Tenemos algunos viejos cuentos de los que andan de boca en boca; de viejos baúles y arcones hemos exhumado cartas sin encabezamiento ni firma, cartas en las que hombres y mujeres que vivieron y respiraron no son ya más que iniciales o apodos fruto de un afecto que hoy resulta inconcebible y que nos suenan a sánscrito o a choctaw; apenas si vemos a la gente, a esas personas en cuyas sangre y simiente permanecíamos inactivos y a la espera, en esta vaga atenuación del tiempo que ha alcanzado ya proporciones heroicas, ejecutando sus actos de simple pasión y simple violencia, inmunes al tiempo e inexplicables.
WILLIAM FAULKNER, ¡Absalón, Absalón!