Entonces, Jesús dijo a los judíos que habían creído en él: “Si perseveráis en mi doctrina, seréis mis verdaderos discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.”
JUAN 8.31–32
Jesús me ama, eso lo sé, porque así me dice la Biblia.
ANNA BARTLETT WARNER, The Love of Jesus, 1858
“¿Y si Dios fuera uno de nosotros?”
JOAN OSBORNE
Trece hombres bajan de un avión proveniente de Damasco en el aeropuerto JFK, en los Estados Unidos de Norteamérica. La mayoría de ellos tendría que afeitarse y, por si fuera poco, visten ropas un tanto hediondas: los envuelve un olor penetrante a pescado y a ovejas. Usan túnicas y sandalias polvorientas, no llevan equipaje: sólo cayados de pastor y un bolso con una túnica extra. Las luces rojas de la Aduana se encienden como por ensalmo. Un grupo de inspectores empuja a los recién llegados a una habitación para iniciar los procedimientos. Suspicaces, los oficiales de Inmigración merodean con las armas listas para actuar. Los sagaces inspectores suponen lo más obvio: acaban de atrapar a una banda de terroristas de Oriente Medio.
Los funcionarios de la Aduana formulan preguntas de rutina. Pero obtienen respuestas inusuales. Los recién llegados no tienen pasaportes; dicen no reconocer ningún gobierno. No tienen dinero que declarar; Dios se ocupa de sus necesidades. Sus pasajes fueron pagados por amigos ricos en su país. Dicen haber venido a Estados Unidos “a enseñar la verdad.” Ante la posibilidad de ser detenidos, se muestran sumamente sofisticados respecto de las ordenanzas locales: uno de ellos pide asilo político y una audiencia de inmigración…¡y exige que la audiencia sea en Washington D.C., frente al presidente de Estados Unidos!
¿Qué ocurriría si Jesús y sus doce discípulos llegaran a un aeropuerto moderno? ¿Si Pablo y algunos de los primeros cristianos recorrieran una típica ciudad norteamericana actual? Aunque acostumbrados a la imagen del Jesús WASP* de piel blanca y ojos azules, algunos cristianos contemporáneos podrían reconocer a su “mesías” o a los judíos turcos que fundaron su Iglesia y darles la bienvenida con los brazos abiertos. Pero la mayoría de los “creyentes” retrocedería ante este raro conjunto de “extranjeros” pobremente vestidos y sin techo. En el mejor de los casos, el grupo de los trece andrajosos no sería invitado a compartir la casa del norteamericano promedio. En el peor de los casos, el FBI acudiría presto y los encerraría para hacer una investigación de sus antecedentes.
La segunda parte de la Biblia cristiana, el Nuevo Testamento, cuenta la historia de estos hombres (¡y mujeres!) harapientos y sin techo que cambiaron la Historia.
¿Qué es el Nuevo Testamento?
A diferencia de los numerosos siglos que transcurren en las Escrituras hebreas, el relato del Nuevo Testamento abarca apenas una centuria, y comprende tan sólo un cuarto de la extensión del Antiguo Testamento. El Nuevo Testamento narra la historia del milagroso nacimiento, las obras, las enseñanzas, la ejecución, y la resurrección de Jesús. Durante veinte siglos los cristianos han profesado fe en este Jesús—aunque éste no sea su verdadero nombre—quien supuestamente fue un carpintero judío—aunque no hay pruebas de ello. Además de contar la historia de la vida de Jesús, el Nuevo Testamento también consigna la fundación y el crecimiento del cristianismo, primero como secta dentro del judaísmo tradicional y más tarde como religión del mundo de los gentiles (o no judíos). Tal como ocurrió con las Escrituras hebreas, gran parte de esta información fue transmitida oralmente hasta ser escrita en griego mucho después de la muerte y la milagrosa resurrección de Jesús.
La figura central de este drama del Nuevo Testamento—una de las personas más influyentes de la historia humana—es un buen chico judío probablemente llamado Josuá ben José o Yosua ben Yosef, el hijo de un carpintero que, según un relato, continuó el oficio de su padre. La última tentación de Cristo— polémica novela de Nikos Kazantzakis posteriormente filmada por Martin Scorsese,—describe provocativamente a Jesús cortando los rústicos crucifijos que los romanos empleaban para ejecutar a los judíos.
Como la mayoría de los judíos de su época, Jesús hablaba arameo, un idioma sirio similar al hebreo comúnmente utilizado en aquellos tiempos, aunque seguramente había estudiado el hebreo formal de la Torá, los Profetas, y los Escritos. Todo el mundo se pregunta si también hablaba griego. Jesús no dejó escritos personales ni otra clase de vestigios literarios. Tampoco hay descripciones físicas de su persona. ¿Era alto o bajo? ¿Se dejaba la barba? ¿Estaba casado? ¿Tenía hijos? La Biblia no dice nada al respecto. Toda la información relativa a Jesús nos ha llegado de segunda mano—o de tercera—a través de sus seguidores inmediatos, los discípulos de sus seguidores, y los discípulos de los discípulos.
