Diecinueve

Al principio creí que no lo había oído bien.

—¿En serio? ¿Mi padre?

—Sí.

Me quedé atónita un rato antes de admitir que había sido mi padre quien había acabado corrigiendo un destino que se había descarriado, no solo para Zayne y para mí, sino también para Misha. Pensar en mi antiguo Protector, mi amigo, todavía me provocaba mucho dolor. Nunca superaría del todo su traición ni haber estado tan absorta en mí misma que no me había dado cuenta de lo infeliz que era Misha.

Pero tenía sentido que Miguel, mi padre, estuviera allí. Zayne era mi Protector cuando… cuando murió. Mi asombro inicial demostraba que no estaba pensando en su presencia del modo correcto. La estaba atribuyendo a alguna especie de obligación paterna… algo de lo que él no sabía nada, aunque el Trono hubiera afirmado que mi padre tenía fe en mí.

Me aseguré de que mi voz sonara impasible cuando le pregunté:

—¿Fue él quien te contó quiénes eran originalmente los Guardianes?

—Básicamente, y sí, fue un shock, pero primero se aseguró de hacerme saber lo increíblemente decepcionado que estaba de que ya hubiera, como lo expresó él, «hecho que me mataran».

—¡Menudo imbécil! —exclamé, deseando tener a mi padre delante para poder asestarle una patada en la puñetera cara.

—¿Has conocido a algún arcángel que no lo sea? —comentó Cayman.

—Puesto que solo he conocido a dos, no. —Crucé los brazos sobre el pecho—. No hiciste que te mataran, Zayne.

—Bueno, supongo que eso es discutible.

Abrí la boca para soltarle una tesis sumamente detallada sobre lo equivocado que estaba.

—Sabía que me había debilitado y que debía mantenerme apartado; pero, cuando sentí tu dolor y tu miedo, tuve que hacer algo. No me arrepiento de eso —dijo antes de que yo pudiera ponerme a enumerar todas las razones por las que mi padre no tenía ni idea de lo que estaba hablando—. Me da igual cuál podría haber sido el resultado, no me arrepiento de haber acudido en tu ayuda. Le dije eso a tu padre cuando por fin cerró el pico, algo que tuve la sensación de que tardó horas en pasar, y probablemente fue así.

A pesar de la seriedad de la conversación, una sonrisa me tiró de los labios.

—¿Y cómo reaccionó al oír eso?

Visualicé en mi mente la fría expresión de desagrado e indignación del arcángel debido a que Zayne actuara basándose en sus emociones.

—Sorprendentemente bien —contestó y parpadeé mientras la imagen de mi padre se desvanecía y se convertía en humo—. Creo que respetó lo que hice, puede que incluso esperase que dijera eso. Qué sé yo. Es difícil saber lo que piensa. Tiene más o menos la misma expresión en la cara pase lo que pase.

Aquella imagen de frío desagrado tomó forma de nuevo.

—Luego me preguntó si te quería.

El corazón me dio un pequeño brinco. Yo ya sabía la respuesta, pero ¿que mi… padre preguntara eso?

La mirada de Zayne retuvo la mía.

—Le dije que estaba dispuesto a morir mil veces por ti. Que así de inmenso era mi amor por ti. Luego me preguntó qué haría para reunirme contigo. Le contesté que haría cualquier cosa.

Se me llenaron los ojos de lágrimas mientras Cayman susurraba desde su lado del sofá:

—Ojalá tuviera chocolate.

Zayne hizo caso omiso de eso y tragó saliva con dificultad.

—No pareció sorprenderle oír eso, pero me dijo que muchos de sus hermanos creen que esa clase de amor es una debilidad.

—Sus hermanos son idiotas —mascullé.

—Creo que Miguel piensa lo mismo. Él parece creer que esa clase de amor es una fortaleza si… se usa correctamente.

Mi instinto despertó y recordé que el Trono había dicho que creían que Zayne podría ser útil. Entorné los ojos.

—¿A qué se refería con eso?

—Bueno, él opina que el amor puede ejercer el efecto motivador adecuado para no fracasar en la batalla que se avecina —me explicó—. Luego me preguntó si estaría dispuesto a renacer de nuevo, aunque ese proceso no fuera… demasiado agradable. Sinceramente, no entendí a qué se refería. Al principio, pensé que estaba hablando de reencarnación, y eso me confundió muchísimo. Fue más o menos entonces cuando me contó el origen de los Guardianes.

