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—¿¡Que renuncias!?

—Sí —respondió Max—. No es que quiera, pero creo que debo hacerlo.

Era primera hora de la mañana en la India. Max se había llevado el móvil a la terraza, donde tenía mejor cobertura.

—Ben, pongo en peligro todo lo que tú y el Instituto de Implementadores del Cambio queréis hacer. Estaréis mejor sin mí. No sé por qué el doctor Zimm y la Corporación tienen tanto empeño en que caiga en sus redes, pero mientras yo sea la líder del equipo os seguirán saboteando.

—¡Porque son unos desgraciados! —exclamó una voz que le resultó familiar.

Era Siobhan. Tisa y ella habían ido a reunirse con Max en la terraza.

—Hum, Ben… —habló al móvil.

—¿Sí?

—Acaban de aparecer Siobhan y Tisa.

—Lo sé. Han acabado la misión de Irlanda. Y ahora tienen otra aún más importante: convencerte de que actúes con la cabeza. Escucha a tus amigas, Max. Y recuerda lo que dijo el doctor Einstein.

—¿Te refieres a eso de que quienes destruirán el mundo no serán quienes hacen el mal sino los que los miran sin hacer nada?

—Bueno, vale, pues esa —replicó Ben—. La que más te guste. Y ahora, si me perdonas, Klaus me ha pedido un montón de dinero para encargar las piezas que necesitáis y construir más unidades de flotación y filtrado, y así poder limpiar aún más agua en Jitwan.

«Klaus debería ser el líder del equipo —pensó Max—. Quiere seguir. Aunque, claro, él no tiene al doctor Zimm y a la Corporación soplándole en el cogote».

—Explícanos —le pidió Tisa en cuanto colgó el teléfono—. ¿Qué es eso que hemos oído de que quieres dimitir?

—Creo que será lo mejor…

—Max —la interrumpió Siobhan—, a menudo admiro tu forma de pensar y hasta esos alucinantes experimentos mentales que haces. En serio. Acostumbran a ser muy entretenidos. Pero ahora mismo no estás reflexionando; estás lamentándote y sintiendo lástima de ti misma.

Max no supo qué contestar. Sabía que Siobhan tenía razón. Esa era otra de las cosas de tener amigos: a veces te conocen mejor que tú mismo.

—Por cierto —dijo Tisa—, Hana me ha mostrado su análisis químico del agua después de la última contaminación. Esos «filtros-espagueti» que se os ocurrieron están funcionando de maravilla. Son geniales, Max. El agua está limpia y es potable.

—Eso quiere decir que se puede beber, ¿no? —preguntó Siobhan.

—Exacto —asintió Tisa.

—¡Caramba, entonces di «bebible», no «potable»! ¡ «Potable» suena como si dijeras que se puede vomitar en ella!

Vihaan se unió al grupo en la terraza.

—La gente de Jitwan está exigiendo que las autoridades locales suministren agua limpia —dijo—. Tienen el derecho, y el gobierno, la responsabilidad. Vamos a montar una gran protesta y manifestación. Conseguiremos que cierren la fundición de cobre si es necesario.

Max sonrió.

—Me recuerdas a otro indio muy valiente: Mahatma Gandhi. Vas a organizar una marcha hacia la planta de cobre igual que él hizo la de la sal, hasta el mar, para protestar contra el gobierno colonial británico.

Vihaan asintió.

—Nuestros héroes personales pueden enseñarnos mucho, Max. Sobre todo si podemos emular sus acciones y hacer como ellos hicieron. Pero no vamos a organizar una marcha a la planta. Vamos a llevar nuestra desobediencia civil al despacho de la administración municipal. Presentaremos pruebas de que los vendedores de agua están sobornando a la policía para tener mejor acceso al agua del grifo, un agua que tendría que ir a parar a las viviendas. Dada va a testificar, aunque pueda costarle perder su trabajo como llavero, aunque pueda costarle la vida misma. Otros chicos y yo vamos a estar al frente de la marcha porque es nuestro mundo y lo queremos de vuelta.

Una vez más, Max comprendió por qué Ben solo quería chavales (y unos cuantos guardaespaldas bien armados) en su Instituto de Implementadores del Cambio. Los niños eran los que más tenían que perder si no se realizaban los cambios, si los grandes problemas seguían siendo ignorados, como llevaban décadas haciendo los adultos.

Siobhan miró a Max a los ojos.

—¿Aún quieres dimitir, compañera?

—No —contestó ella—. Quiero hacer lo que haría mi propio héroe, Albert Einstein: ¡seguir y seguir dándole vueltas al problema hasta encontrar la solución!