Capítulo 11

—Creo que el apodo que le han puesto los medios es perfecto —opinó Arlan del otro lado.

—¡Cómo...! ¡Cómo diablos consiguió mi número! —exclamó llamando la atención del pasillo de la universidad.

Avergonzada, se alejó de todos para hablar un poco en privado.

No se exalte, Susan —pidió—. ¿Puedo llamarte Susan? Me molesta tanta... ¿Cómo decirlo? Frialdad con otra persona...

—¡Pues si voy a llamarte por tu nombre, Arlan, déjame decirte que desgraciaste mis sueños!

—¿No te agradó nuestra fotografía en primera plana? Tu intentando alcanzarme para besarnos mejor…

—¡En esa fotografía no parecía estar coaccionada, pero lo estaba! No puedo creer que no hayas borrado todas las fotos de ese fotógrafo. Se supone que tú deberías cuidar tu reputación como miembro de la familia real. Ahora por tu culpa, estoy hasta el cuello en los periódicos.

—No descansarán hasta saber quién eres y dónde vives. Es un extra de información que te doy para que sobrevivas a la prensa.

—¿Qué clase de desvergonzado eres?

Según la familia real, el peor... —Rio cantarín.

—Me dejé besar por un mujeriego. Tengo la peor reputación y... Soy acosada por mis propias compañeras de universidad, pobres inocentes que piensan que eres un príncipe, pero más resulta que eres un sapo, y muy verde.

No merezco que me insultes. He vuelto hace muy poco a Westland. Eres la única persona que me ha caído bien. Con todas esas palabras rompes mi corazón —se burló, sabiendo que molestaría a Susan por lo nerviosa que estaba.

—¡Y ahora resulta que debo sentir lástima por un casi príncipe! ¡Válgame el cielo! —bufó irónica—. ¡Estoy metida en un lío!

¿Acaso tengo la culpa de que fueras pirata? Solo me pareciste hermosa y agradable. Por eso me acerqué a ti. Soy coqueto pero, oye, tampoco pienses que soy una lacra.

—¡Es tu culpa porque te sentaste a mi lado, me hablaste, no dejaste que prestara atención a la ceremonia, me invitaste al palacio... —respiró tomando más aire para continuar reclamando lo que creía — ...tomaste ventaja de mi desconocimiento hacia la oveja negra de la familia, y por último, no borraste las fotos del hombre que casi estaba haciendo un trío con nosotros!

¡Tenía un respaldo, no es mi culpa!

—Oye... Es mejor que no discuta con un miembro de la familia real, ya tengo muchos problemas para echarme uno más al hombro... Voy a colgar.

¡Espera! —pidió rápido, levantando el torso de la cama—. Tengo tu mp4.

—Puedo comprar otro... —Hizo gestos con el rostro; quería su reproductor de vuelta, pero primero muerta a que viera su debilidad.

Tienes una playlist genial. Eso me dice que eres divertida. Además, el informe aquí dice que tienes una costumbre muy deliciosa, helado de chocolate, religiosamente todos los días, frente a la heladería de la universidad... Aquí también dice que vas con frecuencia a las tiendas Middway y compras cosas con tu madre y una hermana menor —dio vuelta la hoja—. Hay una foto tuya abrazando una bolsa de almendras ¿en serio te gustan? Yo soy alérgico a ellas...

Susan tenía su mandíbula en el piso, ¿Cómo sabía todo eso?

—¡Cómo sabes eso!

¡Juro que solo quería tu número para localizarte! —se justificó con premura—, pero resultó que eran más eficientes de lo que pensaba. En menos de doce horas, resumieron tu vida en siete hojas...

Cerró los ojos y solo sabía que estaba metida en el lío más grande de su vida. Amaba la realeza, pero empezaba a odiar a un miembro en particular: Arlan Wilburg-Berger.

Intentó calmarse y no explotar, pero le fue imposible.

—¡Primero tienes secuestrado mi mp4, luego mi vida en siete páginas ¿Qué viene ahora?! —masculló molesta.

—¿Qué te parece si viene una cita? Te devolveré a mi rehén y, como ya te expliqué, solo quería tu número. El resto es información complementaria. Hubiera sido más fácil que me dieras tu número, pero preferiste jugar sucio y llevártelo.

—¡Qué yo jugué sucio! ¡Tú enviaste a los guardias para seguirme y seguro escoltarme hacia algún calabozo del palacio!

Demasiada ciencia ficción en tu mente. Te prohibiré los playlist de videojuegos, no son buenos para tu salud mental. —Rio graciosamente.

—¡Faltaba nada más que fuera tu bufón!

¡Es que sacas lo peor de mí! —Seguía riendo enloquecido en la oreja de Susan—. Oye… Lo siento… No quise asustarte; solo envié a los guardias para que trajeran tu número antes de que el viento se lo llevara, pero te asustaron.

—¿Qué? ¡Toda esa persecución fue producto de mi imaginación! ¡No puedo creerlo...! —Colocó su mano en la frente y luego tapó sus ojos avergonzada.

Siento decirte que fue así. Te debo una cita… ¿Cuándo tienes tiempo? Aquí dice que estás terminando la carrera de Administración y… tienes un excelente promedio…

—¿Qué cuándo estoy disponible? No estoy disponible para ti. Ya fue un error haberte dado la oportunidad de acompañarme... ¡Craso error! Ahora tienes mi historial en tus manos, quiero que lo quemes. ¡Lo exijo!

Claro que lo quemaré. ¿Sabés que hago ahora mismo? Traigo un basurero, tus papeles y un encendedor… —Sacó el encendedor del bolsillo e hizo ruidos con este.

—¿Por qué será que no te creo? —musitó cantando con ironía.

Si puedes mira hacia el palacio, de una ventana saldrá humo —colocó su mano sobre el micrófono del celular y se desarmó de la risa.

—Vaya payaso...

—¡Susan, tenemos clase ahora! —avisó Cynthia acercándose.

—¡Voy, cuelgo y estoy lista!

—Ven que hasta el profesor de proyectos quiere saber sobre tu escapada de cenicienta —se burló su amiga.

—¡Es tu culpa, es tu culpa! —acusó a Arlan.

Calma, esto es reciente. Una vez que descubran que no hay nada entre nosotros, todo se calmará y no pasará de una tontera. Hoy seguro el vocero del palacio aclarará de la mejor manera esto. Hay asesores aquí; tu solo cálmate y evita salir a dar noticias.

—¡Ah! Ahora me sugieres lo que tengo que hacer. Me dices: «Oye Susan, deja de vivir tu vida porque a un duque se le antojó tenerte de víctima de sus vicios».

¿Tenemos una cita entonces? No me has respondido, y yo tengo una agenda apretada...

—¿Agenda apretada? Lo único que debes tener es apretado el pantalón —cortó molesta.

¿Susan? Creí escuchar un sí... —comentó después que ella le cortara el celular.

Susan miró a su alrededor y decidió salir de la universidad e ir a consolarse con un helado frente a la universidad. No podría soportar la vergüenza y menos contar lo que sucedía.

Cruzó la calle, y formó fila para el helado. Las miradas no paraban y, para colmo, estaban pasando en las noticias de la mañana, sobre el matrimonio real.

El tono de un mensaje hizo que tomara el celular.

Al abrir el mensaje quedó helada, su foto de la portada besándose con Arlan con un texto del número de Charles, que decía:

Charles:

Hermosa foto, Susan...