La tía Eva le contó a Hanna el fin de la historia mucho después, cuando las dos estaban solas, porque nadie más les hubiera creído. Le dijo que, de todos los aldeanos que había llegado al campo con la pequeña Jaya esa primavera, solo quedaban dos vivos al final de la guerra. Yitzjak, que pudo escaparse, vivió en el bosque con los partisanos y luchó contra los alemanes; y Gitl. Cuando liberaron el campo en 1945, Gitl solo pesaba setenta y tres libras porque había insistido en compartir sus raciones con los niños. Pero estaba viva.
La blokova y todos los aldeanos de Viosk habían muerto. Pero entre los vivos, además de Gitl, Yitzjak y Rivka, estaban Leye y su solemne hija de tres años.
Gitl y Yitzjak emigraron a Israel, donde vivieron y siguieron siendo buenos amigos hasta cumplir casi ochenta años. Ninguno de los dos se casó. Yitzjak incursionó en la política y fue miembro del Senado israelí, la Knéset. Gitl, conocida por todo el país como la tante Gitl y la Osa Gitl, organizó una misión de rescate para ayudar a los jóvenes sobrevivientes a rehacer su vida y encontrar a quienes quedaban de sus familiares. Con el tiempo, la misión se convirtió en una agencia de adopciones, la mejor del Medio Oriente. Le dio a la agencia el nombre de su joven sobrina, que había muerto heroicamente en los campos: JAYA.
Vida.