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Max meditó la oferta de Lenard… durante un par de segundos.

Cuando eres huérfana y de repente te ves formando parte de una gran familia, no te alejas de ella. El IIC era la primera familia de Max. No iba a abandonarlos, por muchos secretos que el doctor Zimm dijera saber.

Pero también tenía que ganar tiempo.

—Vale —le dijo a Lenard—. ¿Y si jugamos una partida de ajedrez? Si me ganas, trabajaré con la Corporación. Si pierdes, tú te vienes a trabajar para mí.

El robot se echó a reír sin control.

—¿Trabajar para ti?

—Y el IIC.

—Trato hecho —dijo Lenard entre risas. Se tiró de una oreja y de su fosa nasal izquierda se proyectó la imagen láser del holograma de un tablero. Las treinta y dos piezas flotaban en el aire, entre Max y él—. Toca la pieza que desees mover y haz un gesto swipe en la dirección que quieras. Da dos golpecitos si pretendes que un peón avance dos casillas en vez de una.

Max asintió. Pensó en los cientos de veces que había vencido al señor Weinstock (y a todos los demás) en los tableros del parque de Washington Square, en Nueva York.

Ella era una maestra del ajedrez, sin duda. Pero Lenard era un robot que funcionaba con inteligencia artificial. Seguramente conocería más movimientos geniales que Max.

Mientras jugaban, Lenard se mostró de lo más hablador.

—Si me permites, Maxine: ¿por qué tus amigos y tú intentáis hacer el bien en el mundo? —le preguntó.

Max se encogió de hombros y tocó un alfil holográfico en el tablero.

—Creo que todos tenemos el deber de hacer el bien tanto como podamos. Además, hacer el bien te hace sentir bien.

Lenard negó con la cabeza.

—Mi opinión sobre la caridad es muy sencilla —dijo. Sonaba como si recitara algo que sus creadores le hubieran descargado en el disco duro—. No la considero una gran virtud, y, sobre todo, no la considero un deber moral.

—¿Y qué es lo que consideras como un deber moral? —preguntó Max, que movió y amenazó el rey de Lenard.

—La codicia —contestó él, a la vez que contrarrestaba con éxito el ataque de Max—. La codicia es buena. La codicia es lo correcto. La codicia funciona. La codicia clarifica las cosas, elimina lo no esencial, captura la esencia del espíritu evolucionario. La codicia en todas sus formas (codicia de vida, de dinero, de amor y de conocimiento) ha marcado la evolución de la humanidad.

Ahora parecía repetir las frases de una película.

Fue entonces cuando Max cayó del todo en que Lenard era apenas un contenedor, lleno hasta los topes de la información y los conocimientos que sus jefes le metieran dentro. En cierta forma, el robot era muy parecido a la física cuántica: podía ser bueno y malo a la vez, según la información que recibiera, los datos que tuviera que analizar.

Max movió un caballo.

—Jaque mate —dijo.

—Imposible. Estoy programado para no perder nunca.

—Sí, ese es el problema de la programación. Sale de programadores, y, por desgracia para ti, estos son humanos. Igual que el doctor Zimm.

—No acepto la derrota. Ganar no lo es todo: es lo único.

—¿Quién te ha introducido todas estas citas tan tontas?

—Mis amigos de la Corporación. Han cuidado mucho la información que me daban. Me han otorgado confianza en mí mismo, empuje.

—Y, sobre todo, modestia… De repente, se abrió la puerta. Klaus.