CAPÍTULO DIECINUEVE

EL MUNDO SEGÚN JESÚS

Los Evangelios según Mateo, Marcos, Lucas, y Juan

Yo soy el pan de la vida.

JN. 6.35

Yo soy la luz del mundo.

JN. 8.12

Yo soy la puerta para el rebaño.

JN. 10.7

Yo soy el buen pastor: el buen pastor da su vida por las ovejas.

JN. 10.11

Yo soy el camino, y la verdad, y la vida.

JN. 14.6

Yo soy la viña verdadera.

JN. 15.1

Treinta y cinco años después de la muerte de John F. Kennedy, la vida y la muerte del presidente norteamericano siguen fascinando al público y proporcionan una infinita fuente de material a biógrafos, historiadores, novelistas, teóricos de la conspiración, y cineastas revisionistas. Todos dicen conocer al “verdadero” Kennedy: quién era, qué dijo, y qué podría haber pensado. El flujo de conjeturas, especulaciones, y ficción lisa y llana prosigue incesante a pesar de las noticias de los diarios, las grabaciones, las filmaciones de cine y televisión, y de los centenares—si no millares—de personas todavía vivas que conocieron a John F. Kennedy y que trabajaron codo a codo con él. A pesar de toda esta “evidencia,” mucha gente todavía no conoce la “verdad” acerca del “verdadero” John F. Kennedy.

Entonces, ¿cómo sería posible obtener un retrato “auténtico” del Jesús “histórico,” un hombre que no dejó escritos ni grabaciones en la Oficina Oval? Ni siquiera sabemos si la gente que dijo haberlo conocido realmente lo conoció, o de dónde sacaron los datos acerca de su vida si no lo conocieron. No obstante, desde el siglo XIX—y particularmente en los últimos años—impera la tendencia de distinguir al Jesús “de la fe”—tal como lo presenta el Nuevo Testamento–y el Jesús “histórico.” Fuera de unas dispersas menciones de Jesús en los escritos de la era romana, todo lo que sabemos acerca del hombre conocido como el “Cristo,” el “Mesías,” o el “ungido” proviene del Nuevo Testamento, y de la evidencia aportada de segunda mano por aquellos que tuvieron una fe inquebrantable en que ese hombre era también el Hijo de Dios y que había muerto para purgar los pecados de los mortales, y luego había resucitado de entre los muertos. Los Evangelios fueron escritos para despertar la fe en Jesús como el Mesías y el Salvador. Así como las Escrituras hebreas contenían múltiples relatos de todo tipo—desde la Creación al rey David, y la destrucción y reconstrucción del Templo de Jerusalén—el Nuevo Testamento ofrece visiones conflictivas de Jesús. Esta sección aspira a describir la vida de Jesús tal como fue relatada en los cuatro Evangelios, contradicciones incluidas.

VOCES BÍBLICAS

MT. 1.18–21

Y el nacimiento de Cristo fue de esta manera: estando desposada su madre María con José, sin que antes hubiesen estado juntos, se halló que había concebido en su seno por obra del Espíritu Santo. Mas José, su esposo, siendo como era justo y no queriendo infamarla, planeó dejarla secretamente. Estando él en este pensamiento, he aquí que un Ángel del Señor se le apareció en sueños, diciendo: “José, hijo de David, no tengas recelo en recibir a María como tu esposa, porque lo que ha concebido en su vientre es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, al que pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.”

¿Jesús nació en Navidad?

A pesar de lo que cantan los villancicos navideños, el 25 de diciembre es una fecha elegida básicamente para atraer a los paganos adoradores del sol.

¿Belén? Probablemente no. Jesús dijo que el venía de Nazareth.

“¿Nosotros, los tres reyes?” Error otra vez. No eran reyes sino magos persas. Y es probable que tampoco fueran tres.

Las elaboradas historias y canciones relativas a la Navidad forman parte de un complejo conjunto de mitos y tradiciones que tiene muy poco que ver con el relato bíblico del nacimiento de Jesús. La palabra inglesa Christmas (Navidad) significa literalmente “Misa de Cristo,” y alude a la celebración de su nacimiento. La primera mención del 25 de diciembre como día de festejo de la “Navidad” o “Natividad” data del año 354 EC. En tiempos antiguos el 25 de diciembre era la fecha del solsticio de invierno, una celebración pagana en honor del dios sol. En Roma, la semana anterior a este solsticio era la Saturnalia, un festival orgiástico que concluía con entrega de obsequios y encendido de velas. Hmmm. ¿No les resulta familiar?

Los primeros cristianos romanos se apropiaron de la fecha y la utilizaron para ganar conversos entre los paganos. Cabe destacar que el paganismo era la religión estatal del imperio romano, con su equipo de dioses y diosas expropiados de la mitología griega. La palabra “pagano” fue acuñada por los primeros cristianos y originalmente significaba “civil.” En otras palabras, todo aquel que no formaba parte del “ejército de Jesús” era un pagano. Sin embargo, los primeros cristianos no consideraban paganos a los judíos porque todavía todos veneraban al mismo Dios.

Entonces como ahora, los cristianos coincidían en algunos aspectos. Tras la división del Imperio Romano en el año 340 EC, el cristianismo también se dividió entre Oriente y Occidente. En el calendario de los cristianos orientales el solsticio caía el 6 de enero, fecha en que todavía se celebraba el nacimiento de Osiris en Alejandría, Egipto. Hacia el año 300 EC, el 6 de enero se había convertido ya en la fecha de la “Epifanía” (del griego “manifestación”), festividad estrechamente relacionada con la Navidad del calendario católico, ya que el 6 de enero fue el día en que los “hombres sabios” o “magos” visitaron a Jesús. Para la Iglesia Ortodoxa Rusa la Epifanía es incluso más popular que la Navidad y conmemora el bautismo de Jesús en las aguas del río Jordán.

Bien, queda claro que Jesús no nació en Navidad. Seguramente el Nuevo Testamento nos dice en qué año nació Jesús, ¿verdad?

Nuevamente…no. El Nuevo Testamento ofrece varios posibles años de nacimiento. Cada uno puede elegir el que más le agrade. Ante todo, tendremos que enfrentar la realidad del “calendario mutable.” Dado que estaban en Roma y hacían lo que hacían los romanos, los primeros escritores cristianos calculaban las fechas a partir de la legendaria fundación de Roma en el año 753 AEC. Este calendario romano fue posteriormente reemplazado por otro, basado en los cálculos de un monje griego encargado de coordinar las festividades de la Iglesia. Hacia el año 532 EC, el monje Dioniso Exiguo fechó el nacimiento de Cristo el día 25 de marzo del año romano 754: el 1º de enero del año I del calendario cristiano. De allí viene el Anno Domini o “año de nuestro Señor.” Pero Dionisio Exiguo erró el cálculo. Dado que el Evangelio según Mateo fecha el nacimiento de Jesucristo en tiempos del rey Herodes, y teniendo en cuenta que éste falleció en el año 4 AEC, el “Año I” establecido por Dionisio Exiguo no pudo haber sido el año I.

Como numerosos sistemas de fechas antiguos, los primeros calendarios cristianos también referían al número de años que los gobernantes contemporáneos permanecían en el poder. En términos modernos, 1998 sería el sexto año de “reinado” de Bill Clinton. El Evangelio según Lucas dice que Juan el Bautista, de lejano parentesco con Jesús, nació seis meses antes que el Mesías y comenzó a predicar en el año quince del reinado del emperador Tiberio, fecha que corresponde al período comprendido entre los años 27 y 29 EC. De acuerdo al Evangelio de Lucas, en esa época Jesús contaba “aproximadamente treinta años de edad.” La cuenta regresiva indicaría algún momento entre los años 4 y 1 AEC como fecha aproximada del nacimiento de Jesús. Todo esto es un poco vago y se vuelve todavía más vago si el “aproximadamente treinta” de Lucas podía ser una manera de decir “treinta y algo.” ¿Jesús tenía exactamente treinta años cuando empezó a predicar? ¿Treinta y cinco? ¿Treinta y ocho? ¿O acaso apenas veinticinco? Eso también es “aproximadamente treinta.” Y aún no hemos terminado. Esta resbaladiza cronología se pone todavía más escurridiza.

La vida de Herodes seguramente debería proporcionar alguna pista sobre el nacimiento de Jesús. La Biblia dice que cuando Herodes era rey de Judea los romanos llevaron a cabo un gran censo. Alguien debe de saber cuándo fue. Error otra vez. El Evangelio según Mateo vincula explícitamente el nacimiento de Jesús con el gobierno del rey Herodes. Y la referencia al sucesor de Herodes, su hijo Arquelao, prueba que el autor estaba hablando de Herodes el Grande, no de uno de sus varios hijos que luego adoptaron el nombre de Herodes. Hay datos sobre los años en los que Herodes el Grande fue rey de los judíos: Herodes fue nombrado rey de Judea por el Senado romano en el año 40 AEC y murió treinta y seis años después, lo cual nos da como fecha exacta el año 4 AEC. Entonces, de acuerdo con el Evangelio de Mateo, Jesús nació antes del año 4 AEC.

También según Mateo (pero en ningún otro Evangelio), cuando Herodes se entera del nacimiento de un “mesías” que podría amenazar su poder, ordena matar a todos los varones judíos nacidos en Belén. La célebre “matanza de inocentes”—representada en numerosas obras de arte con el correr de los siglos—pretendía hacer recordar a los judíos al faraón que ordenó matar a los bebés circuncidados en tiempos de Moisés. ¿Cuándo emitió Herodes su terrible decreto? Lo siento. Herodes cometió varios actos espantosos en su época y su celo para eliminar opositores sólo podría compararse con el del rey David, su predecesor como rey de los judíos. Por ejemplo, en el año 7 AEC mandó ejecutar a dos de sus hijos. Antes de morir, hizo quemar vivos a un grupo de líderes religiosos y a sus discípulos por profanar un símbolo romano que él mismo había mandado colocar en el Templo de Jerusalén. Pero no hay registros de que haya emitido esa terrible orden, y aunque los hubiera, la orden era matar a los bebés menores de dos años, lo que implicaría que Jesús podría haber nacido dos años antes, en el año 6 o 7 AEC. Pero fuera de la Biblia no se hace mención a una masacre de infantes—hecho que seguramente habría llamado la atención de muchos—y sí a otras acciones crueles de Herodes. La ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia, pero no hay manera de confirmar la veracidad de la masacre narrada en el Evangelio según Mateo.

¿Y el censo mundial ordenado por el emperador romano Augusto según el Evangelio de Lucas? Al igual que el autor de Mateo, el de Lucas sostiene que Jesús nació bajo el reinado de Herodes. Sin embargo, en el Evangelio según Lucas el nacimiento de Jesús se relaciona con una recaudación de impuestos ordenada por el emperador Augusto y llevada a cabo por Cirino, el gobernador romano de Siria. Nuevamente, lo lamento. De acuerdo con los registros históricos, ese censo jamás tuvo lugar en aquella época. El único censo realizado por Cirino se produjo en el año 6 EC, diez años después de la muerte de Herodes. Este censo, organizado para recaudar impuestos entre los ciudadanos romanos, causó una revuelta en Judea pero no afectó a la población de Galilea, donde vivían José y María, gobernada por Herodes Antipas (otro hijo de Herodes el Grande). ¿Podría ser posible que el autor del Evangelio según Lucas se hubiera confundido de Herodes al escribir su libro setenta y cinco años más tarde?

Entonces, Mateo hace nacer a Jesús entre los años 7 y 4 AEC, y Lucas lo hace nacer antes del año 4 AEC—en vida de Herodes el Grande,—y luego en el año 6 EC—diez años después de la muerte de Herodes el Grande. Los dos Evangelios no coinciden por aproximadamente diez o doce años. La fecha es errónea y el año es un misterio. En otras palabras, el nacimiento del “Hijo de Dios” es una fiesta móvil. Si la Biblia es obra de la inspiración divina, ¿por qué Dios no se puso de acuerdo consigo mismo en cuanto a las fechas?

VOCES BÍBLICAS

LC. 2.1–7

Por aquellos días se promulgó un edicto de César Augusto, mandando empadronar a todo el mundo. Éste fue el primer empadronamiento hecho por Cirino, gobernador de Siria. Todos fueron a empadronarse, cada cual a la ciudad de su estirpe. José, como era de la casa y familia de David, vino desde Nazareth, ciudad de Galilea, a la ciudad de David llamada Belén, en Judea, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y sucedió que, hallándose allí, le llegó la hora del parto. Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo recostó en un pesebre, porque no hubo otro refugio para ellos.

¿En la aldea de Belén?

Bueno. El día y el año se mezclaron un poco. ¿Pero podemos dar por cierto que Jesús nació en Belén? Caramba, caramba. El lugar de nacimiento de Jesús también presenta algunas dificultades. Si sólo debiéramos atenernos a los Evangelios según Marcos y Juan, supondríamos que fue en Nazareth, porque ambos dicen que Nazareth era su ciudad natal…y el propio Jesús también. Pero Lucas y Mateo ambientan el relato del nacimiento de Jesús en Belén. Mateo simplemente consigna que María y José se hallaban en esa adormilada aldea, situada 10 kilómetros al sur de Jerusalén y muy lejos de Nazareth (emplazada al norte de la ciudad santa). En el Evangelio según Lucas, José y María viven en Nazareth pero viajan a Belén para cumplir con el gran censo imperial. Si hubiese habido un empadronamiento mundial, José no habría tenido necesidad de ir a anotarse a Belén. Y mucho menos probable es que haya debido arrastrar consigo a una mujer embarazada.

También se desconoce el lugar exacto del nacimiento de Jesús en Belén. El “pesebre” de Lucas podría haber sido un establo sin techo, o incluso un comedero de animales a cielo abierto; y es probable que la “posada” haya sido una especie de patio cubierto en tres de sus lados. De acuerdo con los datos arqueológicos y de otras fuentes, en aquella época Belén no tenía su Holiday Inn. Otras tradiciones cristianas sostienen que Jesús nació en una cueva. Esta versión se debe a Orígenes, un teólogo y erudito griego (c. 185–254) que dedicó su vida a la enseñanza del cristianismo y dijo haber visto la cueva con sus propios ojos. Recordado por su temprano intento de coordinar las versiones griega y hebrea de la Biblia, Orígenes se castró luego de leer en el Evangelio según Mateo que algunos “se volverían eunucos para el Reino del Cielo.” Hacia el año 338 EC el emperador Constantino mandó construir una iglesia sobre esta cueva; fue allí donde Jerónimo se instaló en el año 386 a traducir la Biblia del griego al latín, lo que dio por resultado la llamada Vulgata latina.

Entonces, ¿por qué hacer nacer a Jesús en Belén, una pequeña aldea ignota? Porque para el pueblo judío Belén no era en absoluto ignota. Mencionada por primera vez en el Libro de los Jueces, cobró mayor importancia en el Libro de Ruth, cuya heroína fue a Belén, se casó allí y se convirtió en ancestro del futuro rey David. Como lugar de nacimiento del más grande rey de Israel, Belén se transformó en un auténtico hito nacional. Más tarde, Miqueas profetizó que un rey pastor, el Mesías de Israel, nacería en Belén.

Tenemos sólo dos posibilidades. O Jesús nació en Belén—aun cuando el propio Jesús se diga oriundo de Nazareth y no haya razones históricas que justifiquen la presencia de sus padres en Belén—o no nació en Belén—y los autores de los Evangelios según Mateo y Lucas lo hicieron nacer allí para cumplir la profecía del Mesías del linaje de David nacido en Belén. En otras palabras, ¿los autores de los Evangelios acaso “cortaron el pie para adaptarlo al calzado” medio siglo después de los acontecimientos reales?

