Abrió el guasap y fue directo a su contacto (el de ella). Estaba en línea. Un sobresalto insólito lo puso en alerta. ¿Estaría del otro lado pendiente, también? Salió.
No sabía qué decirle; quería mandarle un mensaje casual, en lo posible inteligente, sutil, al menos simpático.
Escribió no paro de pensar en vos.
Borró, escribió.
Es cualquiera si quiero volver a verte tan pronto?
Borró, escribió.
Ni idea qué perfume usás pero quedó impregnado en mi almohada.
Borró, escribió. Estoy buscando excusas para escribirte y no me sale nada ocurrente.
Borró, escribió. Qué ganas de verte otra vez.
Soltó el celular maldiciéndose por idiota, no podía ser tan complicado intentar una segunda cita. Volvió a agarrar el teléfono, ahora con determinación, dispuesto a decirle lo primero que le saliera y quedó perplejo frente a la pantalla. Ella en línea, escribiendo…
No sé si estarás por contarme la historia de tu vida, yo solo me preguntaba si querés que tomemos otra cerveza.