Cuando estaba en sexto grado, comenzaron a levantar un edificio frente a la escuela. Como la mayoría de los chicos de diez u once años, prefería observar las grúas en acción y el volcado del concreto a cualquier cosa que escribieran en el pizarrón. Pasé la mayor parte de sexto grado mirando por la ventana. No creo que haya aprendido nada ese año.
La estructura de ladrillo rojo cuya construcción observé, fascinado, y absorto, era una iglesia. A diferencia de las encumbradas catedrales góticas de Europa o el formidable templo de piedra, semejante a una fortaleza, al que concurría mi familia, ésta no era una iglesia típica. Sus constructores le habían dado la forma de una embarcación poderosa. Presuntamente…era el Arca de Noé. La mayoría de nosotros tenemos una imagen mental del Arca y casi todos creemos que es un hermoso remolcador con una casita en la punta.
Pero el Arca de Noé no tenía ese aspecto. Usted mismo puede comprobarlo. En el Génesis encontrará el Pequeño Libro de Instrucciones de Dios, un conjunto de planes divinos para construir un arca. Lamentablemente, al igual que la mayoría de las instrucciones que acompañan a las bicicletas, a los artículos domésticos a y, las herramientas, éstas son un poco vagas, y proveen poco más que las medidas aproximadas de 300 codos x 50 codos x 30 codos (o, también aproximadamente, 140 metros de largo, 22 metros de ancho y 12 metros de alto). Dios le dijo a Noé que agregara un techo y tres cubiertas. Por si fuera poco, las directivas de Dios carecían de diagrama, a menos que Noé se haya deshecho de los planos luego de terminar el Arca. De modo que debemos creer que Noé logró armarla a tiempo para enfrentar el Diluvio y dar curso a uno de los primeros milagros.
Muchos años después de haber mirado por la ventana de aquel aula, descubrí que la palabra hebrea para “Arca” significaba literalmente “caja” o “baúl.” En otras palabras, el Arca de Noé tenía el aspecto de una enorme canasta de madera, más larga y más ancha que una cancha de fútbol norteamericano y más alta que un edificio de tres pisos. Entonces, el arquitecto que diseñó esa iglesia semejante al Titanic tal vez entendía de contrafuertes y paredes resistentes. Pero no conocía su Biblia.
No era el único. Millones de personas en todo el mundo poseen una Biblia, y profesan leerla y seguir sus dictados. Muchos dicen estudiarla a diario. Pero la mayoría de nosotros jamás hemos abierto una Biblia, a pesar de que insistimos en su importancia. De acuerdo con una encuesta reciente, nueve de cada diez norteamericanos tienen una Biblia, pero la mitad de ellos jamás la ha leído. ¿Por qué? Para la mayoría de la gente la Biblia es difícil de entender. Es confusa. Es contradictoria. Es aburrida. En otras palabras, la Biblia se adapta perfectamente a la definición de un clásico dada por Mark Twain: “Un libro que la gente elogia pero no lee.”
No sólo elogiamos la Biblia sino que la citamos diariamente, en público y en privado. Penetra nuestro lenguaje y nuestras leyes. Está presente en los juramentos que se hacen en los tribunales. A pesar de la Primera Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos de Norteamérica, está en los escalones del Capitolio cada vez que asume su cargo un nuevo presidente. Es citada por políticos y predicadores, dramaturgos y poetas, amantes de la paz y provocadores.
Tal como lo demuestran sus ventas fenomenales, la Biblia ocupa un lugar especial en casi todos los países del mundo. La venta de Biblias a nivel mundial es literalmente imposible de calcular. Incluso es difícil rastrear y conocer todas las traducciones de la Biblia que existen en el mundo. Hay traducciones completas de la Biblia a más de 40 idiomas europeos y 125 idiomas asiáticos y de las islas del Pacífico, y traducciones parciales a más de 100 idiomas africanos, además de aproximadamente 500 versiones de fragmentos bíblicos traducidos a otros tantos idiomas africanos. Se han producido por lo menos quince Biblias completas para los indios americanos. La primera traducción para ellos, finalizada en 1663, se hizo al idioma de la tribu Massachusetts, a la que los colonos puritanos pronto barrieron de la faz de la Tierra.
