3 – Avería de tele

 

Una pareja sentada en un sofá. La habitación esta vacía de cualquier otro mueble. No hacen nada, no dicen nada y miran fijamente delante de ellos.

Ella – ¿Qué hay esta noche en la tele?

Él – No sé. ¿Por qué?

Ella – Por saber... (Un tiempo) ¿De veras no quieres que volvamos a comprar una?

Él – Cuando teníamos tele no podíamos dejar de mirarla.

Ella – ¿Está hecha para eso, no?

Él – ¡Éramos completamente adictos! ¡No hacíamos nada aparte de eso!

Siguen mirando fijamente delante de ellos.

Ella¿Y ahora qué hacemos ?

Él – ¿Qué quieres que hagamos?

Ella – Nada...

Él – Más vale, ya que mirar la tele... Cuando solo había una cadena, por lo menos... Pero ahora con el satélite...

Ella (nostálgica) – Cuando era pequeña no teníamos tele. Iba a mirarla en casa de mi vecinito...

Él – ¿Quieres que pregunte al vecino si puedes ir a su casa a mirar la tele?

Silencio.

Ella – Podríamos discutir.

El le hecha una mirada preocupada.

Ella – Ya que no tenemos la tele, podríamos aprovecharlo para discutir.

Él – Pues vamos. Tú empiezas.

Ella lo piensa.

Ella – ¿Me quieres?

Él (desconcertado) – Podríamos empezar un poco más progresivamente, ¿no?

Él lo piensa.

Él – ¿Qué hay de cena esta noche?

Ella – Miércoles, es el día del pescado.

Él – Normalmente es el viernes...

Ella – El viernes es conejo.

Él – No muy católico todo esto, ¿no?

Silencio.

Él – ¿Vamos a comprar pescado? 

Ella – Iré. Tengo que comprar lentillas. 

Él – ¿Lentejas, con el pescado? 

EllaLentillas... de contacto. ¿Y si comprara bacalao, para cambiar? 

Él – Es muy salado, ¿no? 

Ella – Si lo pones en remojo toda la noche. Como la lentillas... 

Silencio.

Él – Si un día me engañaras, ¿me lo dirías?

Ella le mira con sorpresa.

Ella – Quieres decir: ¿si tú me engañaras, querría yo que me lo dijeras o no?  

Él – También, sí...

Ella – ¿Y por qué me preguntas esto?

Él – Pues eso. Para hablar... Como ya no tenemos la tele.

Ella lo piensa.

Ella – ¿Cómo quieres que conteste esta pregunta?

Él – Pues... sí o no.

Ella – ¿Tú crees realmente que es tan fácil?

Él – ¿No lo es?

Ella – Contestar es aceptar ya la posibilidad de que me engañes.

Él – ¿Y?

Ella – Es como si me preguntaras: ¿si te asesinara, preferirías que vaya a entregarme a la policía después o que intente escapar de la justicia? 

El parece no entender la relación entre las dos cosas.

Ella – Esto supone que considere tranquilamente la posibilidad de que tú me asesines. Esta es la verdadera pregunta. la segunda... es secundaria. 

ÉlPero el adulterio no es un crimen. ¿Verdad?

Ella – El adulterio es causa de muchos crímenes...

El lo piensa, un poco preocupado.

Él – ¿Así que si te engañara, podrías matarme?

Ella – En todo caso, si lo hiciera, sí que iría a entregarme a la policía después. la justicia siempre ha sido clemente con los crímenes pasionales... 

Silencio.

Ella – Así que consideras tranquilamente la posibilidad de engañarme. 

Él – El 95% de los animales son polígamos. Los demás viven en parejas solo el tiempo de criar los chavales. Es la prueba de que la fidelidad no es una cosa natural...

Ella – No somos animales.

Él – Queda un 5% de animales monógamos. Eso no hace de ellos seres humanos. ¿Por qué la fidelidad tendría que ser un criterio de humanidad? 

Ella – Es el fundamento de la familia, que es el fundamento a su vez de la sociedad.

Él – ¿Así que no me engañas por civismo?

Silencio.

Ella – ¿Te cuesta tanto serme fiel?

Él – No... pero me estaba preguntando si la fidelidad tenía el mismo sentido para los hombres y para las mujeres.

Ella – ¿Y a tu parecer, por qué los hombres son fieles? Cuando lo son...

Él lo piensa.

Él – ¿Para evitar las complicaciones?

Silencio.

Él – Me estoy preguntando si no tendríamos mejor que comprar otra tele.