Libro de Samuel I y II
Así David prevaleció sobre el filisteo con una
honda y una piedra.
SAM. I 17.50
Tras las carnicerías del Libro de los Jueces, con su reparto de personajes menos conocidos, es un alivio volver a una materia bíblica que nos resulte más familiar. En los dos Libros de Samuel los lectores se reencontrarán con ciertos personajes de su infancia a los que probablemente recordarán con afecto: el “Dulce Salmista” David y el “Sabio” Salomón. Sin embargo, el nivel de enredos sexuales y baños de sangre que conocimos en el Libro de los Jueces apenas baja un poco cuando la Biblia se consagra a estos “héroes.” Tal vez los lectores no recuerden algunos de los relatos incluidos en este libro. David y Salomón, en particular, constituyen la versión bíblica de JFK: líderes otrora santificados cuyas aventuras y problemas con “el bello sexo” han manchado sus reputaciones.
Originalmente, los dos libros de Samuel y los dos libros de los Reyes eran un libro cada uno en el canon hebreo de la Biblia, y narraban la historia del reino de Israel. Cuando fueron traducidos al griego en la Septuaginta, ya no cupieron en un solo rollo y fueron expandidos a cuatro libros. La expansión del Libro de Samuel en dos libros apareció en las Biblias hebreas recién a mediados del siglo XV EC. El libro mencionado contiene la historia del profeta Samuel—último juez de Israel—y la tormentosa relación entre los dos primeros reyes de Israel, Saúl y David. El de ellos es un conflicto de personalidades digno de Shakespeare en términos de riqueza de trama, maquinaciones políticas, y hondura psicológica. Macbeth se queda pequeño frente a la historia de Saúl y David. Si bien abarca un breve período histórico, la época consignada en el Libro de Samuel es muy significativa, ya que en ella se estableció por primera vez la monarquía y las tribus israelitas se unieron en un solo reino, cuya capital fue Jerusalén.
Aunque la tradición sostiene que el Libro fue escrito por el propio Samuel, los académicos modernos coinciden en señalar que en realidad es obra de varios autores y autores/editores que utilizaron diversas fuentes. Una de ellas—la “Primera Fuente”—data probablemente del reinado de Salomón (c. 961–922 AEC). La segunda—o “Última fuente”—probablemente fue redactada entre los años 750 y 650 AEC. Cualesquiera que sean su origen y autoría, los dos libros de Samuel han sido siempre apreciados por su notable valor histórico y literario, y algunos consideran que su autor—o autores—fue el primer “historiador,” título tradicionalmente otorgado al griego Herodoto (485–424 AEC).
VOCES BÍBLICAS
SAM. I 8.7–9
Y el Señor dijo a Samuel: “Escucha la voz del pueblo y condesciende a todo lo que te pide; porque no te han rechazado a ti, sino a mí para que no reine sobre ellos. Hacen lo que han hecho siempre desde el día en que los saqué de Egipto hasta hoy; así como me abandonaron para servir a otros dioses, lo mismo harán contigo. Ahora, pues, escucha su voz, pero primero adviérteles solemnemente y anúnciales el poder del rey que reinará sobre ellos.”
RESUMEN DE LA TRAMA: SAMUEL
Como la madre de Sansón, Ana es otra mujer estéril que recibe la bendición divina de procrear luego de hacer el voto de que consagrará a su hijo como “nazareno.” La navaja jamás tocará su cabeza, el vino jamás tocará sus labios. Ana recibe la bendición y da a luz a Samuel. De niño es enviado a estudiar con el sacerdote Helí. Su don profético hace que muy pronto sea honrado en todo Israel como juez, sacerdote, y profeta.
