23 La poesía narrativa

De la forma de la poesía y sus recursos se sirvieron también el teatro y la narrativa. ¿Qué ocurre cuando la poesía se asoma a la voluntad de estos géneros? Se propician «moldes» como el de la poesía narrativa: igual que en el juego infantil, un género parece, otro género es…

Cronología

siglo I a. C.
La Eneida, de Virgilio
1845
El cuervo y otros poemas, de Edgar Allan Poe
1879
Ve la luz Martín Fierro, de José Hernández
1915
Se publica Antología de Spoon River, de Edgar Lee Masters

La poesía narrativa es una de las versiones más esenciales de la poesía, entendiendo el adjetivo en varios sentidos diferentes: en el de su pureza original, puesto que la poesía —su forma, sus recursos— nace para contar historias, y en el de su condición central, puesto que muchos de los grandes textos poéticos compuestos a lo largo de la historia «encajan» en esta clasificación.

Antecedentes

Al abordar los orígenes de la poesía [ver capítulo 2] nos referíamos a su condición híbrida: desde la forma del poema, con la puesta en escena del teatro, se narraban historias igual que siglos más tarde se cuentan en las novelas o en los relatos. El primero de los textos poéticos que se conservan, el Poema de Gilgamesh, encaja por su forma y por su espíritu en la clasificación de «poesía narrativa», y ocurre igual con los grandes poemas que fijaron la historia —y sus mitos— de Grecia y de Roma. En una hipotética —e inabarcable— gran antología de la poesía narrativa figurarían las obras atribuidas a Homero —la Odisea, la Ilíada y los himnos— o la Eneida, de Virgilio.

Si te apasiona la literatura medieval —por su presencia continua en este libro, intuirás ya que se trata de una época fundamental para la formación de géneros y subgéneros, y de conceptos como el del libro o la autoría—, te resultarán familiares los cantares de gesta, las epopeyas o la poesía épica [ver capítulo 35], que se forjan con anterioridad pero se asientan durante esos siglos. Cada uno posee sus peculiaridades, a las que apuntamos por extenso en otros tramos de este libro, pero dos vínculos las conectan: uno que tiene que ver con lo que cuentan, siempre acotado a sucesos de la historia —reales o ficticios, qué más da [ver capítulo 6]—, y otro con la forma, de nuevo el poema narrativo. Nuestro Poema de Mio Cid lo es, lo es la Edda islandesa, y también incluso La Divina Comedia de Dante Alighieri [ver capítulo 36], que introduce nuevos elementos en el poema narrativo: por así decirlo, un mayor refinamiento en la una estructura narrativa y un dibujo de personajes complejos, ausente en experiencias anteriores.

«Escribo echada sobre mis almohadas. Los ojos medio cerrados. Es un acto un poco nupcial.»

Marosa di Giorgio, 1932-2004

Forma y recursos

Porque… ¿qué es un poema narrativo? Muy sencillo: un texto literario que se sirve de las tácticas formales de la poesía —la división en versos y estrofas, esto es, la forma del poema; y aspectos como la métrica [ver capítulo 12], la rima [ver capítulo 13], el ritmo [ver capítulo 14] o las metáforas [ver capítulo 25], entre otros recursos literarios— y las aplica con una intención narrativa. Si en la poesía lírica se escucha la voz del yo poético —identificable o no con la de quien escribe—, por lo general en primera persona, en la poesía narrativa la voz se cede a los personajes que la habitan. Existe un protagonista, se reparten papeles secundarios, y lo que les sucede ocurre en espacios muy diversos, igual que en una novela o en una película.

Edgar Allan Poe

El nombre de Edgar Allan Poe (1809-1849) nos remite al cuento, pero también debemos pensar en él a propósito de la poesía —se le considera uno de los tres pilares de la poesía estadounidense—, y de la poesía narrativa: algunas de las cumbres de este subgénero llevan su firma. El poder de su mundo simbólico alentaría a poetas franceses como Charles Baudelaire [ver capítulo 40], y en la poesía latirán también las constantes de su narrativa: la tensión entre la vida y la muerte, el misterio… Sus tres obras más importantes en este género son El cuervo, Ulalume (1847) y Annabel Lee (1849).

La extensión total del poema narrativo suele ser considerable: bien porque se organice en una sola tirada —separada o no por estrofas; no se trata de una norma, eso sí, puesto que hemos disfrutado de excepciones como Annabel Lee, el breve poema narrativo de Edgar Allan Poe [ver destacado]—, bien porque se divida en varios poemas, muchas veces relativos a cada suceso, personaje o espacio. Esta última opción entronca con el concepto contemporáneo del poema narrativo, en el que se emplea para armar poemarios [ver capítulo 17] con una coherencia formal y una cohesión temática.

El poema narrativo moderno

Te hablábamos de La Divina Comedia como el primer poema narrativo moderno, con una ambición —y unos recursos— que no se retomarían hasta siglos después. Los poetas románticos [ver capítulo 38] memorizan la fórmula, y la emplean tanto en poemas únicos, exentos de libro —abundan los ejemplos entre los románticos y posrománticos británicos: Coleridge, Alfred Tennyson…—, como en textos más extensos que sí abarcan una obra completa. Muchos de ellos recuperan la fórmula épica y la añaden al modelo dantesco; ocurre de manera intensa con aquellos poetas de naciones en formación, y cuyas obras se convierten en los grandes poemas nacionales, como Pan Tadeusz (1834), del polaco Adam Mickiewicz, o Martín Fierro, del argentino José Hernández. En esa línea tocaría incluir —omitiendo las circunstancias políticas, muy diferentes—, El jinete de bronce (1833), del ruso Aleksandr Pushkin. En la de los autores que construyen un poemario sirviéndose de poemas narrativos, existe una muestra brillante e innegable: la Antología de Spoon River, en la que Edgar Lee Masters da forma a más de doscientos caracteres —protagonistas de una veintena de historias— que se expresan en primera persona desde Spoon River, un pueblo imaginario construido en un cementerio, porque… ¡están todos muertos!

Marosa di Giorgio

Otra forma de poesía narrativa la practica la escritora uruguaya Marosa di Giorgio. Ella recurre a otra propuesta gráfica, por así decirlo, la del poema en prosa [ver capítulo 22], para componer poemarios disfrazados de novelas: poseen una trama y unos personajes que se relacionan entre sí, a los que les ocurren cosas, pero que se guían sobre todo por el hálito de la poesía. Los papeles salvajes (1971) es el mejor de sus libros, y también el título de su volumen de poesía completa.

La idea en síntesis: el poema narrativo escoge la forma de la poesía y el espíritu de la narrativa