—Parece que Miguel esperaba que cayeras —señaló Cayman.

—¿Sabes?, yo también lo he pensado. Fueron los otros quienes me explicaron que, en cuanto tuviera mi gloria, podría quedarme. Proteger el cielo. O regresar a la tierra cuando fuera el momento oportuno para ayudarte. Tu padre se mantuvo al margen sin decir nada mientras los demás intentaban venderme su opción, pero ni siquiera tuve que pensarlo. Les dije que quería volver contigo y que esa sería la única forma en la que ayudaría a luchar contra Gabriel o proteger el cielo.

—¿Negociaste con los ángeles antes de que te devolvieran tu gloria y renacieras? —le pregunté, un tanto estupefacta.

—Pues sí.

—Me sorprende que no te echaran de una patada y te enviaran allá abajo en ese momento —dijo Cayman.

—Estoy de acuerdo —añadí, y asentí con la cabeza.

En general, a Zayne no parecía afectarle la conmoción que tanto Cayman como yo estábamos sintiendo.

—Sabía que encontraría la manera de regresar contigo, de una forma u otra. Me necesitaban más de lo que yo los necesitaba a ellos.

—Eres… —Sacudí la cabeza sin saber qué decir.

—¿Asombroso? —sugirió él con un brillo en los ojos.

—Y muy humilde. —Eso me valió otra carcajada, y cada una de sus risas tenía un efecto sanador. Noté una pena menos—. ¿Fue muy duro? ¿Renacer y recuperar tu gloria?

—No fue nada —contestó, y luego apartó la mirada.

—Mentiroso —dije—. Te dolió. ¿Verdad?

—Esa pregunta es un poco tonta. —Cayman vertió unas cuantas galletitas con forma de animales en la palma de su mano—. Aparte del hecho de que tuvieron que equiparlo con alas superespeciales, lo atiborraron de gracia. Dudo que fuera como un masaje.

Lo fulminé con la mirada y el demonio respondió metiéndose el puñado de galletas en la boca.

—Necesito saberlo —le dije a Zayne—. Necesito saber por lo que pasaste.

Me recorrió la cara con la mirada.

—¿De verdad?

—Tú necesitarías saberlo si la situación fuera al revés.

Su pecho se elevó al respirar hondo y supe entonces que se había dado cuenta de que yo tenía razón.

—Fue como estar ardiendo. No solo mi piel, sino también las venas, los huesos… todo mi ser. Creí que me estaba muriendo de nuevo, y cuando pensé que no podría soportarlo más, fue cuando mis alas cambiaron. Fue como si me abrieran la piel y crecieran nuevos huesos. No fue un proceso rápido precisamente.

—Dios mío. —Me incliné hacia delante y dejé caer la frente sobre su hombro—. Lo…

—No digas que lo sientes. No tienes nada por lo que disculparte. —Me acunó la coronilla con las manos—. Sobreviví a ello. Estoy aquí. Pasaría por eso mil veces si fuera necesario.

—Qué monos sois —comentó Cayman—. Creo que me duele una muela de tanta dulzura.

—Cierra el pico —le espeté mientras levantaba la cabeza.

La mano de Zayne se deslizó hasta mi nuca mientras echaba un vistazo por encima de mi hombro.

—Puedes marcharte cuando te plazca —le soltó al demonio.

—Ni de coña. Esto es mejor que ver episodios antiguos de The Bachelor.

Como nuestras caras estaban tan cerca, vi que Zayne ponía los ojos en blanco antes de desplazar la mano hasta mi mejilla, donde extendió los dedos con suavidad.

—Lo que sentí no fue nada comparado con lo que temí que te estuviera pasando —me dijo en voz baja—. Fue temporal y valió la pena. Ahora estoy aquí y ya no soy ni por asomo tan fácil de matar como antes. —Apartó la mano y se recostó—. Miguel me contó lo que Gabriel planeaba hacer y lo que ocurriría si lo lograba. Me contó que tú… —Se interrumpió y sacudió la cabeza—. Da igual.

—¿Qué te dijo? —insistí cuando no respondió—. ¿Qué fue? ¿Te dijo que me moriría? ¿Que Gabriel tenía planeado usar mi sangre para crear básicamente una puerta trasera al cielo?