VOCES BÍBLICAS

LC. 1.26–34

En el sexto mes Dios envió al ángel Gabriel a Nazareth, ciudad de Galilea, a una virgen desposada con cierto varón de la casa de David, llamado José. El nombre de la virgen era María. Y habiendo entrado el ángel a donde ella estaba, le dijo: “Dios te salve, llena eres de gracia. El Señor es contigo.” Al escuchar estas palabras, la virgen se turbó y comenzó a preguntarse a qué se debería tamaño saludo. Y el ángel le dijo: “Oh, María, no temas, porque has hallado gracia a los ojos de Dios. Sabe que has de concebir en tu seno, y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo, y Dios le dará el trono de su ancestro David. Reinará en la casa de Jacob eternamente, y su reino no tendrá fin.” Pero María dijo al ángel: “¿Cómo ha de ser eso, si soy virgen?” (o “¿Cómo ha de ser eso, si no conozco varón alguno?”)

Anunciación, Asunción, Inmaculada Concepción. Nacimiento de virgen…¿cuál es la diferencia?

Los relatos navideños que suelen leer los cristianos de todo el mundo mezclan las versiones encontradas de Lucas y Mateo, las sazonan con un manojo de profecías hebreas y sirven el “manjar” de manera prolija y ordenada. El problema es que las versiones “ordenadas” de los Evangelios no concuerdan, tal como hemos visto al analizar la fecha y el lugar de nacimiento de Jesús.

Si este inocente embate contra el relato navideño típico le resulta perturbador, no sabe lo que le espera. La trama se pone cada vez más densa. En el Evangelio según Mateo, el ángel anónimo que anuncia el nacimiento de Jesús se le aparece a José. El ángel le ordena escapar con María porque Herodes se trae algo terrible entre manos. José y María aún no están casados y el inexplicable embarazo de la joven virgen se convierte en un problema. José planea “abandonarla en secreto.” Pero, urgido por el ángel, despierta de sus sombrías cavilaciones, toma a María por esposa y, luego del nacimiento de Jesús, escapa con los suyos de Belén para esperar la muerte de Herodes (que, según la historia, ocurrió en el año 4 AEC), en el célebre episodio de la “Huida a Egipto.” Sin decir cuánto tiempo pasó en Egipto la Sagrada Familia, un ángel le indica a José que el camino está despejado: pueden abandonar Egipto y regresar sanos y salvos a Judá. Pero en vez de retornar a Belén, la Sagrada Familia decide poner rumbo a Nazareth, en la provincia de Galilea. La huida a Egipto de José, María, y Jesús no es mencionada en el Evangelio según Lucas, pero las intenciones de Mateo seguramente fueron claras para los judíos de la época. Citando una profecía hebrea del Libro de los Números—“Llamé a mi hijo a salir de Egipto”—el autor del Evangelio según Mateo intentó trazar un paralelo entre Jesús y Moisés. Jesús fue a Egipto, igual que Moisés, y al igual que Moisés y los israelitas, salió de Egipto sano y salvo, en una suerte de recapitulación del Éxodo.

A diferencia del libro de Mateo, el Evangelio según Lucas se inicia con la historia de un nacimiento milagroso anterior: el de Juan el Bautista. Continuando con la tradición bíblica de la mujer estéril que recibe el mensaje celestial de un inesperado embarazo, el ángel Gabriel le anuncia a un sacerdote llamado Zacarías que su anciana y hasta el momento infertil esposa, Isabel, tendrá un hijo llamado Juan. (En las Escrituras hebreas las mujeres estériles son Sara, Rebeca, Raquel—madre de Sansón—, y Ana—madre del profeta Samuel.) Al igual que los israelitas Sansón y Samuel, este niño es consagrado a Dios antes de nacer. Su misión será preparar al pueblo judío para la llegada del Señor.

Seis meses más tarde, el ángel Gabriel se presenta en Nazareth ante María, una joven virgen pariente de Isabel, quien está comprometida con José pero aún no ha quedado embarazada. Gabriel le anuncia a la joven mujer—las “mujeres” de aquella época solían contraer matrimonio a la edad de catorce años—que concebirá un hijo que será llamado el “Hijo de Dios.” Cabe recordar que, en el Evangelio según Mateo, José recibió la noticia cuando María ya se hallaba “por tener familia.” En otras palabras, María no discutió la visita del ángel, ni explicó su misterioso embarazo a su futuro esposo.

Simplemente piensen qué dirían ustedes si su hija de catorce años les dijera que un ángel le anunció que daría a luz al Hijo de Dios. Pero mamá y papá no tendrían por qué preocuparse. ¡La jovencita seguiría siendo virgen! Las imágenes tradicionales de la Virgen María tienden a oscurecer el hecho de que la Santa Madre de Jesús fue una adolescente soltera.

La visita de Gabriel a María fue llamada Anunciación, y es el anuncio anticipado del nacimiento de Jesús. (Algunos cristianos celebran la Anunciación el 25 de marzo, que también fue la fecha calculada por el monje griego Dionisos para el nacimiento de Jesús: ¡agregue nueve meses y el resultado será 25 de diciembre!) No hay testimonios que indiquen que María y José hayan hablado de sus respectivas visitas angélicas. Imaginemos por un momento que José dijera: “María, quería decirte algo respecto a ese problemita tuyo. Bueno, anoche tuve el más extraño de los sueños.”

Sorprendida, María responde: “¿Tuviste un sueño? Yo también. Hace seis meses un ángel me dijo que sería la madre de Dios.”

A diferencia de otras mujeres bíblicas cuyos hijos son anunciados por visitas angélicas, María se entera de que su hijo será engendrado por el Espíritu Santo. Todas estas mujeres ancianas—desde la esposa de Abram, Sara, hasta la madre del profeta Samuel—se enteran milagrosamente de su embarazo y conciben sus hijos a la vieja usanza. Pero la adolescente María no concibe como ellas: su hijo es engendrado por el Espíritu Santo. María acude a visitar a su pariente Isabel, milagrosamente encinta. Cuando Isabel ve a María, su hijo, que aún no ha nacido, “salta en el vientre” y la anciana futura madre exclama: “Bendita eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre.”

La respuesta de María a Isabel toma la forma de un canto (el himno familiarmente conocido como “el Magnificat”):

Mi alma glorifica al Señor

y mi espíritu se regocija en Dios,

mi Salvador,

porque ha puesto los ojos en la bajeza

de su esclava.

Por tanto, ya desde ahora

me llamarán bienaventurada

todas las generaciones. (Lc. 1.46–48)

Ser la Madre de Dios no es algo que pueda tomarse a la ligera. Tal vez por eso la posición de María en la historia cristiana resulta intrigante. Después de los dos relatos del nacimiento de Jesús la Biblia habla muy poco de ella. Menos aún habla de José, quien se convierte en el primer desaparecido bíblico cuando Jesús cumple los doce años. Más adelante, Jesús hablará de su madre en varios versículos que parecen contradecir el mandamiento de “honrar a la madre.” En una ocasión, su familia llega a una casa donde Jesús se encuentra con sus seguidores y pide verlo, pero el Mesías responde: “‘¿Quiénes son mi madre y mis hermanos y hermanas?’ Y, mirando a su alrededor a aquellos que están sentados junto a él, dice: ‘Aquí están mi madre y mis hermanos y hermanas. Todo el que cumpla la voluntad de Dios es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.’” (Mc. 3.31–35) En el Evangelio según Lucas dice Jesús: “Si alguien viene a mí y se preocupa por su padre o su madre o su esposa o sus hijos o sus hermanas o sus hermanos o incluso por su propia alma, no puede ser mi discípulo.” (Lc. 14.26) Las palabras de Jesús—que han impactado a muchos lectores por su fría determinación—significan que la fe en él debe ser absoluta e inequívoca.

A pesar de la elocuente adoración de María y la mitología que se ha creado en torno a ella—cada año se reportan millares de “visiones marianas”—la Biblia apenas menciona a María, madre de Jesús. En el Evangelio según Juan está presente en las bodas de Caná y en la crucifixión de Jesús. En el Libro de los Hechos se encuentra junto a los discípulos tras la muerte de Jesús y su ascención a los cielos. Los Evangelios según Marcos y Juan no mencionan la concepción virginal de Jesús, y Pablo tampoco explora el tema del milagroso nacimiento del Mesías concebido por una mujer que no ha mantenido relaciones sexuales. Pablo se limita a afirmar que Jesús había “nacido de mujer” en una de sus cartas. Algunos historiadores bíblicos sostienen que esto es una clara señal de que la virginidad de María no era un tema preocupante para los primeros cristianos, pero los autores de los Evangelios se vieron obligados a considerar un difícil escollo: la posibilidad de que un hombre de carne y hueso fuera también un ser divino (tal como supuestamente lo era Jesús). Establecer la divinidad de Jesús era especialmente importante para ganar conversos gentiles. La idea de un dios que mantiene vínculos sexuales con los mortales era común en las tradiciones paganas, dioses griegos incluidos. Pero los cristianos introdujeron la imagen del Espíritu Santo como agente de la concepción para dejar en claro que el nacimiento de Jesús no era comparable a la historia de Leda y el cisne, un mito griego en el que Zeus toma la forma de un ave para copular con una mujer. María, en cambio, concibió a Jesús sin relaciones sexuales de por medio, de allí la idea del “nacimiento virginal.”

¿Qué significaba la palabra “virgen” hace 2,000 años?

Aunque los autores de los Evangelios según Mateo y Lucas se esfuerzan por dejar en claro el estatus virginal de María, el tema de su virginidad es más bien un caso de traducción errada. En las profecías del Libro de Isaías ya había numerosas alusiones a la llegada de un Salvador. Es probable que el autor del Evangelio según Mateo se haya basado en una traducción al griego del Libro de Isaías, en el que se profetiza el advenimiento del Mesías. En cierta ocasión, Isaías habla del nacimiento del hijo de una mujer joven (véase Isaías). Pero la traducción griega del hebreo “mujer joven” podría haber significado indistintamente “virgen” o “mujer joven.” En otras palabras, Isaías jamás profetizó un nacimiento virginal y ni siquiera se refirió al Mesías cuando predijo el nacimiento del hijo del rey Acaz de Judá. Pero, en su afán de cumplir la profecía mal traducida, el autor del Evangelio según Mateo creyó conveniente hacer nacer a Jesús de una virgen. Dado que ni Juan, ni Marcos, ni Pablo discuten el “nacimiento virginal,” algunos teólogos han sugerido que este aspecto del nacimiento de Jesús fue un invento posterior—tal como la localización del nacimiento en Belén—destinado a transformar los eventos de la Navidad en un plan profético. Nuevamente, el episodio completo del nacimiento de Cristo recordará a los lectores que la Biblia es una obra de fe, no un texto de historia o biología.

El “culto de María” que se desarrolló en siglos posteriores carece casi por completo de fundamentos bíblicos. No obstante, la veneración de María se propagó velozmente entre los primeros Cristianos. Ya en el siglo II se la llamaba “Madre de Dios,” pero hacia el siglo IV comenzaron los debates eclesiásticos acerca de la divinidad de Jesús y la jerarquía de María. Un monje llamado Nestorius insistió en afirmar que María era la madre de Jesús, no de Dios. El Concilio de Éfeso condenó su prédica en el año 431 y ordenó que María fuera llamada Theotokos o “Madre de Dios.” Las enseñanzas cristianas posteriores señalan que María fue siempre virgen, aun cuando los Evangelios mencionan reiteradamente a los hermanos y hermanas de Jesús. Los teólogos explicaron que estos hermanos eran en realidad primos o parientes cercanos de Jesús, o bien hijos de un matrimonio anterior de José…interpretación que carece por completo de sustento bíblico. En el Evangelio según Mateo se dice que José “no tuvo relaciones carnales con su esposa hasta que ella dio a luz un hijo,” lo que deja abierta la posibilidad de que María y José tuvieran “relaciones carnales” después del nacimiento de Jesús.

Otros teólogos siguieron avanzando por una senda que tampoco tiene justificación bíblica: según ellos, María concibió sin el “pecado original” del sexo. Esta creencia—la doctrina conocida como “Inmaculada Concepción”—se remonta a los inicios del cristianismo y fue oficialmente aceptada como dogma esencial de la fe católica romana por el Papa Pío IX en 1854. El “pecado original”—una idea teológica cristiana inhallable en la Biblia—atribuye el pecado universal de la raza humana al primer pecado cometido por Adán. El eminente autor cristiano Agustín, obispo de Hipona, no acuñó el término pero difundió la idea del “pecado original,” dejando en claro que la lacra del pecado humano se transmite de una generación a la siguiente por el acto mismo de la procreación. La idea de la “Inmaculada Concepción”—confundida a menudo con la del “Nacimiento Virginal”—fue posteriormente desarrollada en la Edad Media para explicar que María no sólo no había mantenido relaciones sexuales para concebir a Jesús sino que también estaba libre del “pecado original.”

La popularidad de María aumentó notablemente durante la Edad Media, particularmente en el período de la plaga o “Muerte negra.” En esta época, muchos europeos pensaron que el mundo realmente estaba por llegar a su fin y que el Día del Juicio anunciado por la Biblia caería sobre sus cabezas. De allí que comenzaran a representar a Jesús más como juez supremo universal que como misericordioso “cordero de Dios.” A medida que el miedo a la muerte y al Día del Juicio aumentaba a la par de la plaga que asolaba Europa, María comenzó a ser considerada como una misericordiosa intermediaria cuyos ruegos podían atemperar la terrible justicia de Jesucristo. En esta época se comenzó a rezar el rosario, una devoción originalmente compuesta de 150 “Ave Marías,” uno por cada salmo bíblico.

Las Iglesias Católica Romana y Ortodoxa Rusa también incorporaron la idea de que el cuerpo de María subió al cielo y allí se unió con su alma. Este episodio, llamado la “Asunción de la Virgen,” también carece de fundamento bíblico. La Asunción—basada en la Festividad de la Dormición del siglo IV—fue definida formalmente como un artículo de fe por el Papa Pío XII en el año 1950.

Numerosas denominaciones protestantes disienten con los católicos romanos en lo que respecta a la Inmaculada Concepción y la Asunción de la Virgen María. Pero el nacimiento virginal sigue siendo una doctrina esencial para la mayoría de los cristianos. Desde que los eruditos modernos cuestionaron las incongruencias y los errores de traducción con respecto a María y el nacimiento de Jesús, algunos teólogos cristianos comenzaron a discutir la idea del nacimiento virginal. No obstante, como todas las cuestiones de la Biblia, ésta queda reservada a la fe individual.

VOCES BÍBLICAS

MT. 2.1–5

Habiendo nacido Jesús en Belén de Judá, y bajo el reinado de Herodes, he aquí que unos magos vinieron de Oriente a Jerusalén preguntando: “¿Dónde está el nacido rey de los judíos? Vimos ascender su estrella y hemos venido a rendirle homenaje.” Al escuchar esto, el rey Herodes se turbó, lo mismo que toda Jerusalén. Convocó a todos los sacerdotes y escribas y les preguntó dónde nacería el Cristo. Y ellos le dijeron: “En Belén de Judea, porque así lo escribió el profeta.”

¿Hubo realmente “tres reyes”? Si los hubo, ¿de dónde provenían?

Olvidando todos los engorrosos detalles del censo imperial (que podría haber ocurrido diez años después de la muerte de Herodes) descritos en el Evangelio según Lucas, el autor del libro de Mateo concentra el relato del nacimiento de Jesús en el rey Herodes, quien recibe la noticia de que el Mesías—el nuevo rey de los judíos, el Cristo—acaba de nacer en Belén. En un alarde similar al del faraón egipcio en tiempos de Moisés, Herodes manda matar a todos los varones menores de dos años nacidos en Belén. Emite el terrible decreto luego de que una cantidad no especificada de “hombres sabios” pregunta a los moradores de Jerusalén cómo encontrar al recién nacido “rey de los judíos.” Han escuchado la profecía del nacimiento y han contemplado la señal astrológica—la ubérrima “estrella de Belén”—que lo confirma.

