CAPÍTULO DOCE

EL DIABLO ME HIZO HACERLO

Job

“Job siente la vara.

Aún así, alaba a Dios.”

THE NEW ENGLAND PRIMER, 1688

Satanás respondió al Señor: “¿Acaso Job teme a Dios por nada? ¿Acaso no has puesto una cerca en torno a él y a su casa y a todo lo que posee, por todas partes? Has bendecido la obra de sus manos, y has aumentado sus posesiones en la tierra. Pero extiende un poco tu mano, y toca todos sus bienes, y te maldecirá en tu propia cara.”

JOB 1.9–11

Uno de los once libros de la tercera sección de la Biblia hebrea—conocida como “Escritos”—el de Job es un relato familiar aunque ampliamente malinterpretado que intenta explicar el misterio del sufrimiento de los justos. O, dicho en términos modernos: “Por qué le pasan cosas malas a la gente buena.” Basado en un antiguo cuento folclórico ambientado en la nación de Uz, en las regiones desiertas del sudeste de Israel, relata la historia de un hombre bueno—jamás identificado como judío—que sufre inenarrables dolores y tragedias a raíz del desafío de Satanás a Dios. Si bien se desconoce la fecha exacta de su escritura, el Libro de Job supuestamente data de la época del Exilio en Babilonia o de poco después del Regreso a Jerusalén. Como señala Karen Armstrong en Una historia de Dios: “Después del exilio, uno de los sobrevivientes utilizó esta vieja leyenda para formular preguntas fundamentales acerca de la naturaleza de Dios, y de su responsabilidad por los sufrimientos de la humanidad.” (p. 65).

Escrito cuando la sociedad judía parecía estar dividida entre piadosos e infieles, el libro no intenta explicar el problema del mal y la enfermedad en el mundo. Más bien indaga de manera específica en una cuestión clave: por qué los fieles creyentes deben sufrir si Dios es verdaderamente justo. Esta pregunta aparece muchas veces en las Escrituras hebreas (varios Salmos y algunos profetas la formulan, por citar un ejemplo) y ha preocupado no sólo a los pensadores judíos sino también a distintas personas de otras épocas y otras culturas. Es probable que un poema babilonio titulado “Diálogo sobre la miseria humana” haya influido sobre el estilo y los contenidos del Libro de Job. En épocas más recientes, la perturbadora historia del sufrimiento del justo ha inspirado a escritores como Archibald MacLeish—cuya obra J.B. está basada en el libro bíblico—y el columnista político William Safire—cuyo libro acerca de Job se titula The First Dissident.

RESUMEN DE LA TRAMA: JOB

Dios alardea de la fidelidad de su siervo Job cuando Satanás (“el Acusador” o “Adversario” en hebreo) le dice a boca de jarro: “Claro que es un buen hombre. Lo tiene todo. Quítale todo lo que tiene y verás qué bueno es en realidad.”

Dios acepta el desafío de Satanás y le permite hacer lo que mejor sabe: el mal. Job padece pérdidas, infortunios, y privaciones, incluyendo la muerte de sus diez hijos cuando su casa se derrumba en medio de un vendaval. A pesar de la terrible tragedia, Job conserva su fuerza interior. Desafiado por segunda vez por Satanás, Dios le permite probar nuevamente la fe de Job. El diablo cubre el cuerpo del justo de dolorosas llagas y úlceras. La esposa de Job le aconseja: “Maldice a Dios, y muere”—en otras palabras, ponle fin a tus miserias—pero Job responde fielmente que es su deber aceptar lo bueno y lo malo que le envía Dios. La mayoría de la gente cree que aquí termina la historia, con un Job fiel que se niega a desafiar a Dios. Pero en realidad esto es apenas el comienzo.

Tres amigos de Job—Elifaz, Bildad, y Zofar—llegan a ofrecerle sus condolencias y comienzan a discutir el tema de la justicia divina. Los amigos suponen que Job debe de haber hecho algo malo para merecer el castigo que está recibiendo. Job defiende con furia su inocencia y clama contra su infausto destino. Maldice el día de su nacimiento y deja de ser el fiel siervo de Dios que acepta mansamente lo que Él le envía. Elifaz intenta defender su propia idea de los misteriosos caminos de Dios, pero Job contradice todas y cada una de sus argumentaciones con continuas declaraciones de inocencia, y hace notar que los malvados prosperan.

