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- Mira, Sánchez, ¿qué me estás proponiendo? Habla claro de una vez. Estoy cansado de que me mangoneen. Sabes que no me gusta eso de andarse por los cerros de Úbeda. Y no me agrada el giro que estás dando a la conversación.

‘- Luis, tú me consigues lo que hemos dicho: cambio de juez, que eso te interesa a ti tanto como a mí, la fianza y lo dejamos en tres años. No es mucho pedir, joder. Y consigues de entrada que yo me calle…’.

-¿Solo eso?

‘- También podría echarte una mano con ese preso fugado’.

- ¿Sabes dónde está?

‘- Tranquilo, Luis. Conozco a alguien que te puede solucionar ese problema del todo. Pareces olvidar que vivo rodeado de criminales’.

Sánchez lo decía casi con amargura.

- ¿Quién es? ¿Alguien de confianza?

‘- Bueno, no exactamente. Pero no habría ni que pagarle. Te explico. Cuando tu protegido estuvo aquí, tuvo problemas con un personaje muy respetado… Tu protegido trapicheó en su terreno, y eso un kíe no lo puede tolerar, tiene que dar ejemplo…’.

- ¿Qué es un kíe?

‘- Los reyezuelos de las cárceles. Este lleva veinte años y no saldrá nunca… Pero tiene contactos fuera en todas partes. En el hampa, se entiende. Si llegara a saber dónde se esconde nuestro hombre… Creo que no hace falta que te diga más…’.

- Nadie ha conseguido localizarlo hasta ahora.. ‘- Esa es tu parte del problema. ¿No eres concejal de Seguridad?’.

- No sé, Sánchez… -Luis se mesaba la barba florida-. Me estás proponiendo una cosa un tanto… irregular. Y poco segura.

‘- Luis, esta gente está conectada con todas las mafias’.

- La Policía también, Sánchez, y seguimos sin saber nada.

‘- Reflexiona, y verás cómo es lo mejor. Tú no apareces para nada. No tienes ni que meter a la Policía en ello…’.

Luis terminó la conversación diciendo que lo pensaría, y colgó.

Era la primera vez en toda su larga amistad que el Sánchez le salía rana…

Menudo había resultado ser el fallero hortera de los cojones… Después de tantos años, el figurín se le ponía tonto.

Los tiempos eran tan extraños que nunca sabías cómo iba a reaccionar el personal, amigo o enemigo. De hecho, la distinción entre aliado y contrincante se había vuelto extremadamente borrosa…

Pero el trato propuesto, hoy por hoy, no era malo.

Eliminar al famoso Hombre de los Veintiún Dedos resultaba a todas luces conveniente.

Ya le había acarreado demasiados problemas…

Con todo lo que Luis había hecho por aquel tipo, pensó…

Pero ahora tocaba apalear a aquel perro rabioso.

Y borrar todo vínculo posible con el aciago pasado…

Eliminar huellas siempre había sido su especialidad.