Si se combinan distintas fuentes bíblicas emerge el retrato de un Jesús nacido milagrosamente de una virgen que se transformó en maestro errante, sanador, y obrador de maravillas, y pasó la mayor parte de su vida en las cercanías del mar de Galilea. Debido a que atrajo a un grupo de devotos seguidores que abandonaron sus oficios y familias para acompañarlo, ciertas autoridades judías comenzaron a verlo como una amenaza. Así, se ocuparon de que fuera arrestado, juzgado, y ejecutado por los romanos en la cruz, castigo por lo general reservado a los esclavos fugitivos y los rebeldes. También se dijo que, luego de su muerte en la cruz, Jesús se apareció a sus discípulos. Para los devotos judíos que lo aceptaron, Jesús fue el Salvador esperado que cumplió la promesa del advenimiento de un Mesías o “ungido” del linaje de David para salvar a los Hijos de Israel e iniciar una nueva era de paz y ley divina. Aunque más tarde fue llamado “Cristo,” cabe señalar que “Cristo” no es un nombre sino un título otorgado a Jesús. Christos viene del griego—el idioma original del Antiguo Testamento—y significa “aceite,” pero fue erróneamente interpretado como “el ungido” o “mesías.”
Los veintisiete libros del Nuevo Testamento se dividen en dos secciones principales: los primeros cinco narran la vida de Jesús y la obra de sus discípulos en pro de establecer los fundamentos de la religión posteriormente llamada cristianismo; los siguientes veintiún libros son cartas o epístolas escritas por algunos de los líderes de la primera Iglesia cristiana. Estas cartas amplían o interpretan las enseñanzas de Jesús, y establecen un nuevo conjunto de reglas de vida y práctica religiosa bastante contraria a la tradición judía. El último de los veintisiete libros, el Apocalipsis o Libro de la Revelación, también es una carta pero contiene una visión “apocalíptica” de los últimos días del mundo antes del Juicio Final, lo que la diferencia en tono y estilo de todas las epístolas anteriores.
Aunque probablemente no fueron los primeros en ser escritos, los cuatro libros que inician el Nuevo Testamento se llaman Evangelios y fueron atribuidos a cuatro apóstoles: Mateo, Marcos, Lucas, y Juan. Eruditos y teólogos han definido a los tres primeros—Mateo, Marcos y Lucas—como evangelios “sinópticos” (del griego sinopsis, “ver conjuntamente”) porque “ven” la historia de la vida, la muerte, y las enseñanzas de Jesús de manera muy similar. Pero, si bien los tres Evangelios sinópticos tienen mucho en común, también presentan algunas diferencias esenciales. Ofrecen el mismo relato básico de la vida y la muerte de Jesús, pero disienten en detalles significativos y precisiones de tiempo y lugar. Algunos de estos disensos son particularmente asombrosos. Por ejemplo, el Evangelio según San Mateo—el primero de los “sinópticos”—afirma que cuando Jesús murió algunos muertos de Jerusalén se levantaron y caminaron…un evento milagroso que los otros Evangelios y relatos contemporáneos del siglo I en Jerusalén omiten mencionar. Los Evangelios según San Mateo y según San Lucas relatan que Jesús nació de una virgen, pero San Marcos pasa por alto este hecho extraordinario.
El Evangelio según San Juan es muy diferente de los otros tres en cuanto a detalles biográficos y estilo de escritura. Este libro gloriosamente poético narra los mismos eventos de la vida y la muerte de Jesús que los otros tres, pero de manera más figurativa y “espiritual.” También contiene diferencias críticas, entre ellas un hecho tan básico como la cantidad de veces que Jesús visitó Jerusalén durante su vida. Como San Marcos, San Juan ignora el nacimiento milagroso de Jesús y es también el único que reporta su primer milagro: transformar el agua en vino en la celebración de una boda.
Lo más difícil para los cristianos acostumbrados a pensar los cuatro Evangelios como una “biografía” de Jesús es aprender a usar con cautela la palabra “historia” cuando de los Evangelios se trata. Aunque de inspiración divina, los Evangelios no son obras históricas o biográficas. Ni siquiera son memorias personales. Fueron escritos por fervientes creyentes para renovar la fe de sus contemporáneos, no como documentos históricos. Los autores de los Evangelios no fueron periodistas encargados de “cubrir” a Jesús y dispuestos a capturar todos los detalles de su vida diaria y comunicarlos dentro de un contexto histórico mayor. Más bien fueron discípulos devotos que quisieron dar al mundo una versión de la Verdad de la que habían sido testigos.