Ahora bien, ¿quiénes eran estos “hombres sabios” que sólo aparecen en el Evangelio según Mateo? ¿Eran reyes? ¿Eran tres?

En el original griego se los denomina magi—palabra utilizada para describir a los místicos y de la que deriva la palabra magos—de Persia (actual Irán). Nada indica que pertenecieran a la realeza, salvo el “hecho” de haber tenido una audiencia con Herodes. Tampoco se afirma que hayan sido tres. El único indicio posible de que fueran tres magi son los tres regalos que le llevan al niño. Pero estos tres obsequios no necesariamente deben provenir de tres personas. El hecho de que Herodes mande matar a todos los varones menores de dos años podría sugerir, incluso, que los “hombres sabios” llegaron a Jerusalén bastante después del nacimiento de Jesús. Aunque algunas tradiciones consignan que Jesús era un bebé cuando los magi llegaron a visitarlo, en otras versiones se dice que era un niño. La estrella que guía a los magos indica que eran astrólogos. Originalmente, los magi eran un clan de los medos e integraban la casta sacerdotal de Persia. En tiempos de Jesús, la palabra magi se aplicaba a los profesionales de la magia o de la astrología.

A pesar de las leyendas folclóricas que los celebran y del establecimiento del “Día de los Reyes Magos,” los magi son anónimos. Sus nombres legendarios—Melchor, Gaspar, y Baltasar en la tradición occidental—aparecieron mucho más tarde, al igual que el mito de que uno de ellos era negro. Todo esto fue producto de la vívida imaginación medieval. Los cristianos del medioevo seguramente pensaron que los “tres reyes” provenían de los tres continentes conocidos…lo cual significaba que uno de ellos debía ser africano y, por lo tanto, negro. Así se hacen las leyendas. La Biblia menciona tres obsequios: oro, incienso, y mirra. El primero es obvio. Los otros dos eran hierbas aromáticas obtenidas de arbustos. Significativamente, los Evangelios relatan luego que el cadáver de Jesús fue ungido con mirra antes de ser sepultado.

La estrella que siguieron los magi o magos suscitó innumerables revisiones de los documentos astronómicos de la época. A diferencia de los cometas, meteoritos y demás curiosidades celestes, ésta era una “estrella” poco habitual. Atravesó el cielo hasta llegar a Belén, y una vez allí se quedó inmóvil. En el año 12 AEC el cometa Halley orbitó la tierra, pero si bien se ha buscado relacionar este hecho con el nacimiento de Jesús, es obvio que las fechas no coinciden. En el año 3 AEC el planeta Júpiter entró en conjunción con Venus—el “lucero del alba”—lo que podría haber producido un resplandeciente fenómeno celestial. Los registros astronómicos chinos, cuidadosamente llevados durante siglos, también señalan la aparición de una supernova en el año 5 AEC, lo cual sería bastante posible dado que Jesús nació antes de la muerte de Herodes en el año 4 AEC. De modo que las noches estrelladas tampoco ayudan a establecer la fecha de nacimiento de Jesús. Y la estrella de los “reyes magos” sigue siendo otra pieza extraña del imposible rompecabezas de la Navidad.

VOCES BÍBLICAS

LC. 2.8–11

Estaban velando en aquellos contornos unos pastores, y vigilando de noche su grey, cuando de improviso un ángel del Señor se apareció ante ellos, y una luz divina los cercó, llenándolos de temor. Pero el ángel dijo: “No temáis. Vengo a daros una nueva de grandísimo gozo para todo el pueblo. Hoy, en la ciudad de David, ha nacido vuestro Salvador; él es el Cristo, Señor nuestro.”

¿Los “hombres sabios” de Mateo se encontraron con los pastores de Lucas?

Toda escena navideña y todo pesebre en conmemoración de la Navidad incluyen un elemento clave: los pastores que cuidan sus rebaños y reciben por vía de los ángeles la noticia del nacimiento de Jesús. El Evangelio según Mateo descuida este elemento popular de la Navidad que Lucas, sin embargo, incluye en su relato del nacimiento: los pastores. En el Evangelio según Lucas, los pastores van a Belén, rinden homenaje al niño, y se marchan diciendo que comunicarán a todos el maravilloso evento que acaban de presenciar. Los magos de Mateo y los pastores de Lucas jamás se cruzan en el camino. Luego, todos desaparecen de la Biblia. ¿Acaso habrán sido transformados por el milagroso acontecimiento? ¿O tal vez se unieron a los seguidores de Jesús años más tarde?

En un plano simbólico, el anuncio a los pastores es una suerte de contrapunto a las ofrendas de los magos. En los tiempos del Nuevo Testamento, los pastores ocupaban un puesto muy bajo en la escala social. Durante toda su vida, Jesús se dirigirá sobre todo a los miembros más pobres y desamparados de la sociedad de Judea, representados por los pastores en el Evangelio según Lucas. La escena de los pastores también pretendía recordar a los mortales que Jesús había llegado como pastor del rebaño de Israel, y también como cordero que sería sacrificado para lavar los pecados del mundo.

¿Jesús obedecía a sus padres?

De acuerdo con el Evangelio según Lucas, Jesús comenzó a predicar alrededor de los treinta años de edad. Los otros tres Evangelios no hacen mención a la juventud de Jesús en Nazareth. Lucas es el único que ofrece un veloz retrato de un Jesús de doce años discutiendo la Ley con los sabios en las escalinatas del Templo de Jerusalén.

En aquella época, Nazareth era una insignificante aldea de agricultores. María y José son retratados como devotos israelitas que todos los años peregrinan a Jerusalén para celebrar la Pascua. Durante esta celebración, la ciudad santa se llenaba de peregrinos y los soldados romanos intentaban mantener el orden…lo cual no era fácil, porque el sentimiento nacionalista y antirromano se fortalecía con los festejos. Fue así que Jesús y sus padres se separaron en medio de la multitud, y María y José supusieron que su hijo se encontraba entre los numerosos peregrinos que regresaban a Nazareth. Como pasan tres días y el niño no aparece, sus padres retornan a Jerusalén y lo encuentran sentado entre los maestros que se congregaban en las puertas del Templo a discutir y debatir las Escrituras. El niño de doce años estaba cuestionando a los rabinos, atónitos ante el conocimiento que demostraba tener acerca de la Ley. Los padres de Jesús se sintieron muy molestos y le preguntaron por qué los trataba de ese modo. La respuesta del niño los confundió: “¿Por qué me estáis buscando? ¿Acaso no sabéis que debo estar en la casa de mi Padre? (Lc. 2.49)

Silencio. Los siguientes dieciocho años de la vida de Jesús no están documentados en el Nuevo Testamento. ¿Acaso siguió los pasos de José y se hizo carpintero? ¿Tal vez se casó, como todos los varones jóvenes judíos de aquellos tiempos? ¿Quizá fue testigo del levantamiento antirromano en la vecina Gamala? Los romanos arrasaron la pequeña aldea y crucificaron a los rebeldes judíos a lo largo del camino. No hay datos precisos, sólo especulaciones.

Cuando volvemos a verlo, Jesús visita a su pariente Juan, quien se ha convertido en “bautista.” Descendiente de una familia de sacerdotes, Juan fue uno de los tantos predicadores judíos que practicaban el bautismo por inmersión en el río Jordán. El bautismo era una forma de purificación ritual no demasiado difundida entre los judíos de la época, pero la idea de lavar los pecados con agua tiene su origen en las Escrituras hebreas. Juan el Bautista predicaba el arrepentimiento de los pecados simbolizado por el bautismo. Si bien algunos historiadores han intentado vincularlo a la tradición de los esenios—secta monástica de Qumram que aparentemente hacía del baño ritual parte de su vida diaria—es más probable que Juan haya sido un solitario, una suerte de “salvaje” que cubría su desnudez con pieles de camello, y se alimentaba de “langostas y miel” al tiempo que predicaba el arrepentimiento y la confesión de los pecados.

El nacimiento milagroso de Juan fue anunciado por el ángel Gabriel en el Evangelio según Lucas. También es considerado una suerte de predecesor de Jesús, el Salvador, en cuanto al cumplimiento de algunas profecías hebreas. Las tres versiones sinópticas del bautismo de Jesús presentan ligeras diferencias, pero todas coinciden básicamente en que en el instante de su bautismo el Espíritu Santo descendió sobre su cabeza en forma de paloma y una voz celestial anunció: “Éste es mi Hijo, el Amado, con quien estoy muy complacido.”

VOCES BÍBLICAS

MT. 14.6–8

Pero cuando llegó el cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó para la concurrencia, y tanto le gustó a Herodes que prometió bajo juramento otorgarle cualquier cosa que le pidiese. Urgida por su madre, dijo: “Dame la cabeza de Juan el Bautista en una bandeja.”

¿Por qué querría una joven la cabeza de Juan el Bautista en bandeja de plata?

Poco tiempo después del bautismo de Jesús, Juan fue arrestado por orden de Herodes Antipas, hijo de Herodes el Grande. Los Evangelios retratan a Juan predicando la llegada del Mesías. El historiador judío Josefo adhiere a la descripción evangélica de Juan el Bautista, pero lo presenta como una suerte de maestro errante. Cuando Juan denuncia públicamente el casamiento de Herodes Antipas y Herodías—quien, además de ser su sobrina, ya estaba casada con el hermano de Herodes—la reina furiosa exige que sea arrestado. Herodes estaba fascinado con Juan, pero cuando Salomé—la hija de Herodías—danzó en los festejos de su cumpleaños, el lascivo gobernante olvidó todo decoro y prometió otorgarle lo que pidiese. La Biblia no identifica a esta joven como Salomé, pero Josefo sí. Tampoco menciona los famosos “Siete Velos” de los que se despoja Salomé mientras danza para su padrastro (popularizados por la ópera Salomé, de Richard Strauss, en 1905; a su vez una adaptación del drama homónimo de Oscar Wilde). Azuzada por su madre, la bella joven pide—y recibe—la cabeza de Juan servida en bandeja. (La Salomé operística muere aplastada por orden de su padrastro, pero el personaje histórico contrae enlace con Felipe, hijo de Herodes.)

La cabeza cortada de Juan presenta algunos problemas de orden cronológico. La tradición sostiene que Jesús comenzó a predicar en la época de la muerte de Juan. Pero la historia se inmiscuye una vez más, si hemos de creerle al ubicuo Josefo. Según el historiador, Juan fue arrestado en el año 33 o 34. Supuestamente, Jesús ya había muerto en esa fecha.

VOCES BÍBLICAS

LC. 4.1–4

Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó del Jordán y fue guiado por el Espíritu al desierto, donde estuvo cuarenta días y fue tentado por el diablo. No comió nada durante esos días, y al terminar estaba exangüe. Y el diablo le dijo: “Si eres el Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan.” Y Jesús respondió: “Está escrito: ‘No sólo de pan vive el hombre.’”

RESUMEN DE LA TRAMA: LA TENTACIÓN DE CRISTO

Después de su bautismo Jesús se dirige al desierto y pasa allí cuarenta días, número cuyo significado es obvio para los judíos devotos. Moisés pasó cuarenta días en el desierto antes de recibir los Diez Mandamientos, y luego los Hijos de Israel pasaron cuarenta años en el desierto. El simbolismo seguramente no habrá pasado desapercibido entre los judíos de aquellos tiempos. Tres de los Evangelios afirman que Jesús fue puesto a prueba durante ese período. Cada uno de estos Evangelios otorga un nombre distinto al adversario de Jesús. En algunas traducciones del Evangelio de Mateo es “el tentador,” en Marcos es Satán o Satanás, y en Lucas es el diablo. La descripción de Marcos es breve: Jesús estaba en el desierto, fue tentado por Satanás y los ángeles lo protegieron. Pero Mateo y Lucas describen un elaborado proceso de tentación en tres partes. Primero, Jesús es urgido a convertir las piedras en pan. Citando el Deuteronomio, responde:

 

“No sólo de pan vive el hombre, / sino de cada palabra que sale / de la boca de Dios.”

 

Llevado a la punta del Templo, Jesús es instado a arrojarse al vacío y ser salvado por los ángeles. Acude nuevamente al Deuteronomio para responder: “No pongas a prueba al Señor tu Dios.” Por último, desde la cima de una alta montaña Jesús contempla todos los reinos del mundo y el tentador le dice que podrían ser suyos. Jesús vuelve a responder con palabras del Deuteronomio: “Venerarás al Señor tu Dios, y lo servirás sólo a Él.” Las referencias de Jesús al Deuteronomio—uno de los Libros de la Ley—habrán servido para recordar a los judíos la conexión entre Jesús y Moisés.

VOCES BÍBLICAS

MT. 4.18–20

Caminando junto a la orilla del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos; Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, arrojando una red al mar (pues eran pescadores).

Y les dijo: “Seguidme, y os haré pescadores de hombres.” Al instante dejaron sus redes y lo siguieron.

¿Cuál es la diferencia entre un discípulo y un apóstol?

Jesús pasó el resto de su vida en y cerca del mar de Galilea, excepto por su viaje—o visitas anuales, de acuerdo con el Evangelio según Juan—a Jerusalén. El mar de Galilea, o lago Tiberíades, tiene aproximadamente doce millas y media de longitud, y ocho millas en su punto más ancho. El río Jordán se convierte en su afluente en el norte y fluye rumbo al sur hasta desembocar en el mar Muerto. En tiempos bíblicos, los residentes cosmopolitas de Jerusalén consideraban “rústicos” a los galileos. La actitud común de los pobladores de la región fue expresada en el Evangelio según Marcos por un hombre llamado Nataniel, quien, al enterarse de la existencia de Jesús, preguntó azorado: “¿Es que algo bueno puede salir de Nazareth?” Sin mayores diferencias con los pastores de la Navidad en la estructura social de Judea, este extraño grupo de pescadores de Galilea no era precisamente el “Equipo Soñado” que salvaría a Israel y vencería al Imperio Romano.

El relato varía ligeramente en el Evangelio según Lucas. Aquí, los pescadores se deciden a seguir a Jesús cuando él les pide que arrojen sus redes aun cuando ellos están seguros de que no pescarán nada. No obstante, atrapan tantos peces que las redes casi se rompen. En la versión de Mateo, los cuatro pescadores—Simón, Andrés, Santiago, y Juan—sencillamente abandonan sus redes y sus botes y siguen a Jesús. En la versión de Juan, Andrés es un discípulo de Juan el Bautista que le habla de Jesús a su hermano Simón, pero no se menciona la “pesca de hombres” y no se abandonan las redes. Poco a poco, Jesús elige doce discípulos entre sus seguidores, número que representa simbólicamente a las doce tribus de Israel.

LOS DOCE DISCÍPULOS

(Evangelio según Mateo 10, según Marcos 3 y según Lucas 6)

Éstos fueron los doce Discípulos, con “d” mayúscula, elegidos por Jesús. Fueron sus seguidores más cercanos, pero también hay menciones frecuentes de otros “discípulos,” término empleado a menudo en los Evangelios y los Hechos. La palabra “discípulo” literalmente significa “aprendiz,” aunque tiene distintas connotaciones en cada uno de los Evangelios. Los discípulos de Jesús generalmente eran aquellos que lo escuchaban, lo entendían, e incluso transmitían sus enseñanzas. En la versión de Lucas, Jesús elige otros setenta discípulos (aparte de los consabidos y celebérrimos doce). Luego los envía por parejas a las ciudades que piensa visitar. El número setenta supuestamente representaba el número de las naciones del mundo según el Génesis. (Otras fuentes antiguas mencionan setenta y dos discípulos, lo que reflejaría una disparidad en las traducciones. La Biblia hebrea dice que hay setenta naciones; la Biblia griega dice que hay setenta y dos.)

Además de los doce discípulos principales y los setenta adicionales, Jesús tenía una enorme y creciente “comunidad” de seguidores que le daban la bienvenida cada vez que llegaba a una aldea o ciudad.

