Parte II

¡Morir..., dormir. Nada más. Y pensar que con un sueño damos fin

a la pena del corazón y a los mil conflictos naturales

que constituyen la herencia de la carne. Es un final

a desear devotamente. Morir, dormir;

dormir, tal vez soñar. Sí: ahí está el obstáculo;

nos detiene el hecho de pensar qué sueños pueden sobrevenir a la muerte,

cuando nos libramos del torbellino de la vida.

Ese es el temor que fabrica la calamidad de una larga vida.

Hamlet, William Shakespeare