Sus dientes se veían especialmente afilados esa noche. Lena se acercó tanto como pudo y movió la mano para indicarle que se agachara. Él la obedeció, divertido. Era ridículo porque, si alguien se asomaba por una de las ventanas, igual lo vería, pero con lo alto que era llamaba más la atención al estar de pie.
—¿No vas a salir para que podamos hablar?
Lena torció los labios. No quería decirle que le era físicamente imposible hacerlo durante unos cuantos días más. Si lo intentaba, quizá sería lanzada hasta la entrada de la casa, pero lo peor sería que su abuela se daría cuenta. Ulf pegó su frente contra el metal y cubrió uno de los barrotes con su mano libre.
—O también podrías invitarme a pasar.
De ninguna manera. No cuando todo el aquelarre estaba a unos metros de ellos.
—No hay tiempo. —Le reiteró y se puso en cuclillas también—. Ya debería estar en una reunión con mi aquelarre.
—Seré breve entonces. —Le acercó los papeles que traía en la mano y Lena los tomó mientras él abría un bolso tipo mensajero en el que buscaba algo.
Los examinó y se topó con múltiples certificados de defunción, algunos nombres los reconocía como trabajadores del pueblo. A su nariz llegó el golpe de un olor fuerte, húmedo, amaderado y como de medicina amarga. Se cubrió la cara de inmediato y se hizo ligeramente hacia atrás.
—Ciérralo — le ordenó, mirando el pequeño frasco de pomada negruzca.
Patricia se colgó con los dientes a la manga de la sudadera de Ulf y él solo se reía con sus ojos de zorro.
—Cómo se te ocurre acercarme unguentum pharelis a la cara sin advertirme nada. Eres un irresponsable.
Había algo resplandeciendo en los ojos oscuros de Ulf. Si tuviera tiempo suficiente, lo interrogaría para saber qué estaba horneándose entre sus neuronas.
—No creí que fueras tan sensible al ungüento volador.
—No uso nada que esté hecho con magia oscura. —Vio a Ulf cerrar bien el frasco y sus hombros de destensaron.
Se decía que la receta original fue entregada por Lucifer a una bruja que pasó seis días y seis noches invocándolo con pasteles hechos con la carne de otras brujas. Lena se estremeció. No sabía si la leyenda era cierta, pero los ingredientes para preparar la pomada constaban de diferentes hierbas, como acónito, beleño negro, mandrágora, entre varias otras. Pero el ingrediente principal era difícil de conseguir, ya que se trataba de la grasa de niños sacados de sus tumbas.
—¿Dónde lo conseguiste? —Lena siguió con la mirada a Patricia, que estaba oliendo los zapatos del demonio frente a ellas. Las hojas en su mano le pesaban con sus dudas—. ¿Y esto qué es?
—Son las muertes recientes en el pueblo. —Ulf se revisó las uñas despreocupadamente, como si no estuviera diciéndole que nueve personas acababan de fallecer en el último mes. Personas jóvenes y sanas.
Uno de los nombres en la lista era el de la chica que organizaba los espacios para los días de mercado. Lena la había visto tan solo unas semanas atrás, con la noticia de que acababa de comprometerse con su novio de cuatro años. ¿Cómo era posible que ahora estuviera en esas páginas?
—Eso sin mencionar a los que siguen buscando, pero que nadie va a encontrar. —Por su cara parecía que estuviera guardando un secreto. Tenía más información, pero disfrutaba jugar con ella y hacerla preguntar. Quería golpearlo y quitarle esa expresión del rostro.
—Esto no me sirve. Ya sabía que había desaparecidos. —Le regresó los certificados con expresión molesta, pero otra vez notaba ese brillo en los ojos de Ulf.
—Ah, claro. —Sonrió y le mostró los dientes—. Pero no me dijiste que había testigos de estas muertes y desapariciones. —Golpeó su dedo índice contra sus labios dos veces, fingiendo pensar—. ¿O sí?
Un suspiro ahogado.
Ulf se veía complacido con su reacción, maldición.
—Tuve que invitar a salir a Polina la loca para conseguir esa información y después fui a comprobarla por mí mismo.
Polina era una hechicera nómada que siempre estaba enterada de todo, en especial de la vida personal de otros. Tenía un diario mágico encuadernado con pelo de mantícora, en el cual anotaba todos los rumores del momento: quién tendría un rito de unión de manos, quién había abandonado el camino de la magia, quién había salido a beber con mortales… todo lo podías encontrar en su diario. Ninguna bruja sabía cuándo o dónde aparecería el libro de rumores, pero, cuando se topaban con el libro acomodado en lugares tan cotidianos como mesas de cafés o bajo pilas de revistas en salas de espera, no debían mover el diario de su lugar, solo podían leerlo en donde lo encontraran, con la promesa de regresarlo una vez que terminaran. Polina nunca había confesado cómo sabía tantas cosas. Nadie sabía si tenía clarividencia, oídos hechizados o si se transformaba en ave y estaba en todas partes, ni siquiera tenían idea de cómo se veía físicamente. Pero lo que sí sabían era que en el pasado solía usar su información para ayudar a mortales. No le creían nada de lo que decía y así fue como le apodaron Polina la loca. Conservó el título, pero decidió alejarse del mundo humano.