Durante el período de Samuel se desata una virulenta crisis cuando los filisteos atacan, matan a 30,000 soldados israelitas y se apoderan del Arca de la Alianza—que guarda las tablas de los Diez Mandamientos y es morada del Dios de Israel. Si usted ha visto Los buscadores del Arca perdida sabrá que poseer el Arca es peligroso para los no creyentes…tal como lo aprenderán con dolor los filisteos. Cuando éstos colocan el Arca en el templo de su dios Dagon, el ídolo que lo representa cae a tierra y la peste bubónica diezma al pueblo filisteo. Comprendiendo sin demora que es mejor devolver el Arca, los filisteos envían de regreso el cofre sagrado pero en el ínterin matan a algunos de los israelitas que acuden a recuperarlo. Una vez que el Arca está en poder de los israelitas, Samuel anuncia a su pueblo que sólo podrá derrotar a los filisteos si deja de venerar falsos dioses. Adhiriendo a la posición sacerdotal que pregona que sólo necesitan a Dios como guía, Samuel advierte a los israelitas que sean cuidadosos, ya que corren el riesgo de obtener lo que piden. En opinión de Samuel, un rey sólo les traerá problemas, impuestos, y trabajo forzado. Un poco molesto ante la insistencia de los israelitas en tener un rey terrenal, Dios le dice a Samuel: “Escucha la voz del pueblo y condesciende a todo lo que te pide; porque no te han rechazado a ti, sino a mí para que no reine sobre ellos.” El Señor entonces ayuda a Samuel a encontrar a Saúl, el hijo de un rico Benjaminita.
VOCES BÍBLICAS
SAM. I 10.24
Dijo entonces Samuel a todo su pueblo: “Ya veis a quién ha elegido el Señor, y que no hay en todo el pueblo uno semejante a él.” Y gritó todo el pueblo, diciendo: Viva el rey.
Si efectivamente fue Dios quien eligió al rey, su primera opción no fue tan fabulosa. El reinado de Saúl (c. 1020–1012 AEC) fue corrupto. Saúl es lo que los antiguos griegos denominaban una “figura trágica”: un personaje noble que posee defectos fatales. Aunque obtuvo algunas victorias iniciales, no consiguió derrotar a los filisteos y jamás logró gobernar con firmeza a la inestable confederación de tribus israelitas. El relato bíblico pone en escena todos los defectos de Saúl en tanto líder partiendo de un conflicto con Samuel, a quien evidentemente jamás le agradó Saúl ni mucho menos la idea de tener un rey.
El conflicto Samuel-Saúl es básicamente un conflicto de “Iglesia versus Estado” y refleja la opinión de los sacerdotes que escribieron la Biblia hebrea: solamente Dios debería gobernar Israel, a través de sus sacerdotes. Éstos creían que los reyes—quienes además implicaban una amenaza a su autoridad—no eran una idea notable, y finalmente echaron sobre los hombros de la monarquía la culpa de todos los infortunios que asolaron a Israel. Los problemas comienzan cuando Saúl intenta ofrecer un sacrificio antes de una batalla y lo echa todo a perder. Así como los sindicatos establecen qué trabajo debe hacer cada quien, la ofrenda de sacrificios era tarea de los sacerdotes, y Samuel y el “sindicato sacerdotal” no se alegran cuando Saúl invade su “territorio” sagrado. Poco después, Samuel comienza a buscar secretamente un nuevo rey. El anciano profeta viaja a Belén y evalúa a los siete hijos de un hombre llamado Isaí, pero ninguno de ellos pasa la prueba. Samuel pregunta a Isaí si tiene otros hijos y éste le responde que el menor está afuera cuidando las ovejas. El niño entra, es hermoso y tiene la mirada brillante. Éste es, le dice Dios a Samuel, y el viejo profeta unge en secreto al pastorcito: “Y desde aquel día en adelante el espíritu del Señor quedó difundido en David.”
VOCES BÍBLICAS
SAM. I 17.4–9
Y de las tiendas de los filisteos salió un gigante llamado Goliath, natural de Get, cuya estatura era de seis codos y un palmo. Llevaba en la cabeza un yelmo de bronce, y estaba armado con una cota de malla:…Se detuvo y vociferó ante los escuadrones de Israel: “¿Por qué no habéis venido a dar batalla? ¿Acaso no soy yo un filisteo, y vosotros no sois siervos de Saúl? Escoged de entre vosotros a alguno que salga a combatir cuerpo a cuerpo conmigo. Si tuviera valor para pelear conmigo y me matara, seremos vuestros sirvientes. Mas si yo prevaleciera sobre él y lo matara, vosotros seréis nuestros esclavos y nos serviréis.”
¿Quién mató a Goliath?