Hay aproximadamente 3,000 versiones de fragmentos bíblicos y de la Biblia completa en idioma inglés. La versión del rey James, publicada por primera vez en 1611, y la Versión Estándar Revisada siguen siendo las traducciones más difundidas, pero los editores medran publicando nuevas versiones y Biblias “especializadas” cada año. La Biblia Viviente, una versión contemporánea en paráfrasis, ha vendido más de 40 millones de ejemplares desde 1971. Las clases de estudio de la Biblia atraen a millones de estudiantes en el mundo entero. Así, ya la veneremos de manera formal o no tanto, queda claro que los pueblos de casi todas las naciones conservan una inalterable fascinación por la Biblia y su rico tesoro de historias y lecciones.
Para muchos de ellos sigue siendo “la más grande historia jamás contada.” Para millones de cristianos, el Antiguo y el Nuevo Testamento componen el “Libro sagrado.” Para los judíos no hay “Antiguo” ni “Nuevo” Testamento, sino un conjunto de escrituras hebreas equivalentes al Antiguo Testamento de los cristianos. A pesar de estas diferencias, el lazo común entre cristianos y judíos es fuerte: estos libros han sido fuente de inspiración, curación, guía espiritual, y reglas éticas durante miles de años.
Evidentemente, la Biblia es muchas cosas para mucha gente. El problema es que la mayoría de nosotros no sabe mucho acerca de ella. Criados en un mundo secular, saturado por los medios, en el que las referencias a Dios y la religión nos sumen en un embarazoso silencio, tenemos razones de peso para esta ignorancia. Para algunos, simplemente el aburrimiento provocado por el zumbido de la escuela dominical o la clase de hebreo. Otros recibieron su conocimiento básico de la Biblia de las grandiosas pero obviamente imprecisas épicas de Hollywood, como Los diez mandamientos, La más grande historia jamás contada y El manto sagrado.
Pero la mayoría de la gente no sabe nada en absoluto del libro que influyó, más que ningún otro, sobre el curso de la historia humana. Las escuelas públicas no se atreven a incluir la religión como materia…y tal vez debamos estar agradecidos por ello, sobre todo si tenemos en cuenta cómo dictan las demás materias. Los medios generalmente limitan la cobertura del tema religioso a las dos transmisiones anuales de Navidad y Pascua, a menos que se produzca un escándalo o un desastre inspirado por un lunático, como los cultos de Heaven’s Gate o los Branch Davidian. Hemos dejado de mandar a nuestros hijos a la escuela dominical o a la sinagoga, y hemos dejado de concurrir nosotros mismos. La ignorancia no se detiene en las puertas de la iglesia. En una encuesta realizada en 1997, el Sunday Times de Londres descubrió que ¡solamente el 34% de 220 sacerdotes anglicanos podían recitar los diez mandamientos sin ayuda! Todos recordaron las partes alusivas a no matar y a no cometer adulterio. Pero después las cosas se enredaron un poco. De hecho, el 19% de estos sacerdotes creían que el octavo mandamiento decía: “La vida es un viaje. Disfruta la el paseo.”
Por lo menos no creían que era “Simplemente hazlo.”
Incluso aquellos que creen conocer la Biblia se sorprenden al enterarse de que lo que dan por hecho son a menudo verdades a medias, información errónea, o historias borrosas y confusamente recordadas, convenientemente “puestas a punto” para la sinagoga y la enseñanza del catecismo. Durante siglos, los judíos y los cristianos han escuchado versiones saneadas o depuradas de las Escrituras que dejan afuera las historias bíblicas raras, incómodas y racistas. Claro, la mayoría de la gente tiene algún recuerdo de Noé, Abram y Jesús. Pero es bastante menos probable que conozcan los relatos de violaciones, empalamientos y “limpiezas étnicas” que es común encontrar en la Biblia. Son historias eternas sobre temas eternos: justicia y moral, venganza y asesinato, pecado y redención. ¡Pulp Fiction y NYPD Blue empalidecen frente a la Biblia!