Las palabras discípulo y apóstol suelen ser utilizadas indistintamente, pero tienen significados diferentes. El apóstol—del griego apostolos (“aquel que es enviado fuera”)—es el mensajero del Evangelio. El autor del Evangelio según Lucas empleó la palabra “apóstol” específicamente para los doce discípulos que acompañaron a Jesús, presenciaron su resurrección y se convirtieron en líderes de su Iglesia…con la sola excepción de Judas Iscariote, quien traicionó a su maestro y luego se suicidó. La palabra fue posteriormente utilizada en un sentido más amplio y se aplicó a Pablo y a otros predicadores del Evangelio.

VOCES BÍBLICAS

LC. 10.3–12

Seguid vuestro camino. He aquí que yo os envío a predicar como corderos entre lobos. No llevéis bolsillo, ni alforja, ni sandalias; no os paréis a saludar a nadie en el camino. Al entrar en una casa, decid primero que nada: “¡La paz sea en esta casa!” Y si en ella hubiere algún hijo de la paz, descansará vuestra paz sobre él; si no lo hubiere, volverá a vosotros. Y perseverad en aquella misma casa, comiendo, y bebiendo de lo que tengan; pues el que trabaja, merece su recompensa. No andéis pasando de casa en casa. En cualquier ciudad en que entrareis, y os hospedareis, comed lo que os pusieren delante, y curad a los enfermos que en ella hubiere, y decid: “El reino de Dios está cerca.” Pero si en la ciudad donde hubie-reis entrado no quisieran recibiros, salid a las calles y decid: “Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies, lo sacudimos contra vosotros. Sin embargo, sabed que el reino de Dios está cerca.” Yo os digo que, cuando llegue ese día, Sodoma recibirá mejor trato que esa ciudad.

¿Jesús dio un sermón en la montaña?

Una de las piezas centrales de las enseñanzas de Jesús es un largo discurso que Agustín llamó “el Sermón de la Montaña.” De acuerdo con el Evangelio según Mateo, luego de convocar a Simón y a Andrés, Jesús desarrolló “el don de la palabra.” Atraía a grandes multitudes que lo seguían a todas partes para escuchar su prédica y presenciar sus curas milagrosas. Una de esas multitudes se reunió a escucharlo hablar, sentado (típica posición judía para impartir enseñanzas) al pie de una montaña no identificada. La versión completa del “Sermón de la Montaña” se encuentra en el Evangelio según Mateo (su extensión supera los cien versículos), y la versión abreviada puede leerse en el Evangelio según Lucas. En este último las enseñanzas impartidas son similares aunque un poco más breves (aproximadamente treinta versículos) y fueron transmitidas por Jesús “en el llano,” luego de bajar de la montaña donde había estado rezando.

Las diferencias entre ambas versiones evangélicas ha llevado a numerosos eruditos a creer que la versión de Mateo es en realidad la compilación de varias enseñanzas de Jesús en un largo discurso memorable. En otras palabras, el Sermón de la Montaña sería una suerte de “Lo mejor de Jesús” editado en una sola arenga.

En la versión de Mateo, el Sermón comienza con “las Beatitudes” o “Bienaventuranzas,” una serie de bendiciones prometidas a los más vulnerables y desamparados siempre que estén dispuestos a aceptar el “reino de los cielos.” (Hay nueve Beatitudes o Bienaventuranzas en Mateo; en Lucas sólo hay cuatro.) Luego Jesús pasa a una serie de “demandas” que superan pero no reemplazan las enseñanzas de la Ley y los Profetas hebreos, entre ellas la “Regla de Oro.” El Sermón de la Montaña incluye muchas de las enseñanzas más difundidas de Jesús—también algunas de las más enigmáticas, difíciles, y utópicas—y se destaca por su fuerte contenido ético.

EL SERMÓN DE LA MONTAÑA

(Mt. 5.1–7.27)

Y viendo Jesús a todo ese gentío, subió a la ntaña; y luego se sentó, y sus discípulos se acercaron a él. Entonces comenzó a hablar, y a adoctrinarlos diciendo:

Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

Bienaventurados los dóciles, porque heredarán la tierra.

Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.

Bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia.

Bienaventurados los de corazón puro, porque ellos verán a Dios.

Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

Bienaventurados los que padecen persecución por defender la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.

Bienaventurados seréis cuando los hombres por mi causa os maldigan, y os persigan, y digan toda suerte de calumnias e infamias contra vosotros. Alegraos y regocijaos, porque es grande la recompensa que os aguarda en el cielo. Del mismo modo persiguieron a los profetas que fueron antes que vosotros.

Vosotros sois la sal de la tierra. Y si la sal se vuelve insípida, ¿cómo recuperará su sabor? Ya no servirá para nada, sino para ser arrojada y pisada por la gente.

Vosotros sois la luz del mundo. No se puede esconder una ciudad edificada sobre un monte. Ni se enciende una luz para luego colocarla bajo un celemín sino sobre un candelero, para que alumbre a todos los de la casa. Brille así vuestra luz ante los hombres, de manera que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.

No penséis que he venido a abolir la ley o la doctrina de los profetas; no he venido a destruirlas, sino a hacer que se cumplan. Con toda verdad os digo que antes desaparecerán el cielo y la tierra, que deje de cumplirse cuanto contiene la Ley, hasta una letra sola o un ápice de ella. Y así el que violare uno de estos mandamientos, por mínimos que parezcan, y enseñare a los demás a hacer lo mismo, será tenido por el más bajo en el reino de los cielos; pero el que los guardare y enseñare será grande en el reino de los cielos. Porque yo os digo que si vuestra justicia no es más plena y más perfecta que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.

Habéis oído que se dijo a vuestros ancestros: “No matarás.” Y que quien matare será condenado en juicio. Yo os digo más: aquel que se encone con su hermano o su hermana, será sujeto a juicio. Y aquel que insulte a su hermano o su hermana, merecerá que lo juzgue el concilio. Y el que lo llame “fatuo” merecerá el fuego del infierno. Por tanto, si en el momento de presentar tu ofrenda en el altar recuerdas que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda en el altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y después regresa a presentar tu ofrenda. Luego haz las paces con tu contrario, mientras estés con él todavía en el camino; no sea que te ponga en manos del juez, y el juez te entregue al alguacil, y termines en la cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.

Habéis oído que se dijo a vuestros ancestros: “No cometerás adulterio.” Yo os digo más: todo el que mire a una mujer con deseo, habrá pecado en su corazón. Y si tu ojo derecho te obliga a pecar, arráncalo, y arrójalo lejos de ti; pues es mejor perder una parte del cuerpo, que soportar que el cuerpo entero arda en las llamas del infierno. Y si tu mano derecha es causa de escándalo, córtala, y arrójala lejos de ti; pues es mejor perder una parte del cuerpo, que soportar que el cuerpo entero arda en las llamas del infierno.

Se ha dicho: “Cualquiera que despidiere a su mujer, déle un certificado de repudio.” Pero yo os digo que cualquiera que despidiere a su mujer, si no es por causa de adulterio, la expone a ser adúltera; y el que se casare con la repudiada será asimismo adúltero.

También habéis oído que se dijo a vuestros ancestros: “No jurarás en falso; antes bien, cumplirás los juramentos hechos al Señor.” Yo os digo más: de ningún modo juréis sin justo motivo, ni por el cielo, pues es el trono de Dios, ni por la tierra, pues es la peana de sus pies, ni por Jerusalén, pues es la ciudad del Gran Rey. Tampoco juraréis por vuestra cabeza, pues no está en vuestra mano el hacer blanco o negro un solo cabello. Sea, pues, vuestro modo de hablar: sí, sí; o no, no, pues lo que pasa de esto proviene del mal.

Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, y diente por diente.” Yo os digo, en cambio, que no ofrezcáis resistencia al agravio. Antes bien, si alguien te hiere en la mejilla derecha, ofrécele tu otra mejilla. Y al que quiere armarte pleito extractText quitarte la túnica, entrégale también el manto. Y a quien te obligare a ir cargado mil pasos, acompáñalo otros dos mil. Dale a todo el que te pida, y no le vuelvas el rostro al que quiera tomar prestado de ti.

Habéis oído que fue dicho: “Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.” Yo os digo más: Amad a vuestros enemigos; haced el bien a los que os aborrecen, y orad por los que os persiguen y calumnian, extractText que seáis hijos del Padre Celestial que hace salir el sol sobre los buenos y los malos, y hace caer la lluvia sobre justos y pecadores. Pues si no amáis sino a los que os aman, ¿qué mérito habréis de tener? ¿No lo hacen así los publicanos? Sed, entonces, perfectos, así como vuestro Padre Celestial es perfecto.

Guardaos de realizar vuestras buenas obras en presencia de los hombres, con el fin de que os vean; de lo contrario no recibiréis el premio de vuestro Padre que está en los cielos.

Y cuando deis limosna no queráis publicarlo al son de la trompeta, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles extractText ser honrados por los hombres. En verdad os digo que ya recibieron su recompensa. Mas vosotros, cuando deis limosna, haced que vuestra mano izquierda no perciba lo que hace vuestra mano derecha; extractText que vuestra limosna quede oculta, y vuestro Padre, que ve en lo secreto, os otorgue la justa recompensa.

Asimismo, cuando oréis, no hagáis como los hipócritas, que a propósito se ponen a orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, extractText que los hombres los vean; en verdad os digo que ya recibieron su recompensa. Tú, al contrario, cuando ores, entra en tu aposento y, con la puerta cerrada, ora en secreto a tu Padre. Y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

En tu oración no emplees palabras vacías como hacen los gentiles, que imaginan que serán escuchados a fuerza de palabras. No quieras, pues, imitarlos. Tu Padre sabe lo que necesitas sin que selo pidas.

Orad, entonces, del siguiente modo:

Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino,

hágase tu voluntad,

así en la tierra como en el cielo.

El pan nuestro de cada día,

dánoslo hoy,

y perdónanos nuestras ofensas,

así como nosotros perdonamos

a los que nos ofenden.

Y no nos dejes caer en la tentación.

Mas líbranos del mal.

Porque si perdonáis a los demás las ofensas que cometen contra vosotros, vuestro Padre Celestial también perdonará vuestros pecados; pero si vosotros no perdonáis a los hombres, vuestro Padre Celestial tampoco os perdonará.

Cuando ayunéis, no os pongáis tristes, como los hipócritas que desfiguran su rostro extractText mostrar a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya recibieron su recompensa. Al contrario, cuando ayunes, perfuma tu cabeza, y lava tu cara, extractText que no sepan los hombres que ayunas, sino únicamente tu Padre, que está presente en todo, aun en lo más secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

No quieras amontonar tesoros en la tierra, donde el orín y la polilla los consumen, y donde los ladrones los desentierran y los roban. Guarda tus tesoros en el cielo, donde no hay orín ni polilla que los consuma, ni tampoco ladrones que los desentierren y roben. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.

Tu ojo es la lámextractText del cuerpo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo está enfermo, todo tu cuerpo se llenará de oscuridad. Si lo que debe ser luz es tiniebla, ¡cuán grande será la oscuridad!

Nadie puede servir a dos amos; porque o tendrá aversión a uno y amor al otro; o si se sujeta al primero, mirará con desdén al segundo. No podéis servir a Dios y a la riqueza.

Por esto os digo: no os preocupéis por vuestra vida, por lo que comeréis o beberéis, ni por los vestidos que cubrirán vuestro cuerpo. ¿Acaso la vida no es más que alimento, y el cuerpo más que sus vestidos? Mirad las aves del cielo; no siembran ni siegan ni tienen graneros, y no obstante vuestro Padre Celestial las alimenta. ¿Acaso no valéis vosotros más que ellas? ¿Y quién de vosotros, a fuerza de discursos, podrá añadir una sola hora más a su vida? ¿Y por qué inquietarse por los vestidos? Contemplad los lirios del campo, cómo crecen; no labran ni tampoco hilan. Sin embargo os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de estos lirios. Pues si Dios viste así a las hierbas del campo, que hoy están vivas y mañana son arrojadas al horno, ¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe? Así que no vayáis diciendo acongojados: “¿Dónde hallaremos qué comer y qué beber? ¿Dónde hallaremos con qué vestirnos?” como hacen los paganos que ansían todas estas cosas. Vuestro Padre sabe bien que tenéis necesidad de ellas. Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todas las demás cosas se os darán por añadidura.

Así, no os preocupéis por el mañana, porque el mañana traerá sus propias preocupaciones. A cada día le basta su propio afán.

No juzguéis, si no queréis ser juzgados. Porque con el mismo juicio que juzgareis, seréis juzgados; y con la misma vara que midiereis, seréis medidos vosotros. ¿Cómo te atreves a mirar la paja en el ojo de tu hermano y no reextractTexts en la viga que tienes en tu propio ojo? ¿Cómo dices a tu hermano: “Deja que saque esa pajita de tu ojo” cuando tienes una viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y luego, con la vista despejada, preocúpate por sacar la paja del ojo de tu hermano.

No deis a los perros las cosas santas, y no arrojéis vuestras perlas a los cerdos, no sea que las huellen con sus patas, y se vuelvan contra vosotros y os despedacen.

Pedid, y se os dará; buscad, y encontraréis; llamad, y os abrirán. Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá. ¿Hay por ventura alguno entre vosotros que, cuando su hijo le pide un pedazo de pan, le dé una piedra? ¿O que si le pide un pez, le dé una culebra? Si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre Celestial dará cosas buenas a los que se las pidan?

Así, haz a los demás lo que quieras que te hagan a ti; porque ésta es la suma de la Ley y de los profetas.

Entra por la puerta angosta, porque la puerta ancha y el camino espacioso conducen a la perdición, y son muchos los que entran por ellos. ¡Oh, qué angosta es la puerta, y cuán estrecha la senda que conduce a la vida; y qué pocos son los que la encuentran!

Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros disfrazados con pieles de ovejas, mas por dentro son lobos voraces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se sacan uvas de los espinos, o higos de las zarzas? Todo árbol bueno produce buenos frutos, y todo árbol malo da frutos malos. Ni el árbol bueno no puede dar frutos malos, ni el árbol malo puede dar frutos buenos. Todo árbol que no dé buen fruto será cortado y echado al fuego. Por sus frutos los conoceréis.

No todo aquel que me diga: “¡Señor, Señor!” entrará en el reino de los cielos; sólo aquel que haga la voluntad de mi Padre Celestial entrará en el reino de los cielos. En aquel día muchos me dirán: “¡Señor, Señor! ¿acaso no hemos profetizado en tu nombre, y expulsado en tu nombre a los demonios, y hecho muchos milagros en tu nombre?” Y yo contestaré: “Jamás os he conocido, apartaos, siervos del mal.”

Por tanto, todo el que escucha mis palabras y actúa de acuerdo con ellas será semejante al hombre sabio que construyó su casa sobre una roca. Cayeron las lluvias, y los ríos salieron de madre, y soplaron vientos impetuosos contra la casa, pero no fue destruida porque sus cimientos eran de piedra. Pero todo el que escucha mis palabras y no actúa de acuerdo con ellas será semejante al hombre tonto que construyó su casa sobre la arena. Cayeron las lluvias, y los ríos salieron de madre, y soplaron vientos impetuosos contra la casa, y la casa se desplomó, y su ruina fue grande.

Habiendo Jesús concluido este razonamiento, la multitud admiró sus palabras; porque transmitía sus enseñanzas con autoridad, no a la manera de los escribas.

El Sermón de la Montaña incluye algunos de los dichos más conocidos de Jesús. En cierto modo, estos dichos conformaron un código nuevo y éticamente más riguroso que la propia ley mosaica. En este sermón y en el resto de sus enseñanzas, Jesús fundó una nueva ley, mucho más exigente en los planos legal, ético, y espiritual. A continuación me permito presentarles una selección de las enseñanzas más difíciles de Jesús (esas que nos llevan a pensar: “La piedad es fácil, el cristianismo es difícil.”).

