Los acontecimientos comprendidos entre los años 586 y 516 AEC—destrucción de Jerusalén, Exilio, Retorno, y reconstrucción del Templo—se combinan para marcar un punto crucial en la historia de los judíos y la Biblia, tan importante como la guerra de Secesión en la historia de Estados Unidos de Norteamérica. Todo lo que ocurrió antes y después sólo puede ser analizado a la luz de estos hechos clave. Dado que gran parte de las Escrituras hebreas alcanzó su estado actual luego de este período tumultuoso e incierto, el contenido de estos libros debe ser analizado también a la luz de este torbellino.
Lo más arduo para los israelitas fue comprender que el tan esperado reino de Dios—imperio que reinaría supremo sobre toda la tierra—no era el reino que iban a alcanzar. A medida que transcurría el tiempo, y las generaciones de judíos comenzaban a dispersarse por el extranjero en lo que dio en llamarse la gran Diáspora, esta realidad se volvía más pronunciada. La sensación de que todo había cambiado para siempre se vio reflejada en las voces y las palabras de los profetas que vivieron y predicaron durante y después del Exilio en Babilonia. Estos profetas comenzaron a hablar insistentemente de un futuro día del Señor, un día del juicio, un tiempo mesiánico por venir en el que Dios finalmente gobernaría el mundo. Algunos grupos militaristas y políticamente orientados de judíos creyeron que esto anunciaba el advenimiento de un rey guerrero como David, consagrado a gestar nuevamente la grandeza de Israel, lo que provocó la aparición esporádica de movimientos nacionalistas en los siglos inmediatamente posteriores. Otros judíos llegaron a creer que el cumplimiento de las profecías estuvo dado por la llegada de Jesús y se convirtieron, naturalmente, en los primeros cristianos. Otros fieles judíos aún esperan que se cumplan las palabras de los Profetas.
PROFETA | FECHA (AEC) / LUGAR | |
Ezequiel | 597–563; Exilio en Babilonia | |
Hageo | 520; Jerusalén, período posterior al Exilio | |
Zacarías | 520–518; Jerusalén, período posterior al Exilio | |
Malaquías | 460–450; Jerusalén tras la reconstrucción del Templo | |
Abdías | 460–400 | |
Joel | 350 | |
Jonás | Jonás vivió circa 750; el Libro de Jonás fue escrito c. 350 |
Ezequiel
“Huesos áridos, oíd las palabras del Señor.” (Ez. 37.4)
El profeta Ezequiel, cuya esposa había muerto durante el último sitio de Jerusalén, estaba entre los judíos cautivos deportados a Babilonia en el año 597 AEC, antes de la caída de Jerusalén y la destrucción del Templo. Esto lo convierte en el primero entre los Profetas en haber vivido fuera de la Tierra Prometida. Su papel de profeta y sacerdote data del año 592 AEC aproximadamente, cuando simbólicamente masticó y tragó un rollo y recibió la vocación de profetizar “entre los exiliados junto al río Quebar” (supuestamente un canal cercano a la ciudad de Babilonia). La familiaridad de Ezequiel con los ritos del Templo y las formas profanas de adoración que habían proliferado en el Templo indica que probablemente haya sido sacerdote antes del Exilio. Sus profecías abarcan tres fases generales: la del profeta duro de la condena y la destrucción antes de la caída de Jerusalén, la del que consuela a la comunidad de exiliados tras la caída, y la del legista y creador de la forma y la estructura del Templo restaurado y los ritos de veneración posteriores al regreso de los judíos a Jerusalén.
En términos estrictamente literarios, Ezequiel es probablemente uno de los grandes escritores de la Biblia. Su estilo es suntuoso y las partes más difundidas del Libro presentan visiones místicas de Dios colmadas de imágenes terribles, violencia, y amenazas. Sus primeras profecías incluyen denuncias gráficas y plagadas de remordimientos sobre la conducta de los israelitas. Señala y pide la condena específicade prácticas permitidas en el Templo, entre ellas la adoración de otros dioses—como la deidad agrícola de la Mesopotamia, Tammuz, que supuestamente moría cada año, y luego resucitaba con las nuevas cosechas. Ezequiel menciona también la continua práctica de sacrificios humanos. Su descripción de la vida cotidiana durante el sitio previo a la caída de Jerusalén sugiere que los pobladores de la ciudad probablemente se vieron obligados a recurrir al canibalismo.
