28 Las figuras de pensamiento

Las figuras de pensamiento no guardan tanta relación con la forma del poema —el sitio que se asigna a la palabra o su función en el texto— como con su significado, y con el significado que connota la palabra: tienen más que ver con el enunciado y con la idea que queremos expresar.

Cronología

1611
Edición definitiva de las Rimas de Lope de Vega
1857
Se publica el poema «Correspondencias», de Charles Baudelaire
1922
La vanguardia en castellano estalla con Trilce, de César Vallejo
1954
Se publica Odas elementales, de Pablo Neruda

Esa idea que recogen y modifican las figuras de pensamiento es alcanzada por vías diferentes: ampliando los contenidos del texto —no en cuanto a su extensión, sino en cuanto su lugar simbólico—, sumando elementos que completarían el significado que ya se recoge o describiendo los que se vinculan a la palabra.

La antítesis —a la que también se asigna el nombre de contraste— enfrenta dos ideas con el objetivo de resaltar una de ellas. En la mayoría de ocasiones, se escogen dos elementos manifiestamente contrarios, en los que no quepan grises que originen la duda, aunque otras veces la diferencia es más sutil. Puesto que en muchas ocasiones las figuras literarias no se ciñen a un término único, sino que abarcan un grupo de palabras, rescatamos como buen ejemplo estos versos de Ángel González [ver capítulo 30]: «[…] creer con fuerza tal lo que vimos / nos invita a negar lo que miramos».

«La belleza es el único estado legítimo del poema.»

Edgar Allan Poe, 1809-1849

En la enumeración se acumulan elementos mediante dos vías: la yuxtaposición marcada por signos de puntuación —la coma, por lo general— o las conjunciones. Ocurre en el soneto [ver capítulo 19] CXXVI de Lope de Vega [ver capítulo 37], ese que comienza con «Desmayarse, atreverse, estar furioso», y al que se suman trece versos en los que se define que «esto es amor». La estructura de esta figura marca la diferencia entre los conceptos que se emplean, por lo que entre ellos no existe relación alguna de igualdad: funcionan a modo de tótem.

Existen dos figuras que emplean la tipografía —y el tono que imprime a la expresión— para enfatizar el mensaje, transmitir emoción o subrayar un sentimiento: la exclamación y la interrogación, en las que se recurre a los signos correspondientes para marcar, más que un significado, una entonación. El primer recurso lo utiliza la poeta española Angelines Maeso: «¡Y cómo fue que seguí viviendo!», asegura no preguntándose, sino celebrándolo.

La descripción exagerada de la realidad —en cualquiera de sus recovecos: características físicas, psíquicas, etcétera— se considera hipérbole o, de manera más explícita, exageración. Miguel Hernández recurrió a ella en estos versos: «Tanto dolor se agrupa en mi costado / que por doler me duele hasta el aliento». El aliento no duele, pero se impregna de la fuerza del dolor del poeta. Esta figura tiene una presencia importante en el día a día, donde se utiliza —¿quién no ha exagerado alguna vez?— incorporada al lenguaje coloquial.

La teoría de las correspondencias

Una poética es un texto en el que un creador reflexiona sobre su trabajo; el texto no siempre aparece ligado a este género, sino que en muchas ocasiones se emplea también cuando un artista de otra disciplina pone por escrito sus reflexiones acerca de lo que hace, sus intenciones, su tradición y otros elementos que forman su estilo. Se considera también una ciencia que estudia las artes, en la que ahondaron desde Aristóteles a Paul Valéry.

En cierto modo, el poema «Correspondencias» funciona como la poética de Charles Baudelaire [ver capítulo 40], y desarrolla las ideas fundamentales de su teoría de las correspondencias, guía de muchos de los aciertos estéticos del simbolismo francés o del modernismo en castellano. Destaca sobre todo la manera en la que Baudelaire apunta a la sinestesia [ver capítulo 25] como tropo fundamental para la construcción del lenguaje poético moderno: los sentidos que la poesía necesita para alcanzar su significado pleno se agudizan cuando se alteran sus funciones. En esa capacidad para el asombro reside la poesía.

Partiría de la antítesis el oxímoron, puesto que contrapone de nuevo dos términos —coincidentes en el mismo sintagma— en los que sin embargo no se genera un choque, sino una tercera idea; este surgimiento de un tercer concepto, revelador a su manera, parece muy atractivo para propuestas como la de la poesía mística [ver capítulo 29]. La muestra pertenece a un poeta muy visionario y nada religioso, César Vallejo: «Alejaos de mí, buenas maldades, / dulces bocas picantes».

Una vez más, la antítesis propicia un nuevo recurso literario, la paradoja, en la que las ideas se muestran contrarias no ya al situarlas la una junto a la otra en el poema, sino desde el punto de partida. Una de las imágenes a las que se suele recurrir cuando se habla de esta figura pertenece a Pablo Neruda: «El fuego tiene una mitad de frío». En efecto, nada más contrario que estos dos elementos, que el chileno reunió en una sola sugestión. También recibe el nombre de antilogía, menos popular.

La perífrasis funciona al mismo tiempo como recurso literario y como fenómeno gramatical. También se le llama circunloquio, y consiste en el uso de un determinado número de palabras —casi siempre amplio— para nombrar lo que podría expresarse con una sola. La perífrasis da un rodeo, igual que Jorge Manrique, que escribe «los que viven por sus manos / y los ricos» para aludir en el primer verso a los trabajadores.

La prosopopeya o personificación recorre dos direcciones diferentes: asigna rasgos propios de seres animados a seres inanimados, y cualidades humanas a animales. Se trata de uno de los recursos habituales en la obra de Federico García Lorca [ver capítulo 42], como ocurre en los siguientes versos: «La tarde loca de higueras / y de rumores calientes / cae desmayada en los muslos / heridos de los jinetes». En este caso, verás que el gesto humano de «caer desmayado» no recae en un animal, sino en un ente abstracto como «la tarde», que es además «loca».

«Abril como una cúspide de tordos / como una ensangrentada piel de prunos / como un ciprés dormido en la memoria.» Estos versos de la poeta Lola Salinas arrojan la clave del símil o comparación: el uso del adverbio «como», que permite establecer una relación de igualdad entre dos ideas ya no diferentes, sino ni siquiera cercanas. En algunos casos se describe igual que una metáfora de funcionamiento más sencillo; ni siquiera tropo [ver capítulo 25], porque no altera el significado, sino que lo expone y compara.

La idea en síntesis: las figuras de pensamiento atañen al significado de las palabras