Un músculo se tensó en su mandíbula.

—Eso fue lo único que le hizo falta decirme. —El brillo de sus ojos se intensificó—. No va a pasar.

—Tienes razón. No pasará —coincidí incluso mientras la inquietud me brotaba en la boca del estómago.

Había algo en todo eso que no cuadraba. A Zayne se le había concedido un poder inimaginable a pesar de que mi padre y el Trono sospechaban que caería. Permitieron que ocurriera para que pudiera volver conmigo. Zayne tendría que ocuparse de Gabriel, claro, pero ¿los ángeles se mostrarían tan tolerantes con su decisión, tan generosos, después? Nada de lo que yo sabía sobre ellos lo sugería. Entonces ¿cuál era el truco? ¿El sacrificio? ¿El precio?

Me invadió el miedo. ¿Y si, después de que derrotáramos a Gabriel, venían a por Zayne? ¿Si le daban caza para despojarlo de su gracia o sepultarlo? ¿Y si su regreso era temporal?

Sin ser consciente de que yo había caído por completo en una espiral de pánico, Zayne dijo:

—Me costó un poco acostumbrarme a la gracia, saber cómo controlarla y lidiar con ella. —Se movió para colocarse la mano sobre el pecho—. Todavía no me he acostumbrado del todo. Noto una especie de…

—¿Una vibración leve y constante de energía? —terminé por él, y reprimí el pánico. Ahora, mientras teníamos público, no era el momento de preguntar cuál era el precio. Esta vez no me apetecía nada desmoronarme por completo delante de Cayman.

Zayne esbozó entonces aquella hermosa sonrisa y noté una opresión en el pecho.

—Ahora sé por qué te cuesta tanto quedarte quieta.

—¿Eso es todo? —preguntó Cayman, y captó mi atención. Había dejado la caja sobre la mesa de centro—. Te dieron una superdosis de gracia y te permitieron caer. Seamos realistas. No lo hicieron para que pudieras estar con Trinity. A la mayoría de ellos les trae sin cuidado que estéis coladitos el uno por el otro.

Era evidente que Cayman estaba pensando lo mismo que yo, pero con mucho menos pánico.

—Tienes razón. A la mayoría de los ángeles les da igual lo que Trin y yo sintamos el uno por el otro —contestó Zayne, y todo mi cerebro se centró en la parte de «la mayoría de los ángeles»—. Me permitieron caer y permanecer como una versión nueva y mejorada para luchar contra Gabriel.

—El Trono me dijo que ninguno de los ángeles que podrían despojarlo de sus alas y su gracia vendría mientras Gabriel estuviera aquí —apunté, aunque eso no despejaba la duda de qué harían en cuanto Gabriel ya no supusiera un problema.

—Les atribuyes demasiado mérito. —Cayman resopló—. Los ángeles tienen tantas pretensiones de superioridad moral como para intentar tal cosa, sin importar los riesgos. No se han presentado para arrebatarle su gracia porque él cuenta con todo el poder de un ángel, pero no está obligado a cumplir la ley angelical.

—¿Ley angelical? —Me giré hacia Zayne—. ¿Qué clase de ley?

Él miró a Cayman con el ceño fruncido.

—Creo que se refiere a su ley de combate. Por lo visto, está prohibido que un ángel ataque a otro.

—¿Incluso en este tipo de situación? —pregunté, pensando que eso no podía ser verdad—. ¿Incluso cuando uno de los suyos está intentando acabar con el cielo?

—Pues sí —me confirmó Zayne.

—¿Me tomas el pelo? —Me invadió la incredulidad—. Eso tiene que ser lo más estúpido que he oído en mi vida.

—Creen que alzarse en armas contra otro de ellos es como alzar una espada contra Dios —me explicó Zayne—. Tampoco tenía sentido para mí, pero tu padre me dijo que todos hicieron ese juramento después de la guerra. Está claro que no pensaron a fondo esa promesa.

Al hablar de guerra, supuse que se refería a cuando sacaron a Lucifer a patadas. Procesé todo eso y, de repente, muchas cosas cobraron sentido. Cosas importantes.

Como por qué estaba yo ahí.