Por ejemplo, esta el asesinato de Abel por Caín. La maldición que cae sobre el hijo de Noé por haber visto desnudo y ebrio a su padre. Abram dispuesto a sacrificar al hijo que deseó toda su vida. La población de Sodoma y Gomorra destruida por sus malas costumbres. Lot acostándose con sus hijas. La cabeza de un hombre atravesada por una estaca de tienda en el Libro de los Jueces. El rey Saúl pidiéndole al joven David que le traiga cien prepucios de filisteos a manera de dote para concederle la mano de su hija en matrimonio. El rey David enviando a un soldado a las filas de avanzada para poder acostarse con la esposa del infortunado. Y la tan difundida historia del sabio Salomón amenazando con picar a un bebé a la mitad. ¿Pero acaso sabían que las dos mujeres que llevaron al bebé a Salomón eran prostitutas?
Criado en una iglesia protestante tradicional, con un menú completo de procesiones de Navidad y clases de confirmación, estaba convencido de poseer una sólida educación bíblica. En la procesión anual de Navidad, fui ascendiendo de ángel a pastor y a San José: un personaje mudo. El padre terrenal de Jesús permanecía de pie, inmóvil, detrás de la Virgen María; evidentemente no tenía nada que decir. Jamás pude llegar al papel más codiciado: uno de los “Tres Reyes” que visitan al Niño Jesús. Ellos tenían los mejores trajes. Tres hermanos muy altos encarnaban siempre a los Reyes en mi iglesia. Pasó mucho tiempo hasta que supe que no eran “Tres Reyes” sino tres magos de Irán.
Mientras asistía a un colegio luterano y, más tarde, a la Jesuit Fordham University, proseguí estudiando la historia y la literatura de la Biblia. Pero luego, mientras escribía uno de mis primeros libros—llamado Qué Sé Yo de Geografía—me hice unas pocas, y simples, preguntas acerca de la Biblia:
“¿Dónde estaba el Jardín del Edén?”
“¿Cuál es la ciudad más vieja del mundo?”
“¿Moisés realmente cruzó el Mar Rojo?”
Entonces tuve varias sorpresas. Al investigar el tema de la ciudad más vieja del mundo, por ejemplo, descubrí que la Jericó de Jesúa es uno de los emplazamientos humanos más antiguos. También se encuentra en una zona de terribles sismos. ¿Acaso ese simple hecho geológico tendría algo que ver con el famoso derrumbe de los muros? Luego descubrí que Moisés y las tribus de Israel jamás cruzaron el Mar Rojo, sino que escaparon del Faraón y sus carrozas a través del Mar de Reeds (juncos), denominación incierta que podría aludir a uno de los numerosos lagos egipcios o una zona pantanosa en el delta del Nilo. Este error de traducción se deslizó en la versión del rey James—que data del año 1611—y fue descubierto por estudiosos modernos que tuvieron acceso a los antiguos manuscritos hebreos. Aunque no hubiera sido tan cinematográficamente deslumbrante para Cecil B. DeMille hacer que Charlton Heston condujera a ese rebaño de extras a través de una ciénaga neblinosa, esta corrección lingüística indudablemente otorga mayor verosimilitud a la huida de Egipto.