A continuación de los cuatro Evangelios siguen los Hechos de los Apóstoles, un vívido relato que narra cómo un grupo de “apóstoles”—discípulos de Jesús—comenzaron a predicar la palabra de su maestro y fundaron en esencia la Iglesia cristiana. Debido a la mortal persecución de las autoridades romanas y judías, los primeros seguidores de Jesús constituyeron un “culto” proscripto hasta que el emperador Constantino se convirtió al cristianismo en el año 313 EC y la fe cristiana dominó el panorama religioso romano.
El Libro de los Hechos de los Apóstoles presenta a la segunda figura protagónica del Nuevo Testamento: un judío piadoso y letrado llamado Saulo, que posteriormente pasó a llamarse Pablo. Nacido en el territorio de la actual Turquía, Saulo persiguió vigorosamente a los seguidores de Jesús. Pero luego de su milagrosa conversión cambió su nombre, y este judío “bajo, calvo y chueco”—la única descripción de Pablo con la que contamos le otorga cierta semejanza con el “George Costanza” de Seinfeld—se transformó en el defensor más celoso de la cristiandad en el mundo romano. Si Jesús “inventó” el cristianismo, Pablo se encargó de “venderlo” en todo el mundo. Sus viajes misioneros—realizados con el fin de establecer y fortalecer nuevas comunidades de creyentes—hicieron que el cristianismo dejara de ser una secta descastada del judaísmo para convertirse en una religión independiente y dinámica que transformó la historia. Cuando fue arrestado en Jerusalén por sus ideas “heréticas,” Pablo exigió ser juzgado en Roma ante el emperador, derecho que tenía como ciudadano romano (el equivalente del moderno pasajero aéreo que quería una audiencia con la presencia del presidente).
A continuación de los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles, los siguientes veintiún libros adoptan una nueva forma dentro de la estructura del Nuevo Testamento: una colección de cartas o “Epístolas” dirigidas a individuos o comunidades cristianos. Es probable que hayan sido escritas antes que los Evangelios, y la autoría de la mayor parte de estas cartas se atribuye a San Pablo. Dos de las restantes epístolas fueron atribuidas a Pedro, el primer discípulo de Jesús. Se cree que Judas y Santiago—dos posibles autores—eran hermanos de Jesús. Otras tres cartas fueron atribuidas a San Juan, autor de uno de los Evangelios y presumiblemente también del Apocalipsis, el último libro del Nuevo Testamento. A diferencia de los otros textos bíblicos, este libro expresa una visión apocalíptica de la voluntad futura de Dios y, a la manera de un ominoso oráculo, ha alimentado las especulaciones y profecías sobre “el fin del mundo” y los “últimos días” desde que fue escrito. Sus menciones al pasaje de dos eras de mil años cada una antes de la llegada del Juicio Final han llevado a muchos a preguntarse si el 2000 podría ser, no el comienzo del nuevo milenio, ¡sino el fin del mundo que conocemos!
LIBROS DEL NUEVO TESTAMENTO
Evangelios | Cartas Paulinas | Cartas Generales |
San Mateo | Romanos | Hebreos |
San Marcos | 1 Corintios | Santiago |
San Lucas | 2 Corintios | 1 Pedro |
San Juan | Gálatas | 2 Pedro |
Hechos de los Apóstoles | Efesios | 1 Juan |
Filipenses | 2 Juan | |
Colosenses | 3 Juan | |
1 Tesalonicenses | Judas | |
2 Tesalonicenses | Proféticos | |
1 Timoteo | (Apocalipsis) | |
2 Timoteo | ||
Tito | ||
Filemón |
¿Quién escribió el Nuevo Testamento?
Los interrogantes acerca del Nuevo Testamento cristiano deberían ser más fáciles de responder que los relativos a las Escrituras hebreas o Antiguo Testamento. A diferencia de éstas—cuya composición demandó más de mil años—los “libros” del Nuevo Testamento probablemente fueron escritos en un período de cincuenta años, desde el año 60 al año 110 EC aproximadamente. Todo lo que se cuenta en el Nuevo Testamento tuvo lugar en tiempos del Imperio Romano: una burocracia perfectamente documentada de una era “civilizada” en la que la escritura era un arte sofisticado. La elite letrada del mundo romano tuvo acceso a un corpus literario sustancial, en su mayor parte integrado por dramas, poesías, ensayos, filosofía, y leyes griegas. Los romanos crearon a su vez su propia literatura, en la que se destacan los nombres de Ovidio, Horacio, Séneca, y Juvenal (poetas y dramaturgos del siglo I romano). Por su parte, los historiadores romanos comenzaron a registrar sus propias versiones del gran imperio, y uno de ellos, Tácito, mencionó a los primeros cristianos en este período. El gran depósito de conocimiento del mundo occidental se hallaba por en-tonces en la biblioteca de Alejandría, una ciudad portuaria cosmopolita emplazada sobre la costa del Mediterráneo en la provincia romana de Egipto. Los rollos de la célebre biblioteca se preservaron hasta el año 391 EC, cuando el emperador Teodosio—un cristiano converso—ordenó destruir todas las obras no cristianas. La Biblioteca de Alejandría, centro del conocimiento del mundo antiguo, fue incendiada…iniciando así una larga serie de quemas de libros “por inspiración cristiana.”
