Como solía pasarle cuando hablaba con Jag, su cabeza se centraba en los pequeños detalles de lo que decía y pasaba por alto las partes que seguramente eran las más importantes.
–¿Vas a presentar a NECTAR? –preguntó ella con las manos entumecidas de repente.
Jag sonrió. Veía el porvenir con más claridad que lo que tenía delante.
–Claro –contestó él–. Que la reina de Hayat sea la mayor especialista del mundo en motores y sistemas eléctricos acercará mi imagen al mundo real con mucha más eficiencia que el más singular de los coches.
–Nadie sabe quién es NECTAR –replicó Rita como si algo tan conocido demostrara lo que quería demostrar.
–Por eso será una sensación desvelarlo.
–He mantenido en secreto mi identidad por un motivo.
En realidad, eran varios motivos. Por ejemplo, no tener que abrirse paso entre la necedad de los hombres que no respetaban a las mujeres y poder cobrar lo que cobraba por su trabajo. Era la mejor en su especialidad, pero sus clientes no pagarían todo ese dinero a una mujer por su trabajo, y menos cuando había empezado sola.
Además, no quería deshonrar más a su familia. No había ninguna necesidad de airear su desobediencia a las familias implicadas.
Jag se encogió de hombros y sacudió una mano como si quisiera indicarle que no se preocupara.
–Estoy seguro de que era un buen motivo, pero las circunstancias piden un cambio.
–Es más fácil hacer mi trabajo cuando la gente cree que está tratando con un hombre –insistió Rita.
Él se inclinó hacia delante y le tomó una mano con el brillo color ámbar de sus ojos clavado en los de ella.
–Imagínate lo fácil que será cuando sepan que eres una princesa.
Rita parpadeó. Le costaba imaginárselo, pero él tenía razón.
Una princesa…
Seguramente, podría cobrar más todavía.
Sin embargo, a costa de que todo el mundo supiera quién era. Él había comentado muchas veces que era parte del trato, pero ella, por algún motivo, no había atado cabos.
–¿No podríamos ser más…discretos al respecto? –preguntó ella, aunque ya sabía la respuesta.
Jag la miró con seriedad y sacudió levísimamente la cabeza.
–No, Rita. No por lo que estoy a punto de hacer y tampoco por lo que quieres hacer tú. Acabas de decir que quieres cambiar el mundo y eso es algo que no se hace discretamente. Tienes la ocasión de abrirte paso hasta el centro del escenario de todo el mundo y cantar todo lo fuerte que quieras. La gente tiene que conocerte y quererte si aspiras a que hagan lo que les digas.
–¿No crees que la gente está un poco sobrevalorada? Quiero decir, mira todo lo que he conseguido solo con la ayuda de unas cuantas personas.
–Dijiste que quieres cambiar la forma de moverse de todo el mundo, Rita. Eso no puedes conseguirlo sentándote al volante de todos los coches.
Tenía razón otra vez, pero ella se limitó a asentir con la cabeza.
No acababa de gustarle que él tuviera razón, le recordaba cuando su madre le decía lo mismo sobre su padre.
Había pensado más en sus padres durante el poco tiempo que había pasado con su marido que durante los años anteriores. Sin embargo, tenía sentido que pensara en ellos el día de su boda. Al fin y al cabo, su boda era lo que lo había precipitado todo.
Igual que tenía sentido todo lo que le decía Jag.
Había estado dispuesta a firmar una boda falsa por alcanzar esa meta. No iba a permitir que fuera a cambio de nada solo porque no quería ser el centro de atención. Además, ¿por qué no dejaba de pensar en las relaciones sexuales cuando todo estaba bien y era muy bonito?
Sabía que tenía que ser porque habían dispuesto expresamente que no tendrían relaciones sexuales, pero era impropio de ella aunque fuese por rebeldía.
No pensaba nunca en las relaciones sexuales. Su madre le había inculcado que las relaciones sexuales eran parte del matrimonio y, cuando ella había renunciado al matrimonio, había hecho lo mismo con las relaciones sexuales.
Si bien otros habían tomado el rechazo como una forma de libertad y una autorización para olvidarse de los principios que les habían impuesto durante los dieciocho primeros años de sus vidas, Rita no lo había hecho. Ella, en cambio, se había aferrado a ellos como la única prueba de que había tenido una familia.
Lo facilitaba que su familia hubiese tenido razón al decir que solo le interesaban los coches. Era más fácil contentar a todos cuando solo se fijaba en chasis sobre ruedas. Sin embargo, no sabía si era porque ya había empezado a olvidarse de esos principios al casarse con él o porque se encontraba hechizada por un genio impresionante y malicioso, pero eso no era lo que le pasaba con Jag.
Estaba costándole muchísimo no fijarse en Jag.
Habían acertado al acordar un matrimonio sin intimidad física. Estaba segura, aunque, al parecer, partes de su cabeza y de su cuerpo estaban empezando a despertar después de veintiséis años de letargo.
No le importaban las relaciones sexuales ni con Jag, sobre todo con Jag.
En realidad, no había pensado ni en el sexo contrario ni en el propio durante toda su existencia y eso había sido algo que la había aislado de los demás durante su juventud.
Las amistades infantiles habían ido brotando en el patio del colegio entre juegos y persecuciones, pero a medida que iba creciendo, como las otras chicas, ella había conservado lo que le había interesado desde pequeña mientras que los demás se interesaban cada vez más los unos en los otros.
Ella había aceptado que esa diferencia, como el resto de sus peculiaridades, era por su carácter único. Su desinterés, además del pañuelo que había llevado en la cabeza durante esa época de su vida, no le había impedido tener grandes amigas, pero tampoco le había ayudado a encontrar intereses comunes con los chicos de su edad. Al ser la única que llevaba pañuelo en el colegio, la curiosidad se interponía muchas veces en la amistad y, además, a ninguno de sus compañeros de clase le interesaban los coches tanto como a ella.
Sin embargo, a ella no le había importado. En aquella época, solo le importaban las opiniones de sus padres.
Después, la habían emparejado y había tenido que hacerlo todo acompañada por una carabina. Después, solo le quedaron los coches.
Ni matrimonio ni relaciones sexuales. Aunque tampoco había tenido mucho tiempo cuando había estado convirtiéndose en NECTAR.
No obstante, estar delante del impresionante y sensual príncipe heredero de Hayat estaba haciéndole cosas en el organismo que no había sentido nunca, estaba despertándole sensaciones que creía que no tenía y estaba planteándole preguntas y curiosidades que no se había planteado nunca.
Además, estar en un avión con Jag no era ni el momento ni el lugar ni la pareja indicados para que todo ardiera en llamas.