¿Cómo haría un camello para pasar por el ojo de una aguja?

Jesús tenía la costumbre de exigir y desafiar con sus palabras. También le gustaba confundir. Incluso fue un maestro de las contradicciones. Y a veces prefería los acertijos y las adivinanzas. La famosa frase del ojo del aguja tal vez resultará conflictiva para muchos. Estuvo destinada a un joven rico que le preguntó a Jesús qué debía hacer para obtener la vida eterna. El joven le aseguró que había respetado todos los Mandamientos y obedecido todas las leyes. Jesús le dijo que vendiera todo lo que tenía, abandonara sus posesiones, y lo siguiera. El joven no pudo hacerlo y se fue lamentándose amargamente. En ese instante, Jesús les dijo a sus discípulos lo del camello y el ojo de la aguja.

Por supuesto que todos los discípulos de Jesús sabían qué era un camello. Las agujas también eran muy comunes. De modo que Jesús utilizó una hipérbole para hacerse entender.

Pero hay otra manera de considerar las palabras de Jesús, acaso más simple. La palabra griega para “camello” es muy similar a la palabra “cuerda” y algunos textos dicen “cuerda” o “soga” en lugar de “camello.” Sin modificar la esencia del mensaje, es probable que Jesús se haya referido a alguien que intentara hacer pasar una gruesa soga por el ojo de una aguja. Como fuera—camello o cuerda—Jesús quiso decirnos que no sería fácil.

Entonces, ¿dónde quedan los ricos? La idea de Jesús acerca de la riqueza y los bienes materiales probablemente incomodará a muchos cristianos modernos. Jesús exigió a sus discípulos que lo abandonaran todo, y ellos obedecieron. El Mesías tenía más estima por la pobre viuda que daba en caridad sus últimas monedas, lo único que tenía, que por el rico que daba limosnas y podía dar mucho más. Acerca de la riqueza y la Biblia, escribe el reverendo Peter Gomes en The Good Book: “Riqueza no es lo que se tiene; riqueza es lo que se ha recibido, y es posible dar a otros.”

El Evangelio según Lucas expresa este sentimiento en otro verso memorable: “Al que mucho ha recibido, mucho se le pedirá; y de aquel a quien se han confiado muchas cosas, mucho más se esperará.” (Lc. 12.48)

María Magdalena, ¿desagradable o amable?

El nombre María—derivado de la forma griega del hebreo Miriam, nombre de la hermana de Moisés—aparece en varias oportunidades en el Nuevo Testamento, y a veces provoca confusiones acerca de cuál María se está hablando. María madre de Jesús aparece brevemente en los Evangelios y, en la versión de Juan, reaparece cuando muere su hijo. Lucas cuenta la historia de otra María, una de dos hermanas. Cuando Jesús llega a su casa, esta María se sienta a sus pies y lo escucha predicar. Su hermana Marta cumple el habitual rol doméstico de “preparar la comida” para los personajes del Nuevo Testamento. Marta se molesta un poco al ver a María sentada mientras ella se afana entre ollas y sartenes. Cuando, ofuscada, le dice a Jesús que su hermana debería acompañarla en la cocina, el Mesías la interrumpe, y le dice que María ha “elegido la mejor parte” al decidir escucharlo. De vez en cuando, la divinidad de Jesús tropieza con su falta de humildad.

La tercera María es llamada María Magdalena, pero sería más apropiado llamarla María de Magdala, una ciudad cercana a Tiberíades (actual Israel). Muchos hemos crecido pensando que era una prostituta. Otras tradiciones sugieren una relación romántica entre esta María y Jesús. Por ejemplo, ella es la María que canta “No sé cómo amarlo” en el Jesucristo Superstar de Andrew Lloyd Weber. En la película La última tentación de Cristo es provocativa y francamente presentada como una prostituta que conoce y ama a Jesús. Los Evangelios Gnósticos sugieren que Jesús acostumbraba besar apasionadamente a María Magdalena, de modo que el rumor debió haber llegado a los primeros cristianos. Posteriormente, la Iglesia identificó a María Magdalena como la “pecadora”—presumiblemente prostituta pero posiblemente adúltera—que ungió los pies de Jesús en el Evangelio según Lucas (7.37–38). También fue relacionada—equivocadamente—con María, hermana de Marta, que unge los pies de Jesús en el Evangelio según Juan (12.3).

De haber sido abogada, María de Magdala podría haber demandado a los intérpretes de la Biblia por libelo. Su imagen de prostituta, adúltera, pecadora, o novia de Jesús refleja un grave error de concepto o un deseo oculto de que efectivamente lo fuera. Tal vez porque la madre de Jesús era una María “buena,” los primeros líderes de la Iglesia quisieron crear una María “mala” a la que Jesús pudiera salvar. Pero las referencias bíblicas a María de Magdala no coinciden con su imagen de ramera. La versión de Lucas la describe como una de siete mujeres a las que Jesús sanó mediante la expulsión de los “demonios.” María se unió luego al grupo de devotas seguidoras que apoyaban la prédica de Jesús. Su lugar entre estas mujeres era ciertamente especial, puesto que es una de las que entra a ver el cuerpo de Jesús en el sepulcro. Además, Jesús se le aparece a ella luego de su resurrección.

¿Jesús despreciaba a las mujeres?

Aunque son personajes de reparto en los Evangelios, las mujeres como María de Magdala, Marta, y María, la hermana de Lázaro, desafían la idea—convertida en dogma por la Iglesia—de que las mujeres eran ciudadanos de segunda clase para Jesús. El lugar de la mujer en la sociedad judía del siglo I estaba claramente limitado. En tiempos de Jesús, una mujer era “desposada”—aunque “comprada” sería un término más apropiado—a los doce o catorce años de edad. Con una jerarquía apenas superior a la de un esclavo, estaba destinada a tener hijos y hacer respetar las leyes alimentarias en el hogar. La escuela era para los varones, por supuesto, y las mujeres sólo podían educarse en el Templo o en las sinagogas. No podían entrar al templo cuando estaban “inmundas,” ya se tratara del período menstrual o de las semanas posteriores al nacimiento de un hijo. No tenían derechos de posesión y, aunque podían pedir el divorcio, el marido debía concéderselo.

No obstante, las mujeres desempeñaron a menudo un papel central en la vida y las enseñanzas de Jesús. En un breve y sin embargo impactante episodio narrado en los Evangelios según Marcos y según Mateo, Jesús ignora a una mujer cananea cuando ésta le pide que cure a su hija. En un principio le responde que fue enviado para “las ovejas perdidas de Israel” y con tono desdeñoso y ofensivo le espeta que “No es justo sacarle la comida a los hijos para arrojársela a los perros.” Quiere decir que su mensaje está destinado a los judíos, no a los gentiles. Cabe señalar que Jesús expresó este sentimiento desde el comienzo de los Evangelios, y que también hizo frecuentes comentarios despectivos respecto de los gentiles. Pero la mujer lo sorprende diciendo que hasta los perros comen las migajas que caen de la mesa. Comprendiendo que una gentil puede aceptar su mensaje, Jesús proclama: “Grande es tu fe” y cura a la niña.

Hay varios otros casos de mujeres que desempeñan un papel clave en los Evangelios, y Jesús es a menudo presentado hablando con mujeres descastadas o repudiadas por diversos motivos. En una memorable escena del Evangelio según Juan, desafía a una multitud dispuesta a apedrear a una adúltera. “El que esté libre de pecado, que arroje la primera piedra,” dice Jesús…y la turba se dispersa mansamente.

Además de las tres Marías, en el Evangelio según Lucas se destacan una Juana y una Susana que apoyaron y alimentaron a Jesús y a sus discípulos. En el Libro de los Hechos y las cartas de Pablo hay evidencia bíblica de que, en los comienzos de la Iglesia cristiana, las mujeres estaban muy lejos de ocupar el “rol doméstico” que la sociedad judía—no Jesús—les había asignado. Aunque no había mujeres entre los doce discípulos, en otros aspectos Jesús daba a hombres y mujeres un tratamiento igualitario, que se extendía incluso a aquellas mujeres marginadas por la sociedad. En los Evangelios, un grupo de mujeres—incluida María Magdalena—fue testigo mayoritario de la resurrección de Jesús. Y en los comienzos de la Iglesia cristiana hubo mujeres profetas, líderes, diaconesas, y misioneras. Una lectura razonable y objetiva del Nuevo Testamento—que tenga en cuenta las restricciones sociales impuestas a las mujeres del siglo I—permitirá refutar la idea de la inferioridad de las mujeres en el cristianismo tradicional. Pero siglos de jerarquía eclesiástica dominada por el patriarcado han convertido a la mujer en ciudadana de segunda de la cristiandad.

¿Qué tenía de “bueno” el “buen samaritano”?

Así es como Jesús contó la historia, exclusivamente a Lucas. Un hombre que iba de Jerusalén a Jericó fue atacado por unos ladrones que le robaron todo lo que tenía, lo golpearon y lo abandonaron a una muerte segura. Un sacerdote—uno de los oficiantes religiosos de mayor jerarquía dentro del judaísmo—y un levita—asistente del sacerdote—pasaron junto al cuerpo, del otro lado del camino. Ambos respetaron la estricta observancia de las leyes de pureza judías en cuanto a tocar sangre, o incluso simples callosidades. En ese momento llegó un samaritano, colocó al herido sobre su burro, vendó sus heridas, lo llevó a una posada, y pagó por su cuidado. Jesús, acosado por los legistas siempre dispuestos a “probarlo,” le preguntó a uno de ellos cuál de los tres hombres del relato había actuado como un buen vecino. Cuando le respondieron: “El que mostró misericordia,” dijo Jesús: “Seguid su ejemplo.”

¿Qué tiene de especial este relato? Los samaritanos no eran bien vistos por los judíos. No eran buenos vecinos. Judíos y samaritanos habían compartido una larga y desdichada historia. Según la tradición, los samaritanos llegaron al país cuando los asirios conquistaron Israel. Se trataba de una secta que respetaba los Libros de Moisés pero no consideraba sagrado el resto de las Escrituras hebreas. Ambos grupos se profesaban un amargo y sordo desdén. El equivalente actual del “buen samaritano” sería, para los judíos contemporáneos, “el buen terrorista palestino.”

El mensaje de Jesús fue simple y llano. La obediencia ciega a la Ley y el respeto a las reglas religiosas—por ejemplo, no tocar sangre en nombre de la “pureza”—carecían de sentido si no estaban acompañadas por la misericordia hacia los necesitados. Al hacer del samaritano un héroe, Jesús expresó también su voluntad de incluir a los descastados de la sociedad, entre ellos los leprosos, dementes, pecadores, recaudadores de impuestos, y otros “perdedores” que lo rodeaban y para quienes predicaba activamente.

El uso de parábolas—hay aproximadamente treinta en la Biblia, algunas de ellas aparecen en los cuatro Evangelios, otras sólo en uno—como la del “buen samaritano” era una estrategia característica de Jesús en sus enseñanzas. A menudo contaba historias simples para transmitir su prédica. Ocasionalmente, estas “parábolas” no eran relatos sino comparaciones, adivinanzas, y metáforas, algunas muy complejas. Con frecuencia Jesús utilizaba estas parábolas para hacer pensar a sus seguidores, práctica a la que los posteriores líderes de la Iglesia no han consagrado sus esfuerzos.

LAS PARÁBOLAS DE JESÚS

Uno de los métodos clave de enseñanza de Jesús era hablar en parábolas, breves relatos de la vida diaria cuyo objetivo era ilustrar un mensaje espiritual. Estas parábolas podían consistir en una metáfora, como esta descripción del reino de los cielos en el Evangelio según Mateo: “Como el mercader en busca de perlas finas que, al encontrar una perla de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía para comprarla.” O podían ser historias más complejas, como la del “hijo pródigo” o la del “buen samaritano.” Si bien muchas parábolas de Jesús contenían sencillas lecciones morales, otras eran oscuras y tenían cierto “toque Zen.” A veces sus discípulos no lograban descifrarlas y Jesús sacudía la cabeza, tal vez decepcionado por la lentitud de sus alumnos. Cuando les contó la parábola del Sembrador (véase más adelante)—incluida en el Evangelio según Marcos—los discípulos le pidieron que la explicara. “¿No entendéis esta parábola?” preguntó Jesús. “¿Entonces cómo entenderéis todas las parábolas?”

Las parábolas sufrieron diversas y constantes interpretaciones a lo largo de la historia. En el Medioevo fueron sobrecargadas de simbolismos alegóricos, un estilo interpretativo que ha perdido vigencia. Sin embargo, esto sirve para demostrar que la gente siempre ha considerado las parábolas, y la Biblia, desde su propia perspectiva. Hay más de treinta parábolas en los Evangelios, aunque la versión de Juan no registra ninguna.

¿Qué tenían de malo los fariseos?

La parábola del “Buen samaritano” contenía más de una nota de desdén hacia los devotos judíos que anteponían el cumplimiento de la Ley a la moral. Éste era un tema clave en las enseñanzas de Jesús. La obediencia de las leyes sin misericordia carecía de valor espiritual. En varias ocasiones Jesús citó a los profetas que dijeron: “Dios desea la misericordia más que el sacrificio.”

Jesús reservaba una furia especial hacia aquellos que llamaba “escribas y fariseos,” grupo que también podría recibir la denominación de “legistas.” Mateo prefiere llamar “hipócritas” a los fariseos, palabra griega aplicada a los actores o simuladores de cualquier clase. En otras palabras, los que decían una cosa y hacían otra.

En el Nuevo Testamento, escribas y fariseos no presentan diferencias apreciables. La mayor parte de las disputas de Jesús con los escribas y fariseos concernían a la ley, y tomaban la forma de la discusión rabínica, una antigua tradición muy respetada dentro del judaísmo. Con frecuencia Jesús era agresivamente desafiado por estos hombres en cuanto a la observancia del Sabat, el divorcio, y el pago de impuestos a Roma. Los fariseos—secta que creó el extensivo corpus de leyes orales judías para aplicar la Ley Mosaica a situaciones contemporáneas—creían en el estricto cumplimiento de las leyes rituales de pureza, reglas que aparentemente los colocaban por encima de los numerosos “desposeídos” de la sociedad de Judea. Jesús condenó a los fariseos por ocuparse de pequeños detalles a expensas del verdadero propósito de la Ley. Entre los más hipócritas de los fariseos vio a un grupo de hombres más interesados en el prestigio y en conservar su posición que en la salvación espiritual. No obstante, muchas de las enseñanzas de Jesús son similares a las de los fariseos y el Nuevo Testamento no condena necesariamente a esta secta. Por ejemplo, Jesús come en la casa de uno de ellos, llamado Simón. Uno de los más grandes rabinos judíos de todos los tiempos, Hilel, era fariseo y formuló una versión “negativa” de la Regla de Oro: “No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti. Eso es la Torá. El resto es puro comentario.” Muchos historiadores y especialistas han especulado que Jesús podría haber sido discípulo de Hilel, aunque no hay evidencias que respalden esta teoría. Lo más probable es que Jesús conociera las enseñanzas de Hilel y luego “adaptara” la “Regla de Oro” en el Sermón de la Montaña.

Los fariseos eran uno de los varios grupos que habitaban en Jerusalén en el siglo I, un intenso período en el que la oposición al gobierno romano ocasionalmente desencadenaba rebeliones y revueltas. Muchos judíos de este período creían que el Mesías llegaría pronto. En el fervor del nacionalismo, esperaban un Salvador a imagen y semejanza del rey David, un rey guerrero que liderara el levantamiento militar contra los romanos y devolviera su antigua gloria a Israel. Un carpintero nazareno rodeado de pescadores, recaudadores de impuestos, y leprosos que predicaba “ofrecer la otra mejilla” no era precisamente el Mesías ideal de los judíos militantes de la época.