El hecho de que el Éxodo, uno de los relatos clave de la Biblia, hubiera sido mutilado por un error de traducción significó para mí una revelación apabullante. Y me dejó pensando. ¿Cuántos errores más habrá en la Biblia? ¿Cuántos errores “menores” de traducción han empañado nuestra posibilidad de comprender la historia verdadera? Después de todo, la Biblia ha soportado una imponente cantidad de traducciones durante los últimos 2,000 años, traducciones que sólo recientemente incluyen el inglés y otros idiomas modernos. Moisés y Jesús jamás dijeron “tú” y “vos.” De hecho, el mismo nombre “Jesús” es una traducción confusa del nombre hebreo Jesúa. Como dijo cierto norteamericano en una ocasión político: “Se cometieron errores.” Y con el tiempo, estos fueron acrecentando. A lo mejor uno de esos legendarios monjes medievales dejó correr libremente su inventiva mientras iluminaba un manuscrito. O, tal vez, uno de los escribas del rey James bebió demasiado vino sacramental el día que le tocaba trabajar en el Deuteronomio.
Mis preguntas acerca de la Biblia tomaron un giro más preocupante cuando escribí ¿Qué sé yo de la Guerra Civil? Fue entonces cuando descubrí que tanto los abolicionistas cristianos como los defensores de la esclavitud recurrían a la Biblia para respaldar sus aseveraciones. Los esclavistas señalaban la existencia de la esclavitud en tiempos bíblicos, y también las leyes y mandatos bíblicos que exigían la sumisión de los esclavos, para justificar esa “Peculiar Institución” norteamericana. Los abolicionistas citaban las leyes judías para emancipar a esclavos y dar refugio a los que habían escapado, los versículos del Nuevo Testamento que propiciaban la liberación de los esclavos, y el mandamiento de Jesús “No hagas a otros lo que no quieras que te hagan a ti.” ¿Cómo era posible que la Biblia respaldara ambas posturas? La incertidumbre moral entre esclavitud y abolición implicó un giro de ciento ochenta grados en la historia norteamericana: por primera vez, la sombra de la duda cayó sobre la autoridad de la Biblia.
El hecho de que la Biblia fuera utilizada para justificar una maldad como la esclavitud deja al descubierto otro hecho, igualmente importante. Para mucha gente, la Biblia ha sido un arma. Durante siglos los judíos han temido el mensaje antisemita extraído por algunos cristianos del Nuevo Testamento y el énfasis puesto en que fueron los judíos quienes mataron a Jesús…quien era un judío devoto por su parte. Las Cruzadas, la Inquisición, y las luchas entre católicos y protestantes forman parte del sangriento pasado de la Biblia. Los noticieros de la noche siguen mostrando escenas en las que los judíos combaten a los árabes en tierras “bíblicas.” Y, en Estados Unidos, los temas bíblicos penetran los debates políticos. Aborto. Pena de muerte. Homosexualidad. Oración en las escuelas. Cuando se trata de todos estos candentes temas sociales, hombres y mujeres se atienen a la Biblia para justificar su posición.
En los últimos tiempos, pocas cuestiones bíblicas o religiosas han dividido más profundamente a la humanidad que el papel de las mujeres en las Escrituras. La Biblia ha sido utilizada como garrote contra las mujeres durante siglos. Las historias bíblicas que aseguraban la supremacía del hombre sobre la mujer—desde el Jardín del Edén a la primera iglesia cristiana—aparentemente le conferían a éste “autoridad divina” sobre ese humano de segunda clase. El estatus de segunda en sinagogas e iglesias cimentó el estatus de segunda en el hogar. El papel bíblicamente destinado a las mujeres era muy claro: hacer bebés y hacer la comida.
Lo cierto es que—aunque sólo conocemos a los “machos” bíblicos, como Moisés, David y Sansón—las Escrituras están colmadas de historias de mujeres fuertes y valientes. Los predicadores y Hollywood han preferido dedicarse a las “chicas malas” de la Biblia—como Dalila o Jezabel—, por lo que han pasado por alto a varias heroínas asombrosas. En mi opinión, la atrevida Eva es mucho más interesante que el insípido Adán; Ruth fue un modelo de fe y lealtad; Ester, una reina hermosa y valiente que salvó a los judíos del primer pogrom antisemita de la historia; y Débora, la versión bíblica de “Xena, la princesa guerrera.”
