Agradecimientos:
El primer agradecimiento, enorme, es para el fabuloso equipo de ReaDuck. Tienen un proyecto editorial precioso que les dará muchas alegrías y, además, es la segunda vez que apuestan por mi trabajo, lo que resulta abrumador.
Vicente y Elena, sois la demostración de que espacio y tiempo son relativos: no importa cuánto nos veamos o la distancia que nos separe, porque siempre os siento igual de cercanos.
Ramón, Carmen, Borja, Tania, Carol, Juli, Laura, Bea, Miguel, Pepe, Tere, Joaquín, Ana, Mª José, Óscar, Nacho e Irene y muchos otros que olvido: gracias por vuestro cariño infinito.
No es fácil encajar con amigos cuando uno hace las cosas extrañas que hago yo, y sin embargo yo no puedo sentirme más afortunado con los míos: Vanessa, Dani, Anna, Javi, Carlos, Dunia, Xelo, Alfredo, Carol y Óliver, gracias por estar ahí.
A Jordi Noguera, de Caja de Letras, sin cuyas aportaciones esta novela no sería la misma.
Héctor, para el que me faltan las palabras: crees más en mí que yo mismo. Tienes un potencial enorme, así que sigue escribiendo y persigue tus sueños. Como te dije, yo tengo mucho más que aprender de ti que tú de mí.
Aristóteles habló del primer motor inmóvil y Ana es el mío: aunque todo cambie ella siempre está ahí, en el centro de mi universo, haciendo que todo lo demás tenga sentido. Cuando lee mis manuscritos siempre encuentra el pedacito de alma que me he dejado en la historia (y que yo no sabía que había dejado ahí). Como bien me apuntó, esta novela es una metáfora de una etapa de mi vida que quizá consiga cerrar en algún momento.
A todos: no os merezco.