Probablemente usted lo recuerde así: con una armadura prestada por Saúl, el pequeño David acepta el desafío del gigante filisteo, toma cinco guijarros lisos y su honda de pastor, y sale en busca de su oponente. El altísimo Goliath (“seis codos y un palmo”) lanza una carcajada al ver al enjuto pastor dentro de la inmensa ydesproporcionada armadura. La primera piedra se estrella entre los ojos del gigante, quien se desmorona, inconsciente. David toma la espada de Goliath, lo mata, y luego lo decapita con toda calma.
A continuación, algunos “hechos.” Al final del relato de Goliath, Saúl no sabe quién es David. Pero, en un pasaje anterior, David toca el arpa para deleitar a Saúl. O Saúl conoce a David…o bien no lo conoce. Ésta es otra evidencia para la tesis que sostiene que se utilizaron fuentes diversas para crear este relato…y que no siempre sus datos coincideron. Este problema volverá a presentarse cuando, más adelante, alguien mata nuevamente a Goliath.
En primer lugar, según otra versión de la historia, Goliath medía apenas cuatro codos, lo que equivaldría a un metro ochenta—una estatura muy saludable, sin duda, y excelente para un jugador de baloncesto profesional, pero no para un imponente gigante. Luego está Adeodato, un soldado que mata a Goliath en el Libro II de Samuel. Ahora bien, ¿quién mató a Goliath en realidad? Probablemente no fue David, quien podría haber matado a otro filisteo que luego fue llamado Goliath. Los traductores de la primera versión inglesa trataron de disimular la discrepancia insertando las palabras “hermano de” antes de la segunda mención de Goliath, pero no sucede lo mismo en los textos más antiguos. En otras palabras, cuando David se hizo famoso los autores de las escrituras hebreas trataron de adornar sus hazañas militares. Ésta es una vieja historia que no deja de repetirse, tal como lo demostró recientemente el lamentable episodio protagonizado por un almirante norteamericano que había exagerado su hoja de servicio y tuvo que suicidarse cuando los medios amenazaron con hacer público el fraude. También tuvimos el muy publicado caso del diplomático norteamericano que mintió acerca de haber servido durante la Segunda Guerra Mundial y tuvo el coraje de inventarse una “herida de guerra,” mentira que fue descubierta después de que lo enterraran con todos los honores en el Cementerio Nacional de Arlington, el camposanto militar más venerado de Estados Unidos.
David sabía ganarse amigos y ejercer influencia sobre la gente. Después de tocar el arpa para deleite de Saúl, se hizo amigo de su hijo Jonatán—amistad que generó diversas especulaciones relativas a su grado de intimidad (véase más adelante)—y fue nombrado líder del ejército. Como muchos notables generales de la historia—entre otros Napoleón, Washington, Eisenhower, y Schwarzkopf—David comprendió muy pronto que las victorias militares otorgan una enorme popularidad entre los compatriotas enardecidos. Todos estaban contentos con David. Excepto Saúl, que escuchaba cantar al pueblo:
“Saúl ha matado mil hombres,
y David ha matado diez mil.”
Inflamado por los celos y obviamente amenazado por el carisma de David, Saúl comenzó a planear su asesinato, llegando al extremo de emplear a sus propias hijas como señuelo. El disparo le salió por la culata cuando su hija Mical se enamoró de David. Pero incluso entonces Saúl estuvo dispuesto a usar el amor de su hija para eliminarlo. Así fue que le pidió a David, a manera de “obsequio matrimonial” o dote, el pellejo de los prepucios de cien filisteos incircuncisos, suponiendo que el joven moriría intentando conseguirlos. La idea de imponerle una tarea imposible a un joven héroe es muy común en términos míticos. En la leyenda griega, Jasón debe rescatar el vellocino de oro y Perseo debe cortarle la cabeza a Medusa. Igual que otros antiguos héroes guerreros de Oriente Medio, David supera con creces la exigencia de Saúl y le entrega la piel de doscientos prepucios.
