21 El poema en prosa

La poesía se ha vinculado desde sus orígenes al verso, y a la música del verso, y a la plasmación gráfica del verso. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando la poesía brota en una forma desacostumbrada, más cercana a la prosa? Ocurre el poema en prosa, que pertenece al género de la poesía, y ocurre también la prosa poética, que se incluye en otras clasificaciones. Nos adentramos en el primero de ellos.

Cronología

1869
Pequeños poemas en prosa, de Charles Baudelaire, escritos entre 1855 y 1864
1869
Los cantos de Maldoror, del conde de Lautréamont
1873
Arthur Rimbaud publica Una temporada en el infierno
1954
Versión definitiva de Espacio, de Juan Ramón Jiménez

Pedro Aullón de Haro, uno de los mayores expertos españoles en el poema en prosa, concluyó que se trata de «un género poético breve de ideación moderna». Tomaríamos con cierta distancia la consideración respectiva a su extensión —teniendo en cuenta ejemplos como Espacio, de Juan Ramón Jiménez—, quizá vinculada a su origen fragmentario, e insistiremos en el punto de partida que fija Aullón de Haro: tan moderno —en efecto— como que su origen se situaría —con matices [ver capítulo 22]— en la publicación póstuma de los Pequeños poemas en prosa, obra de Charles Baudelaire que a nuestro idioma se ha traducido también como El «spleen» de París o El esplín de París.

Característica

Según subraya Aullón de Haro, el poema en prosa comparte con aquel más habitual y canónico —el escrito en verso— todos los elementos y recursos, salvo la distribución en verso y los rasgos que dependen de ella: por ejemplo, de manera evidente, figuras como el encabalgamiento no se contemplan en el poema en prosa. A diferencia de la prosa poética, cuyo sentido pleno se alcanza integrado en el texto de origen, y cuyo afán se centra más en el estilo que en el género, el poema en prosa posee siempre un significado independiente, igual que los poemas escritos en verso: constituye una unidad por sí mismo.

La advertencia de Charles Baudelaire

Consciente de la ruptura formal que afrontaba con los Pequeños poemas en prosa, Charles Baudelaire decidió incluir una advertencia a su cercano lector: «Le envío, querido amigo, una pequeña obra de la que no cabría decir, sin ser injustos, que no tiene ni pies ni cabeza, ya que, por el contrario, todo es en ella pies y cabeza a la vez, alternativa y recíprocamente. Considere, se lo ruego, qué admirables ventajas nos reporta a todos, a usted, a mí y al lector, tal combinación. Podemos cortar por donde queramos; yo, mi ensueño; usted, el manuscrito; el lector, su lectura; pues la reacia voluntad de este no la suspendo del interminable hilo de una intriga superflua. Quite usted una vértebra y los dos fragmentos de esta tortuosa fantasía volverán a unirse sin esfuerzo. Desmenúcela en numerosos fragmentos y verá que cada uno puede existir aisladamente». Esta declaración de intenciones desgajaría sus poemas en prosa, con vocación fragmentaria e independiente, del desarrollo unitario de la prosa poética, incomprensible lejos de la obra a la que pertenece.

El poema en prosa se distancia también de otras manifestaciones con las que, a priori, coincidiría en determinados planteamientos. Por ejemplo: un poema en prosa no es un microrrelato, con el que compartiría imagen pero no semejanza, porque van de la mano en cuanto a esa brevedad a la que apuntaba Aullón de Haro, pero el microrrelato posee un latido narrativo ausente del poema en prosa. Un poema en prosa tampoco es un aforismo [ver capítulo 24], pese a que por su disposición gráfica a menudo se confunda con los poemas construidos en versículos —el verso libre extenso [ver capítulo 10] del que se serviría este género, otro más, entre géneros—, o a que ambos se encuentren en su voluntad lírica.

El poema en prosa en español

Pese a la existencia de ejemplos desde un siglo antes [ver capítulo 22], la entrada del poema en prosa en España la marca la Antología del poema en prosa (1956), de Guillermo Díaz-Plaja. Antes contemplamos ejemplos de Gustavo Adolfo Bécquer o Luis Cernuda, hasta culminar en quien —a juicio de Marta Agudo— debe considerarse «el verdadero creador del poema en prosa moderno en España»: Juan Ramón Jiménez, con obras como Diario de un poeta recién casado (1917) o Espacio (1954). Al otro lado del Atlántico, merece la pena recordar el extenso poema en prosa Temblor de cielo (1931), en el que Vicente Huidobro recrea la ópera de Richard Wagner Tristán e Isolda (1859).

El origen francés

Pero regresemos a Francia y al siglo XIX. En la década de los cuarenta conocemos ya varias obras de prosa poética, que comienzan a plantear otras aspiraciones formales muy distintas: los libros de Forneret, Guérin y Bertrand, unidos al pionerísimo Parny, preparan el terreno para los Pequeños poemas en prosa de Charles Baudelaire, y en opinión de muchos críticos constituyen las primeras muestras —aún titubeantes— del poema en prosa. El carácter bastardo entre géneros y la voluntad de hibridación destacaban ya en estas obras que Baudelaire reconocería como inspiración. En concreto, en una carta a su editor confiesa que ha tomado como modelo Gaspar de la noche. Y que se ha fijado no en su temática, en su retrato «de la vida antigua», sino en el mecanismo al que Bertrand recurre. A lo largo de una década, entre 1855 y 1864 —varias decenas aparecen en revistas; el resto, en la edición impulsada por su hermana a los dos años de su muerte—, Charles Baudelaire asume la escritura de unos textos con el objetivo de «intentar algo análogo», convirtiéndose él mismo en testigo de su época, como Bertrand ambicionó con el pasado. Con respecto al poema en prosa, Baudelaire consideraba que debía sonar en él un ritmo poético, para evitar caer en el relato, y dejar de ser poesía.

«Poesía es todo lo que se mueve. El resto es prosa.»

Nicanor Parra, 1914-2018

El rastro de los Pequeños poemas en prosa sigue en dos textos contemporáneos a la escritura de Charles Baudelaire. Uno de ellos empuja a la poesía francesa a la alfombra roja de la modernidad: Una temporada en el infierno, del enfant terrible Arthur Rimbaud, que adopta la forma del poema en prosa para su arrebatada escritura, generosa en símbolos e imaginaciones; tres años más tarde insistirá en el género con Iluminaciones, otro volumen de poemas en prosa. Y en el año de la publicación de la obra de Baudelaire se publica, también, un libro extraño en su composición: Los cantos de Maldoror, del conde de Lautréamont, una obra tejida con poemas en prosa, narraciones, fragmentos de obras ajenas y relatos de sueños y pesadillas. No cabe duda de que Isidore Ducasse —nombre real de su autor— conocía los Pequeños poemas en prosa gracias a su aparición en las revistas de la época.

La idea en síntesis: el poema en prosa, texto con sentido propio