Otro testigo presencial de los acontecimientos del siglo I en Jerusalén fue un “judío rebelde convertido en escritor” llamado José ben Matías (c. 37–100 EC). Luego de luchar contra los romanos durante una revuelta judía, José decidió que “si no puedes contra ellos, únete a ellos.” Apoyado por algunos de sus ex enemigos romanos, adoptó el nombre de Flavio Josefo y escribió la historia del pueblo judío, y un relato del levantamiento judío que provocó la destrucción del Templo de Jerusalén por los romanos en el año 70 EC. Sus pintorescas y muy personales versiones de la vida y las costumbres en la Palestina romana constituyen un documento clave para el análisis y la comprensión de este turbulento período histórico. En uno de sus libros, Flavio Josefo hace una breve—y ligeramente controvertida—mención de Jesús (cabe señalar que es una de las escasas alusiones a su persona fuera del Nuevo Testamento). Acaso la principal razón por la que Jesús no figura en la historia “tradicional” es simple. Si bien Jesús y sus primeros seguidores son sumamente importantes hoy como fundadores del cristianismo, en aquella época eran una banda de insignificantes agitadores en un lejano rincón del inmenso imperio.
En otras palabras, a pesar de la gran cantidad de información disponible, el alto grado de civilización en los tiempos romanos y la proliferación de escritores y letrados, la autoría de los libros del Nuevo Testamento sigue envuelta en el misterio. Tal como ocurre con las Escrituras hebreas, persisten numerosos interrogantes acerca de la identidad de los autores, y la fecha y lugar de escritura de la mayoría de los libros que componen el Nuevo Testamento.
Aunque más breve que la Biblia hebrea, el Nuevo Testamento tiene una compleja historia. Muchos de los libros comenzaron en la tradición oral, y dado que los primeros cristianos esperaban la “Segunda Venida” de Cristo en cualquier momento, no se preocuparon demasiado por dejar una versión escrita de la “Buena Nueva.” Más tarde, cuando la primera generación de “apóstoles” encargados de divulgar la “buena nueva” comenzó a fallecer—ya fuera de viejos o debido a las cruentas persecuciones de los romanos—se creyó conveniente registrar estas “verdades” por escrito. Las cartas de San Pablo fueron reunidas hacia el año 90 EC, y poco después del año 100 EC ya se contaba con una versión de los cuatro Evangelios. No hay “originales” de estos escritos. Con el crecimiento de la Iglesia cristiana, los Evangelios y las cartas fueron profusamente copiados para ser difundidos entre las comunidades cristianas (cabe recordar que en aquellos tiempos no había casas de fotocopias a la vuelta de la esquina). Existen miles de copias manuscritas del Nuevo Testamento, que no siempre concuerdan. A menudo compuestos con seudónimo, los primeros textos cristianos fueron escritos sobre papiros o rollos de cuero, pero hacia el siglo II EC empezó a utilizarse el códex (o primeros libros encuadernados) en las iglesias. Las páginas de piel de becerro reemplazaron al papiro.
El concepto de “Nuevo Testamento”—entendido como una extensión de las sagradas escrituras que se agregaba o incluso reemplazaba a los escritos hebreos aceptados hasta el momento—surgió en el siglo II EC. Tal como ocurrió con la Biblia hebrea, hay infinidad de huellas humanas en la toma de decisiones que llevó a la compilación final del Nuevo Testamento. La mayoría de los investigadores de la Biblia suponen que numerosos escritos de los primeros cristianos—entre ellos otras cartas de San Pablo—se perdieron o fueron descartados. Los eruditos modernos sospechan también que los autores del Nuevo Testamento tenían acceso a una colección de dichos de Jesús, una suerte de citas de frases célebres denominada “Q.” ¡Nuevamente recurrimos a las letras del alfabeto para nombrar a los autores de la Biblia! Este documento “Q”—la inicial proviene de la palabra alemana Quelle, “fuente”—existe sólo en teoría. La supuesta colección de dichos jamás fue encontrada.