—Al parecer se ha reportado que una mujer cuervo es quien llega a robarse a las personas. Pero, por supuesto, las autoridades no van a aceptar eso como algo verídico, así que no han sacado estos informes a la luz. Pero ya hay cinco casos de mortales que reportaron haber visto una mujer cuervo antes de que sus parientes desaparecieran.
—¿Una bestia mágica los está comiendo? —Su intuición no quería tomar esa respuesta como cierta. Sentía ese cosquilleo que le decía que aquello no parecía una criatura en busca de comida—. Tal vez es un cambiapieles. Pero hace mucho que no vemos uno por aquí. —Ella personalmente nunca había visto uno, pero las brujas mayores le habían contado de ellos.
Ulf hizo un sonido para indicarle que estaba de acuerdo, abrió su mochila nuevamente y sacó su pipa y tabaco.
—Eso pensé también en un inicio, pero entonces me topé con el ungüento volador en una casa que había sido atacada. Al parecer, una familia trató de defenderse con una escopeta y, aunque no lo lograron, consiguieron el frasco que te mostré. —Terminó de acomodar el tabaco—. ¿Me ayudas con algo de fuego? —dijo con la pipa entre los labios. Lena acercó sus dedos y una pequeña flama comenzó a calentar la parte superior de la pipa e hizo que saliera humo.
—Entonces, alguien está usando el ungüento para transformarse.
—Así es. —Una nube de humo empezaba a cubrir la cara de Ulf—. Una bruja se está transformando en cuervo y es quien está robando mortales de sus casas o cortándoles trozos y dejando atrás el cuerpo.
Probablemente era la misma bruja que le puso esa maldición que tomó tanto de su abuela y quien desolló a Mikael. La energía de Patricia se puso tensa, no le gustaban los cuervos.
La pipa soltó más humo.
—Son demasiados mortales para cualquier ritual —afirmó Lena. Incluso con la magia de muerte, no se necesitarían tantos cadáveres. Ulf se veía complacido. El maldito seguía estirando la conversación en vez de decirle todo directamente.
—Me parece que tienes una pregunta para mí.
Ella puso los ojos en blanco y se frotó la frente.
—¿Sabes para qué está usando a estos mortales?
—Tsk, tsk, tsk. —Negó con la cabeza y se sacó la pipa de la boca—. No tan rápido, Hanavan. Creo que ya te compartí bastante de mi investigación, ahora tú me debes algo.
Se le revolvió el estómago. Era cierto. Había olvidado por completo que Ulf se había ofrecido a ayudarla a cambio de que ella le dijera en dónde había visto a Caleb. Supuestamente iba a ayudarla a encontrarlo, pero eso ya no era necesario. Consideró no decirle nada y tan solo tomar lo que ya le había dado. Él era un demonio sin lealtad alguna después de todo, ¿qué tan malo sería no cumplir con él?
—No lo he vuelto a ver, si es lo que quieres saber. —Sonrió y trató de verse tan inocente como fuera posible, pero sabía que él no estaría contento con esa respuesta.
—Ese no era el acuerdo. —Su voz sonaba relajada y él también sonrió, pero con la nariz arrugada por el disgusto—. Te recuerdo que dijiste que me dirías en dónde habías visto a Caleb si yo te ayudaba con información de las desapariciones del pueblo. —Salió más humo de la pipa—. Un trato es un trato, ¿no?
—Decidí que ya no tengo interés en encontrarlo. Nuestro aquelarre está pasando por muchas cosas y esa va a ser mi prioridad de ahora en adelante, así que, si me disculpas. —Estaba por levantarse e irse.
—Qué lástima que no sabrás para qué está usando a estos mortales. —Su voz sonaba ligeramente como si estuviera cantando—. Yo me preocuparía si fuera tú, porque es probable que vuelva a entrar a tu casa. Pero entiendo. —Se puso de pie y sacudió sus pantalones.
Lena se quedó inmóvil. Ulf sabía que alguien se había metido a la propiedad y acababa de darle una clara advertencia. Sintió su pecho contraerse y cómo la preocupación empezaba a comerle el estómago a mordiscos grandes.