Los seguidores de Jesús no fueron los únicos en proclamar su estatus de Mesías. Otros líderes nacionalistas anunciaron su jerarquía mesiánica para ganar seguidores. Y es en este tumultuoso contexto de grupos judíos salvajemente enfrentados—algunos propicios a Roma, otros dispuestos a rebelarse—donde transcurrieron los últimos días de Jesús. Además de los fariseos, los otros grupos judíos importantes del período fueron:

Saduceos: los “justos” en hebreo. Constituían la elite religiosa y políticamente conservadora de la sociedad judía, y tenían la mayoría de las bancas en el Sanedrín (o concilio judío). También controlaban los asuntos del Templo, y a menudo se enfrentaban con los fariseos porque adherían a la ley escrita en oposición a las leyes orales que respetaban y transmitían estos últimos.

Herodianos: grupo poco conocido que prestaba obediencia a los reyes nombrados por los romanos y descendientes de Herodes.

Zelotas: este término no aludía a un grupo determinado sino a una variedad de bandas de fanáticos rebeldes decididas a derrocar a los romanos y sus colaboradores judíos. La primera banda se organizó hacia el año 6 EC. Los zelotas incluían a un grupo de asesinos, los sicarios, así llamados por las dagas cortas que utilizaban.

Esenios: este misterioso grupo llevaba una vida monástica comunitaria en el desierto, cerca del Mar Muerto. Se habían alejado de Jerusalén porque rechazaban de plano ciertas prácticas del Templo, entre ellas los sacrificios. Aunque no todos los esenios vivían en el Qumran, probablemente a este grupo se debe la autoría de los Rollos del Mar Muerto. Los célibes esenios eran ávidos bautistas a la espera de una guerra entre las fuerzas de “la luz y la oscuridad,” y decían estar “preparando el camino del Señor.” Frases como éstas han llevado a algunos eruditos a vincular a Jesús y a Juan el Bautista con la comunidad de los esenios. Aunque es probable que Jesús haya recibido la influencia de los esenios—o reaccionado contra sus enseñanzas—no era uno de ellos. Los esenios excluían a las mujeres, los enfermos, y los tullidos…y Jesús los recibía abiertamente en sus prédicas. Por lo demás, Jesús instaba a amar a los enemigos y los esenios sostenían la posición diametralmente opuesta.

VOCES BÍBLICAS

LC. 19.41–48

Al llegar cerca de Jerusalén, al ver la ciudad, derramó lágrimas sobre ella, diciendo: “¡Si tú, incluso tú, hubieras reconocido en este día las cosas que puede atraerte la paz! Pero ahora todo se ha ocultado de tus ojos. Vendrán días en que tus enemigos te rodearán, y te acecharán, y te estrecharán por todas partes, y te arrasarán, y arrasarán a tus hijos dentro de ti, y no dejarán piedra sobre piedra; por cuanto has desconocido el tiempo en que Dios te ha visitado.”

Y habiendo entrado en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban…Y enseñaba todos los días en el Templo. Pero los príncipes de los sacerdotes, y los escribas, y los principales del pueblo buscaban una manera de matarlo; pero no hallaban manera de obrar contra él, porque todo el pueblo estaba hechizado con sus palabras.

RESUMEN DE LA TRAMA: LOS MILAGROS DE JESÚS

Durante tres años, Jesús y sus doce discípulos habían estado viajando, enseñando, curando, y obrando milagros. Su renombre y prestigio habían aumentado. En el Evangelio según Juan, Jesús estableció un nuevo estándar para las bodas con su primer milagro: convertir el agua en vino durante el banquete. Muchos decían que había calmado una tormenta en el Mar de Galilea y caminado sobre las aguas. Había sanado tullidos, ciegos, y leprosos. A medida que las noticias de los milagros de Jesús se dispersaban por Judea, numerosas multitudes acudían a verlo y a escucharlo dondequiera que iba. No tenemos manera de medir su popularidad, pero sabemos que era lo suficientemente grande como para inquietar a las autoridades judías.

Contrariamente a la creencia popular o las interpretaciones erróneas del período histórico, Jesús no era el único sanador de Judea. Así como otros le disputaban la jerarquía mesiánica para aumentar su poder político, eran numerosos los obradores de milagros, y sanadores que vagabundeaban por el Imperio Romano en aquellos tiempos. Jesús incluso mencionó a los que curaban en su nombre. El Talmud judío menciona a varios rabinos obradores de milagros en los días de Jesús. Pero ninguno de ellos logró hacer lo que éste: resucitar a los muertos en tres ocasiones, de acuerdo con el testimonio de sus discípulos.

Cuando la hija de un líder religioso local expiró, Jesús se acercó al cuerpo inerte y dijo: Talita cumi (“Levántate, niña” en arameo). La niña se levantó y Jesús dijo que no estaba muerta, sino dormida. Pero otros la habían examinado y afirmaban que había muerto. En otro episodio de resurrección, Jesús devuelve a la vida al hijo de una viuda. Es probable que los judíos de la época hayan vinculado estos hechos a milagros similares realizados por los profetas hebreos Elías y Eliseo. Y cuando Jesús resucita a Lázaro, muerto hacía cuatro días, deja en claro que no es un vulgar obrador de milagros. Le dice a Marta, la hermana de Lázaro: “Yo soy la resurrección y la vida. Aquellos que creen en mí, aunque mueran, vivirán; y todo el que crea en mí no morirá jamás.” (Jn. 11.24–26)

El creciente renombre de Jesús comenzó a incomodar a los líderes judíos. Cuando Jesús resucitó a Lázaro, un fariseo le dijo a otro: “Mira, no puedes hacer nada. Mira, todo el mundo lo sigue.”

Los milagros de Jesús

Los milagros son tan viejos como la Creación.

En el Nuevo Testamento, así como en las Escrituras hebreas, los milagros son prueba de la intervención de la mano de Dios en los asuntos terrenales. Pero los milagros del Nuevo Testamento tienden a ser milagros “personales,” en oposición a aquellos que afectan a toda la nación, como las plagas de Egipto, el cruce del Mar Muerto, y la destrucción del ejército egipcio en el Éxodo.

Además de su nacimiento y su resurrección milagrosos—y de la Transfiguración (analizada en el texto)—Jesús hizo más de treinta y cinco milagros en los Evangelios. Estos milagros pueden clasificarse en tres grandes categorías: milagros de alimentación, milagros naturales, y sanaciones, resurecciones, y exorcismos. A continuación incluimos una lista de los milagros de Jesús y su ubicación en los Evangelios:


MILAGRO MATEO MARCOS LUCAS JUAN

Milagros de cuatro Evangelios

Alimentar a los cinco mil 14.13 6.30 9.10 6.1

Cinco hogazas de pan y dos peces alimentan a una multitud de 5,000 “hombres” en los tres primeros Evangelios, y de 5,000 “personas” en la versión de Juan. La multitud había acudido a ver a Jesús curar a los enfermos.


Milagros de tres Evangelios

Limpieza del leproso 8.2 1.40 5.12
Curación de la fiebre de la suegra de Pedro 8.14 1.30 4.38
Curación de muchos poseídos en una noche 8.16 1.32 4.40

Cabe señalar que en este milagro de sanación los demonios que Jesús expulsa lo reconocen como el Mesías e intentan hablar con él, pero Jesús no los escucha.

Calmar el tormentoso Mar de Galilea 8.2 34.35 8.22
Arrojar los demonios a una piara de cerdos 8.28 5.1 8.26

En este exorcismo Jesús transfiere los espíritus demoníacos de la gente a una piara de cerdos, “animales inmundos” que inmediatamente se ahogan en el lodazal. La versión de Mateo habla de dos “endemoniados”; en las versiones de Marcos y Lucas hay un solo poseído, llamado “Legión.”

Curación de un paralítico 9.2 2.3 5.18
Resurrección de la hija de Jairo, un líder religioso 9.18 5.35 8.40

Ésta es la primera resurrección llevada a cabo por Jesús, si los registros evangélicos no mienten.

MILAGRO MATEO MARCOS LUCAS JUAN
Curación de una mujer que ha padecido de hemorroides durante doce años 9.20 5.25 8.43

Dado que la sangre era considerada señal de impureza, este acto de sanación fue particularmente importante para los judíos. La mujer tocó el borde de la túnica de Jesús sin que él se diera cuenta, y no obstante fue curada porque tuvo fe.

Curación de la mano seca de un hombre 12.9 3.1 6.6

Jesús curó la mano de este hombre en el Sabat, contrariando a los furibundos fariseos. Cuando éstos lo enfrentaron, les preguntó: “¿Obedecer la ley es hacer el bien o hacer el mal en el Sabat, salvar una vida, o destruirla?”

Caminar sobre las aguas del Mar de Galilea 14.25 6.48   6.19
Curación de un niño epiléptico 17.14 9.17 9.38  
Curación de ciegos 20.30 10.46 18.35

Milagros de dos Evangelios

Curación del esclavo de un centurión romano 8.5 7.1
Curación de la hija de una gentil 15.21 7.24

Cuando esta mujer le pide por primera vez que cure a su hija, Jesús se niega a hacerlo porque se trata de una gentil. Pero la mujer convence a Jesús de su fe y su plegaria es atendida.

Alimentar a los cuatro mil 15.32 8.1

En este segundo milagro de alimentación, Jesús da de comer a 4,000 personas con siete hogazas de pan y algunos peces.

MILAGRO MATEO MARCOS LUCAS JUAN
Maldición y marchitamiento de la higuera 21.18 11.12

Éste es un milagro de carácter extraño, incluso “vengativo.” Jesús va a arrancar un higo de una higuera y ve que el árbol no tiene frutos. Aunque esto se debe a que no es la temporada frutal, Jesús maldice a la higuera y ésta se seca. Se dice que el “árbol” simboliza al pueblo de Jerusalén que, al rechazar a Jesús como su Mesías, “no da fruto” y está condenado “a secarse” bajo la bota de los conquistadores romanos.

Expulsión de un espíritu inmundo 1.23 4.33

Milagros de un Evangelio

Curación de un mudo endemoniado 9.32 Curación de dos ciegos 9.27 Impuesto del templo hallado en la boca de un pez 17.24

Cuando le exigen que pague el impuesto del templo, Jesús extrae una moneda de la boca de un pez pescado por Pedro.

Curación de un sordomudo 7.31

Jesús cura al sordomundo pronunciando la palabra aramea Ephphatha (“Ábrete”).

Curación de un ciego paralítico 8.22 Pesca inesperada 5.1

Cuando Jesús va a reclutar a sus discípulos, pescadores en el Mar de Galilea, llena sus redes con más peces de los que éstas pueden contener.

Resurrección del hijo de una viuda en Naín     7.11

Segunda resurrección llevada a cabo por Jesús.

MILAGRO MATEO MARCOS LUCAS JUAN
Curación de una tullida     13.11  
Curación de un gotoso     14.11  
Curación de diez leprosos     17.11  

De los diez leprosos, sólo uno—un samaritano—muestra gratitud a Jesús.

Reimplantación de una oreja cortada     22.51  

Aunque los otros Evangelios dicen que uno de los discípulos de Jesús le cortó la oreja a un hombre cuando el Mesías fue arrestado, Lucas sostiene que Jesús recolocó la oreja en su lugar.

Transformar el agua en vino en Caná       2.1
Curación del hijo de un funcionario rea       l4.46
Curación de un achacoso en Betsaida       5.1
Curación de un ciego de nacimiento       9.1

En este caso, Jesús escupe en el suelo, hace barro con su saliva, y lo aplica sobre los ojos del ciego.

Resucitación de Lázaro       11.43

Lázaro, uno de los seguidores de Jesús, fué resucitado después de haber muerto hacía cuatro días. En aquella época se creía que el alma abandonaba el cuerpo a los tres días de haber muerto.

Segunda pesca inesperada       21.1

Después de su resurrección, Jesús se les aparece a algunos discípulos y los ayuda a atrapar una enorme cantidad de peces, luego de que no habían podido pescar nada en toda la noche.

VOCES BÍBLICAS

MC. 9.2–8

Seis días después, tomó Jesús consigo a Pedro, a Santiago, y a Juan, y los condujo a un monte elevado, en lugar apartado, y se transfiguró en presencia de ellos. De forma que sus vestidos aparecieron resplandecientes, y de un candor extremado como la nieve, tan blancos que no hay lavandero en el mundo que así pudiese blanquearlos. Al mismo tiempo se les aparecieron Elías y Moisés, que estaban conversando con Jesús. Y Pedro, tomando la palabra, dijo a Jesús: “Oh, rabí, bueno será que nos quedemos aquí; hagamos tres moradas, una para ti, una para Moisés, y una para Elías.” No sabía qué decir, pues estaban aterrados. En esto se formó una nube que los cubrió, y de la nube salió una voz, que dijo: “Éste es mi Hijo, el Bienamado; ¡escuchadlo!” Y mirando a todas partes, no vieron a nadie más junto a ellos, sólo a Jesús.

¿Qué es una Transfiguración?

Mientras Jesús se preparaba para viajar a Jerusalén con motivo de la Pascua, en el clímax de su vida y de su prédica, tres de los Evangelios relatan un evento extraordinario. Jesús llevó a tres selectos discípulos a una montaña y, ante su atónita mirada, se “transfiguró” místicamente. Es decir que su ser físico se transformó y las imágenes de Moisés y Elías, los dos grandes profetas del judaísmo, aparecieron de pie junto a él. Los discípulos que presenciaron la transfiguración quedaron azorados y escucharon a la voz de Dios anunciar que Jesús era su Amado Hijo. Fue una de las dos oportunidades—la otra fue durante el bautismo de Jesús—en que se escuchó la voz celestial en los Evangelios. Todas las versiones afirman que el rostro de Jesús resplandecía como el rostro de Moisés al ver a Dios en el Monte Sinaí en el Éxodo, cimentando una vez más la conexión entre Jesús y Moisés para los seguidores judíos. La palabra griega traducida como “transfigurar” es metamorphé, “cambiar de forma.”

RESUMEN DE LA TRAMA: ÚLTIMOS DÍAS DE JESÚS

Jesús y sus discípulos van a Jerusalén con motivo de la Pascua…y nuevamente los Evangelios no se ponen de acuerdo en ciertas cosas. Los primeros tres Evangelios consideran que ésta fue la primera visita de Jesús a esa ciudad, más allá de las visitas en la infancia registradas por Lucas. Pero, en la versión de Juan, Jesús hace cinco viajes a Jerusalén. Primero envía a dos discípulos a reservar un cuarto y a buscar una montura para él, dando cumplimiento de este modo a la profecía hebrea. Cuando entra en la ciudad, algunos lo aclaman agitando sus mantos o sus ramos de hojas de palmera y llamándolo Mesías. Los cristianos celebran esta entrada triunfal como el Domingo de Ramos. La creciente popularidad de Jesús—y la evidencia de que muchos comenzaban a considerarlo el Mesías prometido en las Escrituras hebreas—empezó a crearle enemigos. Si bien algunos líderes judíos lo consideraban un falso profeta, otros lo veían como un peligro. Temían que amenazara su propio poder, o provocara una grave y potencialmente devastadora represión por parte de los romanos si éstos detectaban el menor esbozo de rebelión, especialmente en la atestada Jerusalén durante la semana de Pascua.

Nuevamente en conflicto con la versión de Juan, los tres primeros Evangelios sostienen que Jesús fue directamente al Templo. Enfurecido por la presencia de mercaderes y cambiadores de dinero en el lugar sagrado, da vuelta a sus mesas, y los expulsa a latigazos. Estos mercaderes vendían animales para los sacrificios rituales y cambiaban las monedas de los peregrinos por dinero local. Sus puestos se hallaban en el Patio de los Gentiles, fuera del recinto del Templo, y deben de haber tenido la caótica atmósfera de un bazar de Oriente Medio. El sacrificio de los animales se realizaba en el interior del Templo. Discrepando otra vez, Juan ubica esta “limpieza del Templo” al comienzo de la prédica de Jesús y no en la última semana de su vida. Como fuera, este violento ataque contra los lucrativos mercaderes del Templo seguramente enfureció a las autoridades que sacaban su abundante tajada del negocio. Fue así que, poco después de la entrada triunfal de Jesús en la ciudad, se pusieron en movimiento los engranajes que llevaron a su arresto y muerte en la cruz.

