el clavo en la sien, y lo traspasa hasta llegar al suelo.” Este episodio es seguido por el “Cántico de Débora” (Jueces 5), versión poética de la historia, considerada una de las partes más antiguas de la Biblia hebrea y atribuida a J, el más viejo de los autores bíblicos mencionados en la primera parte de este libro. Algunos historiadores suponen que J fue una mujer y señalan la historia de Débora, una de las grandes heroínas bíblicas, como evidencia de su afición por describir mujeres fuertes y arrojadas. En la versión poética de la victoria de Débora los detalles cambian. Cuando los carros de Sisera atacan, Dios envía una lluvia que les impide avanzar. Este episodio debe de haberles resultado familiar a los israelitas que recordaban la ocasión en que Dios hundió 600 carros egipcios en una tumba de aguas. Sisera huye de la batalla y se refugia en la tienda de Jael, pero ella le traspasa el cráneo con una estaca. El “Cántico de Débora” ha sido fechado en el año 1100 AEC y es probable que haya sido escrito poco después de ocurrido el acontecimiento que lo inspiró. La versión en prosa de la conquista de Débora probablemente fue escrita hacia el año 750 AEC.

Si un padre mata a su hija, ¿a Dios no le importaría?

La historia de Débora es seguida por las de otros dos jueces: Gedeón y Jefté. Gedeón vence a los reyes madianitas que habían matado a sus hermanos. Luego rechaza el liderazgo de la tribu.

Tiempo después, los israelitas vuelven a portarse mal: esta vez no sólo veneran a los dioses cananeos sino también a los dioses de Aram, Sidón, Moab, los amorreos, y los filisteos. Esta vez emerge un “poderoso guerrero” llamado Jefté. Hijo ilegítimo de una prostituta, Jefté era un marginado de la familia de su padre y se convirtió en una suerte de antiguo “Robin Hood.” Contradiciendo su imagen de “juez,” Jefté pide ayuda a Dios y formula un voto terrible: si alcanza la victoria, sacrificará a la primera persona que se allegue a saludarlo. Por supuesto, gana la batalla contra los amorreos y es recibido por su propia hija, quien naturalmente debe ser sacrificada. La piadosa y virtuosa niña—cuyo nombre no se menciona jamás—accede al sacrificio de buena gana. Y creíamos que el viejo Abram había desterrado la ofrenda de sacrificios humanos…¿Por qué Dios no detiene la mano de Jefté? La Biblia guarda silencio. Única conclusión posible: la hija de Jefté no era tan preciosa como el hijo de Abram.

Esta historia tiene un breve corolario cuando los hombres de Jefté pelean con la tribu de Efraín, otra tribu israelita que aparentemente no había prestado ayuda a Jefté durante la batalla. Poco después, cada vez que un efrainita se acercaba al río, los hombres de Jefté le pedían que dijera Shibboleth (palabra que significa “oreja de maíz” o “torrente de agua”). Debido a los dialectos regionales, los efrainitas no podían pronunciar el sonido “sh” y, en cambio, decían “sibboleth.” Según el Libro de los Jueces, 42,000 hombres que presentaban este defecto de pronunciación murieron a orillas del Jordán. En The Harlot by the Side of the Road, Jonathan Kirsch narra una historia de la Segunda Guerra Mundial, según la cual los miembros de la resistencia holandesa detectaban a los infiltrados nazis porque éstos eran incapaces de pronunciar determinado nombre holandés.

¿Los filisteos eran realmente tan malos?

Con la aparición de los personajes más famosos del Libro de los Jueces—el legendario Sansón y su malvada esposa Dalila—los villanos cambian. Los abominables cananeos son reemplazados por los bárbaros filisteos.

La historia no ha sido amable con los filisteos, cuyo nombre—tomado del griego y el latín—fue aplicado a toda la región como “Palestina.” Podría decirse que son “el último orejón del tarro” de una de las civilizaciones occidentales menos encumbradas. Hasta no hace mucho, era un insulto llamar a alguien “filisteo” (término peyorativo utilizado para definir a una persona ruda, sin clase, y mal educada que no sabía apreciar las cosas bellas de la vida. Sin embargo, los franceses han acuñado otro término para esta clase de personas: “norteamericanos”).

