03 Lírica, épica y dramática

Quien recita el poema se sitúa en el centro de la escena, con voluntad teatral: ágora para la discusión, plaza del pueblo o entorno de la hoguera. Se refiere a unos personajes, alude a unos hechos y cuenta una historia con principio y —con suerte— fin. Esa historia la guía una voluntad narrativa. Persigue la belleza y busca la emoción con sus palabras: voluntad poética, por tanto.

Cronología

c. 380 a. C.
Platón esboza las diferencias entre tipos de poesía en La República
c. 335-323 a. C.
Aristóteles escribe la Poética
20-15 a. C.
Horacio incluye Arte poética en sus Epístolas
siglo III
Wen Fu, de Lu Ji: una reflexión con otros códigos

Te contábamos [ver capítulo 2] que en la aparición de la poesía se sitúa el origen del resto de disciplinas literarias, contenidas en aquellos primeros poemas: textos de creación y difusión oral, con autoría colectiva —difusa en el tiempo, generación a generación—, que se representaban a viva voz igual que hoy se ocupan las tablas del teatro, y que contaban historias para entretener o adoctrinar. La poesía ejerció como manto —entonces— para los hilos que se le escaparon: el teatro y la narrativa.

«Hablemos de la poética en sí y de sus especies, de la potencia propia de cada una.»

Aristóteles, 384-322 a. C.

Aristóteles, el primer teórico

La idea la plasmó Aristóteles en la Poética —también conocida como Sobre la poética—, una propuesta sobre los diferentes géneros literarios escrita durante los últimos años de su época ateniense. Toda escritura literaria utilizaba el verso en la época clásica, de forma que cualquier escritor —hasta aquel que tratara en sus textos sobre la ciencia o la historia— merecía el calificativo de «poeta». Partiendo de esta idea, Aristóteles se convirtió en el primer teórico de la literatura, esbozando unas fronteras entre géneros literarios que nadie había construido hasta entonces.

La clasificación aristotélica establece ciertas diferencias entre la poesía dramática —identificable hoy como punto de partida del teatro—, la poesía épica —que asemejaríamos a la narrativa— y la poesía lírica —la que corresponde de forma más pura con la poesía, según su significado y valor actuales—. Trescientos años después, Horacio la desarrollaría en su Epístola a los Pisones o Arte poética: un texto que aborda las distintas escrituras y en el que se distancia de la actitud de Aristóteles, observador y analista de lo escrito, puesto que las opiniones de Horacio nacen de su propia experiencia como poeta.

La poesía lírica

Hemos mencionado la poesía lírica como la forma más pura de la poesía, y nos referimos con ese adjetivo a su condición original, y al mismo tiempo a la falta de «contaminación» de otros géneros: la poesía lírica equivale a la poesía, sin más. «Lírica» alude de forma evidente a la lira, el instrumento tocado por la musa Erato [ver capítulo 4], y también a aquellos primeros poetas que recitaban con el acompañamiento de la música. La poesía lírica, y el lirismo, cercan el trasfondo íntimo de la escritura; fijan sus tonos —y sus estructuras: verso, estrofa, poema— y asuntos.

La poética china

Una curiosidad, o no: en muchas ocasiones insistimos en ciertos hechos por cercanía cultural o geográfica, y omitimos otros porque desconocemos sus códigos o los sentimos ajenos. Un poeta chino asumiría de manera inconsciente esa labor —teórica desde la práctica— de Horacio. Su nombre es Lu Ji, y en su libro Wen Fu —subtitulado «Prosopoema sobre el arte de la escritura» en sus versiones a nuestro idioma— presentó una extensa reflexión sobre la función de la poesía y el oficio del poeta.

El poema épico

Por su condición híbrida entre la poesía y la narrativa, el poema épico ejerce al mismo tiempo como campo abierto para las pruebas, y cajón de sastre para textos de difícil clasificación. A la bolsa del poema épico arrojamos las epopeyas y los cantares de gesta, pero también textos algo más tardíos —y discutibles— como La Divina Comedia (1613), de Dante Alighieri, o El Paraíso Perdido (1667), de John Milton, «el poema épico más importante de la literatura en lengua inglesa», según el poeta y traductor Eduardo Moga. Incluiríamos también una variación muy curiosa del cantar de gesta: las sagas islandesas, en las que se encuentran la genealogía, la historia, la narrativa y la poesía.

El molde del verso

Hasta la aparición medieval del cuento y de la novela —con su expresión en prosa—, la poesía épica representó la forma más habitual de la ficción, fijada aquí con el molde del verso. Hasta entonces, las gestas de reyes y héroes se plasmaban en larguísimos poemas con voluntad narrativa, como las epopeyas, sobre las que ya te hemos hablado [ver capítulo 2]: desde el inicial Poema de Gilgamesh, enmarcado en la cultura sumeria, a capitales textos clásicos como La Ilíada (siglo VIII a. C.) y La Odisea (siglo VIII a. C.) —ambos griegos, ambos atribuidos a Homero— o la Eneida (siglo I a. C.) —de la tradición latina, obra de Virgilio—, pasando por el Majábharata (siglo III a. C.) y el Ramáyana (siglo III a. C.) —Valmiki habría sido su autor—, escritos los dos en sánscrito.

Desde la Edad Media, la poesía épica convive con la novela en su ambición de ficcionalizar la realidad, y generar mitos: unos prefieren contar en prosa, y otros eligen consignar sus historias en los cantares de gesta [ver capítulo 35], la «actualización» —para entonces— de la epopeya. En la tradición hispánica se identifica de inmediato un primer título: el Poema de mio Cid (c. 1200), que reflejaría las hazañas del caballero Rodrigo Díaz de Vivar.

Grecia, otra vez

Esos mapas de habitación adolescente, en los que las chinchetas señalan ciudades importantes para la memoria o para los sueños: imagínalo. El mapa de la poesía dramática escogería la chincheta del origen, la alejaría de Mesopotamia —adiós a los sumerios y sus reyes buceadores— y la clavaría en la Antigua Grecia. Ahí se sitúa el origen de la poesía dramática, y del teatro, y de Aristóteles, y de tantos que practicaron antes la poesía, el teatro, la reflexión y todo cuanto se nos ocurra. De hecho, a Aristóteles se le adelantó Platón, que en La República distinguió entre tres variantes de poesía —épica, imitativa y no imitativa— en su relación con el pensamiento filosófico.

Si el vínculo entre la poesía épica y la narrativa como género en prosa resulta más estrecho, no parece así en el caso de la poesía dramática y el teatro. La literatura escrita para la escena recurre al verso —sucederá así hasta el siglo XVII, cuando autores como Molière consideren la prosa válida para sus obras—, pero muy pronto toma conciencia aparte: en el momento en el que los alegres himnos a Dioniso introducen tramas, coros y otros recursos alejados de la lírica.

La idea en síntesis: tres poéticas en su origen: dramática, épica y lírica