En una de sus denuncias más candentes, Ezequiel describe mediante un lenguaje cargado de eufemismos de carácter sexual cómo Dios trató a Israel como a una amante:
“Y volví a pasar junto a ti y te miré; estabas en la edad del amor. Extendí sobre tus hombros el borde de mi manto, y cubrí tu desnudez; y me entregué a ti e hice alianza contigo…. Luegote bañé con agua y te limpié la sangre, y te ungí con aceite.”
Pero a pesar de sus gestos amorosos, la esposa infiel se vuelve degenerada:
“Envanecida en tu belleza jugaste a ser ramera, y te ofreciste lujuriosa a todo el que pasaba…. Tomaste a tus hijos y a tushijas, que habías concebido para mí, y los sacrificaste para que fueran devorados. ¡Como si tu prostitución no hubiera bastado! Asesinaste a mis hijos y los entregaste a manera de ofrenda. (Ez. 16.15)
“Por lo tanto, oh ramera, escucha la palabra del Señor: he aquí lo que dice el Señor, tu Dios. Porque has derramado tu lujuria y has mostrado tu desnudez prostituyéndote con tus amantes, y por todos tus abominables ídolos, y por la sangre de tus hijos que entregaste a ellos, por todo esto reuniré a todos tus amantes, con quienes gozaste del placer, a todos los que te amaron y a todos los que odiaste; los reuniré contra ti, y descubriré tu desnudez, de modo que todos puedan verte desnuda. Y te juzgaré como las mujeres que cometen adulterio y derraman sangre son juzgadas, y te arrancaré la vida lleno de ira y de celos.” (Ez. 16.35–38)
Esta imagen de Dios como amante celoso y despechado, dispuesto a entregar a su esposa desnuda a la muchedumbre para que sea violada y castigada dista muchísimo de la imagen profética del Libro de Oseas, en la que la esposa adúltera es castigada—menos severamente—y luego perdonada.
De las numerosas visiones proféticas de Ezequiel, la más famosa y memorable es su descripción del Valle de los Huesos Secos:
“La mano del Señor vino sobre mí, y me sacó fuera el espíritu del Señor y me puso en medio de un valle lleno de huesos. Me hizo dar una vuelta alrededor de ellos; había muchos yaciendo en el valle, y estaban muy secos. Y me dijo el Señor: ‘Mortal, ¿crees tú acaso que estos huesos vuelvan a tener vida?.’ Y yo respondí: ‘Oh, Señor Dios mío, Tú lo sabes.’ Y entonces Él me dijo: ‘Profetiza ante estos huesos, y diles: Huesos áridos, oíd las palabras del Señor. Esto dice el Señor a esos huesos: Infundiré en vosotros el espíritu, y volveréis a la vida. Y pondré sobre vosotros nervios, y haré que crezca la carne, y os cubriré de piel, y os haré respirar, y viviréis y sabréis que yo soy el Señor.’
Y profeticé como me lo había mandado; y mientras profetizaba se oyó un ruido, y una conmoción, y los huesos se unieron a los huesos, cada uno por su propia coyuntura.” (Ez. 37; 1–7)
Con el correr del tiempo, esta visión profética ha sido interpretada de distintas maneras. En su época, Ezequiel utilizó esta metáfora para describir la restauración posterior al Exilio. Los judíos modernos la han visto como una profecía de la creación del moderno estado de Israel tras el Holocausto. Y otros la consideran una promesa de resurrección después de la muerte, concepto central para el cristianismo aunque mucho menos prominente para la teología judía.
A modo de resumen del mensaje de Ezequiel, escribió Paul Johnson en su libro Una historia de los judíos:
“En esencia, este hombre raro y apasionado tuvo un mensaje firme y poderoso que entregar: la única salvación posible se daría a través de la pureza religiosa. Estados, imperios y tronos a la larga no importarían. Perecerían por el poder de Dios. Lo que importaba era la criatura que Dios había creado a su imagen y semejanza: el hombre…. Posteriormente los cristianosinterpretarían esta aterradora escena (El Valle de los HuesosSecos) como una metáfora de la Resurrección de los muertos, pero para Ezequiel y su pueblo era una señal de la resurrección de Israel, aun cuando se trataba de un Israel más cercano y más dependiente de Dios que nunca antes, en el que cada hombre y cada mujer creados por Dios serían individualmente responsables ante Él y cada uno se comprometería a obedecer sus leyes desde el nacimiento hasta la muerte…. Ezequiel y susvisiones dieron un impulso dinámico a la formulación del judaísmo. (Johnson, pp. 81–82)
El Libro de Ezequiel concluye con una visión de Jerusalén devuelta a la vida por haberle sido infundido el aliento divino o espíritu—acto que recuerda a la Creación en el Génesis. Luego del Retorno, Ezequiel describe cómo deberá ser reconstruido el Templo nuevo y perfecto, un lugar al que la presencia divina pueda regresar.