¿Los filisteos eran realmente tan malos? ¿O eran una nación de bárbaros más amables, menos violentos? Descubrimientos arqueológicos recientes han suavizado la imagen “tosca” de los filisteos: uno de los denominados “pueblos marinos” del Mediterráneo que invadieron Oriente Medio en los últimos años del siglo XIII AEC, destruyeron el imperio hitita, y amenazaron la soberanía de Egipto hasta que Ramsés III los derrotó hacia el año 1190 AEC. En esa misma época, los filisteos se establecieron en la costa meridional de Canaán—en el área que hoy se conoce como Franja de Gaza—y fundaron cinco ciudades. Desde su asentamiento costero intentaron invadir la región, y chocaron con las tribus israelitas que comenzaban a dispersarse hacia la costa. Los filisteos eran una fuerza militar bien organizada y encarnaban una amenaza mayor para las más desordenadas tribus israelitas. Presumiblemente oriundos de las islas de Chipre o Creta, sus vasijas denotan la influencia de la antigua cultura micénica. Y, así como numerosos israelitas se sintieron atraídos por los dioses cananeos, los filisteos también asimilaron las divinidades locales: las deidades filisteas Dagon, Ashtarot, y el célebre Beelcebú estaban relacionadas con sendos dioses cananeos.

¿Acaso Dalila cortó algo más que cabello?

El más famoso de los protagonistas del Libro de los Jueces no fue, precisamente, un “juez.” Ni siquiera era un buen muchacho. La mayoría de los lectores probablemente recordarán que Dalila le cortó el cabello—ni siquiera lo hizo con sus manos, prefirió contratar a un barbero—pero la historia de Sansón es mucho más que las engañosas habilidades “peluqueriles” de Dalila. Sansón fue producto de otro milagroso nacimiento bíblico. A su madre estéril le es concedido concebir, pero el “nonato” Sansón es consagrado a Dios como “nazareno,” término que define a aquellos que hacen votos específicos de dedicar su vida a Dios (Núm. 6). Un nazareno no podía beber vino, ni tener contacto con cadáveres, ni permitir que le cortaran el cabello con una navaja. Mientras Sansón está todavía en el vientre materno, la Biblia predice su futura grandeza. El voto que lo consagra a Dios, y no sólo su mítico cabello, es la fuente de su fuerza sobrehumana, demostrada por primera vez cuando mata a un león con sus manos. Esta hazaña es uno de los varios puntos comunes entre Sansón y el forzudo griego Heracles—Hércules para los romanos—cuya primera acción fue matar un león.

La historia de Sansón es básicamente una sucesión de conflictos y peleas por mujeres que finalmente llevan a la guerra (bastante parecida a la historia de Troya). Sansón se enamora de una joven filistea y se casa con ella. En la boda, Sansón propone un enigma y apuesta a que ninguno de los invitados podrá resolverlo. Su novia lo engatusa y le hace revelar el misterio del enigma, los invitados ganan la apuesta, y Sansón debe matar a treinta hombres para pagar su deuda. Enfurecido, Sansón abandona a su esposa…¡quien es inmediatamente otorgada al mejor amigo de nuestro héroe! Cuando se entera de la traición, Sansón incendia los trigales, olivares, y viñas de los filisteos atando ramas encendidas a las colas de 300 zorros, a su vez atados en pares y lanzados a correr. Los filisteos se vengan quemando vivos a la esposa y al suegro de Sansón, quien ha ascendido en la estima de su pueblo por haber matado tantos filisteos. No obstante, cuando los filisteos van a buscarlo, Sansón es capturado y entregado por sus compatriotas israelitas que no quieren meterse en problemas. Pero Dios rompe las cuerdas que lo atan y aniquila a mil filisteos “con la quijada de un asno.”

Después de esto, Sansón regresa a la ciudad filistea de Gaza para visitar a una prostituta. Pero cuando los filisteos intentan atraparlo en el burdel, el forzudo derriba la puerta de la ciudad.

