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Era un pescador don Rodolfo, y también silbaba cuando iba a pescar. Había quienes decían que así llamaba a los peces; otros decían que era su forma de calmar al viento cuando soplaba fuerte y agitaba su barca. Pero lo que todos sabían con certeza era que sonreía, trabajaba mucho y le gustaba silbar. Ese era don Rodolfo.