¿Quién es Gog y dónde está Magog?
Otra de las visiones de Ezequiel ha provocado numerosas especulaciones ya que profetiza una gran batalla apocalíptica por venir, profecía que el autor cristiano del Libro de las Revelaciones (Nuevo Testamento) vinculó a la llegada de una invasión satánica. En el Libro de Ezequiel, el “príncipe jefe” Gog es un enemigo que llegará desde “Magog,” una tierra del norte, a atacar Israel. Luego de una batalla cataclísmica, Gog será derrotado y Dios será reconocido por todas las naciones. En el contexto histórico, la identidad de Gog y Magog sigue siendo un misterio, aunque es probable que Ezequiel estuviera hablando de Babilonia, tradicionalmente identificada como la fuente del mal en el mundo hebreo. Tras la declinación de Babilonia como fuerza política, los “literalistas” de la historia han sugerido una variedad de naciones alternativas para la Magog bíblica. En épocas másrecientes, los fundamentalistas cristianos han señalado a la Unión Soviética—hoy desmantelada y presumiblemente inofensiva—Rusia o Irán como la nación malvada que vendría “del norte.” Magog ha sido también identificada como una área en los Montes Cáucasos, cerca del Mar Caspio.
Hageo
Subid al monte, traed de allí maderos y reedificad mi casa, y Yo me complaceré en ella, y seré en ella glorificado, dice el Señor. Vosotros esperabais mucho y habéis obtenido poco; y cuando metisteis ese poco en vuestras casas, con un soplo lo hice desaparecer. ¿Por qué? dice el Señor de los ejércitos. Porque mi casa está en ruinas, y cada uno de vosotros ha corrido a reparar su propia casa. (Hag. 1.7–9)
Nada se sabe de la vida o la persona del profeta Hageo, a quien se atribuye este Libro, excepto que estuvo en Jerusalén ayudando a supervisar la reconstrucción del Templo en el año 520 AEC, un año de hambrunas, sequía, e insatisfacción general para los exiliados recién llegados de Babilonia. Hageo atribuyó estos infortunios a los conflictos que interrumpieron la construcción del nuevo templo. De hecho, Hageo dice que Dios está castigando al pueblo por concentrarse en la decoración de sus propias casas antes de haber concluido la casa del Señor. Hageo urge a Zerobabel, gobernador de Judá, y al alto sacerdote Jesúa para que obliguen a los israelitas a completar su tarea primordial.
Cuando se reinician las obras del Templo, el pueblo debe recibir nuevos estímulos, y Hageo los urge por segunda vez profetizando que el espíritu de Dios permanecerá con ellos, que Dios les traerá oro y plata de todas las naciones de la tierra, y que el nuevo Templo será algún día incluso más grande que el primero, profecía que no llegó a cumplirse literalmente. Como advertimos en el capítulo anterior, el Segundo Templo—cuyas dimensiones exactas desconocemos—fue mucho menos grandioso que el Templo de Salomón.
Si bien Hageo carece de las grandes visiones poéticas y la voz dramática de muchos de los otros profetas, su libro es valioso porque documenta la historia del período desde el regreso de Babilonia. Además de los Libros de Esdras y Nehemías, sólo el Libro de Hageo, y el brevísimo Libro de Zacarías (véase a continuación) arrojan luz sobre este importante período.