Finalmente, se enamora de Dalila. Aunque se supone que era una mujer filistea, la Biblia no identifica a Dalila—cuyo nombre podría estar relacionado con la palabra árabe para “coqueteo”—ni como filistea ni como israelita. Los líderes filisteos sobornan a Dalila para que descubra el secreto de la fuerza de Sansón. Luego de contarle unas cuantas mentiras, Sansón finalmente le revela la verdad. A pesar de las imágenes propagadas por Hollywood de una Dalila “tijera en mano,” no fue ella quien le cortó el cabello. En realidad llamó a un barbero para que cortara los rizos sagrados de su esposo. Roto el voto, la fuerza de Sansón desaparece. Y, si bien numerosas especulaciones pseudo-freudianas sugieren que lo que perdió Sansón no fue el cabello sino otros aspectos de su masculinidad, no hay evidencia bíblica de que el forzudo israelita haya sido castrado.

Una vez capturado, Sansón es cegado y puesto a trabajar en un molino de piedra. Pero los nada lúcidos filisteos olvidan rasurarle la cabeza y el cabello vuelve a crecer. Llevado para entretener a la multitud durante un festival, Sansón pide a Dios que renueve sus fuerzas y derrumba el templo, lo que resulta en su propia muerte, y en la de millares de filisteos. Tras haber recibido la paga prometida por haber descubierto el secreto de Sansón, Dalila desaparece de la historia. La Biblia no dice si estaba entre los millares de filisteos que murieron en el derrumbe del templo.

Por si las historias mencionadas no han logrado satisfacer los apetitos más básicos, el Libro de los Jueces concluye con un relato incluso más cruento. Un levita viajero y su concubina se detienen a pasar la noche en un pueblo llamado Gabaa. Tal como sucede en el relato de Lot en Sodoma, un grupo de hombres de la tribu de Benjamín quiere mantener relaciones sexuales con el levita. Y, tal como hizo Lot en Sodoma, el levita ofrece a su propia hija y a su concubina a la multitud lujuriosa, pero los hombres no aceptan. Para salvar su pellejo, el levita arroja a su concubina en brazos de la turba enardecida, que la viola hasta darle muerte. A fin de incitar en las otras tribus israelitas el espíritu de venganza contra los benjaminitas de Gabaa, el levita corta la cabeza de su concubina en doce pedazos y envía un pedazo a cada tribu. La guerra intertribal que sigue cuesta 22,000 vidas israelitas. Luego Dios intercede en la batalla y 25,100 benjaminitas son muertos en un solo día. Otros 18,000 benjaminitas mueren en la carnicería posterior y sus esposas son pasadas por la espada y sus pueblos incendiados.

La historia ya habría sido bastante truculenta de haber concluido allí, pero las otras tribus se dan cuenta de que la de Benjamín—parte de la confederación israelita—será destruida por completo si los sobrevivientes no tienen esposas. Los líderes de las otras tribus deciden entonces matar a los pobladores de Jabes-Galaad, la única ciudad que no había participado del ataque contra la tribu de Benjamín. Doce mil soldados israelitas matan al pueblo de Jabes-Galaad, “incluyendo a las mujeres y a los niños pequeños.” Pero conservan a cuatrocientas vírgenes para evitar que se extinga la tribu de Benjamín. Al comprobar que esas cuatrocientas muchachas no alcanzan para todos los benjaminitas supervivientes, deciden raptar a algunas jóvenes de Silo que salen a danzar en las viñas.

Tal como lo expresan los últimos versículos del Libro de los Jueces: “En aquellos días no había rey en Israel; cada cual hacía lo que le parecía mejor.”

RUTH

En el Antiguo Testamento cristiano, el Libro de Ruth sigue al Libro de los Jueces. La Biblia hebrea coloca al Libro de Ruth en su tercera parte, llamada “Escritos” o Ketuvim. La ubicación tiene por objetivo mantener la continuidad cronológica. La fecha de escritura es incierta.

El Libro de Ruth—un antiguo relato hebreo probablemente basado en un cuento del folclore popular—está ostensiblemente ambientado en la época de Jueces, pero tiene muy poco en común con los relatos de sangrientas guerras intertribales de que se compone este libro. Ruth es oriunda de la vecina Moab, no de Israel. Los primeros versículos narran el casamiento de Ruth con un hebreo y su decisión de regresar a Judea con su suegra tras la muerte de su esposo. Su lealtad y amabilidad son recompensadas cuando Ruth se convierte en la bisabueladel rey David.

