—¿Alguna novedad sobre el robo de la furgoneta, inspector? —preguntó Guillermo Kasín, mirando a su alrededor muy ufano. La fiesta que había organizado para inaugurar la exposición era todo un éxito. Había asistido el pueblo en pleno.
—Pues no —respondió Genaro con la boca llena—. Mi principal sospechoso, es decir, Uno, ha desaparecido como si se lo hubiera tragado la tierra. Oiga, estos bocadillos no están nada mal.
—¿Ha visto a Mimo el mimo? Creo que su presencia en la entrada le da un toque de distinción a la muestra. ¿Y qué piensa de las fotografías?
—Es que todavía no he tenido tiempo de verlas.
—¿Que no? —se sorprendió Guillermo Kasín—. ¡Eso no puede ser! —Y arrastró a Genaro hacia el otro extremo de la sala. Allí estaba Clara Toalla, muy nerviosa en su día de estreno como guía.
—Si lo piensan bien —decía—, lo de menos son los temas. Lo interesante son las técnicas, lo revolucionario de la concepción del color y de la luz. Observen, observen por ejemplo ésa de ahí.
—¿Qué se ha hecho usted en el pelo, señorita? —preguntó una anciana—. No he traído las gafas pero juraría que percibo un color extraño.
Clara la ignoró:
—Como les decía, la luz…
—Una vez hice puré de zanahoria con un poco de limón. ¿No te acuerdas? —La señora que hablaba ahora dio un codazo al que debía de ser su marido—. El tono era muy parecido.
Clara carraspeó:
—Por favor, les rogaría que prestaran atención a la exposición.
—Tiene razón —apoyó alguien.
El grupo se concentró en la fotografía que Clara les señalaba. Era un paisaje. Se oyó una serie de suspiros y exclamaciones.
—Me gusta más la que tomamos a nuestra casa —susurró alguien muy bajito aunque todos pudieron oírlo—. ¿Te acuerdas? Fue cuando arreglamos el tejado de las cuadras y…
Clara proseguía:
—Miren esta otra —señaló—. Tiene una fuerza que yo calificaría de arrolladora.
—¡Qué cochinada! —exclamó una señora ya entrada en años—. ¿Qué está haciendo esa jovencita tirada de esa manera? ¡Y sin ropa…!
—A mí me parece que está muy bien.
—Hay que reconocer que no está mal, no, señor.
—Vean cómo el autor ha querido destacar la soledad del ser humano… —continuó Clara, algo ofendida por lo poco artístico de los comentarios que profería su público—. Vean cómo con esos velos trata de…
—A mí me daría mucha vergüenza que me fotografiaran así —afirmó una jovencita con aire de disgusto—. Una tiene su pudor, vamos…
Clara comprendió que el tono de las opiniones no iba a dar un giro cultural, así que se dirigió hacia la siguiente foto.
—Podríamos considerar esta foto como un subproducto suburbano. Yo subrayaría el surrealismo de la composición, el…
—Es muy “sub”, por lo que se ve —la interrumpió alguien. El grupo estalló en carcajadas.
—Yo sólo veo a un tipo con pendientes en la nariz, montado en una moto. ¿Cuántos pendientes se ha puesto? Parece un alfiletero —criticó la señora de antes—. No me gusta su cara. Parece que te va a robar el bolso de un momento a otro.
—¿Qué tiene de especial? —intervino otra mujer—. Mi hijo es más guapo. Tendrían ustedes que haberlo visto el día de su boda. Las fotos que hicimos entonces sí que eran…
Clara respiró hondo. Había enrojecido. No se arredró, sin embargo.
—Y aquélla… —insistió señalando la más grande de todas—, podemos considerarla la joya de la exposición. Es obra de un…
—¿No es un queso? —profirió alguien muy sorprendido, mientras el grupo se trasladaba hasta quedar justo frente a la fotografía.
—Claro que es un queso. De cabra, diría yo.
Un niño apoyó la nariz en la foto:
—No huele —dijo.
—¡Niño! —le riñó Clara—. Eso no se hace.
—No tengo mocos —respondió el pequeño, haciendo un gesto de desdén.
—¡Ya está bien! —explotó Clara Toalla—. Yo soy la guía de esta exposición. Ustedes tienen que limitarse a escuchar lo que yo les explique.
—Pero ¿qué dice ésta? ¿Es que ni siquiera podemos dar nuestra opinión?
Clara comprendió que había dado un buen resbalón. Miró avergonzada a Genaro y a Kasín, que estaban siguiendo en silencio la escena. Este último hizo un gesto de desaprobación con la cabeza y luego le pidió tranquilidad con las manos.
—Lo que he querido decir es que les agradecería que me permitiesen explicarles cuál ha sido la motivación de los autores para…
—Se titula Día de sol —afirmó alguien en tono sarcástico—. Yo sólo veo un queso.
—Mami —dijo el niño que había metido la nariz en la foto—, ¿me dejas ir a ver si quedan bocadillos? Tengo hambre.
—Claro, lógico —apoyó un señor muy delgado que no había abierto la boca hasta el momento—. Tanto mirar la foto esta…
El grupo se disolvió en dirección a las mesas en busca de comida. Clara se sintió reconfortada al ver que al menos una persona permanecía allí.
—Me están gustando mucho —dijo. Era el sordo Jonás—. No he podido seguir bien tus explicaciones, pero todo es muy interesante. Ésa de la chica tumbada… —sonrió con gesto pícaro—. Me recuerda la época que pasé en la legión. Siempre que teníamos un rato mirábamos revistas de ésas… ya sabes —Jonás guiñó un ojo a Guillermo Kasín y a Genaro.
Clara se cruzó de brazos, irritada, tratando de no darle una mala contestación.
—Esto… ¿Dónde se han ido todos?
—A comer.
—¿A comer? —repitió el otro—. Pues ahora que lo dices… —Se enganchó del brazo de Clara—. No es mala idea. Vamos para allá. De paso que picamos algo te contaré lo que me decía el holandés que…
Guillermo Kasín y Genaro desaparecieron antes de que al sordo Jonás se le ocurriera incluirlos en su conversación.