Más controvertido aún es otro grupo de antiguos escritos cristianos que sí fue encontrado. El conjunto incluye otros “evangelios” escritos con posterioridad a los libros aceptados por el Nuevo Testamento. Muchos de estos “otros evangelios”—que luego dieron en llamarse “Evangelios Gnósticos”—fueron rechazados como ilegítimos por las primeras autoridades de la Iglesia. (Véanse Evangelios Gnósticos más adelante.) En el año 180 EC, Ireneo—obispo griego de Lyons y poderoso líder eclesiástico—escribió que los herejes “se jactan de poseer más evangelios de los que existen en realidad.” Como ven, la comunidad cristiana inicial no era una gran familia feliz. Soportaba divergencias profundas acerca de cuestiones básicas…por ejemplo, qué creer. Grupos como los “gnósticos”—palabra que designa a los primeros cristianos que creían tener acceso a una sabiduría o conocimiento secreto (del griego gnosis, conocimiento)—no compartían en absoluto las ideas de otros cristianos respecto de la naturaleza de Dios, Jesús, y el mal. El grupo de los “montanistas”—así llamado por su líder Montanus—proclamaba recibir inspiración directa a través del Espíritu Santo. El conflicto entre los Padres de la Iglesia y estos “herejes” provocó peleas verdaderamente cruentas acerca de lo que era, exactamente, la “Palabra de Dios.”
Uno de los primeros en concebir un “Nuevo Testamento” como fundación escrituraria de la nueva iglesia fue Marcio de Sinope (c. 80–155), un líder cristiano renegado de Asia Menor. Si bien no era formalmente un gnóstico, Marcio fue excomulgado por sostener que Jesús era radicalmente diferente de la tradición judía y estableció su propia iglesia en el año 144. Luego se distanció aun más de los cristianos “ortodoxos” al designar mujeres como líderes de la Iglesia. Marcio rechazó la idea del Dios vengativo e iracundo que proponían las Escrituras hebreas. Dice Elaine Pagels en su libro Los Evangelios Gnósticos: “Marcio vio un profundo contraste entre el Dios creador del Antiguo Testamento, que exige justicia y castiga toda violación de su ley, y el Padre proclamado por Jesús, el Dios del amor y el perdón del Nuevo Testamento. ¿Por qué, se pregunta Marcio, un Dios “todopoderoso” habría de crear un mundo donde imperan el sufrimiento, el dolor y la enfermedad, mosquitos y escorpiones incluidos? Marcio llega entonces a la conclusión de que debe de haber dos Dioses diferentes.” (p. 28) La recopilación de Escrituras de Marcio incluía solamente una versión editada del Evangelio según Lucas y diez cartas de Pablo, que también editó para eliminar toda referencia a las escrituras judías. Fue denunciado y, a manera de respuesta a este “canon herético,” se creó un canon oficial más “ortodoxo” que enfatizaba el carácter sagrado de los cuatro Evangelios y las trece cartas atribuidas a Pablo.
En el año 367 EC, Atanasio—un líder cristiano de Alejandría—hizo la lista de los 27 libros que componían el Nuevo Testamento…más de trescientos años después de la muerte de Jesús. Su “canon” fue ampliamente aceptado y aprobado en el año 382 EC por los líderes cristianos de Roma, ciudad que se había convertido en centro del cristianismo “oficial” y legalizado. Las iglesias del norte de África aceptaron esta lista luego de que fuera aprobada por el eminente autor y teólogo cristiano Agustín de Hipona (354–430 EC). Hacia el año 400 EC, la mayoría de las iglesias cristianas reconocían y aceptaban el Nuevo Testamento tal como lo conocemos hoy. Pero también había grupos rebeldes dispersos que pensaban de otro modo, particularmente en algunas de las Iglesias africanas y asiáticas. Algunos grupos sólo aceptaban 22 libros y la Iglesia de Etiopía reconoce hasta hoy un total de 38 libros en su Nuevo Testamento.
¿Los cuatro Evangelios son una verdad “evangélica”?
Casi todo lo que sabemos de Jesús proviene de los cuatro relatos evangélicos. Una vez “canonizados,” su autoridad literal y estatura divina prosiguió incuestionable durante la mayor parte de la historia cristiana…tal como los Libros de Moisés no fueron cuestionados por las autoridades. No obstante, desde el siglo XIX, muchos eruditos e investigadores comenzaron a preguntarse por la autoría de los Evangelios. La identidad de los autores y la fecha de escritura de estos libros permanecen aún en el terreno de la especulación.
Evangelio según San Marcos
Si bien ocupa el segundo lugar en el Nuevo Testamento, después del Evangelio según San Mateo, los especialistas modernos creen que el Evangelio según San Marcos—el más breve de todos—es el más antiguo. Pasando por alto el nacimiento de Jesús, Marcos narra la historia de su vida adulta, desde el momento del bautismo hasta la crucifixión, y el anuncio de la resurrección. Numerosos eruditos creen que los autores de los Evangelios según Mateo y Lucas se basaron en el relato de Marcos.