VOCES BÍBLICAS

JN. 13.1–7

La víspera del día de la Pascua solemne, supo Jesús que era llegada la hora de su tránsito de este mundo al Padre. Y habiendo amado a los suyos, que vivían en el mundo, los amó hasta el final. Y así, acabada la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, el designio de entregarlo, Jesús, sabiendo que el Padre había dejado todas las cosas en sus manos, y que habiendo venido de Dios volvería a Dios, se levantó de la mesa, se despojó de sus vestidos, y se ató una toalla a la cintura. Después virtió agua en un lebrillo y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a secarlos con la toalla que se había ceñido. Cuando se acercó a Pedro Simón, éste le dijo: “¡Señor! ¿Tú vas a lavarme los pies?” Y Jesús respondió: “Ahora no sabes lo que hago, pero después comprenderás.”

¿Qué fue la Última Cena?

En la obra maestra de Leonardo da Vinci—llamada La Última Cena—los discípulos están sentados frente a una mesa larga y alta, a cada lado de Jesús. Lo que Leonardo no sabía era que Jesús y sus discípulos comieron, como indicaba la costumbre de aquellos días, reclinados en butacas o alfombras alrededor de una mesa baja. Actualmente se discute si la Última Cena de Jesús con sus discípulos fue la comida de Pascua. Aparentemente no hubo mujeres en la Última Cena, tal como hubiera ocurrido en la comida de Pascua en conmemoración de la salvación del primogénito de Israel nacido en Egipto antes del Éxodo. Tampoco hay menciones específicas al tradicional cordero pascual o a las hierbas utilizadas en esta comida, la más sagrada de la tradición judía. Si bien los primeros tres Evangelios dicen que fue la comida de Pascua, la versión de Juan indica lo contrario. Mientras los hombres comen, Jesús les dice que uno de ellos lo traicionará, y que no volverá a celebrar la Pascua hasta la llegada del Reino de Dios. En las versiones de Marcos y Mateo, Jesús reparte el pan diciendo: “Comed, éste es mi cuerpo.” Luego toma una copa de vino, la bendice, y proclama: “Bebed todos, porque ésta es mi sangre de la alianza, que será derramada por muchos para el perdón de los pecados.” Estas palabras dividieron las opiniones de los primeros cristianos, y de los cristianos contemporáneos, respecto de la naturaleza de la presencia de Jesús en la Eucaristía, o comunión, que conmemora este evento. Lucas invierte el orden del pan y el vino, y agrega una segunda ronda de vino. La versión de Juan no menciona la partición del pan ni la copa de vino emblemático.

Después de la comida, Jesús y los discípulos restantes—Judas ha huido para consumar su traición—se dirigen al Monte de los Olivos, a un lugar llamado Getsemaní (nombre que significa “prensa de aceite” o “cuba de aceite”). En este jardín, Jesús se enfrenta a su muerte inevitable. Profundamente perturbado, le pide a Dios que lo alivie de su pesada carga. En el Evangelio según Marcos, Jesús llama “Abba” a Dios—el equivalente arameo de “papá” o “papi”—y le pide: “Aparta de mí este cáliz; no obstante, hágase tu voluntad, no la mía.” Jesús pide a sus discípulos que se mantengan despiertos pero ellos se duermen, subrayando su humanidad, y la absoluta soledad de Jesús. En los primeros tres Evangelios, un grupo de autoridades del Templo guiado por Judas Iscariote llega a arrestar a Jesús. En la versión de Juan, los soldados romanos esperan para prenderlo. Judas llama “rabí” a Jesús y lo besa para identificarlo ante los romanos. Aunque uno de sus seguidores intenta defenderlo y le corta la oreja al sirviente del sumo sacerdote, Jesús no ofrece resistencia. En la versión de Lucas, incluso cura la oreja del sirviente atacado. Luego es llevado al palacio del sumo sacerdote para enfrentar a sus acusadores.

En el Evangelio según Juan, el diablo lleva a Judas a cometer su traición. Pero los motivos de la traición han suscitado especulaciones diversas, entre ellas la posibilidad de que Judas fuera un zelota antirromano desilusionado porque Jesús no había resultado ser el líder rebelde que tanto esperaba. En la versión de Marcos, Judas delata a Jesús a los sacerdotes antes de que éstos le ofrezcan un soborno, lo que indicaría que tuvo otros motivos para traicionarlo además del dinero. Mateo dice que Judas pregunta cuánto le van a pagar y recibe “treinta monedas (o denarios) de plata,” dando cumplimiento de este modo a otra antigua profecía hebrea. Lucas afirma que le ofrecieron dinero por su traición. El destino final de Judas tampoco queda claro en los Evangelios. En la versión de Mateo, Judas se arrepiente, devuelve el dinero a los sacerdotes, y se ahorca. La versión de Mateo consigna que los sacerdotes aceptan el dinero para comprar “el campo de un alfarero” donde serán enterrados los extranjeros. El lugar fue llamado “Campo de sangre…” tal vez porque se trataba de un cementerio adquirido con “dinero ensangrentado.” Pero un relato bíblico posterior (en el Libro de los Hechos) declara que el propio Judas empleó el dinero para comprar las tierras llamadas “Campo de sangre,” y murió a consecuencia de una caída cuando “se le salieron los intestinos” (lo que probablemente indica que sufrió una herida masiva en el bajo vientre).

¿Y qué pensaba Jesús de Judas? ¿Perdonó su traición? Una vez más, los cuatro Evangelios toman caminos diferentes. En la versión de Mateo, Jesús le dice a Judas: “Amigo, haz lo que viniste a hacer,” otorgándole en cierto modo su perdón. Pero en la versión de Lucas, Jesús le pregunta a Judas: “¿Con un beso traicionas al Hijo del Hombre?” El Evangelio según Marcos no dice que Jesús haya hablado con Judas ni relata el destino de Judas. En la versión de Juan todo cambia radicalmente, ya que Jesús se entrega a los soldados sin ser identificado por Judas, lo cual indicaría que es el amo de su propio destino y no la víctima de la traición de su discípulo.

VOCES BÍBLICAS

MT. 27.24–25

Viendo Pilato que nada adelantaba, antes bien que crecía el tumulto, mandó traer agua y se lavó las manos frente a la multitud, diciendo: “Soy inocente de la sangre de este hombre; vedlo vosotros.” Y la turba enardecida respondió: “Caiga su sangre sobre nosotros y nuestros hijos.”

LV. 23.22–23

No obstante, (Pilato) por tercera vez les dijo: “Pero, ¿qué mal ha hecho este hombre? Yo no veo en él delito que merezca la sentencia de muerte; así que lo haré castigar y luego lo dejaré libre.” Mas ellos insistían con grandes clamores pidiendo que fuese crucificado; y sus voces prevalecieron.

MC. 19.1–12

Entonces Pilato sacó a Jesús y lo hizo escarnecer. Y los soldados lo llevaron al patio del pretorio y le pusieron una corona de espinas entretejidas, y lo vistieron con un manto púrpura. Comenzaron a saludarlo, diciendo: “Salve, rey de los judíos.” Al mismo tiempo hirieron su cabeza con una caña, y lo escupieron. Pilato volvió a salir y les dijo: “Mirad, lo haré salir otra vez para que veáis que no tengo nada contra él.” Y Jesús salió, vistiendo la corona de espinas y el manto púrpura. Y Pilatos anunció: “¡Éste es el hombre!” Y cuando los sacerdotes y soldados lo vieron, exclamaron: “¡Crucificadle! ¡Crucificadle!” Y Pilato les dijo: “Llevadlo y crucificadlo vosotros; yo no tengo nada contra él.” Los judíos respondieron: “Nosotros tenemos una ley, y de acuerdo con esa ley debe morir porque ha proclamado ser el Hijo de Dios.” Cuando Pilato escuchó esto, tuvo más miedo que nunca…. Entonces, Pilato intentó liberarlo, pero los judíos gritaron: “Si liberas a este hombre, no eres amigo del emperador. Todo el que diga ser un rey se pone a sí mismo en contra del emperador.”

¿Quién juzgó a Jesús?

En la década de 1960 los arqueólogos hicieron un asombroso descubrimiento. El nombre de Poncio Pilato fue hallado inscrito en la ciudad de Cesárea, sede del gobierno romano en Judea. Ésta fue la primera confirmación concreta, extra literaria, de la existencia de uno de los personajes más notorios de la historia. Poncio Pilato fue gobernador de las provincias romanas de Judea, Samaría, e Idumea entre los años 26 y 36 EC, y tuvo su sede gubernamental en el puerto de Cesárea. Es probable que, en su carácter de gobernador militar, haya viajado a Jerusalén durante la semana de Pascua para liderear las tropas romanas en un momento de peculiar encono hacia los conquistadores y grandes expectativas de insurrección. Pilato agravió seriamente a los judíos de la época llevando escudos y banderas romanas a Jerusalén, ya que éstos ostentaban imágenes idólatras ofensivas para ellos. Luego de gobernar Judea durante diez años, Pilato fue destituido de su cargo y enviado a Roma por no haber podido reprimir una revuelta local.

Pero era Pilato quien decidía todo lo relativo a Jerusalén cuando Jesús fue arrestado, y por consiguiente era también responsable del destino del Mesías y de todo criminal que cayera en sus manos. El interrogante planteado en torno a quién juzgó, condenó, y finalmente ejecutó a Jesús es más que una cuestión histórica o religiosa. Culpar a la totalidad del pueblo judío por la crucifixión de Jesús equivale a plantar la espantosa semilla del antisemitismo cristiano o “pecado original de la cristiandad,” tal como lo llama Peter Gomes en su libro The Good Book.

Tras ser arrestado en Getsemaní, Jesús fue juzgado—o interrogado—dos veces. El primer interrogatorio tuvo lugar en la casa o palacio del sumo sacerdote de Jerusalén, la autoridad judía de mayor rango en aquella época. No obstante, los Evangelios vuelven a disentir al respecto. Dos de ellos ni siquiera nombran al sumo sacerdote. Mateo lo llama Caifás. Pero en la versión de Juan, Jesús es llevado primero ante un sacerdote llamado Annas, suegro de Caifás. Annas había sido depuesto del cargo de sumo sacerdote. El anciano interroga a Jesús y luego lo envía a Caifás, el verdadero sumo sacerdote. En el Evangelio según Juan no se menciona que Jesús haya sido interrogado por Caifás.

El concilio judío, o Sanedrín, interrogó a Jesús acerca de diversos asuntos. En el Evangelio de Marcos, varios testigos falsos declaran en su contra. Si bien no se ponen de acuerdo en cuanto al delito específico de Jesús, esencialmente lo acusan de proyectar la destrucción del Templo. Cuando el Sumo Sacerdote le pregunta a Jesús si es el Mesías, Jesús replica—según Lucas y Mateo—: “Tú lo has dicho” y—según Marcos—“Lo soy.” Eso basta para que el Sumo Sacerdote decida que Jesús ha cometido “blasfemia,” crimen que la ley judía castigaba con la muerte por apedreamiento. Pero el poder sobre la vida y la muerte de los ciudadanos seguía en manos del representante de Roma. Así, la comitiva se presenta ante Poncio Pilato para celebrar un segundo juicio, conforme a las tradiciones de la justicia romana.

Los hombres que llevan a Jesús a comparecer ante Pilato llevan también una larga lista de cargos en su contra: Jesús es un subversivo. Se niega a pagar impuestos al emperador (nada más alejado de sus intenciones). Incita a la rebelión contra Roma. En todos los Evangelios, Pilato se muestra inicialmente renuente a juzgar un caso que considera un conflicto doméstico entre judíos. En la versión de Mateo, su esposa le dice que en sueños le han dicho que Jesús es inocente. En la versión de Lucas, Pilato pretende que Jesús sea juzgado por Herodes Antipas, el gobernador judío de Galilea, pero éste se niega. Numerosos comentaristas, judíos y cristianos, han detectado en los Evangelios un excesivo “tono de disculpa” hacia Pilato y también una marcada tendencia a “culpar” a las autoridades judías—y por extensión a todo el pueblo judío—de la crucifixión de Jesús. Es probable que esto se deba a que los autores de los Evangelios, que debían enfrentar la persecución de los romanos, no hayan querido aumentar los motivos de recelo.

La cuestión podría limitarse a un debate puramente académico de no ser porque las bases del antisemitismo contemporáneo son, precisamente, los siglos de acusación cristiana contra los judíos “asesinos de Cristo.” Recién en el año 1959 el Papa Juan XXIII ordenó sacar la frase “judíos pérfidos” de una oración católica que se rezaba en conmemoración del Viernes Santo, y antes de su muerte compuso una plegaria en la que pide perdón por el antisemitismo de la Iglesia, fenómeno al que llama “la segunda crucifixión.” En una Conferencia en el Vaticano en 1962, la Iglesia católica exoneró oficialmente a la mayoría de los judíos contemporáneos de Jesús—y a todos sus descendientes—del cargo de asesinato de Dios, o deicidio. ¿Acaso escuchó cerrar la puerta del establo después de que huyeron los caballos? Más vale tarde que nunca.

A pesar de lo tendencioso de los Evangelios respecto de la sentencia de muerte de Jesús, y del lavado de manos de Poncio Pilato, lo cierto es que el romano fue el responsable directo de su ejecución. Tal vez se haya mostrado renuente…no tanto por bondad innata sino por falta de interés en los asuntos judíos. Lo que lo llevó a decidirse fue la amenaza de sufrir la presión política de Roma. Cuando Jesús fue acusado de traición contra Roma, Pilato no pudo mirar hacia otro lado. De haberlo hecho, su propia vida hubiera peligrado. Y fue por este cargo que Pilato condenó a muerte a Jesús. El Mesías cristiano fue sentenciado y ejecutado por ser un agitador nacionalista que amenazaba el poder de Roma, no por autoproclamarse Mesías. Y aunque los Evangelios aseguran que Pilato entregó a Jesús a la multitud judía su ejecución fue llevada a cabo por los centuriones romanos, hecho confirmado por el historiador Tácito (c. 55–117 EC), quien escribió al respecto: “Cristo, de quien proviene el nombre cristianos, había sido condenado a muerte por Poncio Pilato durante el reinado de Tiberio.” Ésta es una de las escasas referencias a la muerte de Jesús fuera de las fuentes bíblicas.

¿Cómo se muere por crucifixión?

Al igual que Jesús, numerosos judíos del siglo I murieron crucificados. Algunos estiman que la cantidad de judíos crucificados durante este período por delitos diversos llega a 100,000. Pero no murieron a manos de otros judíos. La crucifixión no era una forma de ejecución judía. Era exclusiva de los romanos y era, además, un castigo extremo, generalmente reservado a los esclavos fugitivos o a los rebeldes contra Roma. Aunque el pueblo de Judea no lo supiera (o sí), una rebelión de esclavos liderada por el esclavo gladiador Espartaco en el año 71 EC resultó en aproximadamente 6,000 crucifixiones. Los cadáveres fueron abandonados a su corrupción en las cruces a manera de sombría advertencia. En los tiempos de Jesús, en la vecina ciudad de Gamala, una insurrección de judíos provocó la misma represalia romana.