Los detalles de la entrega de los prepucios a Saúl son vagos en este relato. Pero el ritual de cortar una parte del cadáver del enemigo como trofeo de batalla era típico de las culturas antiguas de Oriente Medio. Los trofeos más comunes eran cabezas o manos, de modo que el pedido de Saúl no era una extravagancia ni un capricho en el mundo antiguo. ¿Pero la piel de los prepucios? Cyrus Gordon explica que los egipcios—circuncidados como los hebreos—generalmente cortaban las manos y las cabezas de sus enemigos muertos. Sin embargo, si se trataba de libios incircuncisos, “los penes no circuncidados solían ser amputados para contar los muertos.” (Gordon, p. 187)
No obstante, Saúl se ve obligado a cumplir el trato y David se convierte en su yerno…y también en “la espina de su costado.” Llevado al borde de la locura, Saúl discute abiertamente sus planes para matar a David con Jonatán, su hijo mayor. Pero hasta los hijos de Saúl prefieren a David, y Jonatán inmediatamente comunica a su íntimo amigo las intenciones asesinas de su padre. Luego de arrojar una jabalina en su contra, Saúl envía a unos asesinos a matar a David mientras duerme…pero Mical, hija de Saúl, salva a su esposo cosiendo un muñeco y colocándolo bajo las cobijas de la cama. Cuando David logra escapar a otras trampas de Saúl, el rey enfurecido manda asesinar a los ochenta y cinco sacerdotes que le habían dado refugio. Por cierto, esto no mejoró la imagen de Saúl entre la casta sacerdotal que luego escribiría su historia.
¿David fue un traidor?
En dos ocasiones, el relato bíblico da cuenta de que David le perdonó la vida a Saúl cuando podría haberlo matado. Reducido al estatus de bandido, David escapa con algunos centenares de hombres leales que “no toman prisioneros.” Durante la fase “Jesse James” de su carrera, David tiene tiempo para tomar dos nuevas esposas y, según la Biblia, su primera esposa Mical es entregada a otro hombre por el persistente Saúl. Esta decisión real tiene por objetivo menguar la jerarquía de David. Mientras estuvo casado con la hija del rey, el ex pastor podía aspirar al trono. Las nuevas esposas de David son a su vez el resultado de astutas estratagemas políticas cuya intención era garantizar la lealtad de ciertas tribus. Todas estas esposas tomadas y entregadas sin importar lo que ellas sientan o piensen pintan un claro retrato del papel de la mujer en aquellos tiempos.
Convencido de que Saúl aún quiere arrancarle el pellejo, David hace lo impensable: se une a los filisteos. David es a todas luces un mercenario empleado por los filisteos. La Biblia no dice qué opinó Dios acerca de este cambio de lealtades.
Aproximadamente en la misma época—en una escena que rivaliza con la de las tres brujas del páramo en el Macbeth de Shakespeare—Saúl visita a una medium en Endor, práctica prohibida por la ley mosaica. La pitonisa invoca el espíritu del difunto Samuel, quien tiene pésimas noticias para Saúl: él y sus hijos y los israelitas caerán en combate ante los filisteos. En el ínterin, algunos filisteos desconfían de David y su supuesta lealtad, aunque su líder piensa que el israelita está haciendo un buen trabajo para ellos. Así, David y sus hombres abandonan el campamento filisteo en el mismo momento en que el ejército filisteo marcha a combatir contra Saúl en el monte Gelboé. Todavía se conjetura si efectivamente David abandonó a los filisteos cuando éstos enfrentaron a Saúl, o si los autores posteriores enmendaron la historia para excluir del cuadro bíblico su participación en la derrota del rey israelita. En un desastre militar sin parangón, Jonatán y otros dos hijos de Saúl son muertos y el primer rey de Israel se suicida con ayuda de su escudero: el equivalente bíblico de la tradición romana de arrojarse sobre la propia espada para evitar la deshonra. Los filisteos encuentran los cadáveres de Saúl y sus hijos, los despojan de sus armaduras, los decapitan, y los cuelgan de un muro.
En The Bible and the Ancient Near East, Cyrus Gordon y Gary Rendsburg trazan un fascinante paralelo entre la épica de Homero y el relato bíblico de las guerras entre filisteos e israelitas. “David tiene más en común con los héroes de la Ilíada,” escriben, “que con Esdras y Nehemías. Su capacidad de liderar una banda de hombres rudos, su impetuosidad, su orgullo al obtener una princesa matando a los filisteos…sus armaduras: todas estas características son más afines al espíritu de la épica homérica que a la estructura de sinagoga e iglesia…. El contexto histórico no deja dudas acerca de lo ocurrido: Saúl fue muerto por los filisteos, quienes compartían sus orígenes mediterráneos con los micénicos de la guerra de Troya…. La historia antigua degriegos y hebreos está complejamente interrelacionada, y ninguna de sus dos partes puede ser comprendida aislada de la otra.” (Gordon, pp. 107-108)
VOCES BÍBLICAS
SAM. II 1.25–26
¿Cómo es que así hayan los valientes
perecido en el combate?