Mi curiosidad acerca de estas preocupantes cuestiones concernientes a la autoridad y la precisión bíblicas llega en un momento en que los nuevos descubrimientos académicos desafían numerosas ideas comúnmente aceptadas sobre la Biblia. Por ejemplo, se han realizado sorprendentes descubrimientos a partir del hallazgo de los Rollos del Mar Muerto, los antiguos textos de la Biblia hebrea encontrados hace cincuenta años en unas cuevas del desierto, cerca del Mar Muerto. Estos rollos, las más antiguas versiones conocidas de las Escrituras hebreas que componen el Antiguo Testamento, han contribuido enormemente a la comprensión de los textos bíblicos y de la vida cotidiana en la época de Jesús. Incluso más dramáticas y controvertidas son las preguntas provocadas en Los Evangelios Gnósticos, libro que explora un conjunto de documentos cristianos de 1,500 años de antigüedad, totalmente distinto a las tradicionales historias de Jesús narradas en el Nuevo Testamento. Estos descubrimientos impulsan a los estudiosos a reformular preguntas fundamentales: ¿Quién escribió la Biblia?, ¿Jesús dijo todo lo que nos enseñaron que dijo?, ¿dijo algo más?
Preguntas como éstas resuenan profundamente en muchas personas, ya sean conocedoras de la Biblia o carentes de tal conocimiento. Qué sé yo de la Biblia tiene la ambición de responder estas preguntas para aquellos lectores que todavía consideran sagrada e importante a la Biblia, pero no saben lo que dice. Por ejemplo, la mayoría de la gente queda perpleja al enterarse de que el Génesis contiene no uno sino dos relatos de Creación, significativamente distintos en cuanto a detalles y sentido. En la primera de estas Creaciones, hombres y mujeres son creados simultáneamente “a la imagen de Dios.” A esto le sigue una segunda sorpresa en el Jardín del Edén: no hay manzana. Otras interpretaciones erradas y mundialmente famosas de la Biblia son igualmente destacables. El Mandamiento no dice “No matarás.” David no mató a Goliat. Jonás no estuvo en el vientre de la ballena. David no escribió los Salmos de David. Salomón no escribió el Cantar de los Cantares. Isaías no escribió el Libro de Isaías. Y el rey David y Jesús descendían, ambos, de prostitutas.
Para desenmarañar las telarañas de malentendidos que rodean a la Biblia, este libro rastrea la historia de la Biblia y cómo llegó a ser. Muchos de los acontecimientos allí descritos, como el cautiverio del pueblo judío en Babilonia durante cincuenta años o los hechos ocurridos en el apogeo del Imperio Romano narrados en el Nuevo Testamento, se pueden verificar con la historia documentada. En tanto que los antiguos israelitas eran un grupo más bien reducido de pastores nómadas, los egipcios crearon una de las civilizaciones más extraordinarias de la historia humana. (¿No le resulta extraño que en la Biblia jamás se mencionen las pirámides?) Jesús vivió y predicó en un pequeño puesto de avanzada del Imperio Romano, cuyo idioma y cuyas leyes siguen influyendo nuestras vidas.
Al analizar históricamente la Biblia, uno de los propósitos de este libro es demostrar cuáles enseñanzas bíblicas son adecuadas solamente para un mundo antiguo, seminómade, y cuáles aún pueden tener vigencia en el siglo XXI. Hay muchas leyes bíblicas que los judíos y cristianos modernos ya no aceptan. Por ejemplo, hasta los fundamentalistas más acérrimos probablemente aceptarán que ya no es necesario que un padre pruebe la virginidad de su hija exhibiendo una sábana ensangrentada en la plaza de la aldea. Es prudente afirmar que la mayoría de nosotros ya no cree que la madre debe hacer una ofrenda ardiente después de dar a luz o que una mujer está “impura” durante la menstruación. Estos son extractos de las Leyes de Moisés.