VOCES BÍBLICAS

RUTH 1.16

“Dondequiera que vayas, he de ir yo; y donde tú morares, he de morar yo. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios.”

RESUMEN DE LA TRAMA: RUTH

Durante una hambruna en la época de los Jueces, una mujer llamada Noemí o Naomi y oriunda de la antigua aldea de Belén se refugia en la vecina tierra de Moab, al este del Mar Muerto. De acuerdo con la tradición israelita, los moabitas descendían de una de las hijas de Lot. Mientras permanecen allí, los dos hijos de Noemí se casan con mujeres moabitas. Cuando su marido y sus dos hijos mueren, la desdichada Noemí decide regresar a Belén y permite a sus dos nueras que permanezcan en Moab. Una de ellas, Ruth, insiste lealmente en regresar con Noemí. Juntas llegan a Belén cuando comienza la cosecha de la cebada.

De vuelta en Belén, Noemí ve posibilidades de matrimonio entre Ruth y Booz, un pariente lejano. Ni lenta ni perezosa, sugiere a Ruth que se acueste junto a Booz y “descubra sus pies” (eufemismo bíblico para los genitales masculinos). Ruth obedece el consejo de Noemí y cuando Booz despierta y la ve acurrucada a su lado en el lecho, Ruth le dice que “extienda su manto” (otro eufemismo para indicar algo más que abrazarse inocentemente bajo las cobijas). Booz está más que interesado, pero de acuerdo con la ley, otro pariente más cercano tiene derecho a casarse con ella. Cuando ese hombre la rechaza, Booz se casa con Ruth. A pesar de ser extranjera, Ruth será la bisabuela del rey David. Además de su importancia dentro de la tradición judía, este linaje es doblemente significativo porque de él desciende Jesús, tal como lo consigna la genealogía incluida al comienzo del Evangelio según San Mateo.

Como personaje literario, Ruth ha sido considerada bajo dos luces diferentes. En primer lugar, a pesar de haber acosado sexualmente a Booz y haberlo seducido, es un modelo de mujer leal, y virtuosa que hace lo correcto. Y, aunque las chicas malas de la Biblia—Eva, Betsabé, Dalila, Jezabel—atraen la atención de los lectores, muchas de las “chicas buenas” fueron notablemente más significativas para la historia de Israel. Ruth pertenece a este último grupo, el de las que han quedado “un paso atrás” de los héroes varones. Irónicamente, en la antigua sociedad israelita las mujeres eran poco más que esclavas y tenían muy pocos derechos legales. Pero la cantidad de heroínas hebreas que “tomaron al toro por las astas” es imponente: Débora en el Libro de los Jueces; Raquel, cuya ingeniosa decisión de sentarse sobre los ídolos de su padre salva la vida de su marido Isaac en el Génesis; Miriam o María, quien rescata al pequeño Moisés y luego lo ayuda a guiar a su pueblo hacia el Éxodo; Rahab, la prostituta que ayudó a tomar Jericó; Tamar, quien fingió ser prostituta para desenmascarar a Judá (véase Génesis) y fue, como Ruth, ancestro del rey David—el héroe nacional de Israel—y, por extensión, también de Salomón y Jesús.

Carente de la violencia, el salvajismo sexual, y las batallas del Libro de los Jueces, el simple y fabulado Libro de Ruth ha sido interpretado de diversas maneras. Aunque está ambientado antes del Exilio, algunos eruditos creen que fue escrito después del Exilio en Babilonia y que su mensaje apuntaba a los duros decretos que condenaron el matrimonio interconfesional en el período posterior al Exilio, cuando los hombres judíos fueron obligados a divorciarse de sus esposas extranjeras (véase Esdras). El énfasis puesto en el hecho de que la virtuosa Ruth fuera extranjera, en que Booz la aceptara a pesar de esto, y su lugar en la genealogía del rey David parecen respaldar la aceptabilidad de las mujeres extranjeras. Pero otros consideran al Libro de Ruth como un simple relato “de virtud” tendiente a demostrar que Dios acepta a aquellos que no pertenecen a Israel.