¿Pero quién fue Marcos? No había ningún Marcos entre los doce primeros discípulos de Jesús. El Nuevo Testamento menciona repetidamente a un tal Juan Marcos que, de acuerdo con la tradición cristiana, acompañaba a Pablo en sus viajes misioneros hasta que se pelearon. Muchos eruditos creen que este Evangelio fue escrito por un primer cristiano desconocido llamado Marcos, quien se basó en una gran cantidad de tradiciones para crear su narración. Marcos habla de la destrucción de Jerusalén por el ejército romano en el año 70 EC, acontecimiento que podía estar por ocurrir o bien acababa de ocurrir. Aunque los especialistas no se deciden a establecer la fecha de escritura de este Evangelio poco antes o poco después del año 70 EC, seguramente fue escrito en esa época.
Evangelio según San Mateo
Durante mucho tiempo se creyó que el autor de este libro fue Mateo, uno de los discípulos de Jesús. Ese Mateo era recaudador de impuestos, una profesión tan poco popular en aquel entonces como ahora. Sin embargo, en los Evangelios de Marcos y Lucas el recaudador de impuestos recibe también el nombre de Leví. Los estudiosos modernos aceptan que el Evangelio de Mateo fue escrito por un judío cristiano de épocas posteriores que creía que Jesús era el Mesías prometido de las Escrituras hebreas. En el Evangelio según Mateo hay numerosas referencias a las profecías hebreas cumplidas por Jesús. El libro comienza con una extensa genealogía que rastrea los ancestros de Jesús hasta el rey David. En ese caso, si decidimos creerles a los Evangelios, José no habría sido el padre de Jesús. Mateo también incluye con frecuencia citas de las Escrituras hebreas, probablemente destinadas a convencer a otros judíos del cumplimiento de las profecías a través de Jesús. La famosa visita de los magos—impropiamente llamados “los tres reyes”—, la masacre de niños ordenada por Herodes en Belén, y la huida a Egipto a lomo de una mula, sólo fueron registradas en este Evangelio.
Los primeros cristianos creían que el Evangelio según Mateo había sido escrito primero, pero los estudiosos modernos consideran que el primer Evangelio escrito fue el de Marcos. Basándose en pruebas literarias y cronológicas, afirman que el autor del Evangelio según Mateo había leído la versión de Marcos y también la hipotética colección de dichos de Jesús denominada “Q.” Algunos especialistas creen que el Evangelio según Mateo fue escrito en Palestina; otros se inclinan por Antioquía (Siria), otro centro de la cristiandad, entre los años 70 y 85 EC.
Evangelio según San Lucas
El autor del Evangelio según Lucas—una narración pulida que emplea las convenciones de los escritos griegos clásicos—fue probablemente un letrado que hablaba y escribía en griego. Al mismo individuo se le atribuye la escritura del Libro de los Hechos. El Evangelio según Lucas y el Libro de los Hechos comprenden en conjunto casi un cuarto del Nuevo Testamento y consignan la historia de los comienzos de la fe cristiana. El Evangelio según Lucas cuenta la historia de Jesús, y el Libro de los Hechos se ocupa del movimiento misionero y de la propagación del cristianismo luego de su muerte. Las obras de Lucas fueron creadas para ser leídas conjuntamente, pero cuando se compiló el Nuevo Testamento los escribanos insertaron el Evangelio según Juan entre ambas “obras” para que los cuatro Evangelios estuvieran juntos. Mencionado en una de las cartas de Pablo como “el médico bienamado,” es probable que Lucas haya sido un médico o sanador que acompañó a Pablo durante sus viajes misioneros. Varias escenas de la vida de Jesús aparecen exclusivamente en el Evangelio según Lucas, entre ellas una genealogía que rastrea los orígenes de Jesús hasta Adán, el relato del nacimiento de Juan el Bautista, el viaje de Jesús al Templo de Jerusalén a los doce años de edad, y algunas de las enseñanzas más difundidas de Jesús en parábolas, tales como la del buen samaritano y la del hijo pródigo.
En el afán de otorgarle cierto sentido de autenticidad histórica a su relato sobre Jesús, el autor del Evangelio según Lucas incluyó la edad de Jesús (aproximadamente treinta años) cuando éste empezó a predicar y también algunos hechos específicos (que resultan contradictorios) destinados a establecer la fecha de su nacimiento. El mensaje del Evangelio según Lucas estaba primordialmente dirigido a los creyentes gentiles (no judíos) que la Iglesia pretendía incorporar a sus filas. Por último, muchos coinciden en afirmar que el Evangelio según Lucas data de la década comprendida entre los años 77 y 85 EC, y que probablemente fue escrito en la ciudad de Éfeso (actual Turquía), importante centro cristiano de aquellos tiempos.
