Cierra los ojos y deja que alguien ceda su voz al poema que tenías entre manos. ¿Qué distingue este texto del fragmento de una novela o el artículo que leíste ayer en el periódico? En efecto: la música. La música de la poesía, distinta a la música de los otros géneros literarios, y propiciada desde antiguo por el uso de la rima. Un recurso algo olvidado hoy, pero que funcionó durante siglos.
Cronología
Ese mismo consejo lo brinda Sharon Olds a los alumnos de sus clases de escritura creativa: cierra los ojos y escucha el poema. La poeta y profesora estadounidense solicita a su alumnado que se presente así ante sus compañeros: que escojan su poema de cosecha propia favorito, que hagan las copias suficientes para todos, y que reciten antes de dejar que todos lean por sí mismos. Que la presentación de cada uno, de los textos de cada uno, la ejerza la música del poema, la manera en la que se oye: de la misma forma en la que en la Antigüedad los unos nos conocíamos a los otros.
La RAE define la rima como «identidad de sonidos vocálicos y consonánticos, o solo vocálicos, a partir de la última vocal acentuada en dos o más versos»; de manera significativa, la segunda acepción apela a una «composición en verso, del género lírico». Frente a la disposición versal o el aspecto métrico, que nos dejan una impresión gráfica más evidente, el carácter de la rima es sonoro en esencia; no en vano, proviene del griego ῥυθμὁς, rythmó, que significa «ritmo». Tampoco debemos omitir que —en cierto modo— la rima señala el final del verso: a quienes no leen el poema, sino que lo escuchan recitando, les permite «dibujar» en su mente la forma del poema.
Rythmós se convierte en «rima» por la vía del latín (rhythmus), primero, y por la del occitano antiguo (rima), más tarde. No será hasta aquella época, la medieval, la de los trovadores provenzales [ver capítulo 35], cuando la rima asuma una posición vertebral en la construcción del poema. Hasta entonces, en la poesía clásica únicamente se manejaba el concepto de homoiotéleuton: un antecedente de la rima tal y como la conocemos hoy, pero que se plasmaba en la coincidencia de los sonidos finales en dos o más palabras. Este concepto se ha terminado incorporando a la retórica.
Por supuesto: si se trata de un verso suelto o blanco [ver capítulo 10], no existe rima que valga. Lo señalaría Perogrullo, y nos unimos nosotros. La rima de un verso depende… del resto. Y un consejo: rimar no consiste en repetir la misma palabra.
Para clasificar este tipo de rima conviene asomarse de nuevo a las páginas anteriores, en especial a aquellas relativas al verso [ver capítulo 10] y su tipología [ver capítulo 11]. ¿Te suenan calificativos como «oxítono», «paroxítono» o «proparoxítono»? Seguro que sí, porque los has leído a propósito tanto de las palabras como de los versos. Ahora regresamos a ellos para distinguir entre los tipos de rima según el lugar que ocupe en ella el acento. Para identificarla, fíjate en la última palabra de los versos que riman. Si se trata de una palabra aguda, la clasificaríamos como rima oxítona o aguda; si es llana, como paroxítona o llana; si es esdrújula, como proparoxítona.
«El primer contacto verbal de un ser humano con otro fue a través del oído.»
Sharon Olds, 1942
Otros tipos de rima
Existen otros tipos de rima que —como hemos visto— no resultan excluyentes entre sí, sino que vienen a enriquecer tanto el análisis como la construcción del poema, dependiendo del caso. En la rima abrazada, que sucede principalmente en las estrofas de cuatro versos, el primer verso rima con el cuarto, y el segundo con el tercero; en la cruzada, también habitual en las estrofas de cuatro versos, los versos impares riman con los impares, y los pares riman con los pares. La rima continua se mantiene durante toda la estrofa o durante todo el poema. En la rima interna, los sonidos que riman al final del verso se repiten también en su interior, generalmente marcando el final del primer hemistiquio [ver capítulo 11], como es el caso de la rima en eco. Existe la rima encadenada cuando en todo el poema riman los versos impares entre sí, y los pares entre sí. La rima gemela o pareada se da en los casos en que los versos riman en pareado [ver capítulo 15]: el primero con el segundo, el tercero con el cuarto, el quinto con el sexto… Y se llama rima de perceptibilidad degradada a aquella en la que la posición del acento final del verso no coincide.
Lo llamamos sonido, lo llamamos también timbre: el efecto que los versos producen en nosotros al escucharlos. En este sentido, contemplaríamos dos grandes grupos: la rima consonante y la rima asonante.
La rima consonante es aquella en la que los fonemas —la unidad fonológica menor—, tanto consonánticos como vocálicos, coinciden de manera absoluta a partir de la última vocal acentuada. También recibe el nombre de total o perfecta. Encontrarás una muestra en estos versos de María de los Reyes Fuentes, poeta y fundadora de la revista Xbiliah: «Qué claridad la de estas soledades. / Por ellas bien me anido y no me empeño / en descubrir otras divinidades / que las de la unidad en que me adueño». En esta estrofa, el cuarteto primero de un soneto, riman en consonante los versos primero con tercero, y segundo con cuarto. Puesto que para fijar este tipo de rima nos guiamos por el sonido y no por la grafía, también consideramos que riman en consonante aquellos versos en los que no coincidan las letras, pero sí la percepción fonética.
En el caso de la rima asonante, los sonidos que coinciden a partir de la última vocal que se acentúa en el verso —y que forman la rima, por tanto— son los vocálicos. Es por ello que esta rima se conoce también como vocálica, imperfecta o incluso parcial. Como ejemplo, leamos estos versos de María Beneyto, significativa poeta de la generación del 50, uno de los nombres fundamentales de la escritura social española: «[…] Dejé el hogar con apagados troncos / cansada de ser solo estela de humo / que prolongase así mi ser ardido. / Esa mujer del hueco tibio / que allí me contenía, / se despertó del sueño profundo de la especie / y decidió buscar, a plena luz, caminos […]». En este fragmento, Beneyto combina heptasílabos, eneasílabos, endecasílabos y alejandrinos, sin seguir un esquema métrico fijo, y apuesta por una ocasional rima asonante, basada en las vocales «i» y «o».
La idea en síntesis: la rima marca la música del poema