Finalmente, el propio Dios se presenta a hablar con Job desde un remolino de viento y le dice que es señal de presunción en los humanos querer discutir los actos de Dios, ya que Dios está más allá del entendimiento de los mortales. Al mismo tiempo, la aparición de Dios en este momento indicaría que Job le importa mucho. Ocasionalmente sarcástico—“Seguramente lo sabes, porque entonces naciste, y el número de tus días es grande,” le espeta Dios a su siervo fiel—el Señor arguye que Job ni siquiera comprende la ardua tarea que implica ser Dios. Por haber ordenado a los cielos que dejaran “andar libres a los asnos salvajes” Dios tiene muchísimo que hacer. Castigado por las preguntas imposibles de responder planteadas por Dios, Job se arrepiente. En lugar de obtener una respuesta clara a las preguntas que le ha hecho a Dios, Job reconoce el poder del Señor, y acepta que jamás podrá comprender los propósitos divinos. Se arrepiente de su debilidad por haber cuestionado a Dios.

Dios reprende a los tres amigos de Job y les ordena ofrecer un sacrificio especial. Luego devuelve el bienestar a Job, otorgándole mayor felicidad y prosperidad que nunca antes. Los eruditos discuten todavía si Job recuperó los mismos siete hijos y tres hijas que tenía al comienzo, o si tuvo otros diez hijos en compensación. Sin embargo, el libro concluye con una escena en la que Job pone nombre a las tres niñas: Jemima (“paloma”), Cesia (“canela”) y Keren-hapuc (“cuerno de cosmético ocular”). Si eran sus primeras hijas, ¿por qué habría de darles otros nombres?

VOCES BÍBLICAS

JOB 38.1–7, 12–13

Entonces el Señor desde un torbellino habló a Job, diciendo: / “¿Quién es ese que oscurece / preciosas oraciones con / palabras de ignorante? / Ciñe ahora tus carnes / y prepárate como varón que entra en la pelea, / porque voy a interrogarte / y me responderás. / ¿Dónde estabas tú cuando / eché los cimientos de la tierra? /Dímelo, si es que tanto sabes. / ¿Quién decidió las medidas? / ¡Seguramente tú lo sabes! / ¿Quién extendió sobre ella / la primera cuerda? / ¿Quién apoyó sus basas, / quién asentó su piedra angular / cuando me alababa la estrella de la mañana / y todos los seres celestiales clamaban su alegría?” /…/ “¿Acaso has mandado sobre la luz / de la mañana / desde que estás en el mundo? / ¿O has hecho que el alba / conozca su lugar / para que, tomando los polos de la tierra, / la sacuda / y elimine de ella a los impíos?”

¿Por qué Dios hace apuestas con Satanás?

El significado del Libro de Job ha confundido a muchos eruditos y lectores aficionados durante casi 2,500 años. La descripción tradicionalde Job tendió a simplificar en exceso el tema, presentando a un hombre bueno y leal a Dios, pase lo que pase, cuya obediencia absoluta es recompensada con mayor prosperidad. Una lectura más exhaustiva mostrará que Job es un personaje más complejo, que desafía a Dios. Algunos lo han llamado “el primer existencialista” porque cuestionó la soledad y el aislamiento humanos en un universo hostil, y luego descubrió que no había respuestas. El complejo y no del todo satisfactorio mensaje del Libro de Job es que los seres humanos, en sentido cósmico, “no entienden nada.” Este mensaje resulta más perturbador que espiritualmente reconfortante. Leamos lo que dijo Karen Armstrong respecto del Libro de Job:

“Junto con sus tres amigos, Job se atreve a cuestionar las órdenes divinas e inicia un feroz debate intelectual. Por primera vez en la historia judía, la imaginación religiosa da lugar a una especulación de naturaleza más abstracta. Los profetas habían dicho que Dios permitía que Israel sufriera por sus pecados; el autor del Libro de Job demuestra que algunos israelitas ya no se contentaban con la respuesta tradicional. Job ataca esta tendencia y revela su insuficiencia intelectual, pero Dios interrumpe súbitamente su furiosa especulación. Se revela a Job en una visión y señala las maravillas del mundo que ha creado: ¿cómo podría una criatura ínfima y ridícula como Job atreverse a discutir con el Dios trascendente? Job se somete, pero el lector moderno que busque una respuesta más coherente y filosófica al tema del sufrimiento no quedará satisfecho con esta solución. Sin embargo, el autor del Libro de Job no niega el derecho a cuestionar, sino que sugiere que el intelecto humano no está equipado para considerar por sí solo estos asuntos imponderables. La especulación intelectual debe dar lugar a la revelación directa de Dios, tal como la recibieron los profetas (Una historia de Dios, pp. 65–66)