Evangelio según San Juan
El cuarto libro es el “Viaje Mágico Misterioso” de los Evangelios. Complejo y profundo, ha sido atribuido a Juan, uno de los discípulos más cercanos de Jesús. Este Evangelio traza un retrato diferente de la vida y las enseñanzas de Jesús, lo que ha llevado a algunos eruditos a sospechar que el autor de Juan fue testigo presencial de los hechos que narra. Entre las diferencias más conspicuas y significativas entre el Evangelio según Juan y los “sinópticos,” cabe destacar la ausencia de descripciones del nacimiento de Jesús, su infancia, la tentación en el desierto, la transfiguración, el empleo de parábolas en la enseñaza, y la agonía en el jardín de Getsemaní. La versión de Juan de la “última cena”—en la que Jesús come con sus discípulos antes de ser arrestado y crucificado—difiere por completo de las otras tres. En el Evangelio según Juan, Jesús da un largo discurso a sus discípulos durante “la última cena,” pero no parte simbólicamente el pan ni bebe vino con ellos. Otros episodios únicos de este Evangelio muestran a Jesús transformando el agua en vino en Caná y haciendo resucitar a Lázaro, uno de sus seguidores, cuatro días después de haber muerto y de haber sido sepultado.
Durante dos mil años, los cristianos aceptaron que el Evangelio según Juan había sido escrito por uno de los doce discípulos escogidos por Jesús. Desde el siglo XIX, no obstante, la identidad del autor de este Evangelio ha provocado controversias. Si bien los estudiosos tradicionales siguen creyendo que Juan fue un apóstol y testigo de los acontecimientos narrados en el libro, otros historiadores bíblicos refutan esta idea y sostienen que un pescador de Galilea no podría haber escrito esas memorables páginas en un pulido y poético idioma griego. Hay numerosos candidatos para el puesto de Juan y actualmente se cree que el Evangelio fue escrito hacia fines del siglo I o hacia el año 110 EC.
Si solamente hay cuatro Evangelios, ¿qué son los “Evangelios gnósticos”?
Como si no bastara con las discusiones generadas por los cuatro Evangelios, ¡alguien tuvo que sacar de la galera unos cuantos libros más! En un episodio que combina una dosis de novela de crimen y misterio con un poco de Indiana Jones, un campesino egipcio concretó el extraordinario descubrimiento de trece libros encuadernados en cuero en el año 1945. Tal como relata Elaine Pagels en su celebrado libro Los Evangelios Gnósticos, un agricultor que cavaba un pozo cerca de la ciudad de Nag Hammadi—localizada sobre el Nilo, al norte de Luxor—, descubrió estos libros de papiro en un recipiente enterrado. Los llevó a su casa, donde su madre quemó algunos por error para avivar el fuego. Pocas semanas después, el campesino y su hermano mataron a un hombre para vengar la muerte de su padre. Temiendo que los policías que investigaban el asesinato descubrieran los libros, el campesino entregó su preciado tesoro a un sacerdote local. Enterado del hallazgo, un maestro de escuela envió uno de los libros a El Cairo para averiguar su valor en el mercado negro de antigüedades. El gobierno egipcio fue informado, y confiscó diez y medio de los trece libros, que inmediatamente fueron trasladados al Museo de El Cairo.
Pero una parte de otro libro fue sacada clandestinamente de Egipto y ofrecida en Estados Unidos. Un historiador y lingüista holandés se enteró de la existencia de los libros y compró el texto de contrabando. Al comprobar que faltaba la otra parte, viajó a El Cairo en 1955 y allí vio reproducciones fotográficas de los otros libros. Comenzó a descifrarlos. Las primeras palabras que logró comprender fueron poco menos que revolucionarias:
“Éstas son las palabras secretas que pronunció Jesús en vida, y que fueron escritas por Judas Tomás.”
