49 La poesía del futuro (I)

La tecnología no ha modificado el contenido del poema —ese «qué» activador—, aunque sí matiza sus alrededores. Igual que el paso de lo oral a lo escrito transformó la difusión de los textos, y que la imprenta afianzó el papel del autor, ¿de qué manera influyen los ordenadores e Internet?

Cronología

1959
Max Bense y Théo Lutz generan los primeros poemas por ordenador
1963
Liliane Lijn expone por primera vez sus máquinas de poemas
1976
Poemas cinéticos de Amanda Berenguer en Composición de lugar
1994
Charles Bernstein y Lois Pequeño Glazier fundan el Centro de Poesía Electrónica
1996
Kenneth Goldsmith funda UbuWeb, el gran archivo en línea de poesía de vanguardia

Hasta el momento nos hemos acercado a la relación que la poesía, y con ella el lenguaje verbal, establece con otros lenguajes de «producción humana». El vínculo que fija con los diferentes lenguajes de la tecnología —el informático, el multimedia, etcétera— establece un punto de inflexión, puesto que una de las partes —la representada por las máquinas— escapa de cualquier control o sugestión.

La poesía cinética

Las primeras manifestaciones del arte cinético —basado en la estética del movimiento— se divulgan a comienzos del siglo XX, con algunas esculturas futuristas y sobre todo con la obra de Alexander Calder, aunque la terminología que se aplica a esta estética no surgirá hasta los años cincuenta; será a partir de entonces, y en especial entre los años sesenta y setenta, cuando cale de forma más intensa en los creadores de la época.

¿De qué manera se reproduce el arte cinético en una disciplina «estática» como la poesía? La uruguaya Amanda Berenguer reveló en 1966 una posibilidad: la de considerarla poesía «de movimiento, de desplazamiento, de velocidad (aquí interior, no visible), equiparable a una especie de ritmo vital acelerado acorde con las circunstancias vertiginosas del mundo presente, o lento y desacompasado pero móvil como el pasaje fluyente de la sangre en uno mismo cuando crece el ansia». Su concepto de «poesía cinética» apuesta por el uso de los que ella califica de adjetivos, sustantivos y verbos «dinámicos» —el movimiento se imprime a la poesía por medio de palabras como «resbaladizo», «motor» o «subir»—, así como por una escritura performática, en la que el movimiento se expande hasta la poesía fonética [ver capítulo 48].

La poesía y las redes sociales

Quedan por descubrir aún las verdaderas posibilidades creativas que las redes sociales brindarían a la escritura, más allá de likes, comentarios y otras interacciones. De momento, estas comunidades se han orientado a la difusión de contenidos, en especial Instagram —con el posteo de imágenes en las que se recoge un poema, o una fotografía inspiradora— y Twitter. La red de microblogging ya ha albergado experimentos narrativos —los famosos «hilos», a los que también se recurre con un afán didáctico— y parece ideal para textos breves como el haiku [ver capítulo 18] o el aforismo [ver capítulo 24].

Otros autores lo expresan mediante la poesía visual [ver capítulo 44], en la que la grafía permite una mayor explicitud en la sensación del movimiento, y algunos poetas cinéticos sientan con su uso de las máquinas las bases de la relación entre poesía y ordenadores [ver capítulo 50]; la mayoría evolucionaba desde propuestas como la poesía concreta [ver capítulo 44] o el arte permutacional. El caso más paradigmático es el de la estadounidense Liliane Lijn, vinculada en sus primeros años de carrera a los poetas beat [ver capítulo 43], y que «inventó» unas máquinas para generar poemas.

La poesía digital

Los nuevos tiempos aportan nuevos adjetivos para los conceptos de siempre. A todos los lenguajes sobre los que has leído en este libro, toca sumar uno más. El «lenguaje digital», en el que la expresión tiene más que ver con cifras y lógicas que con letras y sensibilidades, y que se erige sobre ideas como el hipertexto: un conjunto de imágenes, textos y códigos conectados entre sí. De este lenguaje emana la «poesía digital» o «poesía electrónica», que a su vez ampara poéticas muy diversas.

Al igual que sucedía en otras poéticas experimentales, la digital establece dos diferencias con respecto a la tradicional: el productor y el soporte. En cuanto al primero, el artista maneja la máquina, pero el resultado ya no depende de un rapto de creatividad, sino de un azar que se activa —¿qué pensaría Mallarmé?— no con un golpe de dados, sino con un par de teclas. Y con respecto al segundo, la poesía digital se difunde en galerías de arte —con el formato de instalación— y se graba como piezas audiovisuales que se publican en DVD o se cuelgan en Internet. Así se accede a la poesía con código —que utiliza el lenguaje de los programadores—, la holopoesía —sirviéndose de la técnica holográfica, que reproduce palabras e imágenes en tres dimensiones—, la poesía hipertextual o la interactiva, en cuya composición participa el lector.

«El poema es un lenguaje de programación, es un entorno hipermediático, es un meme que se puede popularizar a través de Internet.»

Karen Villeda, 1985

La poetrónica

A comienzos de los años ochenta, Gianni Toti —entonces cineasta y poeta con una estimable trayectoria— decide experimentar con el arte electrónico. Partiendo de sus experiencias en esta disciplina, y promoviendo el diálogo con sus lenguajes de partida, alumbra un encuentro de nombre explícito: la poetrónica, allá donde convergen la poesía con la electrónica. En estas piezas que rondan la videopoesía en su resultado, pero que se alejan de ella —más cercana al cine, como sabes [ver capítulo 45]— en sus medios, Toti realiza un curioso trabajo de lenguaje, al que incorpora tanto neologismos como jerga. Su obra cumbre se titula Tupac Amauta (1997), se acerca a la hora de duración, y recupera la figura del caudillo inca. La labor de Toti continúa en propuestas como la de la mexicana Karen Villeda, cuya obra poetrónica se instala ya en la poesía multimedia.

Poesía en apps

Una app es una aplicación informática de software —conjunto de programas— que se instala en dispositivos móviles y tabletas. Este recurso se ha utilizado para difundir poemas escritos a la manera tradicional, como repositorio de textos, de vídeos en los que se recitan o —a lo sumo— de videopoemas [ver capítulo 45]. Sin embargo, algunas experiencias nos insinúan su gran potencial: IP Poetry experimenta generando poesía con contenidos que busca —y encuentra— en la red de manera aleatoria; Poesía bot —un bot es un programa que repite de forma mecánica tareas humanas— permite generar y compartir poesía a través del servicio de mensajería Telegram; y Poetika sugiere la lectura de determinados textos según tus circunstancias.

La idea en síntesis: la tecnología no como medio del poema, sino como coautora