¡Morir..., dormir. Nada más. Y pensar que con un sueño damos fin
a la pena del corazón y a los mil conflictos naturales
que constituyen la herencia de la carne. Es un final
a desear devotamente. Morir, dormir;
dormir, tal vez soñar. Sí: ahí está el obstáculo;
nos detiene el hecho de pensar qué sueños pueden sobrevenir a la muerte,
cuando nos libramos del torbellino de la vida.
Ese es el temor que fabrica la calamidad de una larga vida.
Hamlet, William Shakespeare