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Se empezó a hablar de don Rodolfo: «Se habrá perdido en la montaña»; «Se ha de haber ahogado en el lago»; «Se ha de haber ido caminando por ahí sin rumbo», decía la gente del pueblo que los primeros días se quedó muy en silencio para ver si escuchaban el silbido. Pero no se escuchó nada.