—Por eso… nací —anuncié y, sí, me sonó demasiado dramático, pero era dramático—. Es imposible que ni un solo ángel no viera en qué se estaba convirtiendo Gabriel. Simplemente no pudieron detenerlo, debido al juramento. Debieron darse cuenta de que este era un momento tan bueno como cualquier otro para hacer regresar a un Sangre Original y supongo que lo echaron a suertes para decidir quién sería el papá del bebé.

—Lo echaron a suertes para ver quién… —Zayne sacudió la cabeza mientras procesaba mis palabras.

—Vale. Puede que no lo echaran a suertes, pero ya pillas lo que quiero decir. —Tragué saliva con dificultad mientras me recostaba contra el cojín. De verdad me habían creado para ser un arma. Eso no era una novedad ni nada por el estilo, pero supuse que había una parte diminuta e infantil de mi ser que tenía la esperanza de que mi padre hubiera visto a mi madre y se hubiera enamorado de ella. Que hubiera habido algún sentimiento detrás de mi creación. Pero no lo hubo—. Fui un vacío legal. Con la gracia de mi padre, podría enfrentarme a Gabriel. Y Gabriel conocía mi existencia e intentó hacer lo mismo con Sulien.

—Eso no terminó bien para él —comentó Zayne con una sonrisita burlona.

No, no había terminado nada bien.

—Mientras esperaba en las tierras altas del Potomac a que me convocara, siempre pensé que era para la batalla que acabaría con todas las batallas, pero mi padre simplemente estaba esperando a que Gabriel moviera ficha. —Me froté las manos contra los muslos mientras los pensamientos se arremolinaban en mi mente—. Te hace pensar si hubo otros… Sangre Original. Quiero decir después de que todos murieran. Si mi padre había… fabricado uno cada generación o si otros…

—No creo que hubiera más —me interrumpió Zayne—. Al menos, no de Miguel. Me parece que sería propio de él mencionar a otros Sangre Original para felicitarte o insultarte.

Asentí con la cabeza y fruncí los labios.

—Tienes razón en eso.

—Miraos, atando cabos —dijo Cayman.

—Como si tú supieras algo de eso —me burlé.

—No lo sabía —respondió—. Pero lo que sí sé es que lo más probable es que Gabriel pueda arrancarle la cabeza a un Caído.

Me giré despacio hacia el demonio.

—¿Qué pasa? —Levantó las manos—. Solo estoy siendo sincero.

—Sí, me dijeron que era probable que muriera de todas formas —añadió Zayne—. Se les da genial motivar. Esa es la razón por la que algunos de ellos quieren cerrar el cielo ya, pero tenemos más posibilidades de derrotar a Gabriel juntos. Incluso Miguel lo cree.

—Todos tenéis más posibilidades si la misión de Roth es un éxito —soltó Cayman—. Esa es prácticamente la única posibilidad que tenéis.

—¿Qué? —Zayne nos miró primero a uno y luego al otro—. ¿Qué misión?

—Eh… —murmuré abriendo mucho los ojos.

—¿Todavía no lo sabe? —dijo el demonio, que tenía los ojos amarillos abiertos como platos.

—¿Saber qué? —exigió Zayne.

—No he tenido la oportunidad de contárselo —expliqué—. Todos hemos estado un tanto ocupados.

—Creo que nunca en toda mi vida me había alegrado tanto de ser el portador de noticias. —Cayman se deslizó por el sofá y se detuvo cuando estuvo a escasos centímetros de nosotros. Una sonrisa lenta y perversa se extendió por su cara y el demonio parecía sumamente entusiasmado—. Roth y Layla están intentando reclutar refuerzos. Bueno, un refuerzo en particular.

Zayne frunció el ceño aún más.

—¿Por qué tengo la sensación de que esto me va a inquietar?

—Bueeeno… —dije, alargando la palabra.

—Roth está intentando convencer al único ser que puede enfrentarse mano a mano con un arcángel para que se involucre —añadió Cayman, e incluso yo pude ver que los ojos le brillaban de regocijo—. Alguien a quien no le supondría ningún problema romper cualquier norma celestial. Alguien que, en realidad, tiene mucha experiencia haciendo precisamente eso.

Zayne permaneció un momento en silencio.

—Por favor, decidme que lo que estoy pensando es mentira.

El demonio se llevó las manos a las mejillas.

—Depende de lo que estés pensando.

—Es imposible que Roth esté planeando traer a Lucifer a la superficie. Eso no tendría sentido, ¿verdad? —Zayne me miró y me encogí todo lo que pude en el cojín—. Porque ¿eso no pondría en marcha el apocalipsis bíblico y nos provocaría aún más problemas con los que lidiar?