El mensaje para los isrealitas de aquella época probablemente fue más claro: los justos sufren a veces pero si mantienen su fe en Dios recuperarán la buena fortuna, así como Dios recuperó Israel en el año 538 AEC. Pero el Libro de Job, al igual que otros relatos bíblicos sobre Dios, parece generar más preguntas conflictivas de las que está en condiciones de responder. La más perturbadora de todas las cuestiones es el retrato nada halagador que pinta de Dios: en la primera escena Dios se muestra jactancioso, como un padre excesivamente orgulloso de un hijo precoz. Desafiado por Satanás, Dios se muestra inseguro y no sabe qué decir cuando el demonio lo presiona acerca de su fiel siervo. ¿Acaso Dios es tan débil como para sucumbir a una embestida casi adolescente de Satanás? ¿Por qué tendría que demostrarle nada a un miembro de la “compañía celestial”?

El Satanás del Libro de Job—del hebreo ha-Satan, “el Acusador” o “Adversario”—se parece más a un fiscal que a la encarnación del mal en estado puro. Este Satanás—que desaparece de escena después de los primeros versículos y jamás vuelve a aparecer—es presentado como un miembro de la compañía celestial. Recién en escritos posteriores judíos y cristianos, Satanás se convertirá en el jefe de un grupo de ángeles caídos, en la fuerza del mal comúnmente asociada con su nombre. La conexión entre el Satanás del Libro de Job y la serpiente que tienta a Eva en el Génesis recién se produjo cuando el autor del Libro de las Revelaciones—último libro del Nuevo Testamento cristiano—identificó a la serpiente con el demonio.

En opinión de Jack Miles—autor de God: A Biography—el Libro de Job representa un momento supremo en la Biblia: el instante en el que Dios enfrenta el hecho de que incluso Él puede hacer cosas malas o, como dice Miles, tiene “un costado susceptible al mal.” Señalando que el Libro de Job marca la última vez en que Dios habla en las Escrituras hebreas sin necesidad de mensajeros o mediadores, escribe Miles:

“El clímax es el clímax de Dios, no el de Job ni el del lector. Gracias a Job, Dios conoce por primera vez su propia ambigüedad. Ahora sabe que…tiene un costado susceptible al mal, y que la conciencia de la humanidad puede ser más refinada que la suya. Con ayuda de Job, su costado justo y amable logra triunfar sobre su costado cruel, caprichoso (tal como ocurrió tras el Diluvio). Pero la victoria ha costado cara. Job engendrará una nueva familia, pero la que perdió durante el vendaval no volverá de la muerte. Tampoco regresarán los sirvientes que mató eldiablo. Y Dios tampoco recuperará la inocencia. El mundo sigue pareciendo más justo que injusto, y Dios sigue pareciendo más bueno que malo. No obstante, el ánimo que impera al finalizar este extraordinario libro no es de redención sino de alivio.” (p.328)

Así como el propio Job aprende que no hay respuestas fáciles, el Libro de Job no es un libro fácil. Se destaca como testimonio de la naturaleza inquisitiva del espíritu humano, acaso una sobra de aquel “fruto prohibido” que Adán y Eva disfrutaron en el Edén. El hecho de que aquellos que decidieron qué libros debían integrar el canon bíblico hayan incluido un libro con tantas preguntas sin responder es también “testamento” de su reconocimiento de los misteriosos caminos de Dios, y de la legitimidad de los cuestionamientos humanos. El Libro de Job no celebra la fe ciega ni el incondicional “temor de Dios” encarnado por Abram. Más bien deja a sus lectores con una aproximación tentativa al sentido de la fe. Su mensaje sigue siendo subversivo y nos deja la sensación de que este Dios un tanto caprichoso, otorga a su “leal siervo” la ubicua pero frustrante respuesta que muchos padres dan a sus hijos: “Porque lo digo yo.”