De acuerdo con las evidencias históricas, la crucifixión de Jesús fue una típica ejecución romana. El condenado era azotado o escarnecido para que se debilitara y perdiera sangre. Luego debía arrastrar el peso de su propia cruz por las calles. En el lugar de la ejecución, sus brazos eran atados al madero transversal. A veces, como en el caso de Jesús, las manos eran clavadas al madero. La cruz era luego levantada mediante un sistema de cuerdas y el madero transversal era clavado formando una “T.” El titulus, o noticia de la muerte—que la víctima llevaba colgado del cuello—era clavado en la cruz sobre la cabeza del condenado. Los pies eran clavados en la parte inferior para evitar todo movimiento. La muerte de Jesús es excepcional porque ocurrió luego de unas horas, hecho que sorprendió a Pilato. Algunas víctimas de crucifixión agonizaban durante varios días y eran devoradas por los buitres. La muerte se producía por hambre, exposición a los elementos y predadores, y pérdida de sangre. A veces se apresuraba la labor de las Parcas con un golpe en las piernas, de modo tal que el peso de la víctima aplastara los pulmones y sobreviniera la muerte por asfixia. En otros casos se aceleraba la muerte de la víctima, tal como ocurrió con Jesús. Un centurión romano le abrió el costado con su lanza, y de la herida fluyó agua mezclada con sangre.

VOCES BÍBLICAS

LC. 23.24

Padre, perdónalos; porque no saben lo que hacen.

LC. 23.43

En verdad te digo, que hoy estarás conmigo en el paraíso.

JN. 19.26–27

Mujer, aquí está tu hijo…Aquí está tu madre.

MT. 27.46; Mc. 15.34

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

JN. 19.28

Tengo sed.

JN. 19.30

Todo ha terminado.

LC. 23.46

Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.

(Éste es el orden tradicionalmente atribuido a las “últimas palabras” pronunciadas por Jesús en la cruz.)

RESUMEN DE LA TRAMA: LA RESURRECCIÓN Y LA ASCENSIÓN

Los Evangelios relatan una serie de fenómenos naturales y acontecimientos extraordinarios en el momento de la muerte de Jesús. Una profunda oscuridad cubrió la tierra, semejante a una de las plagas de Egipto. En el interior del Templo, la cortina que separaba la morada de la presencia divina del resto del recinto inexplicablemente se rasgó en dos. Mateo habla de un terremoto y narra que las tumbas se abrieron y resucitaron los “santos de Dios,” quienes luego “entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos.” Los soldados romanos que montaban guardia junto a la cruz declararon: “Este hombre era el hijo de Dios.” En la versión de Lucas, uno de los centuriones afirma: “Este hombre era inocente.”

Tras la muerte de Jesús—de acuerdo con las leyes judías que mandaban enterrar a los muertos antes del ocaso—su cuerpo fue bajado de la cruz y preparado para darle sepultura…en algunas versiones por un grupo de mujeres y en la de Juan por dos hombres: Nicodemo y José de Arimatea. El sepulcro de Jesús fue comprado por José, un hombre rico oriundo de Arimatea, Judea, miembro del concilio judío y discípulo secreto de Jesús. El sepulcro, cortado en la roca en un jardín, fue sellado con una pesada piedra y, en la versión de Mateo, vigilado por un guardia romano (ostensiblemente para evitar que los seguidores del Mesías robaran el cadáver y luego afirmaran que había resucitado tal como lo había prometido.)

Contando la Crucifixión—ocurrida un viernes, día anterior al Sabat—como Día Uno, algunas mujeres visitaron la tumba el Día Tres—domingo, después del Sabat—para ungir el cuerpo de acuerdo con las costumbres judías. En la versión de Mateo, las mujeres—María de Magdala y “la otra María”—fueron a ungir el cadáver de Jesús…pero un terremoto y un ángel habían abierto el sepulcro y los guardias habían escapado presas del terror. Las mujeres encuentran entonces el sepulcro vacío y el ángel les dice que Jesús ya no está allí. Repentinamente, el propio Jesús las saluda y les pide que avisen a sus discípulos que vayan a Galilea, donde ellos también podrán verlo.

En la versión de Marcos, las dos Marías se preocupan por la piedra. Descubren que fue empujada y un hombre de túnica blanca les dice que Jesús ha resucitado de entre los muertos. Ellas corren a anunciar la buena nueva a los discípulos. Lucas habla de “dos hombres de vestimenta resplandeciente”—probablemente ángeles—sentados en el interior del sepulcro vacío. Las mujeres comunican la noticia a los once discípulos y Pedro corre a verlo con sus propios ojos.

El Evangelio según Juan también ofrece una versión distinta de la primera Pascua de Resurrección. En esta versión María Magdalena llega sola, encuentra la tumba vacía, y corre a darle la noticia a Pedro. Luego llora en el sepulcro y dos ángeles vestidos de blanco le preguntan por qué se lamenta. En ese momento ve a Jesús y lo confunde con un jardinero. Jesús la llama por su nombre y Magdalena comprende quién es y lo que ha sucedido.

Durante los siguientes días, Jesús se aparece en distintas ocasiones a sus discípulos y seguidores, individualmente o en grupos, quienes aparentemente no logran comprender lo que ha ocurrido. En la versión de Marcos, Jesús los reprende por su incredulidad. Luego bendice a sus discípulos y es “llevado al cielo” (según Lucas), “elevado al cielo” (según Marcos) y “levantado, y llevado fuera del alcance de la vista por una nube” (según los Hechos).

VOCES BÍBLICAS

Jesús resurrecto habla a sus discípulos:

MT. 28.18–20

A mí se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra. Id, pues, e instruíd a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Y enseñadles a observar todas las cosas que yo os he mandado. Y recordad que estaré siempre con vosotros, hasta el fin de los siglos.

MC. 16.14–18

Id por todo el mundo, y predicad el Evangelio a todas las criaturas. El que crea y se bautice será salvado; pero el que no crea será condenado. Estas señales acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán a los demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán las serpientes en sus manos; y si beben algún licor venenoso, no les hará daño; pondrán las manos sobre los enfermos, y quedarán curados.

LC. 24.46–49

Así estaba escrito, y era necesario que el Mesías sufriera y resucitara de entre los muertos al tercer día, y que el arrepentimiento y el perdón de los pecados fuera otorgado en su nombre a todas las naciones, empezando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas. Y voy a enviaros lo que mi Padre ha prometido; quedaos en la ciudad hasta que seáis revestidos de la fortaleza de lo alto.

Si uno no cree que Jesús es Dios, ¿qué otra cosa tiene para ofrecernos?

¿Hombre o mito? ¿Humano o divino? ¿Un Mesías o un gran pensador, un nuevo Buda? Desde sus inicios, la cristiandad debatió acerbamente estos temas. Casi desde el comienzo, sectas como la de los “gnósticos” sostuvieron posiciones que las separaron por completo de la visión “ortodoxa” de la Iglesia. Muy pronto la Iglesia se transformó en un feudo de pensadores que “llevaban agua para su propio molino” en lo que respecta a la vida y la muerte de Jesús. Sus opiniones a menudo tenían poco que ver con los relatos bíblicos. El cristianismo contemporáneo aún discute quién fue Jesús y qué dijo. Por ejemplo, un controvertido grupo de teólogos cristianos atrajo la atención de los medios con el así llamado “Seminario Jesús,” que considera ficticios muchos de los dichos de Jesús y los atribuye a los seguidores que escribieron los Evangelios. Hace 1,500—o incluso 500—años habrían sido excomulgados o quemados en la hoguera por herejía. Hoy discuten con sus opositores tradicionalistas en los medios y en las librerías.

En el otro extremo del espectro se encuentran aquellos cristianos que creen literalmente todas las palabras del Nuevo Testamento y consideran que cada palabra es una verdad divina revelada que hay que respetar. Eso puede traer algunos problemas. Todos hemos escuchado hablar del fundamentalista de otros tiempos que disfrutaba abriendo la Biblia al azar, y haciendo exactamente lo que leía en ella. Un día, hojeando su gastado ejemplar de las Sagradas Escrituras leyó: “Y Judas se ahorcó.” Abrió en otra página, y leyó: “Imitad su ejemplo.”

En otras palabras, hay muchas clases de cristianos en el mundo actual. En Estados Unidos hay más de 200 iglesias cristianas que abarcan todo el espectro teológico. Algunas aceptan y otras no aceptan todo lo que se ha dicho de Jesús en los Evangelios.

Si los especialistas y eruditos cristianos no logran ponerse de acuerdo sobre lo que dijo e hizo Jesús, ¿de qué manera considerarán los cristianos “comunes y corrientes,” y los no creyentes su vida y sus enseñanzas? Este tema es acaso más preocupante para los judíos, para quienes el cristianismo no ha sido una gran ayuda. Como señala el rabino Joseph Telushkin en su libro Jewish Literacy: “La mayoría de los judíos cree que si Jesús regresara, indudablemente se sentiría más a gusto en una sinagoga que en una iglesia…La mayor parte de los dichos atribuidos a Jesús en el Nuevo Testamento son similares a las enseñanzas judías.” (p. 128)

Sin embargo, el rabino Telushkin también señala tres áreas clave en las que la doctrina judía se opone diametralmente a la prédica de Jesús:

1. El perdón de los pecados. En el Evangelio según Mateo, Jesús dice tener autoridad personal para perdonar los pecados. (“El Hijo del Hombre tiene autoridad para perdonar los pecados en la tierra.”) El judaísmo enseña que Dios perdona los pecados cometidos contra Él el Día del Perdón o Yom Kippur.

2. Ofrecer la otra mejilla y amar a los enemigos. Si bien la antigua tradición judía incluía la idea de amar al prójimo, amar a un enemigo o a un perseguidor es algo muy distinto. Según el rabino Telushkin, la Ley Mosaica ordena ofrecer una poderosa resistencia a los malvados. Éste es un verdadero dilema para los cristianos y también para los judíos devotos. ¿Cómo ofrecer la otra mejilla o amar al enemigo cuando uno se enfrenta a la monstruosa maldad de un Hitler?

3. Jesús como único camino de salvación. En 1980, Bailey Smith—líder de la Convención Baptista Sureña, la iglesia cristiana más importante de los Estados Unidos—acaparó los titulares de los diarios con la siguiente declaración: “Dios Todopoderoso no escucha la plegaria de un judío.” En 1997, la misma convención enardeció los ánimos al afirmar que todavía intentaba convertir a los judíos al cristianismo. Como muchos cristianos, creen que la única manera de conocer a Dios es la aceptación de Jesús como Salvador. El rabino Telushkin advierte que esa idea contradice la enseñanza hebrea del salmo 145: “Dios está cerca de todos los que acuden a Él.” (Jewish Literacy, pp. 128–129)

La opinión de Telushkin es respaldada por el reverendo Peter Gomes, quien ha analizado detenidamente el tema del antisemitismo cristiano, particularmente en los escritos de Pablo. En The Good Book repudia abiertamente a todos los Bailey Smith del mundo: “El argumento de Pablo es que la cruz de Jesús es a los gentiles lo que la Torá es a los judíos, y que ambas son instrumentos de salvación y verdad. En otras palabras, los judíos no necesitan convertirse al cristianismo para obtener las promesas, porque en la Torá ya tienen las promesas en tanto judíos. Del mismo modo, los cristianos no tienen necesidad de convertirse al judaísmo y adherir a la ley…debido a la cruz de Jesús. Pablo aboga por un Dios inclusivo, que provee tanto a judíos cuanto a gentiles. (Gomes, pp. 116–117)

Lo que muchos cristianos no llegan a comprender aún es que Jesús era judío. Lo mismo que sus discípulos y lo mismo que Pablo. El código ético y moral de Jesús estaba vinculado a la estricta ley judía, y algunas de sus enseñanzas—por ejemplo, en lo que hace al divorcio—eran incluso más exigentes que la Ley Mosaica. Su condena de los “hipócritas” fariseos no fue un rechazo hacia su formación religiosa. En muchos sentidos, Jesús demostró que la vida espiritual era más importante que el mero cumplimiento de un conjunto de leyes y regulaciones. Cuando dijo: “No es lo que entra en la boca lo que define a una persona, sino lo que sale de la boca,” y “Lo que sale por la boca viene del corazón,” sus palabras fueron tomadas como un rechazo a la estricta ley alimentaria. Pero a Jesús le importaba más la pureza espiritual que la pureza exterior simbólica. En varias ocasiones violó la ley del Sabat para sanar a un enfermo. Citaba a los profetas cuando decía que Dios prefería “la misericordia al sacrificio.” Con esto quería decir que los ideales de justicia, caridad, perdón, y amor al prójimo eran mucho más importantes que obedecer las leyes paso a paso y luego conducirse mal.

Muchos han intentado reducir a Jesús a una cáscara de nuez, un manojo de aforismos útiles y bonitos lemas piadosos: una suerte de “Guía de la Salvación para Idiotas.” No es tan simple. Jesús elevó el perdón. Su prédica de la misericordia y la justicia social nos alcanza a todos. En un pasaje memorable explicó que aquellos que daban de comer a los hambrientos, vestían al desnudo, o visitaban a los enfermos estaban haciendo lo mismo por Jesús. En uno de sus numerosos comentarios sobre el “Reino de Dios” dijo que está dentro de cada uno de nosotros, una idea simple pero profunda que roba algo de su majestad a todas las catedrales del mundo.

Pero cuando le preguntaron por el mandamiento más grande, Jesús respondió como un judío devoto con el Gran Mandamiento: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.” Luego agregó: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se basan toda la ley y los profetas.”

OCES BÍBLICAS

JN. 21.24

Muchas otras cosas hizo Jesús, que si se escribieran una por una, no cabrían en el mundo los libros que habría que escribir.

HITOS DE LOS TIEMPOS BÍBLICOS VI

Los orígenes de la Iglesia

c. 37: El primer mártir cristiano, Esteban, un seguidor judío de Jesús, es muerto a pedradas por blasfemia. Entre los presentes hay un fariseo llamado Saulo.

41: Luego de un despótico reinado de once años, Calígula es asesinado. Lo sucede el sobrino tullido de Tiberio, Claudio.

42: Herodes Agripa, rey de Judea, manda matar al apóstol Santiago, hijo de Zebedías, el primer mártir de los doce discípulos originales.

c. 45: Saulo/Pablo inicia sus viajes misioneros.

47: La palabra “cristiano” es acuñada en Antioquía, Siria, cuna de una de las primeras iglesias.

49: El emperador Claudio expulsa de Roma a los judíos cristianos.

54: Claudio es asesinado por orden de la emperatriz Agripina. Nerón, su hijo de 16 años, es el nuevo emperador de Roma.

54/58?: Epístola de Pablo a los corintios.

58: Pablo es arrestado.

62: Pablo sufre arresto domiciliario en Roma, pero al poco tiempo le permiten continuar sus viajes.

64: El Gran Incendio destruye gran parte de Roma. Nerón culpa del desastre a los cristianos e inicia la primera persecución oficial de este grupo religioso.

c. 65?: Escritura del Evangelio según Marcos.

68: El emperador Nerón se suicida; así concluye el linaje que gobernó Roma durante 128 años desde Julio César.

69: El general romano Vespasiano sitia Jerusalén. Es nombrado emperador luego de un golpe militar.

70: Cae Jerusalén y el Templo, concluido seis años atrás, es destruído. Lo único que queda en pie es el célebre Muro de los Lamentos.

73: El sitio de Masada, cerca del Mar Muerto, concluye cuando los romanos entran en la fortaleza judía y encuentran muertos a sus defensores, aparentemente víctimas de un suicidio masivo.

79: Erupción del Vesubio, en la bahía de Nápoles. Mueren millares de personas.

84/85?: Escritura de los Evangelios según Mateo y según Lucas.

96: El emperador Domiciano muere apuñalado y es sucedido por Nerva.

98: Nerva muere repentinamente y es sucedido por su hijo adoptivo, quien gobernará durante 19 años con el nombre de Trajano.

c. 100?: Escritura del Evangelio según Juan.
En el Apocalipsis, último libro de la Biblia, el profeta cristiano utiliza la ciudad de “Babilonia” a manera de metáfora para referirse a Roma.