—Bueeeno… —repetí—. Esperamos que Dios pase por alto su presencia, ya que estamos intentando salvar a la humanidad y el cielo, ya sabes.

—No. No lo sé —contestó Zayne mientras me miraba fijamente.

—¿Qué pasa? —Levanté las manos en un gesto de impotencia—. Lo decidimos cuando se suponía que estabas muerto.

Él parpadeó despacio.

—Y, aunque seas un ángel caído de la leche y yo sea una Sangre Original de la leche, aun así necesitamos ayuda —razoné—. Mira, de todos modos, Roth no parecía creer que fuera a ser capaz de lograrlo. Así que es probable que tengamos que idear otro plan.

—No sé yo. —Cayman se recostó en el sofá con una amplia sonrisa—. Lucifer tiene que ajustar muchas cuentas con Gabriel, ¿y si lo consigue? ¿Si salva a la humanidad y el cielo? ¿Qué creéis que supondrá eso para su ego? Nunca dejará de restregárselo a todo el mundo. Después de todo, el orgullo es su pecado favorito.

Se me ocurrían pecados mucho más divertidos, pero eso daba igual.

—¿Lucifer? —Zayne pronunció su nombre como si no lo hubiera dicho nunca—. ¿Qué rayos se supone que debemos hacer con él si sube a la superficie?

—No lo sé, pero no se va a quedar con nosotros —dijo Cayman.

—No se va a quedar con nosotros. —Le lancé una mirada hostil—. Y vosotros vivís en una mansión enorme. Tenéis espacio y todos sois demonios. —Hice una pausa—. Bueno, Layla es medio demonio o lo que sea, pero nosotros no somos demonios y vivimos en un apartamento.

—Un estado no es espacio suficiente si tienes que compartirlo con Lucifer. —Cayman apoyó el brazo en el respaldo del sofá—. Bueno, os enteraréis si lo consiguen. Lo sentiréis.

—¿Qué significa eso? —le pregunté.

Cayman se encogió de hombros.

—A Lucifer le encanta hacer una entrada triunfal.

Eso… sonaba preocupante.

—¿Sabes?, esto también me recuerda algo que necesito preguntarte. —Los ojos ultrabrillantes de Zayne se centraron en el demonio—. ¿En qué diablos estabas pensando para dejarla ir allí sola? Un demonio de Nivel Superior ha venido a por ella esta noche. Imps y demonios Buscadores vinieron aquí a por ella hace apenas dos días. ¿Y antes ese mismo día? Fueron a por ella guls.

—¿Perdón? —Giré la cabeza bruscamente hacia Zayne—. Podría haberme encargado perfectamente del Trepador Nocturno y de Purson y habría controlado a los guls y a los imps.

—Puede que sí. Puede que no. Todavía te estás recuperando y puedo notar que tu gracia no está al nivel normal —me recordó. Esa nueva habilidad suya no me gustaba nada, nada en absoluto—. Lo que menos te conviene es resultar aún más herida.

—Le hacía falta aire fresco y pasar tiempo a solas. Todo el mundo estaba encima de ella y, por si lo habías olvidado, yo tuve que salir huyendo. De ti —se defendió Cayman—. Sé que sabe cuidarse sola y no me… Un momento. ¿Has dicho Purson? —Cayman se echó hacia delante de repente—. ¿Purson vino a por ti? ¿Y guls y demonios Buscadores?

Hice un gesto afirmativo con la cabeza.

—Sí, y Purson había sacado a pasear a un Trepador Nocturno. Con una correa. Todo fue muy raro.

—Gabriel debe tener demonios buscándola —opinó Zayne.

—No. —Cayman se puso de pie—. Es imposible que Purson esté colaborando con Gabriel.

—Estuviera —lo corrigió Zayne—. Está muerto.

Cayman apretó la mandíbula.

—Purson siempre le ha sido leal a Lucifer. ¿Y los guls? Es imposible que Gabriel pudiera llegar hasta ellos para convencerlos de que se unieran a su causa. Los guls solo existen en los círculos más bajos del infierno.

—Si no fue Gabriel, entonces ¿quién? —exigí saber.

El demonio no tenía muy buena cara cuando dijo:

—Lucifer.