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Durante el vuelo, Charl e Isabl entregaron a Max y a Klaus una presentación de PowerPoint.

—Aquí tenéis vuestro próximo problema en busca de solución —dijo Charl.

—¡Perfecto! —exclamó Max, ansiosa por tener una nueva misión oficial de los Implementadores del Cambio. —¿En ese ordenador se puede ver YouTube? —preguntó Klaus. No parecía tan ansioso como su amiga. —Klaus… —le dijo ella, alzando una ceja. —Vaaale, ya me conectaré más tarde.

Charl siguió su presentación. Era como cuando recibían instrucciones en las películas de Misión imposible.

—Aterrizaremos en el pequeño aeropuerto de Chittaganj, cerca de Jitwan, en India —dijo—. Es una ciudad repartida entre varias colinas, en el estado norteño de Himachal Pradesh, no muy lejos de la cordillera del Himalaya. Tienen un problema con el agua.

—Como en Irlanda —murmuró Max, mientras se concentraba en las imágenes que llenaban la pantalla del ordenador.

—Pero ¿tendrán salchichas como las de Irlanda?

—Muchos indios son vegetarianos —le recordó Max.

—Ah, sí —suspiró Klaus.

Isabl tomó el relevo en la presentación.

—Desde hace poco, la gente de Jitwan tiene que esperar unos cuatro días para conseguir agua potable corriente. Llevan cubos y hacen cola ante los camiones cisterna que se la traen. Han tenido que cerrar los colegios y pedir a los turistas que no vayan.

—La gente está frustrada —continuó Charl—. Viven en las montañas, no en el desierto. Pero la mucha demanda, el mal uso de los recursos y las alteraciones del tiempo debidas al cambio climático han hecho casi imposible que abran los grifos y salga agua limpia y bebible.

Max pensó en cómo, mientras vivía en Nueva York, había dado por sentado que al abrir un grifo siempre saldría agua. Iba a recordarlo la próxima vez que se lavara los dientes… o que tirara de la cadena del váter para engañar a sus guardaespaldas.

—El agua es una necesidad humana básica —dijo Isabl—. Cuando la gente no la tiene, se desespera. Nuestra misión puede resultar peligrosa. Ha habido protestas aisladas en las calles, aunque el gobierno haya contratado empresas para que les lleven los camiones cisterna.

—Tiene que haber una solución mejor —resopló Max.

—No creo —replicó Klaus—. Sabes que en India hay mil millones de personas, ¡y un tercio de ellas ni siquiera tienen lavabos! Lo llaman «defecación pública». ¿Sabes lo que significa eso? Letrinas, zanjas, esconderse detrás de un matorral. ¡Hay desechos humanos por todas partes! ¡Esta sí que es una misión imposible!

Max miró por la ventanilla las montañas cubiertas de nieve. El mundo tenía montones de agua; la cuestión era transportarla a los lugares adecuados en el tiempo adecuado, y asegurarse de que siguiera siendo potable al llegar.

«Aléjate de la gente negativa —le avisó su Einstein interno, que había oído los comentarios pesimistas de Klaus sobre las posibilidades de éxito del IIC en la India—. Siempre encuentra un problema para cada solución. Y no olvides que les debemos mucho a los indios. Nos enseñaron a contar, sin lo cual no podría haberse hecho ningún descubrimiento científico importante».

Aquello hizo sonreír a Max.

Y también la hizo decidirse aún más a encontrar una solución al problema del agua en Jitwan, India.