—Lo vi adentro de la casa. —confesó Lena. Su voz se escuchaba derrotada. Se abrazó a sí misma de vergüenza—. Era una noche de tormenta y pasé por el invernadero. Lo vi reflejado en la puerta, pero después de unos segundos desapareció. —Se rascó el brazo—. No me dijo nada, todo fue muy rápido —añadió antes de que se lo preguntara.
Ulf se veía pensativo mientras fumaba la pipa.
—¿Y no ha vuelto a aparecer?
Sí.
—No.
Él se rascó la cabeza, con cara de fastidio.
—Bien, entonces presta atención a lo que te diré. —Se agachó un poco para verla a los ojos y se hizo hacia atrás unos mechones de cabello rubio con un movimiento de cabeza—. Esta bruja está trabajando con demonios. Los mortales son usados no solo como comida, sino como cuerpos. De momento están manteniendo un perfil bajo para no levantar sospechas, pero sé que vienen hacia acá.
—¿Cómo lo sabes? —Lena se mordió la lengua. Sentía sus adentros sacudirse al recordar a los espectros que la habían perseguido junto a Manon.
—Porque hay sacos de Lilith enterrados alrededor de toda la propiedad.
Lena se cubrió la cara con las manos. Exhaló con un aliento frío y sus manos estaban temblando. Un saco de Lilith era preocupante, funcionaba con los demonios como la luz para los insectos.
—Dime cuántos hay. —Estaba mordiéndose la piel muerta de su labio inferior, intentando arrancarla. Ulf seguía sonriendo, como si no le hubiera comentado que por toda su propiedad había sacos llenos de dientes humanos, intestinos de doncella, lengua de perro negro, miel y chocolate. Esa era una invitación para que el caos tocara a su puerta y, sin las protecciones correctas, no había mucho que pudieran hacer para detenerlo.
—Cien, aproximadamente.
Cien. Sintió un mareo. Patricia chocó su pequeña nariz en el tobillo de su bruja e intentó consolarla. Tenía que explicarle aquello al aquelarre de inmediato. La persona detrás de esto se estaba preparando para atacar y no sabía en cuánto tiempo.
—Ahora, hablemos de negocios. —Escuchaba a Ulf hablar, pero no lo veía, solo estaban sus botas, que tenía que volver a atar porque las agujetas se habían desatado. Las cigarras ya estaban cantando, podía oírlas al fondo de esa burbuja en la que estaba. Ya debería entrar a la reunión. Sí, debería moverse. Si tan solo pudiera atarse las agujetas, podría moverse y entrar a la casa. Qué desafortunado que no tuviera brazos o cuerpo para hacerlo, porque solo estaban esas botas que quería atar bien y no lograba moverse.
—Bruja, oye. —Unos chasquidos frente a sus ojos y finalmente tenía cuerpo otra vez—. Creo que mi información te fue más que útil. —Sonrió con orgullo.
Lena nuevamente consideró la opción de darle cuando menos una bofetada. ¿Cómo podía hablarle de esas cosas y seguir con esa actitud de niño en una dulcería?
—Me parece que probé mi valor y recuerdo que comentaste que eso te podría persuadir para que trabajemos juntos en el tema de cierto demonio que estás buscando.
Si hubiera llegado un poco antes, hubiera considerado su propuesta, pero ya no lo necesitaba. Era verdad que Ulf tenía todo tipo de información y podía serle útil después, pero ella ya no tenía nada para ofrecerle. No iba a tomar el riesgo de decirle en dónde estaba Caleb y por ahora no podía salir a conseguir más dientes, ni siquiera estaba segura de si tendría el dinero suficiente para costearlos.
—Ya no tengo interés en encontrarlo. —Su voz sonaba pesada y sin vida a sus oídos.
Una risa aireada.
—No puedes pensar que me voy a creer eso, ¿o sí? —Se cruzó de brazos y se pasó la lengua por los labios.
—Es la verdad. —Lena se sintió incómoda—. Y en verdad se me está haciendo tarde. Te agradezco mucho que vinieras, pero no tengo más para canjear.
—Espera, espera. —Agarró con fuerza los barrotes—. No te vayas todavía. —Su rostro se veía relajado, pero la sonrisa estaba demasiado tiesa.
—Somos amigos, ¿no?
—No —dijo con honestidad.
Él presionó su labio inferior con el superior hasta que su boca se transformó en una línea.
—Bien, pero sentimos… —una pausa— aprecio por el otro.
Lena torció el rostro. ¿Qué estaba tratando de hacer ese demonio? La tenía muy confundida.
—De verdad creo que podemos ayudarnos mutuamente, Lena, no me mandes a volar tan rápido. —Otra risita.