¿Cómo es, oh montes de Gelboé, que
Jonatán yace muerto en vuestras cumbres?
Lloro por ti, hermano mío, Jonatán,
digno de ser amado más que la más amada
doncella, lloro por ti.
¿David y Jonatán fueron algo más que amigos?
Esta elegía y otros versículos concernientes a la amistad entre Jonatán y David (“Y Jonatán…amaba a David como amaba a su propia alma.” Sam. II 20.17) han hecho arquearse con suspicacia más de un par de cejas. Los comentaristas modernos sostienen rotúndamente que Jonatán y David eran amantes homosexuales. Mientras los antiguos autores israelitas condenaban la homosexualidad, otras culturas vecinas la aceptaban abiertamente. La homosexualidad era incluso estimulada entre los guerreros por el lazo que creaba entre los hombres. Algunos tradicionalistas—como el rabino Joseph Telushkin—llaman a esto una “calumnia infame.” Rechazan de plano la posibilidad de que David fuera gay—o, más acertadamente, bisexual, ya que tenía gran cantidad de esposas—arguyendo que los versículos describen simplemente una extraordinaria amistad platónica entre dos hombres que se amaban como hermanos. Sin embargo, otros han tratado de leer entre líneas y dicen que era algo más que eso. Dada la condena absoluta de la homosexualidad en las escrituras hebreas, es difícil imaginar que esta “abominación” específica fuera pasada por alto de haber sido cierta. Pero también es cierto que David se salió con la suya más de una vez y su reputación jamás fue enlodada. ¿Acaso los “especialistas” bíblicos en David decidieron saltarse este “pecadillo” y concentrarse en sus numerosas relaciones heterosexuales para probar lo “macho” que era? Es una pregunta que no tiene respuesta.
¿Acaso existió el rey David?
Hasta no hace mucho, formular esta pregunta equivalía a preguntar si Odiseo o el rey Arturo eran reales. Estos personajes heroicos, celebrados en epopeyas y canciones, indudablemente estaban basados en hombres de carne y hueso. Y, con el correr del tiempo, los hechos se fueron tergiversando. Hasta 1993 no había evidencias históricas o arqueológicas—fuera de la Biblia—que sustentaran la existencia de unrey israelita llamado David. Todo cambió con el descubrimiento de un pedazo de muro hallado en Tell Dan, en el nacimiento del río Jordán. La escritura fenicia grabada en la piedra aparentemente alude a “el rey de Israel” y “la Casa de David.” Y, si bien esta solitaria inscripción en un pedazo de muro roto y vuelto a utilizar ha suscitado una importante negativa académica, sigue siendo ampliamente aceptada como la primera mención de una dinastía Davídica fuera de la Biblia.
Tras la muerte de Saúl, David consolida su poder en su propia tribu de Judá y aumentan las intrigas y peleas internas. David va a la guerra contra Isboset, el hijo sobreviviente de Saúl. Al mismo tiempo, Isboset (también llamado Isbaal) queda atrapado en una pelea de poder con uno de sus generales, quien ha dormido con una de las concubinas de Saúl, e intenta reclamar el trono. El general deserta y se une a David, quien presiona a Isboset para que le devuelva a Mical—su primera esposa, quien había sido entregada a otro hombre. Finalmente, Isboset es asesinado. Tras el golpe, David fue aceptado como rey por las tribus del norte de Israel. Luego consolidó su poder venciendo a los filisteos y eligió la ciudad de Jerusalén como capital de su reino. Jerusalén—anteriormente una pequeña e ignota aldea cananea—fue una excelente opción política y estratégica. Emplazada en lo alto de una encrucijada y con caminos en las cuatro direcciones, Jerusalén era prácticamente imposible de asaltar por tres de sus lados y recibía una perenne provisión de agua de la fuente de Gion. La elección de Jerusalén fue políticamente astuta porque la ciudad no pertenecía a ninguna de las doce tribus. De este modo, David fortaleció el lema de “la ciudad de David” trasladando allí el Arca de la Alianza y convirtiendo Jerusalén en el centro de veneración de Yahvé.
