Queremos analizar con cierto detenimiento las formas —las estrofas, los poemas— más habituales de la Edad Media. Aunque también te hablaremos por extenso acerca de su literatura [ver capítulos 35 y 36], resulta muy interesante conocer los vínculos que se establecen entre lo que se dice, el tono que se emplea y el molde que se escoge para expresarlo.
Cronología
Y queremos subrayar la importancia de estas formas —una vez más: algunas de ellas poemas por sí mismas, otras con vocación de subgénero, otras integradas como estrofas en un texto de mayor aliento— como enlace con literaturas en otras lenguas, como punto de partida para otras expresiones en la nuestra propia, o como testimonio de una cultura —y de una manera de concebirla— que también forma parte de la nuestra.
La producción oral en castellano medieval es muy anterior a la producción escrita, y comprendería entre los siglos XIII y XV. La lírica en esta recién nacida lengua romance se bifurca entre la de carácter popular, como los tardíos villancicos —poema compuesto por versos de seis u ocho sílabas, y en el que se combinan estribillos, mudanzas y vueltas— o los romances y romancillos [ver capítulo 20], y los textos cultos recogidos en los cancioneros [ver capítulo 17].
Las cantigas establecen un nexo entre la lírica galaico-portuguesa y la trovadoresca [ver capítulo 35]. Igual que en esta, los textos de las cantigas —y la música que las acompaña— se deben al trovador, que suele ceder su interpretación al juglar. Su escritura abarca entre los siglos XII y XV, y se distinguen varios tipos según temática y métrica. Siempre se utilizan octosílabos y decasílabos [ver capítulo 11], con rima consonante [ver capítulo 13] y un uso habitual del paralelismo y el leixaprén.
En las cantigas de amigo, la mujer se dirige a su amado o expresa sus sentimientos sobre él. Se distinguen varios subgéneros: las alboradas, sobre la separación al amanecer; las bailadas, en las que se invita al baile; las barcarolas, con alusiones al mar; y las romerías, en las que estas fiestas propician el encuentro entre la pareja. Los roles se invierten en las cantigas de amor, las que reproducen con mayor fidelidad el modelo del amor cortés [ver capítulo 8], y donde el hombre canta a su amada. Por último, encontramos las cantigas de escarnio y maldecir, sátiras ambas, las primeras más sutiles y las segundas más procaces.
«Ondas do mar de Vigo, / se vistes meu amigo? / E ai Deus!, se verra cedo?»
Martín Códax, c. siglos XIII o XIV
En cuanto a la métrica, la más cercana al modelo provenzal es la cantiga de refrán, utilizada en las cantigas de amor y de escarnio: cuatro estrofas con el esquema métrico abbacca-abbaccb-ababcca-ababccb y un último verso que se repite en cada estrofa, a modo de «refrán». Una mayor diversidad métrica recoge la cantiga de maestría, empleada en las cantigas de amigo.
Si las cantigas conectan con la literatura europea, la copla de pie quebrado arraiga con fuerza en la literatura propia. Combina versos de ocho y cuatro sílabas, admitiendo trisílabos si la fuerza de la rima anterior recae en la última sílaba. La variación más popular es la sextilla de pie quebrado, también «copla manriqueña», a la que Jorge Manrique recurrió para las Coplas por la muerte de su padre.
«Nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la mar / que es el morir.»
Jorge Manrique, c. 1440-1479
Se originaron en la poesía andalusí: la escrita en árabe y en al-Ándalus —la zona musulmana de la península ibérica— entre los siglos VIII y XV. Muchas de estas formas se comparten con la literatura hispanojudía: aquella escritura de los judíos de la península ibérica entre los siglos X y XV, tanto en árabe —el idioma que utilizaban en al-Ándalus para comunicarse— como en hebreo, reivindicado para la literatura.
Las primeras referencias a la moaxaja, la de mayor antigüedad de todas estas composiciones, datan del siglo IX. Esas manifestaciones iniciales consisten en transcripciones de pequeñas canciones, lo que permitiría entroncarlas con la lírica popular; son textos que se divulgan de manera oral, por lo tanto, y que lograron una estructura al quedar por escrito. Quizá eso justifique la variedad estrófica de aquellas moaxajas, que pronto admitirán una estructura fija y se escribirán —a diferencia de sus modelos— en árabe culto, conservando la brevedad de los versos.
En la moaxaja se intercalan varias series de estrofas. La primera de ellas se llama vuelta o qufl —un término que muchos estudiosos vinculan a la copla—, en la que la rima se repite verso a verso, y la segunda de ellas recibe el nombre de bayt o mudanza, en la que los versos riman distinto entre sí. En algunas variaciones se incluye un pareado de apertura —se trata de una moaxaja perfecta: tamm—, y la estrofa final es siempre la de vuelta, recibiendo el nombre de salida o jarˆya: la jarcha.
Porque a propósito de la moaxaja surgen otras dos composiciones: la jarcha y el zéjel. La jarcha —«final» o «salida», de manera literal— se suma al final de la moaxaja, como un grupo de versos a modo de cierre, escritos en árabe coloquial o con léxico mozárabe, que pronto conseguirán sentido propio en la escritura medieval. El número de versos varía, aunque se repiten los pareados, los trípticos y las cuartetas; también su métrica, abundando los hexasílabos. Frente a la temática más abierta de la moaxaja, a la jarcha se recurre para cuestiones amorosas, en muchas ocasiones expresadas por una sufriente voz femenina, en un enlace muy curioso con la cantiga de amigo. Cuando el contenido de la jarcha no guarda demasiada relación con el de la moaxaja, se recurre a un verso a modo de puente.
Con respecto al zéjel —un término que significa «himno sonoro»—, te aclararás si piensas en una moaxaja escrita en un árabe coloquial, con algunas palabras en lengua romance insertas en el texto. Tanto la temática como la estructura imitan, con variaciones muy leves, el modelo de la moaxaja. Se abre con un pareado a modo de markaz, prosigue con tres versos (agsan) que riman entre sí, se cierra con un cuarto verso (sint o vuelta), combina más estrofas y carece de jarcha.
«¡Tant’ amáre, tant’ amáre, / habib, tant’ amáre! / Enfermiron welios nidios / e dólen tan málē.»
Yosef al-Kātib, siglo XI
La idea en síntesis: las expresiones cercanas (en forma, en temas) de varios idiomas madurando