Al final, como era previsible (y deseable), Messi ha renovado con el Barcelona. Muchos esfínteres que estaban contraídos en todo el mundo, y en especial en la Cataluña barcelonista, se han relajado. Los movimientos peristálticos de la hinchada regresan a su normalidad digestiva. El sector independentista del barcelonismo también respira con profundidad y recupera las pulsaciones, después de unos meses de incertidumbre, que se han saldado, como se suelen saldar estos asuntos, con bastante más dinero y con algunas cláusulas de esas que las directivas firman con desconfianza y el ceño fruncido.
Sin embargo, qué gran oportunidad de sainete se ha desaprovechado. Los argumentos que habríamos tenido que escuchar, para interiorizar el drama y la traición. Los llantos, el crujir de dientes, las imprecaciones. La escena española nunca sabrá lo que ha perdido.