David celebra este momento triunfal con una danza frenética, extática. Pero su primera esposa, Mical, de regreso en la casa aunque obviamente desencantada de David, no aprueba el strip-tease de éste. Se queja de que David “se ha descubierto hoy ante los ojos de sus sirvientes, como cualquier hombre vulgar se descubriría desvergonzadamente.” En otras palabras, David ha estado bailando desnudo. El nuevo rey, claramente desinteresado en su primera esposa, le dice que bailará todo lo que se le antoje. Perdedora de principio a fin, Mical no tiene hijos, ya sea porque es estéril o porque David deja de acostarse con ella.
VOCES BÍBLICAS
SAM. II 11.15
“Enviad a Urías al frente, donde esté lo más recio del combate.”
RESUMEN DE LA TRAMA: DAVID Y BETSABÉ
En su famosa y a menudo mal citada frase de 1877, dijo Lord Acton: “El poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente.”
El rey David no es una excepción a esta regla. El “Dulce Salmista” se transforma en un asesino adúltero cuyo poder lo lleva a creerse por encima de la ley y eventuálmente lo hace responsable de la muerte de uno de sus propios hijos.
Los problemas comienzan cuando David ve a una bella mujer bañándose en una terraza vecina. Interesado, pregunta por ella y le dicen que es Betsabé, la esposa de Urías el heteo. Como dice Mel Brooks: “Es bueno ser el rey.” David se hace traer a la mujer, cohabita con ella, y la deja embarazada. A fin de tener la coartada perfecta para el engaño, Urías es instado a mantener relaciones con su esposa. Pero el valiente se rehúsa: se supone que los soldados deben abstenerse de todo intercambio sexual antes de la batalla para mantenerse “puros.” Acto seguido, David ordena a Urías adelantarse en el frente de combate. El resto del ejército se retira, Urías queda en una posición sumamente vulnerable, y muere a manos de los enemigos. Luego del inevitable período de duelo, Betsabé se casa con David y le da un hijo. Pero Dios le hace saber a David que se ha conducido mal y promete llevar la desdicha a su casa. Como parte del castigo divino, muere el primer hijo de los adúlteros. “Los pecados del padre…”
David y Betsabé tienen otro hijo, quien recibe el nombre de Salomón, pero los problemas de esta familia disfuncional recién acaban de comenzar.
RESUMEN DE LA TRAMA: LA VIOLACIÓN DE TAMAR
David tiene un hijo llamado Absalón y una hija llamada Tamar, vástagos ambos de un mismo matrimonio. También tiene otro hijo—su primogénito y heredero—llamado Amnón, retoño de sus primeras nupcias. Amnón quiere acostarse con su media hermana Tamar, pero ella se niega. Amnón no acepta una respuesta negativa y, sin más, la viola. Luego de esperar dos años para devolver el incestuoso golpe, Absalón venga la violación de su hermana Tamar emborrachando y matando a Amnón. No sólo es un acto de venganza: tras haber eliminado al primogénito Amnón, Absalón ocupa ahora el primer puesto como heredero del linaje de David.
Pero Absalón es demasiado impaciente para esperar la muerte de David e intenta un golpe de Estado casi exitoso. Al frente de un pequeño ejército, Absalón obliga a David a huir de Jerusalén “dejando atrás diez concubinas.” Acto seguido, arma una tienda en el techo y se acuesta con las diez concubinas de su padre, demostrando simbólicamente que se ha apoderado del reino. David desmantela la rebelión de su hijo con la ayuda de un grupo de mercenarios y Absalón es capturado. En una escena seguramente incluida por su notable comicidad, Absalón es capturado cuando su cabeza—o su cabello, depende de la traducción—queda atrapada en un árbol y la mula que montaba sigue andando. Algunos comentaristas sugieren que el “árbol” en el que se enreda la cabeza de Absalón es un eufemismo que alude al vello púbico y que el hijo nada pródigo en realidad fue atrapado in fraganti. Desobedeciendo la expresa orden de David, su renegado hijo es castigado con la muerte.
Un segundo golpe de Estado—organizado por una “alimaña llamada Sheba”—es desmantelado sin piedad. Pero las intrigas familiares de David no han concluido. El reinado de David fue un entrevero de pasiones y conspiraciones fraternas que igualó a todo lo sucedido en el palacio de Calígula o la infame Roma de Nerón.