Hay un montón de nombres propios que, de una manera u otra, me ayudaron a escribir este libro. GRACIAS.
A Diego Spairani, por el impulso incial. Dani Raichijk, por acompañar este proyecto con sus fotos desde la ecografía. A Lola Cardoner y Marcela Ojeda, por la paciencia infinita, los audios, los consejos. Al matriarcado inspirador de mi familia, Irene García y Laura Sampedro, dos ejemplos de amor y de lucha. A Vale López, Vero Manino, Sol Peralta, Dalia Gutmann, por bancarme en todas. A Hinde Pomeraniec, por la lectura en bruto, sus observaciones lúcidas y un prólogo tan cariñoso. A mi grupa vulvoportante (Flor, Ingrid, Ana, Mecha, Marina, Sole), siempre a mano, a toda hora.
A Sole Di Luca, que confió en mí más que yo y se le ocurrió que las micro podían ser un libro.
A Julián Firpo, por hacerme conocer el amor verdadero y autorizarme a contar su primera desilusión.
A Laura Rébora, Maru Larroque, Gustavo López, Jorge Coyette, Marcelo Aguirre, Javier Kurcbart, Luciano Olivera, Sole Luque y Marito Sacchi, seguidores de las microhistorias desde Cemento.
A Pablo Zuca, por la banda de sonido y el libro de recetas de la nona.
Tengo más nombres, quizás ni lo sepan, pero ellos también son parte. Hernán, Alfredo, Hugo, Gustavo, Leandro, Javier, Joaco, Sebastián, Ignacio, Angie, Sabrina-Santiago, el fletero. Mylord.
A Robert Bonomo, por el amor que dio lugar a nuevas y mejores historias. Crucemos los dedos.
Por último, a mí, por animarme. Por volver a creer, una y otra y otra vez.