El matrimonio, como le había explicado su madre, era un camino largo y sinuoso lleno de curvas imprevistas y de subidas y bajadas… y resultó ser verdad para un matrimonio falso que acabó no siendo tan falso.
Jag se instaló en el palacio con Rita y un servicio de seguridad desmesurado. Él le aseguraba que no estaba acostumbrada al tamaño real de su séquito, pero ella no le había visto nunca con tantos escoltas alrededor.
Además, su llegada había implicado que hubiera que mejorar el sistema de alarmas del palacio, algo que se hizo durante la primera semana.
Una vez en el palacio, cada uno seguía sus rutinas cotidianas hasta que sus caminos se cruzaban en la cena, que, dado el estado de Rita, se había convertido en algo mucho más sencillo.
Luego, casi todas las noches, se acostaban juntos, hacían el amor y se quedaban dormidos.
Además, ya no hablaban ni del acuerdo ni de las expectativas ni del porvenir.
Sin embargo, aunque ella no sabía muy bien qué pensar al respecto, tampoco era infeliz.
Jag era una pareja considerada y afectuosa, aunque no sentimental, y si bien estaba un poco pesado y exageraba bastante con el asunto de la seguridad, había leído que eso les pasaba a muchos futuros padre.
Se asentaría cuando hubiese nacido el bebé, que cada vez estaba más presente.
Ya había llegado a las catorce semanas y no solo le habían crecido los pechos, sino que también el abdomen. El famoso bombo había empezado a aparecer a las doce semanas y no había dejado de crecer desde entonces.
También había leído que eso era inesperado, pero se sentía maravillosamente. El proyecto que tenía entre manos, el avión que le había prometido Jag, iba viento en popa y ella estaba viva… y cuidada en compañía de otras personas como no le habían cuidado desde hacía mucho tiempo. Por muy improbable que le hubiese parecido al principio, iba a tener una familia.
Eso era lo más importante, no el amor. Una familia feliz en la que nadie esperaba que nadie fuese quien no era.
Sobre todo, aunque todavía tenía algunas náuseas de vez en cuando, en general se sentía radiante como una flor, como una flor de invernadero protegida de la implacable luz del sol y de las indiscretas miradas de los demás, pero como una flor en cualquier caso.
En realidad, el único inconveniente durante las semanas anteriores había sido el empeño que había puesto Jag en ocultar su embarazo.
Cada vez salía menos del palacio y ya no celebrara reuniones fuera.
Más aún, aunque estaba embarazada de catorce meses, y se notaba, solo había visto una vez al médico y había sido, en cierta medida, por la paranoia de Jag.
El único médico en el que confiaba Jag estaba en el extranjero por motivos familiares, y Jag no dejaba que nadie supiera su estado. El médico, que había hecho la primera visita para confirmar que estaba embarazada y sana antes de irse al extranjero, prometió que volvería lo antes que pudiera.
Sin embargo, ese día no había llegado todavía.
En cambio, sí había llegado el ecógrafo que le habían recordado a Jag que tendría que comprar si no quería que ella pasara por un hospital, y estaba previsto que el médico llegara al cabo de una semana.
Pronto vería a su bebé por primera vez.
Entretanto, pasaba los días adaptando su trabajo al embarazo y a Jag.
Eso le producía una sensación de bienestar. Si las cosas seguían como acabaron con su familia biológica, ella se había buscado una familia después de todo.
No obstante, una semana después, tuvo que replantearse sus sentimientos mientras miraba la ecografía en tres dimensiones de última generación que le mostraba que no tenía un hijo, que eran dos.
–Bueno, ¡eso explica su tamaño! –exclamó el médico riéndose–. No quería alarmar a nadie, pero ya estaba planteándome la posibilidad de… –el médico no termino la frase cuando paró la mano que movía en sensor sobre su abdomen–. Ese es el más pequeño. Los dos están muy sanos, pero, sanos o no, naturalmente, estar embarazada de gemelos implica más riesgo. Por lo tanto, tendrá que ser más rigurosa todavía y comer bien, hacer el ejercicio adecuado y tomar el sol. Además, no le convienen la tensión ni los productos químicos más agresivos. Es posible que tenga que dejar un tiempo el garaje, princesa, y…
–¿Qué quiere decir con sanos o no? –le interrumpió Jag con impaciencia–. ¿Cómo puede estar sana y correr riesgos a la vez? No tiene sentido.
El médico se encogió de hombros y sonrió al príncipe.
–El doble de bebés conlleva el doble de posibles complicaciones, el doble de posibilidades de que algo salga mal, el doble de bebés que hay que dar a luz… Un embarazo de un solo hijo implica que la mujer funcione el límite de la resistencia humana durante meses. Una mujer que espera dos hijos tiene que hacer el doble, pero no se preocupe, la princesa está sana y fuerte y es tan inteligente que seguro se le ocurre una forma nueva de dar a luz –replicó el médico antes de marcharse.
–Puedo sobrellevarlo –comentó Rita poniendo una mano en un muslo de Jag.
Él no dijo nada y ella se preguntó si estaría tan absorto en sus preocupaciones que no le había oído. Sin embargo, sonrió de repente y le dio un beso en la frente.
–No lo dudo.