Zacarías
No ha de ser por medio de un ejército, ni por la fuerza, sino por mi espíritu, dice el Señor de los ejércitos. (Zac. 4.6)
Al igual que Hageo, el profeta y sacerdote Zacarías se dirigió a los judíos que habían regresado del Exilio, y los urgió a terminar la restauración del Templo durante el reinado de Darío I (522–486 AEC). Pero Zacarías solamente podría haber escrito los primeros ocho capítulos del libro. Los últimos capítulos son visiones oscuras de una era mesiánica por venir y difieren de los ocho primeros en cuanto a estilo, lenguaje, teología, y fundamento histórico. Los últimos capítulos contienen referencias a los griegos, que no predominaron en el área sino después de los tiempos de Alejandro Magno. Los académicos sugieren que probablemente fueron escritos más de dos siglos después de la muerte de Zacarías, entre los años 300 y 200 AEC.
Sin embargo, los primeros ocho capítulos reflejan el período inmediatamente posterior al cautiverio en Babilonia (538 AEC) y se preocupan por la reconstrucción del Templo y de Jerusalén para el advenimiento de una futura era mesiánica. La tradición judía afirmaba que el Mesías (“el ungido”) descendería del rey David, quien volvería a reinar en la tierra de Israel. El Mesías reuniría a todos los judíos y restauraría la observancia absoluta de la Torá, como preludio a una era de paz mundial. En el transcurso de los siglos muchos judíos esperaron que un rey guerrero como el mítico David derrocara la seguidilla de imperios—persa, griego, sirio, romano—que oprimían al pueblo de Israel. Varios líderes rebeldes reclamaron ser ellos mismos el Mesías. Por supuesto, los cristianos aceptan que Jesús cumplió la profecía de la llegada del Mesías.
Zacarías predicó el arrepentimiento, la obediencia, la espiritualidad interior, y un mundo de paz en el que judíos y gentiles se respetarían mutuamente. Su profecía incluye una serie de ocho visiones nocturnas que experimentó en el año 519 AEC. También considera que Zerobabel, descendiente de David, continúa el linaje real, pero Zerobabel desaparece silenciosamente del relato y de la historia, y no vuelve a ser mencionado. Lo más probable es que el rey persa Darío lo haya considerado una amenaza a su poder y lo haya depuesto. Ante la imposibilidad de alentar la esperanza de una restauración nacionalista, las visiones de Zacarías—que contienen imágenes apocalípticas comunicadas por un ángel—apuntan a un futuro mesiánico en el que el próximo líder desterrará “el arco del guerrero,” e iniciará una época de paz universal.
Los restantes seis capítulos del Libro de Zacarías conforman una de las partes más oscuras del Antiguo Testamento. Incluyen una serie de oráculos que profetizan la restauración de Israel tras la derrota de sus enemigos, la llegada de un Mesías del linaje de David que regirá a Israel, y un gran “día del Señor” en el que se restablecerá la alianza y el Dios de Israel será venerado universalmente. Los cristianos atribuyen un significado especial a varios pasajes de estos últimos seis capítulos, ya que los consideran profecías posteriormente cumplidas por Jesús. Entre otras cabe mencionar:
“Entonces, ten cuidado, pues tu rey vendrá a ti…pobremente, y montado sobre un asno.” (Zac. 9.9)
Este versículo fue relacionado con la entrada de Jesús en Jerusalén.
“Y ellos pesaron mi salario en treinta siclos de plata.” (Zac. 11.12)
Este versículo fue considerado como una predicción de la traición de Judas a Jesús, por la que recibe treinta denarios de plata.
“¿Qué son esas heridas en tus manos?…Las que me han hecho en la casa de mis amigos.” (Zac. 13.6)
Este versículo es considerado como profecía de las heridas sufridas por Cristo en la cruz.
Malaquías
¿Acaso no tenemos todos el mismo padre? ¿Acaso no nos ha creado un solo Dios? ¿Por qué entonces nos traicionamos unos a otros, profanando así la alianza de nuestros ancestros? (Mal. 2.10)
Nada se sabe de la persona de “Malaquías,” nombre que podría ser un seudónimo ya que significa “mi mensajero.” Otrora se creía que el libro había sido escrito por Esdras, pero los académicos actuales consideran improbable que él fuera el autor. Aunque el Libro de Malaquías es el último del Antiguo Testamento cristiano, y el último de doce breves libros proféticos de la Biblia hebrea, no fue el último que se escribió. La evidencia histórica sugiere que fue compuesto cincuenta años después que los Libros de Hageo y Zacarías, y la reconstrucción del Templo, pero antes de las reformas llevadas a cabo por Nehemías.
