Soriasis
Hace unos días leí una nota de El Gran Diario Argento, en la página de cultura, donde Juan Martini —como único foco— se quejaba y pataleaba porque a Osvaldo Soriano no lo reconocían dos o tres personas de Puán. En vez de dedicar ese espacio a contar un perfil del escritor o a decir por qué para él era un escritor necesario, la nota, llorona, iba, dale que dale, a dar sobre el muro de los lamentos. Tuve la sensación de que si bajaba un marciano justo ese día a nuestro país y compraba el diario para ver cómo éramos los argentinos, leyendo a Martini podría inferir que Soriano fue un escritor apedreado por sus pares, exiliado, enmudecido y repudiado o hasta lapidado y obligado a vivir en un sótano, como el pobre Kaspar Hauser. Toda una vida, pobre, sin conseguir un puto lector. ¿O tal vez Martini estaba hablando de él, ventrilocuando a Soriano? No sé.
En ese mismo diario me pidieron una opinión sobre Soriano. Les dije que no tenía ninguna. Me contraatacaron: bueno, por lo menos podés dar cuenta de esa incomodidad.
¿Qué incomodidad? Yo leí dos libros de Soriano cuando era chico. Me parecieron bien escritos. Y ahora ni me va ni me viene. Hay un montón de escritores que están para uno en un limbo impreciso. Por ejemplo, en mi caso, Soriano, Geno Díaz, Dal Masetto, Rabanal, Poldy Bird y Vicente Battista —para nombrar sólo unos pocos— forman una escudería que, no sabría justificar por qué, va de la mano. Seguro que son diferentes, disímiles, pero los pongo, como diría mi vieja profesora de matemática, dentro del Conjunto A. También existe otro conjunto de escritores que intuyo, sin leerlos aún, que pueden ser geniales. Formarían el Conjunto B. O acaso en el Conjunto A exista un escritor que en el futuro me parta la cabeza. Soy de los que se ponen contentos cuando descubren un nuevo escritor, como si fuera un nuevo planeta, tenga la edad que tenga y ocupe el lugar que ocupe.
Los místicos dicen que el espíritu humano es infinito. Pero la mente y la atención tienen un límite. No se puede leer todo y opinar sobre todo. Aunque exista la Facultad de Todología. Sin embargo, lo que es sintomático del caso Soriano es la encarnizada defensa de sus admiradores y amigos. Ellos, por algún motivo, no descansan en paz.