Se quedaron mirándose uno al otro. Lena se sentía mal por él, pero no sabía si era por la influencia del rostro que Ulf había elegido como suyo. Se preguntaba si tendría la misma reacción con el cuerpo desgastado y de manos arrugadas con el que lo conoció.
—¿Qué dices? —insistió al ver que ella permanecía en silencio.
Patricia empezó a caminar hacia la casa. Para ella, la conversación ya había terminado y tomó aquello como el empujón que necesitaba para moverse.
—Buenas noches, Ulf. Te agradezco mucho que me ayudaras. —Él la observó, entrecerrando los ojos.
Ella mantuvo su rostro sereno.
—Lena, ¿qué fue lo que te dijo? —Parecía que quería traspasar los barrotes—. ¿En dónde está?
Lena ya había dicho lo que tenía que decir y solo movió la cabeza antes de dirigirse hacia la casa.
—¡Bruja! ¡Espera! —Ulf empezó a azotar las manos contra el portón. Ella apresuró el paso. Le aterraba que las brujas del aquelarre pudieran oírlo.
»¡Escúchame! Yo te puedo ayudar. —La voz estaba comenzando a quedarse atrás.
El corazón de Lena se detuvo un momento. La puerta de la casa se abrió.
—Nessa —dijo Lena—. Te lo puedo explicar.
Se veía como una guerrera con el cabello rubio suelto, pantalones negros y fuego en la mirada. Caminó en línea recta directo hacia el portón.
—No es peligroso. Se va a cansar después de un rato. —Lena iba tras ella, tratando de seguirle el paso—. Regresemos a la casa, por favor.
Nessa no le respondió nada y caminó hasta el portón. El pasto crujía bajo sus zapatos.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Nessa le preguntó a Ulf. Él se hizo hacia a atrás y dio unos cuantos respiros antes de recuperar su pipa y ponerla en sus labios; se veía despreocupado.
—No sabía que este territorio ya estaba tomado. —Hizo una pequeña reverencia—. Mil disculpas. Me retiraré de inmediato.
—Sé perfectamente bien quién eres. —Nunca había escuchado a Nessa hablar tan alto. No reconocía esa voz.
—Me alaga, pero creo que me confunde con alguien más. —Empezó a salir humo de su pipa—. Soy un simple demonio tratando de ganarme la vida.
—No te hagas el tonto —escupió Nessa.
Lena no sabía qué hacer, temía que Ulf le dijera a Nessa que ya sabía lo de Caleb.
—Soy un simple demonio tratando de ganarse la vida. No puede sorprenderse de mi presencia aquí con tantos sacos de Lilith alrededor. —Una media sonrisa.
Eso hizo que Nessa se tensara antes de recuperar la compostura. Lena se preguntaba cómo se lo tomaría su abuela, estaba tan frágil en ese momento que no podría destruirlos todos y Nessa tampoco podría pelear contra la cantidad tan grande de demonios que seguramente se avecinaba.
—Si vuelves a acercarte por aquí, voy a dejar tu forma demoniaca tan destruida que rogarás por la muerte eterna.
Ulf se carcajeó.
—No lo dudo. —Se encogió de hombros—. Pero, como le comento, solo estaba tratando de llevar pan a mi mesa. Ahora paso a retirarme, disculpe por haber entrado en su territorio.
Ulf huyó sin decir más y Nessa se quedó viendo el portón por un momento.
—Yo no esperaba que viniera —dijo Lena. Cuando menos no esa noche y no en ese momento.
—Le dijiste sobre Caleb. —La voz de Nessa de nuevo sonaba como un suspiro.
—No fue mi intención —añadió Lena, desairada.
Nessa cerró los ojos con fuerza y se pellizcó el tabique de la nariz.
—Esto nos va a traer muchos problemas.
—Ulf no es peligroso. —Apretaba y relajaba los dedos de los pies al hablar.
—Solo entra a la casa. Empezaron la reunión sin ti. —Nessa no la miraba y Lena sintió la saliva de su boca volverse limón amargo.
—Está bien, solo quiero disculparme otra vez porque sé que te decepcioné.
Nessa hizo un sonido de burla.
—Por desgracia no me decepcionaste. Me pesa mucho decirte que hiciste justamente lo que esperaba que hicieras. —Seguía sin mirarla. Su voz era serena—. Solo entra y trata de no humillar más a tu abuela.
Lena se hizo hacia atrás, como si Nessa la hubiera empujado. Era una vergüenza, estaba avergonzándolas a todas. Nadie esperaba nada de ella, incluso Manon sabía que no tenía madera de suma sacerdotisa y había ofrecido relevarla de su responsabilidad.
No intentó defenderse más y solo regresó a la casa.
Si tan solo hubiera un hechizo que pudiera retroceder el tiempo, lo probaría sin dudarlo.