¿Ustedes han permitido que sus animales se apareen con los de otra raza? ¿Han sembrado sus campos con dos clases de semilla? ¿Se han puesto un vestido hecho de dos materiales diferentes? Si ése es el caso, han faltado a los estatutos de Dios comunicados por Moisés en el Levítico.
¿Cuántos de ustedes opinan que el adulterio debe castigarse con el apedreamiento público, tal como lo establece la ley judía? (¡Probablemente lo crean así en el Club de las Divorciadas!) Todo aquel que desee una sensación de justicia bíblica en el mundo moderno podría considerar la situación de Afganistán cuando estuvo bajo el control de los talibanes, fundamentalistas islámicos cuyas ideas de comportamiento apropiado y castigo no difieren mucho que digamos de las de los antiguos israelitas.
Las cuestiones que analizo en este libro, ya sean profundas o irrelevantes, tienden a desempolvar algunas impresiones erradas y añejas y a renovar algunos recuerdos herrumbrados. A menudo estas preguntas aluden a nombres “de familia” y eventos de la Biblia, tales como qué fue el Éxodo o quién era “el Buen Samaritano” o qué dice el Sermón de la Montaña. Sabemos que son importantes, pero no podemos decir qué son exactamente y por qué deberíamos saber qué son. Pero más allá de estas preguntas básicas, abordo varios temas polémicos. ¿Por qué hay dos relatos de Creación en el Génesis? ¿Por qué Moisés no puede entrar en la Tierra Prometida? ¿Jesús nació en Navidad? ¿María Magdalena era una mujer virtuosa o una cualquiera?
Por supuesto que esta clase de preguntas desafían las ideas “tradicionales” acerca de lo que dice la Biblia y sospecho que mi teoría molestará a la gente que se siente su dueña. No obstante, este es un libro en el que la precisión histórica, el contexto cultural y el despeje de la confusión en cuanto a palabras arcaicas y errores de traducción tienen lugar en la comprensión de estos textos antiguos. Trato de no “interpretar” la Biblia; más bien me propongo explicar sus contenidos.
Como historiador, sé que “meterse” con la Biblia es un riesgo. Con la intención de hacer accesible la Biblia a la gente común que no entendía hebreo, latín, o griego, John Wycliffe, un sacerdote inglés renegado, realizó una de las primeras traducciones inglesas de la Biblia antes de su muerte, acaecida en 1384. A las autoridades no les gustó la idea. Denunciado por hereje tras su muerte, Wycliffe no pudo ser ejecutado. Los funcionarios de la iglesia hicieron lo que consideraron más adecuado: exhumaron el cadáver y lo quemaron.
A otro sacerdote inglés, William Tyndale, no le fue mucho mejor. Molesto por la corrupción que veía entre sus compañeros clérigos, Tyndale (1492-1536) creyó que la Biblia debía estar al alcance de todos, no sólo de los pocos que entendían latín, el idioma de la Iglesia. Se puso a traducirla al inglés. Acusado de pervertir las Escrituras, fue obligado a salir de Inglaterra y su versión del Nuevo Testamento fue quemada por “faltar a la verdad.” Arrestado y encarcelado por hereje, Tyndale fue ejecutado por estrangulamiento en Bruselas. Luego de la ejecución, su cuerpo fue quemado en la pira en octubre de 1536 para que no hubieran casualidades.
En otras palabras, hay que tener los ojos muy abiertos. Hay mucha gente que considera que la Biblia está bien tal como está, gracias. Cada vez que aparece un Tyndale con una opinión diferente, los Poderes Terrenales generalmente lo exterminan. A veces, los Poderes se dan cuenta de que cometieron un error. Pero les toma tiempo reconocerlo. En el caso de Galileo (1564-1642), el físico y astrónomo italiano que dijo que la Tierra gira alrededor del Sol, el Vaticano tardó tres siglos y medio en admitir que tenía razón. En 1992—350 años después de la muerte de Galileo—, la Iglesia Católica Apostólica Romana revirtió la condena. William Tyndale es hoy honrado como el “padre de la Biblia inglesa.” Pequeña compensación, quizá, para alguien a quien le retorcieron el cuello y luego asaron.
