Se lo preguntó Gustavo Adolfo Bécquer —«¿qué es poesía?»— al comienzo de su rima XXI, que remató explicando aquello de «poesía eres tú». La poesía —en este caso— consiste en una interlocutora sin voz, aunque con «pupila azul». En otros, la poesía sirve para canalizar —o expandir— la emoción, o propicia el milagro de brindar palabras a lo inefable. ¿Qué significa, entonces, la poesía?
Cronología
Si nos centramos en la teoría frente a la práctica, y nos asomamos al diccionario de la Real Academia Española, distinguiremos siete acepciones para el término «poesía». Todas se vinculan a la literatura: entre otras, la poesía es la «manifestación de la belleza o del sentimiento estético por medio de la palabra, en verso o en prosa»; y el «poema, composición en verso»; y el «arte de componer obras poéticas en verso o en prosa». Se trata de una expresión que enlaza con la palabra, y que guarda también relación con la belleza y los ideales estéticos exquisitos.
Por su parte, el otro gran diccionario de la lengua castellana, elaborado por la lexicógrafa y bibliotecaria María Moliner, fija un significado mucho más —por así decirlo— poético: Moliner entiende que la poesía trata del «aspecto bello o emotivo de las cosas» y «se basa en imágenes sutiles evocadas por la imaginación y por el lenguaje a la vez sugestivo y musical, generalmente sometido a la disciplina del verso». De nuevo la belleza —ahora vinculada a la emoción, con el nexo inevitable del sentido y el sentimiento— aparece en una definición, de nuevo se apela al lenguaje y al verso —con su connotación de expresión escrita—, ahora elementos tan fundamentales en un poema como las imágenes o la música.
El término «poesía» procede del francés poésie, que a su vez deriva del latín poēsis, cuyo origen se situaría en el griego ποίησιϛ, poíēsis. Este viaje de regreso a la poesía, o al menos a la palabra que la nombra, nos descubre que la poíēsis griega quiere decir «creación» o «producción»: la poesía se sitúa en el origen de todas las creaciones, de todas las producciones, de todo el arte.
Así lo entendió Platón, que en su diálogo El banquete o El simposio reflexionó sobre el significado y la función de la poesía por boca de Diotima de Mantinea. En su discusión con Sócrates —su discípulo— acerca del amor, la filósofa se sirve de las connotaciones de la poesía para trazar un paralelismo con la pasión. «Ya sabes que la palabra poesía —explicaba Diotima— tiene numerosas acepciones, y expresa en general la causa que hace que una cosa, sea la que quiera, pase del no-ser al ser, de suerte que todas las obras de todas las artes son poesía, y que todos los artistas y todos los obreros son poetas.» Esta primera intervención de Diotima subraya el carácter global, abierto y libre de la poesía, que no se limita a la literatura, sino que se recibe sinónima de la creación.
«Poesía es esto y esto y esto.»
Juan Larrea, 1895-1980
¿Todo es poesía?
Ante la pregunta de un lector que se interesaba por su relación con la poesía, el escritor Antonio Muñoz Molina afirmó que —en su opinión— las escenas de la gran nevada en Amarcord (1973), la película de Federico Fellini, «eran poesía». Una expresión habitual cuando nos referimos al séptimo arte, con corrientes como el realismo poético francés —con Jean Renoir o Jean Vigo— o críticas que califican una película de «pura poesía»; las leímos a propósito de La novia (2015), de Paula Ortiz. También se califican de «poéticos» trabajos en los campos de la fotografía, la pintura e incluso la gastronomía, situando la poesía como paradigma del arte sublime.
«Y sin embargo —continúa— ves que no se llama a todos poetas, sino que se les da otros nombres, y una sola especie de poesía tomada aparte, la música y el arte de versificar, ha recibido el nombre de todo el género. Esta es la única especie que se llama poesía; y los que la cultivan, los únicos a quienes se llama poetas.» Es decir: que la poesía late en el resto de las artes, pero late —sobre todo, de forma obvia— en la poesía.
La poesía es una expresión literaria con una clara vocación artística, y entre cuyos objetivos se incluyen la búsqueda de la belleza, la comunicación, la emoción —propia o ajena— o la indagación. Unas metas que se alcanzan recurriendo a las imágenes —trazadas a su vez gracias a tropos como la metáfora, entre otros recursos— o a la música —que se apoya, además de en diversas figuras para lograr un ritmo determinado, en la métrica y en la rima—, y expresándose en el poema.
Quizá el esquema nos recuerde más a las cifras que a las letras, pero el poema se mantendría fiel a la siguiente estructura: «palabra < verso < estrofa < poema». La palabra constituye la unidad mínima del texto, y conjugada junto a otras palabras conforma el verso. A su vez, los versos —las «líneas» de la poesía— se agrupan en estrofas —con cierta simpleza, los «párrafos» de la poesía— que, unidas, desembocan en el poema definitivo. En este punto empezarían las contradicciones, porque —sí— existen poemas compuestos por una sola estrofa [ver capítulo 15], y existen también poemas en prosa [ver capítulo 21], cuya forma desobedecería esta certeza.
La antipoesía
La poesía no bastaba a Nicanor Parra: buscaba otras palabras, capaces de expresar otras ideas. «Todo es poesía menos la poesía», defendió, y en 1948 publicaba los primeros antipoemas: en ellos toma el concepto del francés Henri Pichette y adopta el idioma de la calle. Sus poemas son coloquiales, sin circunloquios, e incluyen eslóganes publicitarios, expresiones populares, localismos o refranes. Por su lúcida y arriesgada renovación del lenguaje poético, Parra recibió el Premio Cervantes en 2011.
En el fondo, las diversas interpretaciones sobre el significado de la poesía, sus límites y sus intenciones, dibujan una misma sensación: la de que se trata de un arte profundamente libre, generoso en variantes, y tan personal —tan vinculado a las experiencias y a las circunstancias de quien escribe y de quien lee— que jamás dirá lo mismo para unos y para otros. El poema, entonces: hágalo usted mismo.
La idea en síntesis: la poesía es el origen de todas las artes