Este texto pertenece al Evangelio según Tomás. Aunque se sabía que existían otros escritos cristianos y ya se habían encontrado fragmentos de un misterioso Evangelio según Tomás, nadie había visto jamás el texto completo. Este “nuevo” evangelio fue el primero de cincuenta y cinco textos hallados en Nag Hammadi. Los así llamados “Evangelios gnósticos”—un corpus secreto de escritos cristianos en copto, un dialecto norafricano utilizado exclusivamente por una secta cristiana egipcia—resultaron ser traducciones que databan de 1,500 años atrás de antiguos escritos griegos. Algunos de los libros contenían dichos familiares del Nuevo Testamento. Pero otras enseñanzas y declaraciones atribuidas a Jesús eran únicas y extraordinarias, y sacudieron potencialmente los fundamentos del cristianismo con las dudas que sembraron. En uno de los textos, el Evangelio según Felipe, se dice que Jesús besa a María Magdalena, una de sus seguidoras. Cabe destacar que no se trata de un beso fraternal en la mejilla:
“…la compañera del (Salvador es) María Magdalena. (Pero Cristo la amaba) más que a (todos) los discípulos, y acostumbraba besarla (a menudo) en la (boca).” (Citado por Elaine Pagels en su libro Los Evangelios Gnósticos, p. xv)
El término “gnósticos”—referido a una temprana secta cristiana cuyo nombre deriva del griego gnosis (conocer)—se utilizó para identificar a un grupo de cristianos cuyas creencias se distinguían notablemente del cristianismo convencional. Así como el cristianismo moderno está dividido en numerosas sectas rivales con diferentes ideas acerca de Jesús, los gnósticos creían, por ejemplo, que la resurrección de Jesús era un hecho más espiritual que físico. También creían en la búsqueda espiritual de la verdad interior, planteó que tenían más en común con las ideas orientales—como el budismo—que con el cristianismo ortodoxo. Los “Evangelios gnósticos” fueron denunciados por herejía por los primeros líderes cristianos, quienes evidentemente habían dejado de ser víctimas de persecuciones y ahora desafiaban la autoridad. Desafiarlos equivalía a ser excomulgado, arrestado, o algo peor por el delito de herejía. Aproximadamente 500 años después de los tiempos de Jesús, alguien—¿tal vez un monje? hay ruinas de un monasterio cerca de Nag Hammadi—se apoderó del corpus de textos proscriptos y lo enterró en el desierto egipcio, ya fuera para salvar su propio pellejo o bien para preservarlos para la posteridad. Si bien los hallazgos de Nag Hammadi han creado numerosos interrogantes, también han servido para esclarecer un tópico esencial: los primeros cristianos no estaban de acuerdo sobre lo que llamamos Nuevo Testamento, y es probable que hayan leído y estudiado más textos acerca de la vida y las palabras de Jesús que los que actualmente conocen los cristianos contemporáneos.
Este breve resumen de la evolución del Nuevo Testamento nos recuerda, una vez más, que lo que puede ser “Palabra de Dios” para una persona puede ser herejía para otra. Y la historia no termina con el establecimiento del Nuevo Testamento hace 1,600 años. Un grupo de devotos creyentes en el Dios de Abram, Moisés, y Jesús posee otro libro sagrado, llamado Quoran o Corán, entregado al profeta Mahoma aproximadamente 600 años después de la muerte de Jesús. Los católicos romanos se valen del Catecismo para propagar las enseñanzas de la Sagrada Biblia. También creen que el Papa, su líder terrenal, a veces transmite la “infalible” palabra de Dios. Otro inmenso y creciente grupo de cristianos cree en un libro divino entregado a su profeta por un ángel. Este libro sólo podía ser leído por alguien que usara un par de anteojos de oro. Se trata del Libro de Mormón, considerado sagrado por la Iglesia de Jesucristo del Último Día. Entonces, pongamos a un judío, un musulmán, un católico romano, y un mormón en el mismo cuarto. Seguramente todos serán creyentes sinceros, buenos, y devotos que se creerán dueños de la “Verdad” o la Palabra de Dios. Seguramente no se pondrán de acuerdo.
HITOS DE LOS TIEMPOS BÍBLICOS V
Vida de Jesús
40 AEC: Herodes es nombrado rey de Judea por Marco Antonio, e inicia un reinado de 33 años como Herodes el Grande en el año 37 AEC.
31 AEC: Batalla de Accio. El general romano Octavio derrota a Marco Antonio en esta batalla naval y obtiene el poder absoluto sobre el Imperio Romano. Marco Antonio se suicida en el año 30 AEC. Herodes denuncia a Marco Antonio y Cleopatra y se alía con Octavio.
27 AEC: Octavio funda el Imperio Romano, cambia su nombre por el de Augusto César, y reina durante 41 años.
20 AEC: Herodes el Grande inicia la reconstrucción del Gran Templo de Jerusalén con el propósito de recuperar la magnificencia y las dimensiones del Templo de Salomón.
7–4 AEC?: Posible fecha del nacimiento de Jesús. La fecha, el lugar, y las circunstancias de su nacimiento, están sujetos a controvertidas especulaciones.
4 AEC: Muere Herodes el Grande; Judea se divide entre sus tres hijos.
La Era Común (EC)
6: Cirino, gobernador romano de Siria, ordena un censo local. Probablemente se trate del censo “mundial” mencionado en el Evangelio según Lucas.
14: Muere el emperador Augusto; su hijastro Tiberio gobierna Roma.
26: Poncio Pilato es nombrado gobernador de Judea; en el año 36 es destituido y trasladado a Roma.
27–28: Juan el Bautista comienza a predicar; bautismo de Jesús.
30–33: Posible fecha de la crucifixión de Jesús. También es posible que haya ocurrido en el año 36. Tácito dice que Jesús fue crucificado durante el reinado de Tiberio.
37: Muerte de Tiberio; su sobrino Calígula será el próximo emperador romano.