El brevísimo Libro de Malaquías se ocupa principalmente de la ligereza de los sacerdotes en el nuevo Templo, ya que aparentemente utilizan animales enfermos o inmundos para los sacrificios. Malaquías predice el castigo de los sacerdotes si éstos persisten en ignorar sus obligaciones. Luego condena el divorcio y la infidelidad matrimonial. Pero, como la mayoría de los profetas, Malaquías vitupera crímenes y pecados en términos precisos y apropiados tanto hoy como hace dos mil quinientos años.
VOCES BÍBLICAS
MAL. 3.5
Y me acercaré a vosotros para juzgaros; y seré pronto testigo contra los hechiceros, contra los adúlteros, contra los que juran en vano, contra los que oprimen y defraudan al jornalero en su salario, y a la viuda y alhuérfano, contra todos los que excluyen a los extranjeros, y no me temen, dice el Señor de los ejércitos.
El libro concluye con dos epílogos que aconsejan al pueblo recordar la Ley y vaticinan que el profeta Elías será enviado nuevamente para anunciar la llegada del Mesías, cuando “salga el sol de la justicia, con la curación en sus alas.”
En las Biblias cristianas, el de Malaquías es el último libro del Antiguo Testamento, y las profecías acerca del “mensajero” que preparará el camino se vinculan a la llegada del Mesías, encarnado por Jesús.
Abdías
Porque se acerca ya el día terrible del Señor / para todas las naciones. / Aquello que hayas hecho, / se hará en tu contra; / tus acciones recaerán sobre / tu propia cabeza. (Abd. 1.15)
El Libro de Abdías, el más corto de la Biblia hebrea, consta de un solo capítulo de 21 versículos. Aunque los estudiosos coinciden en afirmar que fue escrito después del Exilio, varias líneas aluden específicamente a la caída de Jerusalén en el año 586 AEC. Pero nada más se sabe de este profeta, cuyo nombre significa “siervo del Señor.”
La primera parte del Libro de Abdías predice la caída de Edom, enemigo tradicional de Judá, debido a que los edomitas ayudaron a los babilonios a destruir Jerusalén. El resto del Libro anuncia la llegada del “día del Señor,” en el que Edom y otras naciones vecinas serán castigadas por sus actos contra Israel. Más tarde, Israel recuperará su antiguo territorio, profecía en la que se basaron los sionistas modernos para establecer el actual estado de Israel.
Joel
Vuestros ancianos tendrán sueños misteriosos, y tendrán visiones vuestros jóvenes. (Jl. 2.28)
Además del nombre por demás oscuro de su padre (Petuel) y de que su propio nombre significa “Yahvé es Dios,” nada se sabe de Joel. Esto hace difícil fechar su vida y su obra con exactitud, aunque la mayoría de los especialistas coinciden en que Joel pertenece al período posterior al Exilio y data del año 350 AEC. En un principio Joel habla de una terrible plaga de langostas que asola la tierra, pero no se sabe si alude a un hecho real o se trata de una metáfora poética de los problemas que ha sufrido Israel. Joel conmina al pueblo a un ayuno solemne y a hacer penitencia para obtener la salvación. Interpretando la plaga como una señal ominosa del día del juicio, Joel advierte al pueblo que sólo el arrepentimiento sincero podrá salvarlos. Si se arrepienten de todo corazón, el Señor devolverá a la tierra sus frutos.
En la segunda parte del libro, Joel anticipa que Dios reunirá a todas las naciones para el Juicio Final. En flagrante contradicción con las esperanzadas profecías de paz de otros profetas, Joel predice una guerra santa. Revirtiendo la famosa visión pacifista de Isaías y Miqueas sobre las armas convertidas en instrumentos de labranza, Joel dice en cambio:
Preparaos para la guerra, / animad a los valientes. / Que se alisten todos los guerreros, / que se pongan en marcha. /Transformad vuestros arados en espadas / y vuestras azadas en lanzas; / y que diga el débil: / “Tengo fuerza.”
Los teólogos cristianos también han hallado significados profundos en el Libro de Joel. El apóstol Pedro creía que el pasaje de Joel acerca del Espíritu de Dios derramado era una profecía sobre el descenso del Espíritu Santo, y citaba el siguiente pasaje sobre el día de Pentecostés:
VOCES BÍBLICAS
JL. 2.28–29
Y después de esto / sucederá que derramaré mi espíritu / sobre toda la carne; / y profetizarán vuestros hijos / y vuestras hijas, / vuestros ancianos tendrán / sueños misteriosos / y tendrán visiones / vuestros jóvenes. / Ytambién sobre los esclavos / y las esclavas / derramaré en aquellos días / mi espíritu.