Si bien no espero que nadie pida mi ejecución o mi excomulgación, estoy seguro de que a mucha gente no le agradará este libro porque desafía la “sabiduría tradicional” en su afán de hacer preguntas. A mucha gente le han enseñado a no cuestionar la Biblia. Temen que si alguien tira de una hilacha, el libro se deshilará como un traje barato. Finalmente, la Biblia es un libro de fe, no de historia, biología, biografía, ciencia, y ni siquiera de filosofía. Las preguntas que formulo podrán ser una afrenta para aquellos que todavía creen que la Biblia es la incuestionable “Palabra de Dios.” Pero desde hace siglos, eruditos y pensadores, muchos de ellos devotos creyentes, vienen haciendo preguntas legítimas respecto de la Biblia. Los fieles no deberían temer estas preguntas. ¿Qué tan fuerte es la fe que no puede tolerar un par de preguntas sinceras?
Después de todo, algunas de las preguntas más audaces formuladas por el hombre son exploradas en el Libro de Job, libro que tiene la audacia de desafiar a un Dios que ha hecho una apuesta con Satanás. “¿Por qué?” le pregunta a Dios, una y otra vez, el acosado Job. “¿Por qué has hecho de mí el blanco de tu ira?” Uno de los personajes más cínicos de la historia es “El predicador” del Eclesiastés. En medio de todos los párrafos bíblicos que alaban las maravillas de Dios, “El predicador” nos deja atónitos al preguntar: “¿Para qué vivir y trabajar tenazmente si luego hemos de morir?”
Si mis preguntas los molestan, ¡échenle la culpa a Adán y a Eva! Después de todo, el Fruto Prohibido fue arrancado del Árbol del Conocimiento. Y de eso se trata todo esto, del conocimiento. En la serie “Qué Sé Yo de subyace la idea de que la “escuela” no termina cuando dejamos de asistir al aula. Creo que es crucial que la gente se cuestione las presunciones fáciles con las que se ha criado: ya sea acerca de la religión, la historia, o la preponderancia del Ford sobre el Chevy. El mundo es una escuela; vivir es aprender. En palabras del poeta William Butler Yeats: “La educación no es llenar un balde, sino encender un fuego.”
Más allá de “encender un fuego,” Qué Sé Yo de la Biblia tiene objetivos más ambiciosos. Vivimos en una época fascinante pero confusa. Rara vez el mundo nos ha parecido tan “corrupto,” y no obstante rara vez ha habido tanto interés por la religión y la espiritualidad a nivel mundial. Sea que se deba a la curiosidad acerca del nuevo milenio o al hastiado rechazo de la vida moderna, mucha gente ha comenzado a reflexionar sobre su vida y a buscar “algo.” Llámese Valores Familiares, Moral, Virtud, incluso Fe. Para estos buscadores, Qué Sé Yo de la Biblia se propone ofrecer ayuda para “obtener sabiduría y disciplina; para comprender palabras de interior; para llevar una vida prudente y disciplinada, y hacer lo que es correcto y justo y bello” (Proverbios).
¿Una meta ambiciosa? Absolutamente. En otras palabras, para el viajero espiritual moderno, este libro intenta brindar un mapa de ruta legible que le permita recorrer una Biblia moralmente instructiva, asombrosamente vital y espiritualmente desafiante. ¿Puedo transmitirles “fe”? ¿Puedo hacerlos “creer”? Ni siquiera pienso intentarlo.
Si eso es lo que encuentran, Amén. No obstante, si no encuentran fe en estas páginas, espero que al menos encuentren Sabiduría.