Jonás
Y Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del pez. (Jon. 1.17)
¿QUÉ LE PASÓ A LA BALLENA DE JONÁS?
En primer lugar, no hubo tal ballena. La historia de Jonás, probablemente una de las más conocidas de la Biblia, es otra leyenda familiar simplificada con el correr de los siglos debido a las constantes versiones orales. En segundo lugar, la mayoría de la gente sigue sin saber qué estaba haciendo Jonás en el vientre del pez.
Aunque este libro describe eventos de la época de Jeroboam II (786–746 AEC), cuando los asirios de Nínive amenazaban a los judíos, en realidad fue escrito mucho después. Numerosos especialistas lo consideran una parábola escrita alrededor de los años 320 y 350 AEC y no una descripción de hechos reales de la época del verdadero Jonás, un profeta que vivió hacia el año 750 AEC. El estilo del hebreo empleado por el autor y su familiaridad con libros posteriores de la Biblia dan evidencia de una fecha más tardía. Los registros históricos de la antigua Asiria no contienen referencias a los hechos descritos en el Libro de Jonás.
RESUMEN DE LA TRAMA: JONÁS
Dios condena al profeta Jonás a ir a Nínive, la perversa ciudad capital de los asirios, a predicar el arrepentimiento. En cambio, Jonás intenta escapar y reserva un pasaje en un barco que se dirige a Tarsis, en el sur de España, el punto más lejano de la tierra al que se podía llegar en aquel entonces. En mitad de la travesía se desata una tempestad y los marineros aterrados creen que alguien a bordo es responsable de la ira de los dioses. Jonás pide ser arrojado por la borda y los marineros lo complacen. Tragado por “un gran pez,” Jonás reza en el vientre del animal durante tres días y tres noches. Obviamente harto de tantas oraciones indigestas, el pez vomita a Jonás sobre la tierra y Dios vuelve a ordenarle ir a predicar a Nínive, y convencer a sus moradores de abandonar sus pervertidas costumbres. Jonás obedece y el pueblo asirio, aunque no es judío, se arrepiente y es perdonado por Dios.
Todo el mundo está contento con el giro de los acontecimientos excepto Jonás, quien esperaba una lluvia de fuego y brea sobre la desdichada Nínive. En un final menos conocido de esta historia, Jonás se sienta bajo un arbusto, una enorme hiedra, en busca de sombra. Dios envía a un gusano a roer la raíz de la hiedra y Jonás se queda sentado bajo el sol quemante, furioso por haber perdido el reparo de la sombra. Dios le dice: “Estás preocupado por esa hiedra, que ningún trabajo te ha costado…. ¿Y Yo no he de tener compasión de Nínive, lagran ciudad, en la que moran más de ciento veinte mil personas que aún no saben distinguir su mano derecha de su mano izquierda…?
En otras palabras, el Dios del Libro de Jonás ya no es el Dios de la venganza contra los enemigos de Israel, sino más bien un Creador atento, amante, y preocupado por el destino de todo lo que ha creado. El Dios de Jonás ha recorrido un largo camino desde los días de Noé.
La historia de Jonás tragado por el pez es considerada un reflejo de la misericordia divina tanto por los judíos como por los cristianos. Hasta los pecadores de Nínive, el lugar más espantoso de la Tierra, merecen el perdón y la salvación si manifiestan arrepentimiento. Otros comentaristas judíos consideraron la historia del renuente Jonás como una parábola acerca de la reticencia de los judíos a anunciar a los gentiles la Palabra de Dios. Por este motivo, la historia fue citada muchas veces para destacar la importancia de llevar el mensaje de Dios al mundo entero, incluso a los oyentes más improbables, mensaje que desde entonces también ha sido transmitido a los cristianos. La tradición cristiana considera que los tres días que Jonás pasó en el vientre del pez simbolizan la resurrección y la muerte de Jesucristo. El propio Jesús comparó su sepultura con el confinamiento de Jonás en el vientre de la ballena (véase Mt. 12.39–41).